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"Con mi pintura me siento más joven.
Para mí, crear es existir,
es vivir entre bosques encantados
y montañas azules,
dando vida a paisajes
siempre con flores y agua
y personas llenas de paz"
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Isabel Martínez Ferrero
Isabel Martínez Ferrero y el edén maravilloso de sus cuadros
Pintar a los 92
Una nonagenaria
zamorana afincada en Madrid, exhibe su don innato sobre el lienzo en el
Centro Cultural Alfredo Kraus (Fuencarral - El Pardo)
«He necesitado toda mi vida para pintar como un niño»
Pablo Picasso.
No hace falta ser
Van Gogh para pintar maravillas. Se llama Isabel. Su obra impresiona,
no deja de impresionar. Lo vivieron en Villarín de Campos, allá en la
Zamora de los años treinta, cuando de las manos de la niña Isabel
salían los primeros cuadros; lo vive ahora el público de Madrid, cuando
Isabel Martínez Ferrero (Zamora, 1917), a sus 92 años, sorprende con su
más reciente óleo: “El río que nace en las montañas azules”, y tantos
otros.
Una selección de
la obra de esta nonagenaria que acunó en los campos de Zamora las
virtudes de su arte y ahora vive afincada en Madrid, se puede visitar
durante este abril en el Centro Cultural Alfredo Kraus, en el distrito
madrileño de Fuencarral - El Pardo.
Cuando le pregunté
por qué tantas flores, tanta arboleda y tantas casas rústicas del campo
en sus creaciones, una frase suya justificó todo el ingenio de su
pintura que se mueve entre el naíf o primitivismo y el impresionismo
pictórico: “Ahí nací, crecí y me forjé”
Su mayor estímulo
ha estado siempre en la familia y en el pueblo: “De niña siempre
pintaba por los pasillos de casa, en el colegio, me gustaba pintar”.
Entre las pocas cosas que hablé con Isabel en medio de intervalos por
la atracción desmesurada que provocan sus pinturas, emocionaba, sobre
todo, ver a una mujer que lejos del paso de los años, deslumbra por la
facilidad con que rastrea en el pasado de su infancia, donde ella
fundamenta el soporte de su gloria.
Isabel Martínez
Ferrero va camino de los 100 años, el siglo. Tiene ahora 92. Después de
apreciar casi una treintena de los cuadros que se exponen en el
"Alfredo Kraus", en la muestra “Color y fantasía”, no se puede evitar
decir que sus manos tienen un prodigio mayor que solo expresa cuando
enfrenta el lienzo con el pincel. Su pintura es un reflejo del
desenfreno de un tiempo no menos feliz, entre el color del campo y el
calor pueblo.
No ahondé mucho en
su pasado, pero imagino que los padres que la engendraron se estarán
gozando en la Gloria del prodigio de una niña adelantada, y la
recordarán en su más tierna infancia de Zamora mirando al horizonte y
después zambullida en los dibujos sobre un papel en los rincones de su
casa con esa libertad inocente que tienen los niños en sus andaduras
tempranas.
Isabel es una artista consumada. Lo es desde hace mucho
tiempo. Leí su currículum. Es impresionante la constancia artística que
lega a toda una vida. Decenas de exposiciones han dejado la impronta de
su pincel en buena parte de España y en el extranjero. Cito algunas de
sus colecciones personales con acuñado éxito: Palacete de Cruz Roja y
Centro Gallego, en Madrid, entre 1985 y 1987. De otra parte, el
Ayuntamiento de Madrid y el Palacio de Congresos y Exposiciones, vienen
repitiendo sus exposiciones desde 1989, pero hay muchas otras.
Por todas esas
razones se fundamenta la fecunda carrera artística de Isabel Martínez
Ferrero, que atesora también premios: el que le adjudicó la VIII
Exposición de Pintura Naíf “La Primavera”, en 1998; el primer accésit
del IV Certamen de Arte Naíf “Madrid 2012 a soñar” (2003) y la mención
de honor en el Salón Internacional de Pintura Naíf en Estoril,
Portugal, en 2004.
La técnica de esta
mujer, que por suerte afortunada sigue regalando esplendor aun
superados los 90, deja a un lado el mundo real en que vivimos y nos
traslada con fuerza imaginaria al escenario de sus orígenes zamoranos,
cada vez que de sus manos brota un nuevo lienzo adosado en el
expresionismo de la naturaleza que nos rodea.
La pintura de
Isabel es un edén y el mundo maravilloso que son sus cuadros, paisajes
y retratos, se funde en una naturaleza viva que ella no ha olvidado
jamás desde sus días de infancia en Villarín.
Uno se detiene, por
ejemplo, en La Rosaleda (2000), la pieza emblemática de su muestra de
estos días, y admira a derroche el poder de traslación a lo real
maravilloso del entorno, del pueblo y de la sierra que, en cualquier
caso, trasmite Fernández Ferrero.
El árbol amarillo, creación de
1990; Al final del camino o Flores en el camino, que le brotaron entre
1995 y 1999, todos sin excepción, trasladan una fuerza de sentimiento
del bien y de la ternura impregnada en la pintura de Isabel.
En un punto de la
madrileña calle de Orense, Isabel Martínez consume su vida abrazada a
su arte, entre los trajines diarios de su casa, donde, sobre todo, se
presenta complejo y singular el entorno donde esta anciana hace
maravillas con el pincel. Tendrá cuadros por todas partes, las huellas
de su pintura estarán en cualquier rincón. La imagino cada vez que se
cruza entre la paleta de óleos y el caballete del que sale cada lienzo,
inmersa siempre en el oficio que le ha llenado de colores la vida.
A sus 92, Isabel
se muestra apacible y callada como las figuras de sus cuadros, o mejor
de sus “caras” de la vida, como ella prefiere llamar a cada lienzo que
dibuja con las vivencias guardadas de los caminos y veredas de su
infancia.
El peso de los
años le causa ya pérdida auditiva, pero en su pintura traslada
esplendor, vitalidad y ternura en unos paisajes que son la fuerza de su
dibujo, y así Isabel es feliz. Lo que pinta Martínez Ferrero tiene una
fuerte dosis de impresionismo porque sus cuadros trasladan luz más allá
de las formas de sus paisajes.
Desde la
Asociación Española e Internacional de Críticos de Arte, Amparo Martí
ha valorado la obra de esta nonagenaria: “Construye sobre contrastes un
naíf auténtico, un mundo irreal, positivo y feliz” .
Otros artistas
plásticos como Leticia Ortiz de Urbina, la define como una “pintora
auténtica” que enseña su habilidad en el manejo del color, en tanto
Villa-Toro apunta que “el naíf en las manos de Isabel se convierte en
un exótico y maravilloso arte sin tiempo”
Isabel estudió
pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y sus primeras
obras datan de 1939. Tiene colecciones y exposiciones individuales y
colectivas por toda España. Una pintura suya fue donada a la Ciudad del
Vaticano y otras tantas forman parte de muestras privadas.
Fuera de España sus obras se encuentran expuestas en Italia, Estados Unidos, Argentina, Paraguay y Venezuela.