Parece que tenemos muchos favoritos en común Luci jajajaj.
Si sigo a Amy Goodman desde hace muchíssimo, y hasta tengo un vecinito que trabaja para ella en el sonido y traducción al español.
Es una chica comprometida, y se las ha visto feas muchas veces.
Por el panel "socio-política" hay varios artículos de su sitio, no te los busco porque ando a mil, acabo de colgar un tendal de ropay debo seguir, despues hacer trabajo para la impresora ..de a ratos me vengo con Uds. paqui jejej
El mar se está convirtiendo, cada vez con más frecuencia, en un triste protagonista. La causa es su cada vez más preocupante contaminación Es una catastrofe ecológica importantisima y creo ,que como siempre,se nos está ocultando la gravedad del asunto.
Aprovecho este mensaje para agradecer a todos los voluntarios que colaboraron en la limpieza de la marea negra del Prestige.
Nueva Orleáns – La ira se puede sentir en todo el Delta del Mississippi. Mientras el géiser de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon, casi un kilómetro y medio bajo el agua, continúa intacto, la peor parte de esta catástrofe ambiental, la mayor en la historia de Estados Unidos, se expande hacia la costa, con impactos sobre el medio ambiente, la economía y todas las formas de vida.
Recorrí los pantanos y las ciudades de la costa de Luisiana para conocer a la gente que se encuentra directamente afectada por la llegada de la marea negra de BP. Están enfadados, sin trabajo y leen en los periódicos noticias de personas que se están enfermando.
Una persona que conserva su trabajo —al menos por ahora— es el Presidente Ejecutivo de BP, Tony Hayward. Hayward, que ganó un sueldo de más de 4,5 millones de dólares en 2009, el domingo dijo lo siguiente: “Nadie quiere más que yo que esto se termine. Me gustaría recuperar mi vida”. Con cada una de sus nuevas declaraciones, que claramente pretenden minimizar la percepción del impacto del desastre de BP, Tony Hayward resulta más desprestigiado. Probablemente sea cada vez más cauto en sus comentarios, ya que el Fiscal General de Estados Unidos, Eric Holder, acaba de recorrer el área y en una declaración pública, dijo: “Hemos iniciado tanto una investigación penal como civil, ya que es nuestra obligación por ley. Nuestras leyes ambientales son muy claras, tenemos la responsabilidad de cumplirlas, y lo haremos”.
En Grand Isle, Louisiana, conocimos a Dean Blanchard, propietario del mayor negocio de camarones de la zona. Nos llevó en su bote, donde dijo lo que pensaba sobre el Presidente Barack Obama, alguien a quien en un momento apoyó: “El Presidente debería estar avergonzado. Él es, lo responsabilizo en este momento. El Presidente, yo voté por él. Fue uno de los peores errores que cometí. Pensé que era un hombre y que iba a traer cambio. Pero si esto es cambio, no es cambio para mejor. El Presidente debería estar avergonzado”. Los padres y abuelos de Blanchard eran pescadores de camarón. Con su fuerte acento cajún, explicó el efecto de las mareas sobre el derrame de petróleo:
“Me gané la vida observando las mareas. Nosotros capturamos camarones. No es posible ver a los camarones. ¿Ud. sabe cómo nos enteramos de donde está el camarón? Por las mareas. Cuando la marea se aleja, cuanto más baja es la marea, más agua regresa y cuando el agua regresa trae todo consigo. Generalmente trae el camarón, pero esta vez va a traer el petróleo”.
Dean Blanchard dice que los pescadores son como los agricultores: “Es preciso entender cómo funciona nuestro negocio. Ellos no solo nos dejaron sin negocio en medio de una semana. Somos como agricultores. Perdemos dinero en enero, febrero, marzo y abril, y nos preparamos para sembrar nuestro cultivo en mayo, junio y julio. De manera que gastamos mucho dinero preparándonos para tener todo listo en mayo, y cuando llegó mayo estábamos totalmente clausurados, de manera que ni siquiera llegamos a empezar”. Le pregunté cuánto dinero perdió: “Casi un millón y medio de dólares” me dijo.
Muchos propietarios de botes camaroneros fueron contratados por BP para trabajar en la limpieza del derrame. Un pescador local, John Wunstell Jr., fue llevado de apuro al hospital con problemas respiratorios que atribuyó al medio ambiente nocivo.
