La reciente carta de Steve Jobs sobre las deficiencias de Flash, de Adobe, sigue resonando en Internet. En este editorial especial, John Sullivan, de la Free Software Foundation responde sosteniendo que Apple está proponiendo a los usuarios un falso dilema entre el software propietario de Adobe y el jardín vallado de Apple.
Ver cómo dos empresas de software propietario que se oponen radicalmente a la libertad del usuario de ordenador se intercambian acusaciones sobre quién está más en contra de esa libertad ha sido, como poco, surrealista. Pero lo que ha quedado meridianamente claro es que la libertad sobre la que discuten estas empresas es la suya, no la de sus usuarios. Y que lo que llaman libertad no lo es en absoluto; es la capacidad de controlar a los usuarios. Adobe está rabiosa porque Apple no le permite controlar a los usuarios de iPhone, iPad e iPod Touch a través de Flash, y Apple está furiosa porque Adobe la acusa de abusar arbitrariamente del control que tiene sobre los usuarios de la tienda de aplicaciones de Apple (App Store).
Las «Reflexiones sobre Flash» de Steve Jobs representan el último asalto del combate entre la sartén y el cazo, y aunque arrojan muchas críticas muy ajustadas al caso de Adobe y Flash, no alteran la naturaleza fundamental del desacuerdo, ni aclaran ningún asunto acerca de las intenciones globales de Apple.
Lo que curiosamente falta en «Reflexiones sobre Flash» es algún tipo de explicación sobre por qué es mala la tecnología propietaria en Internet, o por qué son buenos los protocolos abiertos. Apreciar esta omisión nos ayuda a entender por qué, aunque coincidamos con su valoración de los problemas que plantea Flash y la importancia de los protocolos abiertos en la red, Jobs se ve abocado a adoptar una solución estrambótica e inaceptable.
Si hubiera argumentado de algún modo por qué es importante la libertad del usuario en Internet, su hipocresía habría quedado explícita. En muy pocas palabras afirma lo siguiente: «No utilices la plataforma propietaria de Adobe para obtener información en la red. Utiliza la de Apple». No quiere que los usuarios deambulen libremente y que exploren creativamente la red o sus propios ordenadores; quiere que vayan de la «Zona Libre» vallada con sede en San José a la que está radicada en Cupertino.
La libertad en la red tiene múltiples elementos. Los protocolos abiertos como HTML5, que gobiernan la edición en Internet, son esenciales y albergan un potencial asombroso, pero no son más que un elemento. Los protocolos no bastan por sí solos, porque hay otra capa interpuesta entre ellos y el usuario del ordenador: el software empleado para interaccionar con la red, y el sistema operativo que lo envuelve. La libertad en cuestiones relativas a la edición en Internet no sirve de nada si el software con el que se accede a la web la filtra antes de que la disfrutes, o nos limita en otros aspectos que habilitan el acceso a Internet. El software propietario puede ser compatible con los protocolos abiertos y, no obstante, menoscabar los valores que esos mismos protocolos pretenden hacer realidad. Este tipo de «libertad» siempre será contingente. Para tener una red real e irrevocablemente libre, tanto los protocolos de edición de Internet como el software con el que se accede a ellos deben ser libres.
Aunque Jobs sólo cuenta la mitad cuando dice "creemos firmemente que todos los protocolos relativos a Internet deberían ser abiertos", camina en dirección contraria al defender tanto un formato de video propietario, el H264, como un software propietario para acceder a él, el iPhone OS.
Bajo la definición de software propietario se encuentra todo aquel software que restringe las libertades del usuario para ver el código fuente, utilizarlo para cualquier fin, compartirlo o modificarlo. El propio Jobs define el software propietario cuando dice:
Los productos de Flash de Adobe son cien por cien propietarios. Solo se pueden conseguir en Adobe, y es Adobe quien posee la autoridad exclusiva sobre su futura mejora, precio, etc. Aunque los productos de Flash de Adobe estén disponibles de forma generalizada, eso no quiere decir que sean abiertos, ya que están controlados completamente por Adobe y sólo se pueden obtener de Adobe. Según casi cualquier definición, Flash es un sistema cerrado.
