Definitivamente el proceso de perdonar no es tan fácil como el 1, 2, 3 de pedir perdón. Es más complejo y más difícil. Muchos factores intervienen, desde luego. El grado del daño, quién lo llevó acabo, bajo qué circunstancias, si la persona responsable ha pedido perdón o si se muestra arrepentido o no, si fue accidental o intencional, si es reincidente. Todos estos factores intervienen en el grado de dificultad para perdonar.
Perdonar no equivale a reconciliar con el ofensor. Eso viene después, si acaso es viable. No equivale a condonar, minimizar o justificar una ofensa, sino a reconocerla (“tu acción me ha lastimado”). ¿En qué consiste, entonces, la acción de perdonar? Livingston, entre otros, lo define como “…renunciar al rencor y deseos de venganza.” Y continúa, “ampliamente confundido con el olvido o la reconciliación, perdonar no es ni uno ni otro. No es algo que hacemos por los demás; es un regalo a nosotros mismos. Existe, igual que toda verdadera sanación, en la intersección entre el amor y la justicia.”
Se ha escrito mucho sobre lo beneficios de perdonar. Relaciones más sanas, mayor salud psicológica, menos estrés y hostilidad, menor presión arterial, menos síntomas de depresión, ansiedad y dolor crónicos y menor riesgo de abuso de sustancias y alcohol. Mientras no perdonamos vivimos con el coraje y el resentimiento. Conciente o inconcientemente deseamos emparejar las cosas, es decir, deseamos vengarnos. Esto trae dos consecuencias. Primero, un desgaste físico y emocional. Dos, nuestras relaciones interpersonales se pueden ver afectadas. Puede que seamos hipersensibles, malhumorados, demasiado exigentes o agresivos con nuestras amistades, pareja o familia, muchas veces sin darnos cuenta. Podemos sufrir depresión o un sentido de vacío.
Menciono que perdonar no es reconciliar. La reconciliación viene después…si es viable y si es importante para nosotros la relación con la otra persona. Definitivamente hay casos en los que no es posible una reconciliación, simplemente por motivos de salud psicológica y emocional, y sobre todo en casos de violación y abuso sexual. Sin embargo, incluso en estos casos, perdonar sigue siendo posible (Noll, 2000).
Algunos autores manejan cuatro pasos para lograr perdonar (Howes, 2009)
Expresar la emoción. Ya sea coraje, dolor, tristeza o indignación, quien necesite perdonar necesita identificar y expresar profundamente esos sentimientos. Mejor aún si se expresan al ofensor, cuando es posible.
Entender el porqué. Necesitamos entender porqué. Necesitamos una explicación que nos permita comprender los hechos, aunque no estemos de acuerdo.
Reconstruir la seguridad. Necesitamos asegurarnos que no se volverá a repetir el daño sufrido. Mientras no tengamos esta garantía, seguiremos sintiéndonos vulnerables y por lo tanto, no será posible perdonar.
Renunciar. Renunciar al coraje, a repasar el daño cada que te acuerdes, a recordar el daño cada oportunidad, a desear venganza. Es una promesa a ti misma/o a no perder más tus energías y tiempo en el pasado. Es abrazar la confianza de un mejor futuro. Si esto es muy difícil o imposible, entonces es muy probable que a., b. ó c. no han sido completados.
Los primeros tres no necesariamente deben seguir ese orden y deben practicarse cuantas veces sea necesario. Sin embargo, sí son necesarios para alcanzar el número cuatro.
Perdonar no se da de forma automática. Necesitamos comprometernos con una acción de cambio. Comprender la importancia y necesidad de perdonar en un momento de nuestras vidas. Es ya no desear definirnos como víctimas. Si deseamos emprender nuevas y sanas relaciones, renunciar a resentimientos originados en el pasado es indispensable. Hacerlo es un reto. Requiere voluntad, esfuerzo y a veces apoyo. Se vale pedir ayuda. ¿Estas listo para perdonar?
Daniel Vázquez
Daniel Vázquez es psicólogo familiar especializado en parejas y comunicación efectiva.
www.consultadanielvazquez.blogspot.com