Él y otros afirman que BP les prohibió utilizar máscaras, y presentó un pedido de actuación judicial para obligar a BP a que proporcione máscaras y otros equipos de protección para los trabajadores de la limpieza. ¿Cuál fue la respuesta de Hayward, de BP? “Estoy seguro de que realmente están enfermos, pero no se sabe si eso está relacionado con los dispersantes y el petróleo, o si se trató de intoxicación por alimentos o hubo otro motivo para que se enfermaran. La intoxicación por alimentos es claramente un gran problema cuando tienes una concentración de este número de personas en campos de trabajo temporal, en alojamientos temporales. Es algo que debemos tener muy en cuenta. Es uno de los grandes problemas de mantener a un ejército funcionando. Los ejércitos marchan en base a sus estómagos”.
Dean Blanchard estaba furioso. ¿Por qué, preguntó, BP confiscó la ropa que vestían los trabajadores luego de que se pusieran las batas que les dio el hospital? Y se respondió: “Simplemente está buscando una excusa. Si le preocupaba tanto la comida, ¿por qué confiscó la ropa de la gente que fue trasladada al hospital? Una vez que les pusieron las batas del hospital, BP se llevó su ropa, eso es lo que tengo entendido. Así que no creo que se necesite verificar las prendas de la gente para examinar la intoxicación por alimentos. La vestimenta de alguien se necesitaría sólo en caso de tener que examinar una intoxicación por químicos”.
Dean Blanchard nos llevó hacia el Golfo para ver las operaciones de limpieza. Los dueños de las embarcaciones se negaron a hablar con nosotros. Blanchard dijo que tenían motivos, “Temen hablar y temen ser vistos, porque BP los amenazó de que si hablaban con los medios, serían despedidos”.
Otro pescador, Glenn Swift, a quien conocimos en Buras, Louisiana, confirmó que firmó un contrato con una cláusula que afirma que hablar con los medios es motivo de rescición del contrato. Cuando le pregunté por qué estaba hablando conmigo, dijo: “No creo que sea correcto callar a las personas solo porque trabajas para ellos. Se supone que vivimos en Estados Unidos y se supone que hay libertad de expresión”.
Muy cerca de donde vive Blanchard y de Grand Isle, una familia levantó 101 cruces enfrente de su casa, cada una en conmemoración de algo que aman, como los “pelícanos marrones”, los “atardeceres en la playa” y la “arena entre los dedos de los pies”. El cartel apostado junto al cementerio de los sueños dice: “En memoria de todo lo que se perdió, cortesía de BP y de nuestro gobierno federal”.
El nuevo ensayo para sellar el pozo podría incrementar el flujo del vertido
El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, anunció ayer que BP prepara una nueva iniciativa para intentar interrumpir el vertido de crudo en el golfo de México, aunque advirtió de que podría provocar un aumento del 20% en el flujo de crudo.
«Según BP, la operación de taponado y el aumento del vertido podrían comenzar el lunes o el martes», explicó.
El presidente de EEUU, Barack Obama, fue informado del estado de la situación por los miembros de su Gabinete, con quienes analizó los planes de BP, que intentará colocar maquinaria para cortar la tubería rota responsable del vertido de forma que se pueda aplicar un sistema de contención para bombear a la superficie el gas y el petróleo que actualmente se vierten en aguas del Golfo.
El derrame de petróleo en el golfo de México pasará a la historia como uno de los peores desastres ambientales a escala mundial. Por más que la empresa British Petroleum (BP) anuncia nuevas maniobras para controlar la situación, la inyección de crudo en las aguas del Golfo seguirá hasta agosto. El petróleo llegará a costas cubanas y saldrá al Atlántico al incorporarse a la corriente del Golfo.
Se habla de un accidente en la plataforma Deepwater Horizon, pero sería más adecuado hablar de negligencia criminal. El desastre se debe a la arrogancia corporativa y la ambición de los operadores de BP. Claro, también están involucrados la empresa Transocean, dueña y operadora de la plataforma (por cuenta de BP) y Halliburton, responsable de la cimentación del pozo. ¿Qué fue lo que pasó el 20 de abril?
A las 12:35 de la madrugada los técnicos de Halliburton completan la operación de cimentación del pozo. En las horas siguientes se realizan pruebas de presión para asegurar que el pozo está bien cimentado. A las 11 horas se lleva a cabo un acalorado debate entre ejecutivos de BP y de Transocean sobre cambios en los planes relacionados con la fase siguiente en la cimentación.
Esa tarde, a las 17:05 horas se observa una pérdida de fluido en el tubo que conecta el cabezal del pozo con la plataforma. Este hecho revela que hay pérdida de presión en el cabezal que se supone debe controlar el pozo y estabilizarlo en caso de cambios repentinos en el flujo de crudo o de gas. El cabezal se supone está diseñado para cerrar el pozo en caso de una emergencia.
