Soy en este sin fin sin soledad
un animal de luz acorralado
por sus errores y su follaje:
ancha es la selva: aquí mis semejantes
pululan, retroceden o trafican,
mientras yo me retiro acompañado
por la escolta que el tiempo determina:
olas del mar, estrellas de la noche.
Es poco, es ancho, es escaso y es todo.
De tanto ver mis ojos otros ojos
y mi boca de tanto ser besada,
de haber tragado el humo
de aquellos trenes desaparecidos:
las viejas estaciones despiadadas
y el polvo de incesantes librerías,
el hombre, yo, el mortal se fatigó
de ojos, de besos, de humo, de caminos,
de libros más espesos que la tierra.
Y hoy en el fondo del bosque perdido
oye el rumor del enemigo y huye
No de los otros sino de sí mismo,
de la conversación interminable,
del coro que cantaba con nosotros
y del significado de la vida.
Porque una vez, porque una vez, porque una
sílaba o el transcurso de un silencio
o el sonido insepulto de la ola
me dejan frente a frente a la verdad,
y no hay nada más que descifrar,
ni nada más que hablar: eso era todo:
se cerraron las puertas de la selva,
circula el sol abriendo los follajes,
sube la luna como fruta blanca
y el hombre se acomoda a su destino
Pablo Neruda