Quiero comprimir el tiempo,
en las líneas de mis letras que te escribo en la alborada,
para soñar que me escuchas en la belleza encarnada,
siendo noble, tierna, pura y del amor… ¡Soberana!
Eres luz y manantial, eres fuente cantarina,
eres lámpara encendida, eres eco en la esperanza,
¡Y de la vida, engalanada!
Irresistible y amada, es tu presencia mujer,
nunca dudes de tus dones, ni te eximas del placer,
de entregarle en cuerpo y alma las virtudes de tu ser,
a quien sufra, ría o llore al sentir desfallecer,
por la carencia de afectos, en la ciencia del querer.
Es tu cáliz el sagrario, rebosante de esplendor,
donde se gesta la vida y la promesa de Dios.
Tu sonrisa una canción y tus manos bendición,
un bálsamo la caricia, al brindar tu corazón.
En tu gozo la ilusión, se viste de mil colores,
para llenar tu granero de semillas y de flores,
cultivando la emoción, tan sutil y venerada,
como aurora delicada, para entregar tus amores.
Un sendero virginal, en tu vientre siembra huellas,
un suspiro maternal para bajar las estrellas,
desde tu aliento inmortal, al amor regar con ellas.
Y si Dios te viera triste algún día mujer,
con su gracia infinita te cubriría de galas,
en su trono pondría tu pelo y en tu corazón sus manos,
en sus brazos el regazo, para recibir tu duelo,
que empañado por tus lágrimas…
¡Él secaría con sus alas!
Bendita seas Mujer…
¡Sublime ser!