Entre las 17 y las 19 horas se realizan más pruebas para corroborar que la presión corresponde a las especificaciones de la cimentación. Los instrumentos indican una pérdida total de presión en la tubería de emergencia que va del pozo a la plataforma. Esta tubería sirve para cortar el flujo de crudo. En contraste, la tubería principal utilizada en la perforación acusa un aumento de presión hasta las mil 400 libras por pulgada cuadrada, lo que es señal inequívoca de un incremento extraordinario de gas natural.
A las 20 horas los técnicos de BP dan por concluidas las pruebas y comienza la operación de extracción de lodos de perforación para remplazarlos con agua de mar. Estos lodos son en realidad una combinación de barro y minerales utilizados para sellar. En tanto no se coloque el tapón de cemento para cerrar provisionalmente el pozo, la presencia de estos lodos es la única forma de restringir la expansión de gases y fluidos que están a grandes presiones en el subsuelo.
Hacia las 21 horas hay más fluidos saliendo del cabezal de los que están siendo bombeados hacia dentro y a las 21:10 la presión en la tubería principal de perforación aumenta espectacularmente. A las 21:50 surge una primera burbuja gigante de gas natural y las válvulas del cabezal son incapaces de controlarla. La primera explosión sobreviene unos segundos después. La plataforma Deepwater Horizon, titular de la marca mundial de perforación en aguas ultraprofundas, estaba condenada. A las 21:52 se da la orden de abandonarla. De sus 126 tripulantes hay 11 desaparecidos.
Hay varios problemas con el cabezal. Su diseño no siguió las especificaciones originales. Las baterías que debían hacer funcionar varios de sus aditamentos estaban defectuosas. Finalmente, uno de sus piezas medulares fue destruida semanas antes de la explosión. Es una abrazadera gigante que fue sometida a presiones superiores a las de su nivel de tolerancia. Pedazos de la abrazadera aparecieron en la cubierta de la plataforma, indicando un grave daño en el equipo. Los técnicos de BP no dieron importancia a esta señal de alarma. En adelante las lecturas de presiones en el cabezal del pozo a mil quinientos metros de profundidad serían inexactas.
La falta más grave de BP fue ordenar a los operadores de Transocean retirar los lodos pesados de perforación. Ésos son la línea clave de protección en caso de una surgiente de gas y deben ser retirados sólo después de colocarse el tapón de cemento. Pero BP estaba más interesada en acelerar el ritmo de las operaciones y decidió invertir la secuencia de operaciones.
La ley federal que limita la responsabilidad para reparación de daños de 75 millones de dólares ya no se aplica en caso de negligencia. BP va a tener dificultades en demostrar su inocencia.
El jefe de electrónica en la plataforma Deepwater Horizon, Mike Williams, hizo una declaración extraordinaria: Se nos dijo que esta era la tecnología más sofisticada y que nada de lo que ocurrió debía suceder. Es lo mismo que dijeron los ingenieros nucleares después de Isla de Tres Millas y Chernobyl. Eso dirán los técnicos de las empresas transnacionales que producen y comercializan cultivos de organismos genéticamente modificados. Les acompañará el coro de burócratas cómplices que solaparon sus actos en el campo mexicano. Pero al igual que en el Golfo de México, las cicatrices ambientales durarán generaciones.
Como sucede en casi todos los accidentes producidos en aparatos o instalaciones de compleja tecnología, la causa del enorme vertido de crudo petrolífero que está contaminando las aguas del Golfo de México desde el pasado 20 de abril parece ser una combinación de errores humanos y deficiencias materiales. No es este el lugar para comentar esos fallos y habrá que esperar a que concluyan las investigaciones del Gobierno de EEUU y de British Petroleum (BP) -la empresa responsable de la perforación- y confiar en que, como resultado de aquéllas, se tomen las medidas necesarias para que no se produzca otra catástrofe similar.
Se trata de algo parecido a lo que ocurrió con el avión de Spanair accidentado en Barajas en agosto de 2008, cuya tripulación intentó despegar con una configuración errónea de los flaps: se investigan los errores -en este caso, los fallos en las rutinas de mantenimiento y reparación- cuando ya es tarde para evitar el accidente. Se llegan a entender las causas de lo ocurrido, se atribuyen responsabilidades, se penaliza lo que sea punible y, lo que es más importante, se asegura rotundamente que “ese error no se volverá a producir”, rehaciendo manuales técnicos, comprobando nuevos procedimientos operativos, modificando componentes y corrigiendo, en suma, los defectos que condujeron al accidente. A ese accidente concreto, no a otros. Éstos todavía no se conocen, no se han producido y, como las balas que permanecen en el tambor del revólver del sheriff, no se sabe todavía a quién matarán.