La espantosa letra pequeña de los Acuerdos de Licencia del Usuario Final (EULA, End User License Agreement) es un instrumento esencial que las empresas de software utilizan para imponer este tipo de restricciones. Si nos fijamos en el EULA de Apple y Adobe, vemos que parecen casi iguales, y que en la cita del propio Jobs se podrían sustituir «iPhone OS» y «Apple» por «Adobe» y «Flash». El reconocimiento implícito de que «Apple también tiene muchos productos propietarios» es una cómica declaración que se queda corta.
La licencia de Adobe dice lo siguiente:
Usted puede instalar y utilizar una copia del software en su ordenador compatible.
Esta licencia no le concede el derecho a autorizar ni distribuir el software .
No puede usted modificar, adaptar, traducir ni crear productos basados en este software . Tampoco diseñar a partir de él, descompilar, desensamblar ni tratar por ningún otro medio de descubrir el código fuente de este software , salvo en la medida en que esté expresamente autorizado a diseñar a partir de él o descompilar según la normativa vigente.
Las condiciones de uso del documento de Apple que ampara todas las aplicaciones descargadas de la tienda de Apple dicen lo siguiente (en la sección 10b):
(ii) Sólo está autorizado a utilizar los Productos para uso personal, no comercial.
(iii) Está autorizado a utilizar los Productos en todo momento en cinco dispositivos autorizados por Apple, salvo en el caso de Movie Rentals, tal como se especifica más abajo.
Parte de la razón por la que Flash e iPhone OS son propietarios es que Adobe y Apple aceptaron las condiciones de la licencia de patente del H.264. Pese a la afirmación de Jobs, el H.264 no es un protocolo abierto: las patentes necesarias para ejecutarlo son propiedad de un grupo que exige que todos los usuarios acepten una autorización con condiciones restrictivas. Esas condiciones, incluso, no han estado ni siquiera disponibles para examinarlas en la red. Hoy están publicadas en fsf.org con el fin de exponer la falta de ética de las restricciones que imponen. El hecho de que H.264 sea un protocolo de uso habitual no lo convierte en un protocolo abierto; lo que importa son las condiciones de uso, y exigen que todo el software autorizado incluya el siguiente aviso:
ESTE PRODUCTO ESTA AUTORIZADO BAJO LA LICENCIA DE PATENTES DE AVC [Advanced Video Coding, codificación de video avanzado] PARA USO PERSONAL Y NO COMERCIAL POR PARTE DE UN CONSUMIDOR CON EL FIN DE (1) CODIFICAR VIDEO DE CONFORMIDAD CON EL PROTOCOLO AVC («AVC VIDEO») Y/O (2) DECODIFICAR VIDEO AVC QUE FUERA CODIFICADO POR UN CONSUMIDOR EN EL MARCO DE UNA ACTIVIDAD PERSONAL Y NO COMERCIAL Y/O FUERA OBTENIDO MEDIANTE UN PROVEEDOR DE VIDEO AUTORIZADO A SUMINISTRAR VIDEO AVC. NO SE CONCEDE NI SE SOBREENTIENDE NINGUNA AUTORIZACIÓN PARA NINGÚN OTRO USO. SE PUEDE OBTENER MÁS INFORMACIÓN EN MPEG LA, L.L.C. CONSULTE HTTP://WWW.MPEGLA.COM
Encontraremos un tono similar en los contratos de licencia de Final Cut Studio , Google Chrome , MacOs X y Windows 7 .
Si sólo se puede acceder a una página web después de aceptar semejantes condiciones, ya sea para software o sobre algún protocolo, no es «libre» ni «abierta». Está prohibida y se restringe su uso. El propio Jobs deja ver los problemas que derivados de ceder a otro la libertad para usar nuestro ordenador y el software que contiene cuando dice «[Apple] no puede estar a merced de que un tercero decida si va a poner nuestras mejoras a disposición de nuestros desarrolladores y cuándo».
