Sobre el silencio
“Vamos, vamos, que la eternidad aguarda”
Hablar del silencio… ¿Pero es posible hablar del silencio? ¿No es el silencio precisamente lo opuesto a la palabra? ¿No son las palabras, como dice la escritura, odres viejos y gastados incapaces de contener ya el vino nuevo del significado? ¿No será ésta una empresa abocada de partida al fracaso? ¿No es acaso el silencio lo que primero se rompe cuando pronunciamos una sola palabra? ¿Cómo hablar del silencio, por otra parte, en un mundo tan ruidoso como el nuestro? ¿Cómo hablar del silencio cuando nuestra conciencia está atrapada tratando de resolver la contradicción entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos? ¿Cómo hablar del silencio cuando la disparidad entre interior y exterior, entre nosotros y los demás, es tal que vivimos como si se tratase de dos entornos contrapuestos? Son precisamente esas contradicciones las que alimentan el diálogo en que habitualmente nos hallamos sumidos. Y esa contradicción difícilmente se resolverá sin el correspondiente trabajo de integración intra e interpersonal, respectivamente. Mal se llega a lo transpersonal sin atravesar y unificar antes adecuadamente esas otras dimensiones. Pero, aun en el supuesto de que diagnostiquemos bien el problema, nuestra sociedad nos ha acostumbrado a enfrentarnos a todas estas cosas de un modo exclusivamente voluntarista, sin la comprensión y la actitud adecuadas. Apenas identificamos que algo va mal en nuestro interior, dividimos en dos nuestro mundo interno, ubicamos a nuestro ego en la lista de los terroristas más buscados y emprendemos la caza del ego como si fuese una cruzada de reconquista. Somos especialistas en tratar de “resolver” las cosas a machetazos, a cristalazos… o a golpes de represión que, para el caso, es lo mismo. Pero esa actitud que trata al ego como si fuese una especie de delincuente, obviamente, no hace sino intensificar los problemas. También aquí es necesario un cambio de talante que nos ayude a relacionarnos mejor con nosotros mismos y con los demás. «El hombre ha ganado sobre los animales el estado de ensueño —dice un clásico— y todavía nos queda un largo camino por recorrer para llegar a despertar plenamente» Sólo cuando nuestra cabeza, nuestro corazón y nuestro cuerpo se orienten en la misma dirección encontraremos realmente el sosiego necesario.
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