No hay que extraer conclusiones equívocas de lo anterior. No se pretende censurar la tecnología aeronáutica, poniendo de relieve sus fallos y la posibilidad de que éstos puedan producirse en cualquier momento. Una vez más es necesario recordar que el índice de accidentes del transporte aéreo es mucho menor que el de la circulación rodada por carretera. Tanto aquél como ésta, además, responden a una necesidad humana, indiscutible y razonablemente lógica: la de viajar y desplazarse, que ya existía cuando los primeros homínidos abandonaron África y empezaron a poblar el mundo.
No podemos afirmar lo mismo de la necesidad de perforar la superficie de nuestro planeta para extraer hasta la última gota de los yacimientos de hidrocarburos que se esconden en el subsuelo. La dependencia de los hidrocarburos como fuente básica de energía que existe hoy en los países desarrollados, sobre todo en EEUU, tan irracionalmente arraigada, hace que las explotaciones petrolíferas sean cada vez más complicadas y peligrosas, a medida que los yacimientos de más fácil aprovechamiento van quedando agotados.
No es un fenómeno extraño la explosión y la consiguiente catástrofe en un pozo petrolífero, como consecuencia de la presión con la que repentinamente surgen el crudo y el gas desde las profundidades de la tierra cuando encuentran el camino expedito hacia la atmósfera. Ya en los años 50 del pasado siglo nos lo mostraba una película que marcó una época en la cinematografía -”El salario del miedo“-, en la que unos desesperados aventureros son contratados para transportar un cargamento de nitroglicerina a fin de cortar las llamas de un pozo incendiado en algún lugar de Sudamérica.
Desde aquellos manantiales de los que el denso fluido surgía naturalmente para uso de asirios y babilonios (y que probablemente inspiraron el “fuego sagrado” de Zaratustra), hasta los más recientes pozos petrolíferos perforados en el lecho de los océanos, la ansiosa búsqueda del deseado producto se hace cada vez más arriesgada y peligrosa. Ya no se trata de perforar las extensas planicies tejanas o mesopotámicas, sino de extraer petróleo en Alaska, de esperar a que el Ártico se descongele o perforar en aguas oceánicas cada vez más profundas. Se utilizan para esto máquinas robotizadas, que se manejan por control remoto, y se trabaja cada vez más cerca del borde de la catástrofe: ya no puede transportar Yves Montand por abruptas pistas su peligrosa carga de nitroglicerina para que, instalada junto al pozo en llamas, detenga con su explosión la alimentación del incendio y ponga fin al desastre, porque eso no es posible en las profundidades marinas, como se está viendo en el accidente caribeño aquí comentado.
El problema no es solo achacable a la tecnología, a los fallos mecánicos o a la imprevisión o incompetencia de los operarios responsables. La memoria anual de 2009 de BP lo explica con claridad: “BP trabaja en las fronteras de la industria energética. Desde el fondo del océano hasta las complejas refinerías, desde lejanas islas tropicales hasta los biofuels de la próxima generación, BP, revitalizada, logra una mayor eficacia, un impulso sostenido y un negocio creciente”.
Son los beneficios de las poderosas compañías petrolíferas los que impulsan esa tendencia a bordear la catástrofe. Y la implacable ley de una oferta forzosamente decreciente, impuesta por un recurso energético, los hidrocarburos, que van camino de su ineludible agotamiento definitivo. Pero mientras éste llega, la necesidad de sostener o aumentar las ganancias fuerza a extraerlos en condiciones más difíciles, con costes siempre más elevados, rendimientos cada vez menores y riesgos progresivamente acrecentados. Los accidentes se seguirán produciendo, a pesar de los constantes avances en la tecnología. Se trata de una predicción muy fácil de hacer y de confirmación casi garantizada.
La fiebre del petróleo que amenaza al Golfo de México y al planeta
La cuestión está clara: el drenaje masivo de petróleo del fondo del Golfo México podría consumar uno de los mayores desastres ecológicos de la historia de la humanidad. Lo peor es que es sólo un anticipo de lo que será la era del petróleo degradado, una época caracterizada por la creciente dependencia de fuentes de energía problemáticas y difíciles de conseguir. La partida se desarrolla en terreno peligroso, y lo que está en juego es el destino del planeta.
Es posible que nunca se llegue a dar con la causa precisa de la explosión que destruyó la torre petrolera de Deepwater Horizon el 20 de abril y mató a 11 de sus 126 trabajadores. Se ha hablado de fallos en una conexión submarina y en un aparato específicamente diseñado para prevenir explosiones. La falta de controles gubernamentales sobre los mecanismos de seguridad también tuvo su parte en el desastre, producido, seguramente, por una combinación de equipo defectuoso y errores humanos. En todo caso, aunque no se determine cuál fue el exacto disparador de la explosión, la razón de fondo está clara: la existencia de una empresa a la que el gobierno autorizó a explotar reservas de petróleo y gas natural en entornos remotos y bajo condiciones de operación altamente riesgosas.