Estamos de acuerdo con la afirmación, y esa es precisamente la razón por la que los usuarios no deberían quedar a merced de Apple, ni de H.264. Si compramos un ordenador iPhone OS no hay nadie a quien recurrir si Apple toma una decisión que no nos gusta. Tendremos que esperar a que Apple apruebe o no la aplicación con las utilidades que deseamos usar, nunca tendremos garantía de que no va a eliminar la aplicación una vez aceptada, y tendremos que esperar a que incorpore algún parches o prestaciones nuevas, u ocuparnos de nuestra seguridad; aun cuando se trate ostensiblemente de nuestra plataforma, nuestro ordenador y parte de nuestra vida.
Alguna que otra conclusión mejor
Una red libre necesita software libre. No se puede tener una red libre si el acceso al software que utilizamos para acceder a Internet está limitado a un número arbitrario de ordenadores, o si no se nos permite realizar negocios en la web utilizando un determinado software , o si se nos prohíbe pedirle a alguien que desarrolle las prestaciones adicionales que necesitamos.
Jobs da en plena cabeza del clavo cuando describe los problemas con Adobe, pero no lo hace sin machacarse su propio dedo. Todas las críticas que hace del enfoque propietario de Adobe se pueden aplicar exactamente igual a Apple, y todas las ventajas atribuidas a la tienda de Apple se pueden sostener sin que sea necesariamente una estructura propietaria. Apple puede ofrecer control de calidad y selección editorial sobre el software libre disponible y animar a los usuarios a utilizar su tienda en exclusiva, pero de forma voluntaria. En cambio, opta por imponer restricciones legales, cuya violación castiga mediante el código penal a los usuarios que quieren hacer cambios en su propio ordenador, como instalar software libre que no sea de Apple.
Por suerte, la salida de la jaula en que nos mete el enfrentamiento de Adobe contra Apple es simple y ya existe: los sistemas operativos de software libre como GNU/Linux con navegadores programados con software libre y capaces de soportar formados multimedia libres como Ogg Theora . Para facilitar aún más las cosas, podemos seguir instando a Google a que libere su nuevo formato multimedia VP8 con una licencia también gratuita.
El lenguaje de la Licencia Pública General de GNU , empleado en todo el mundo por millares de desarrolladores de GNU/Linux como condición para distribuir su software , contrasta radicalmente con el sistema propietario EULA citado más arriba, y suministra una valiosa herramienta para construir y compartir software que de verdad conecte con una Internet libre.
Las licencias de la mayor parte del software y otras obras prácticas están concebidas para arrebatarnos la libertad de compartirlas y alterarlas. Por el contrario, la Licencia Pública General de GNU pretende garantizar nuestra libertad para compartir y cambiar todas las versiones de un programa; para asegurar que sigue siendo software libre para todos sus usuarios.
Cuando Jobs señala a la defensiva la implicación de Apple en el marco de aplicaciones WebKit, defiende sin darse cuenta la superioridad del software libre con respecto al enfoque propietario de su tienda. WebKit es de hecho software libre, y Apple contribuyó incluso a su existencia. Pero el éxito de WebKit no es ni un éxito de Apple en exclusiva (de hecho, algunos de sus avances se lograron a pesar de algunas conductas poco cooperativas de Apple), ni consecuencia de su enfoque propietario. Apple es uno más de sus colaboradores, y esos otros son capaces de colaborar porque el software es gratuito y no requiere autorización. Los usuarios de WebKit no están a merced de Apple: el código fuente está disponible y se puede modificar legalmente, de modo que todo el mundo está autorizado a elaborar y distribuir nuevas prestaciones o parches. WebKit es un ejemplo que lo que puede llegar a ser realmente una red libre. Pero, por desgracia, Jobs no puede soportar dejar las cosas así; mientras el núcleo de Safari sea WebKit, estará envuelto en otro código propietario, lo que otorga a Apple una influencia que deberíamos rechazar.
Así pues, la decisión correcta en la disputa entre Apple y Adobe es «ninguno de los dos». El pasado que debemos dejar atrás no es sólo Flash; es también el software propietario de Apple. Hay infinidad de sitio para que ambos se unan a nosotros junto con todos los demás en un mundo libre; pero deben dejar de fingir que sus jaulitas son el mundo libre.
John Sullivan es director de operaciones de la Free Software Foundation.
Ars technica