Mueven los mercados del mundo entero, son temidas por los gobiernos y algunos se preguntan cómo regularlas: las calificadoras de riesgo están otra vez en la picota por la crisis griega, pero nadie imagina una vida sin ellas.
Una prueba de que la influencia de estas agencias sigue intacta después de la crisis financiera global surgió la semana pasada, cuando Standard & Poor’s (S&P) rebajó las calificaciones de deuda de Grecia, Portugal y España.
El anuncio hundió temporalmente los mercados, hizo perder pie al euro y renovó las críticas sobre el trabajo que realizan S&P y sus pares Moody's y Fitch, las tres principales calificadoras del mundo.
"Hay que controlarlas más, asegurarse que respeten las reglas", sostuvo este lunes la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, al anunciar que ordenará un seguimiento más estricto de su labor en el nivel local.
"No se puede degradar un país 15 minutos antes del cierre (de los mercados) para precipitar las compras o las ventas en condiciones apresuradas", agregó.
En lugar de ser tachadas por exceso de indulgencia, como sucedió con la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, las calificadoras ahora son acusadas de lo contrario: exceso de severidad al juzgar a los europeos.
Sin embargo, ¿por qué su poder todavía parece ilimitado, a pesar de las críticas?
"Justificar la confianza"
La misión de las calificadoras de riesgo consiste básicamente en evaluar la deuda que emiten países, compañías o instituciones financieras, y darles una calificación según la certeza de que cumplan esos compromisos.
Sus calificaciones varían desde un máximo de triple A hasta un mínimo de E, de modo que los inversores cuenten con una referencia de los riesgos de impago que asumen cuando compran bonos o instrumentos financieros.
Más que auditar, el trabajo de las calificadoras consiste en procesar los datos que brindan diferentes entidades públicas o privadas (por ejemplo, el nivel de endeudamiento de un país) y emitir un juicio que ellas sostienen que es técnico e independiente.
"Para justificar la confianza en ella, la calificadora debe ser vista como independiente y eso significa tener un historial de muchos años", explica Paul Goldschmidt, ex director de finanzas de la Comisión Europea y de Goldman Sachs Internacional.
Goldschmidt, actualmente miembro del Instituto Thomas More, asegura a BBC Mundo que por eso sólo hay tres agencias dominantes a escala global, las cuales nacieron en Estados Unidos: "Es muy difícil entrar en este mercado".
Capacidad de sorpresa
Una de las razones del peso de las calificadoras de riesgo en los mercados es su capacidad de sorprender a los agentes con anuncios inesperados.
Eso ocurrió, por ejemplo, cuando Moody's otorgó el preciado grado de inversión a México o Rusia, lo que "abrió las represas de dinero" hacia esos países, recuerda Arturo Porzecanski, un experto en finanzas internacionales con casi tres décadas de experiencia en Wall Street.
La decisión de S&P de bajar, el martes pasado, tres grados la calificación de la deuda soberana griega hasta la categoría de inversión especulativa o "bonos basura" (BB+), advirtiendo un gran riesgo de impago, también sorprendió a muchos.
El mismo martes, S&P rebajó dos escalones la calificación de la deuda soberana de Portugal, al grado de A-, y al día siguiente bajó un peldaño la deuda española, hasta el grado de AA.
En estos casos, el efecto que causó el anuncio fue de temor ante una señal de riesgo de que la crisis griega pueda propagarse en Europa. Para los países afectados, significa que será más caro pedir prestado en los mercados.
Autoridad concedida
La actitud de S&P molestó a las autoridades europeas: el gobierno español le reclamó explicaciones y funcionarios de Bruselas criticaron que la rebaja a Grecia ocurriese mientras Europa y el Fondo Monetario Internacional (FMI) definían su rescate.
Las capacidades de sanción de las calificadoras son "más grandes que las de Dios", observó el gobernador del Banco Central de Austria, Ewald Nowotny.
Sin embargo, en el caso griego el poder de las calificadoras de riesgo también emana del valor que las propias autoridades europeas han concedido a los juicios que emiten esas agencias.
De hecho, el Banco Central Europeo (BCE) tiene la política de exigir que sus préstamos tengan como colateral bonos de los países con un determinado nivel de confianza… que lo definen las calificadoras de riesgo.
Este lunes, el BCE corrigió esa regla autoimpuesta para evitar la incómoda posibilidad de tener que rechazar bonos griegos como aval de sus préstamos si la deuda de ese país también fuera calificada como "basura" por Moody's o Fitch.
Sin embargo, el BCE mantuvo sus condiciones mínimas para aceptar deudas de otros países.
Es decir, el poder de las calificadoras también depende de la importancia que los demás les asignan a sus veredictos.
"Las agencias de inversión tienen credibilidad o impacto si hay entidades privadas o públicas que las usan como un metro para tomar decisiones", afirma Porzecanski. "Y como en general aciertan, la gente las usa".
¿Hora de actuar?
La polémica en torno de las calificadoras está lejos de ser nueva, pero ahora algunos políticos creen que llegó la hora de actuar, como sugiere el anuncio de la ministra francesa Lagarde en la emisora Europe-1.
Hace unos días, el Senado estadounidense acusó a las agencias calificadoras de haber fallado y actuado de forma indebida antes de la última gran crisis financiera.
El informe de los senadores acusó a S&P y Moody's de haber ayudado a los bancos a esconder los riesgos de las inversiones que promocionaban mientras las dos agencias cobraban comisiones de esos mismo bancos.
Eso supuso un "conflicto de interés" para las calificadoras, según el senador estadounidense Carl Levin.
Mientras en el Capitolio, en Washington, se estudia cómo vigilar y regular mejor a estas agencias, en Europa se espera que un nuevo código de conducta comience a regir para las calificadoras a partir de diciembre.
Sin embargo, Goldschmidt cree que hay diferencias importantes entre la calificación de la deuda soberana de países y la de productos estructurales complejos como los que impulsaron la crisis estadounidense.
"Lo que pasa ahora es que países como Grecia y Portugal están asustados y se sienten tentados a utilizar las críticas correctas que tuvieron las agencias calificadoras en la crisis financiera para sugerir que no hacen su trabajo", sostiene.
A su juicio, los gobiernos deben entender que las calificadoras de riesgo tienen que estar libres de presión política, y los mercados deben aceptar que están ahí sólo para aconsejar, sin tener la bola de cristal.
"Las calificaciones pueden ayudar a alguien a tomar una decisión", dice Goldschmidt, "pero nunca deben considerarse como el único criterio para definir una inversión".
Gerardo Lissardy
BBC Mundo