Los peligros de la nueva fiebre del petróleo
Los Estados Unidos ingresaron en la era de los hidrocarburos con una de las principales reservas de petróleo y gas natural. La explotación de estos valiosos y versátiles recursos ha contribuido durante mucho tiempo a la riqueza y al poder del país, así como a la rentabilidad de gigantes de la energía como British Petroleum (BP) y Exxon. Este proceso, empero, condujo al agotamiento de la mayoría de reservas siutadas en tierra firme y sólo dejó algunas disponibles en áreas marítimas de difícil acceso en Alaska y el Ártico. Para mantener el suministro de energía, así como los ininterrumpidos beneficios de las grandes empresas del ramo, todos los gobiernos sin excepción han impulsado la explotación de fuentes energéticas remotas, con abierto desdén por los peligros humanos y ambientales que encierran estas operaciones.
La búsqueda afanosa de gas y petróleo ha entrañado siempre un cierto grado de riesgo. Después de todo, la mayoría de las reservas energéticas se encuentran bajo tierra entre sucesivas capas de rocas. Cuando las perforadoras llegan hasta ellas, las probabilidades de erupciones explosivas son altas. Es lo que se conoce como efecto "géiser". En los intrépidos inicios de la industria del petróleo, este fenómeno -bien conocido gracias a películas como Pozos de ambición (There Will Be Blood, según el título original en inglés)- era causa frecuente de importantes accidentes humanos y ambientales. Con los años, las compañías petroleras consiguieron prevenir los daños causados a los trabajadores o al entorno de los pozos. Ahora, sin embargo, la compulsión por disponer de las remotas reservas de Alaska, el Ártico y las profundidades marinas se está reeditando una peculiar y peligrosa versión de los intrépidos inicios de la industria. Las empresas se encuentran con riesgos inesperados, y su tecnología -diseñada para escenarios más benignos- resulta a menudo incapaz de ofrecer una respuesta adecuada a los nuevos desafíos. En consecuencia, cuando el desastre se produce, el daño ambiental es exponencialmente mayor que cualquiera que haya podido registrarse en los anales de la industria a lo largo del siglo XIX o a inicios del XX.
La operación Deepwater Horizon es un ejemplo de ello. BP, la empresa que gestionaba la torre petrolera y tenía a su cargo la supervisión de la perforación, lleva años inmersa en una frenética búsqueda de petróleo en zonas profundas del Golfo de México. El pozo en cuestión, conocido como Mississippi Canyon 252, tenía una profundidad de 1,5 kilómetros y estaba situado a unos 80 kilómetros al sur de la costa de Luisiana. El perforador, por su parte, se extendía unos 4 kilómetros más bajo tierra. A semejante profundidad, cualquier operación en el fondo del océano debe realizarse a través de robots manejados por control remoto por técnicos situados en el pozo. El margen de error admisible en estas circunstancias es mínimo, sobre todo en cuestiones de perforación y corte de capas rocosas. Aparentemente la operación Deepwater Horizon se caracterizó por una gran laxitud en materia de supervisión, de manera que cuando surgieron algunos problemas previsibles, fue imposible enviar técnicos que pudieran evaluar la situación y ofrecer una solución.
Acometer perforaciones en Alaska y en el Ártico entraña peligros aún mayores, dadas las condiciones climáticas y ambientales extremas con las que es menester lidiar. Cualquier pozo marítimo siutado en los mares de Beaufort o de Chukchi está expuesto a eventuales choques con trozos de hielo, a temperaturas extremas y a poderosas tormentas. Por otra parte, siempre será más difícil, en semejantes parajes, lidiar con derrames de petróleo como los de BP, da igual que sean marítimos o terrestres. Es más, un flujo incontrolado de petróleo en esas condiciones representará, sin ninguna duda, una amenaza letal para cualquier especie viva.
Las grandes empresas de energía aseguran que están blindadas contra tales peligros. Sin embargo, tanto el desastre del Golfo como la propia historia han puesto en ridículo dicha pretensión. En 2006, por ejemplo, un oleoducto en mal estado de BP propició el derrame de más de un millón de litros de crudo en unas lomas del norte de Alaska frecuentadas por manadas migratorias de caribús (como el derrame tuvo lugar en invierno, los caribús aún no estaban allí, lo que hizo posible alejar el petróleo de los bancos de nieve; de haberse producido en verano, los riesgos para la manada hubieran sido considerables).
