En la misma tarde del 12 de enero, cuando Haití sufrió el terremoto que dejó más de 200.000 muertos y a más de un millón de personas sin techo, Jamaica prometió organizar una "respuesta práctica" para ayudar al gobierno de René Préval. Pero ahora parece no cumplir su palabra.
"Jamaica siempre ha respondido de inmediato en cualquier manera posible a los desastres naturales en Haití, y esta vez no será la excepción", aseguró entonces el primer ministro Bruce Golding.
Al ser uno de los más cercanos vecinos de Haití, a apenas 160 kilómetros, Jamaica se puso en alerta para recibir la posible llegada de refugiados, y prometió que cualquier haitiano que llegara a las costas no sería enviado de regreso.
"Si bien no pueden ser incluidos dentro de la definición de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados, se trata de una causa humanitaria a la que estamos obligados a responder en forma apropiada", declaró Golding.
Esto fue confirmado por el ministro de Información, Daryl Vaz, quien prometió que, a pesar de las limitaciones financieras, las autoridades jamaiquinas ayudarían a cualquier haitiano que llegara a sus costas.
"Serán preparados, enviados a instalaciones especialmente diseñadas, se les brindará supervisión y tratamiento médico cuando sea necesario, y tendrán alojamiento temporal y atención hasta que puedan regresar a su patria", aseguró Vaz.
La esperada ola de refugiados no se produjo sino hasta la mañana del 23 de marzo, cuando 62 haitianos llegaron en varios barcos a la costa de la oriental zona parroquial jamaiquina de Portland.
Pescadores y policías de la ciudad de Port Antonio informaron haber visto al primer barco a las tres de la mañana en la costa de la aldea de Manchioneal.
Cinco horas después, la policía informó haber encontrado a haitianos en un barco de unos 20 metros de eslora llamado "Ebenezer #4 Anzdeno". Estaba ocupado por 24 hombres, dos mujeres y un niño.
"Estuvimos viajando por el mar siete días. Partimos el miércoles", dijo uno se los refugiados, que hablaba muy poco inglés. Cuando se le preguntó si se dirigían a Estados Unidos, respondió: "A cualquier lugar".
Los haitianos fueron ayudados por pescadores locales.
"Eran cerca de las tres de la mañana y estaba oscuro, cuando fuimos a pescar y vimos el barco en el mar, entonces los llamamos. Les lanzamos una soga para ayudarlos, y luego llamamos a la policía", contó el pescador Errol Richards.
Aunque los refugiados fueron recibidos con cordialidad, algunos expresaron preocupación por su seguridad cuando se reveló que tres eran presos prófugos. Estos luego fueron puestos bajo custodia de la policía local.
La promesa inicial del gobierno jamaiquino de que ningún haitiano sería enviado de regreso cambió horas después de la llegada de los refugiados. Vaz dijo a periodistas en Kingston que, debido a limitaciones financieras, serían repatriados de inmediato.
"Jamaica tiene sus propios desafíos, como el resto del mundo", dijo Vaz, señalando que al país le costaría unos 100.000 dólares semanales dar alojamiento y transporte a los haitianos.
"Somos conscientes de todos los desafíos que afronta la gente en Haití, pero tenemos que ser responsables también con nuestro pueblo jamaiquino", dijo Vaz. "Con los tiempos y la situación que afrontamos, es difícil para nosotros seguir volcando fondos que podrían ser usados aquí en servicios muy esenciales".
El 29 de marzo fueron repatriados los 62 haitianos, junto a cinco que habían ingresado al país ilegalmente antes.
Bajo la supervisión policial y militar, los 67 refugiados fueron puestos en un barco de la Guardia Costera de las Fuerzas de Defensa de Jamaica y enviados a su país.
La Asociación Haití-Jamaica calificó la actitud de Kingston de severa e insensible.
"Fue muy desconsolador enterarnos de que eran enviados de regreso a los escombros y a la desesperada situación de la que estaban huyendo", señaló la presidenta de la Asociación, Myrtha Delsume.
"Entiendo que hubo algunas limitaciones económicas, pero es demasiado duro pensar que hemos enviado de regreso a las personas que se desplomaron en los umbrales de nuestras casas, literalmente. Es una situación muy trágica, muy triste", añadió.
Kathy Barrett
IPS