Un paso hacia adelante, cinco para atrás. Algo parecería no funcionar. Nuestra intención es avanzar, sin embargo juraríamos que estamos retrocediendo. Las reservas de energías se agotan. Cuesta horrores movernos. Es una tarea tortuosa. La desconfianza y el desgano nos invitan a rendirnos. Miramos, con añoranza, un pasado que nunca nos cerró. ¿Qué es lo que sucede? Antes de que amanezca, se vive el instante más oscuro de la noche. Aunque el cansancio haga temblar nuestros huesos, debemos seguir andando. Está por salir el Sol.
Nadie nos garantizó que sería sencillo, de todos modos emprendimos el viaje. Al principio parecía fácil, porque logramos liberarnos de una insoportable mochila. Sin embargo, a poco de andar, fuimos tomando conciencia de que soltar por fuera, no implica, necesariamente, soltar por dentro.
Chispazos de buenos momentos se apoderan hoy de nuestros ojos. La mente juega su última carta, sabe que no le quedan más chances, y no está dispuesta a claudicar. Para impedir que soltemos las últimas estructuras, proyecta, a través de la memoria selectiva, un paraíso que jamás existió. Arma, con suma inteligencia, una cautivante postal, entrelazando nuestros mejores recuerdos. Es un duro golpe bajo, perfumado con nostalgia, que le otorga al viejo surco un encanto que nunca tuvo. El hechizo se rompe diciéndole al corazón que nos recuerde qué fue lo que impulsó nuestra marcha.
Nunca se retrocede, es sólo una ilusión. También estamos observando todo aquello que nos permitió llegar a esta instancia. Esta particular forma de mirar hacia atrás, es nuestro reaseguro de que aprendimos las lecciones. Honremos nuestro pasado. Demos las gracias por todas las enseñanzas.
¿Ves cómo se inclina el camino? Sigamos. Tras la niebla está la cima. Desde allí contemplaremos lo que siempre anhelamos. Estas son las últimas palabras que le susurraré a tu alma. Seguiré a tu lado, como siempre, pero esta vez en silencio. Animo. Sólo resta un último esfuerzo. Falta muy poco... Está por salir el Sol.