Cuando hay petróleo de por medio, todo está permitido
A pesar de los peligros evidentes y de la ausencia de mecanismos adecuados de seguridad, diferentes administraciones, incluida la de Barack Obama, han apoyado la política de las grandes empresas y han favorecido la explotación de reservas de gas y petróleo en aguas profundas del Golfo de México, así como en otras áeras ambientalmente sensibles.
El gobierno ya asumió esta posición frente al tema con la Política de Energía Nacional (PEN), adoptada por el presidente George W. Bush en mayo de 2001. Liderados por el ex Director Ejecutivo de Halliburton, el vicepresidente Dick Cheney, los diseñadores de esta política advirtieron de que los Estados Unidos consideraron que la creciente dependencia de la importación de energía comportaba un auténtico peligro para la seguridad nacional. A resultas de ello, apostaron por un mayor aprovechamiento de las fuentes de energía locales, especialmente petróleo y gas natural. “Es un objetivo primordial de la Política de Energía Nacional diversificar las fuentes de aprovisionamiento” rezaba la declaración de principios de la PEN. “Y esto supone priorizar las fuentes locales de petróleo, gas y carbón” .
No obstante, como la propia PEN dejaba claro, los Estados Unidos estaban perdiendo sus reservas de gas natural o de petróleo convencionales y de fácil acceso, tanto terrestres como marítimas. "Es probable -se decía en el documento- que la producción de petróleo en los Estados Unidos decaiga en los próximos diez años; [de manera que] la demanda local excederá las propias capacidades productivas” . La única solución, se afirmaba, era aumentar la explotación de reservas de energías no convencionales, como el petróleo o el gas situados en el fondo martímo del Golfo de México, más allá de los bancos de arena continentales, en Alaska, en el Ártico e incluso recurrir a formaciones geológicas complejas como el petróleo o el gas bituminosos.
“La producción de gas y petróleo en áreas geológicamente estimulantes -continuaba el documento- es vital para todos los estadounidenses y para la seguridad energética nacional, siempre que resulte compatible con la protección del medioambiente” (esta última mención era un explícito añadido de la Casa Blanca dirigido a contrarrestar las acusaciones -desafortunadamente ciertas- en torno a la escasa sensibilidad gubernamental por las consecuencias ecológicas de su política energética).
La primera recomendación de la PEN consistía en el desarrollo de un "Refugio para la Vida Silvestre en el Ártico", una propuesta con amplio eco en los medios que se granjeó la inmediata desconfianza de los grupos ambientalistas. Sobre todo cuando se la veía acompañada por la apelación a una mayor exploración y explotación en las profundidades del Golfo y en los mares de Beufort y Cukchi, en el norte de Alaska. Aunque la perforación en el Refugio Nacional para la Vida Silvestre del Ártico fue finalmente bloqueada, la explotación en otras áreas se abrió camino con escasa oposición. En realidad, el Servicio de Gestión de Minerales (SGM), una agencia gubernamental probadamente corrupta, lleva años facilitando la concesión de licencias de exploración y perforación en el Golfo de México e ignorando de manera sistemática las regulaciones ambientales. Esta práctica, frecuente durante la era Bush, se mantuvo incólume con la llegada de Barack Obama a la presidencia. Obama, de hecho, autorizó con su firma el crecimiento masivo de las perforaciones marítimas, y apenas tres semanas antes del desastre de Deepwater Horizon, el 30 de marzo, anunció la realización de tareas de perforación, por primera vez, en vastas áreas del Atlántico, la zona oriental del Golfo de México y las aguas de Alaska.
Además de acelarar las exploraciones en el Golfo de México, pasando por alto las advertencias de científicos y funcionarios gubernamentales, el SGM también aprobó perforaciones en los mares de Beaufort y Chukchi. Todo ello a pesar de la fuerte oposición de grupos ecologistas y de los propios pueblos nativos, que temían que las operaciones pusieran en riesgo la supervivencia de ballenas y otras especies fundamentales para mantener su modo de vida. En octubre, por ejemplo, el SGM otorgó a Shell Oil una autorización provisional para llevar a cabo perforaciones en dos bloques del mar de Beaufort. Los opositores al plan han señalado que cualquier derrame de petróleo generado por dichas actividades entrañaría severos riesgos para especies ya amenazadas. Como de constumbre, sin embargo, las advertencias se ignoraron (el 30 de abril, 10 días después de la explosión del Golfo, el presidente Obama otorgó al Plan un sorpresivo visto bueno, cuando aún algunas tareas de perforación aún estaban pendientes de revisión).
El salón de la vergüenza de BP
Las grandes compañías energéticas tienen sus propias razones para sumarse a la explotación de opciones remotas de energía. Para evitar la caída de sus acciones, cada año se ven obligadas reemplazar el petróleo extraído con el de nuevas reservas. La mayoría de los yacimientos tradicionales, sin embargo, está agotada y algunos de los más prometedores en Oriente Medio, en América Latina o en la ex Unión Soviética se encuentran bajo control de empresas estatales como la saudí Aramco, Pemex, en México, o PDVSA, en Venezuela. Este panorama deja a las empresas privadas con áreas cada vez más restringidas en las que reponer sus provisiones. Ello explica que lleven tiempo inmersas en una búsqueda enloquecida de petróleo en el África subsahariana, donde muchos países todavía permiten una cierta participación privada. Lo cierto, sin embargo, es que incluso en estos casos deben afrontar la feroz competencia de empresas chinas así como de otras compañías de propiedad estatal. Las únicas áreas en las que aún pueden operar con las manos prácticamente libres son el Ártico, el Golfo de México, el Atlántico Norte y el Mar del Norte. No es casual que sea aquí donde están concentrando sus esfuerzos, con escasa o nula preocupación por los peligros que ello pueda suponer para la humanidad o para el planeta.
El ejemplo de BP es bastante elocuente. Originariamente conocida como Anglo-Persian Oil Company (más tarde, Anglo-Iranian Oil Company, y finalmente, British Petroleum), BP comenzó sus operaciones en el suroeste de Irán, donde gozó durante un tiempo del monopolio en la producción de crudo. En 1951, sus propiedades fueron nacionalizadas por el gobierno democrático de Mohammed Mossadeq. La empresa regresó a Irán en 1953, tras el golpe apoyado por los Estados Unidos que puso al Shah en el poder, y fue expulsada nuevamente en 1979 tras la revolución islámica. La compañía todavía conserva un pie en la inestable aunque rica en petróleo Nigeria, una ex colonia británica, y en Azerbaijan. Sin embargo, desde su absorción de Amoco (en su momento, Standard Oil Company of Indiana) BP ha concentrado sus energías en la explotación de las reservas de Alaska y en algunos yacimientos de petróleo degradado en el Golfo de México y en las costas africanas.
No por casualidad, el informe anual de BP de 2009 lleva por título "Operar en las fronteras de la Energía". Allí, de hecho, se señala con orgullo que “BP opera en las fronteras de la energía. Desde las profundidades marítimas a los entornos más complejos, desde remotas islas tropicales a la próxima generación de biocombustibles, una renovada BP trae consigo mayor eficiencia, un impulso sostenido y crecimiento empresarial. En el marco de esta declaración de principios, el Gofo de México ocupa un papel central. “BP es un operador líder en el Golfo de México” , señala el informe. “Somos el principal productor y proveedor en la zona, además de contar con el mayor área de exploración” [ … ] Nuevos descubrimientos, iniciativas exitosas, operaciones de alta eficacia y un amplio abanico de nuevos proyectos nos sitúan en inmejorable posición en el Golfo de México, tanto a corto como a largo plazo” .
Está claro que los altos ejecutivos de BP pensaban que un rápido incremento de la producción en el Golfo resultaría fundamental para la salud financiera de la empresa a largo plazo (de hecho, unos pocos días después de la explosión en Deepwater Horizon, la compañía anunciaba que había conseguido unos 6.100 millones de dólares de beneficios sólo en el primer trimestre de 2010). Queda por determinar hasta qué punto la concepción empresarial defendida por BP contribuyó al accidente de Deepwater Horizon. En todo caso, existen inidicios de que la compañía estaba inmersa en una frenética operación de consolidación del pozo de Mississippi Canyon 252, un paso previo al eventual traslado de la plataforma alquilada a Transocean a unos 500.000 dólares diarios a algún otro sitio de perforación rentable.
Si bien es probable que BP sea el principal villano en este caso, otras grandes empresas energéticas están implicadas en actuaciones similares, con cobertura del Gobierno y de algunos de sus funcionarios. Estas empresas y sus aliados gubernamentales aseguran que, con las debidas precauciones, es seguro operar en estas condiciones. El incidente de Deepwater Horizon, sin embargo, revela que cuanto más remota es el área de exploración, mayores son las posibilidades de que el asunto acabe en desastre.
Se nos dirá que la explosión en Deepwater Horizon fue un accidente desafortunado, una desgraciada combinación de gestión inadecuada y equipo defectuoso. Que bastaría con un control más estricto para disipar los riesgos de la perforación en aguas profundas. Pero el alegato no es de recibo. La falta de diligencia y los defectos técnicos pueden haber desempeñado un papel crucial en la catástrofe del Golfo. Sin embargo, la fuente última del desastre es la necesidad compulsiva de las grandes empresas de compensar el declive de las reservas convencionales de petróleo a través de la exploración en zonas altamente riesgosas. Mientras esta compulsión se mantenga los desastres continuarán. Tenedlo por seguro.
Michael T. Klare
Michael T. Klare es profesor de estudios de Paz y Seguridad Mundial en el Hampshire College. Su último libro es Rising Powers, Shrinking Planet: The New Geopolitics of Energy (Metropolitan Books).
Previsiones del tiempo... en la Corriente del Golfo
Las televisiones de Florida en sus programas meteorológicos ya no enseñan lo relativo a las nubes, sino las previsiones del movimiento de la marea negra. En este vídeo, el hombre del tiempo enseña la trayectoria del crudo en la Corriente del Golfo tal y como se prevé día tras día hasta el 28 de mayo (ver a partir de 00:42). Parece que no hay salida.
Mientras tanto, el crudo ya ha alcanzado Luisiana, donde hasta hace poco el gobernador exclamaba indignado "nuestras costas están inmaculadas" a quienes le pedían que aclarara la situación. Somos expertos en esconder la cabeza bajo el ala.
En Florida se recogen bolas de alquitrán en las playas, sin embargo los expertos niegan que provengan de Macondo y sostienen que se trata de alquitrán procedente de quién sabe dónde. ¿También ellos esconden la cabeza bajo el ala?
Luego trasciende la noticia de que EE.UU. y Cuba están trabajando hombro con hombro por primera vez desde hace décadas, pues poco falta para que la marea negra amenace también las costas cubanas. El estrecho de Florida es pequeño y el viento podría transportar el estrato oleoso hacia el norte de la isla. Estas observaciones, dicho sea de paso, despiertan sospechas -todo el mundo lo considera ya inevitable- sobre la llegada de la marea negra al Atlántico.
Y ahora un poco de cotilleo sin fundamento. Hay quien vocifera que los pozos de Deepwater Horizon fueron perforados sin permiso y que hubo otro accidente hace meses, que resolvieron enseguida pero no comunicaron. Además, las malas lenguas sostienen que la prioridad de la BP es salvar el yacimiento (que ha costado un montón de dinero) y que ese drenaje de crudo y agua con cuentagotas forma parte de dicho programa. Parece que el petróleo extraído hasta ahora con esa jeringa es sólo una mínima parte de lo que sale. Mientras tanto, se calma a la prensa contando todo tipo de éxitos.
Y a propósito de la prensa, hay más de uno que insinúa que la BP y la task force están ocultando descaradamente todo tipo de información:
-no divulgaron los resultados de tests acerca de la exposición de los ciudadanos a los humos del petróleo quemado en el Golfo;
-no están monitoreando la cantidad de la fuga, y a duras penas hacen públicas alguna grabación del pozo;
-ni publican ni permiten que se tomen muestras del aire;
-han llegado a hacer que los guardacostas expulsen a algunos activistas que tomaban muestras de alquitrán en las costas de Luisiana.
Al preguntarles al respecto, los expertos BP sostuvieron cándidamente: "¿Por qué deberíamos publicar la información? Todos quienes tienen legítimo interés pueden acceder a ella". Se referían al gobierno, la Halliburton, la Transocean y todas las subcontratas.
Los ciudadanos, evidentemente, no gozan de interés legítimo alguno.
La marea negra pone en peligro las culturas de indios y cajunes
Desde hace más de dos semanas, Clifton Hendon pasa sus días en tierra. La pesca de ostras, el único sustento de la etnia choctaw, está prohibida a causa de la marea negra que provocó la explosión y posterior hundimiento de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon.
«He perdido varios centenares de dólares», dice este criador de ostras de 63 años, uno de los 80 «indios irreductibles», como se les conoce, que siguen aferrados a la isla de Jean Charles.
Su pequeña embarcación aguarda amarrada en el canal adyacente a la caravana donde vive desde que el huracán Katrina barriera su casa. El Estado le había prometido otra, pero en cinco años no ha recibido nada. «Estamos abandonados», se lamenta, sin perder su sencillez.
Acostumbrados a ser los olvidados, los indios choctaw no se sorprendieron de que los ingenieros militares se negaran a erigir barreras entre sus pantanos y el mar, como hacen en otros lugares de la costa. No hay nada que evite la llegada del crudo a este frágil ecosistema.
Pocos e indios
Mientras pesca truchas, cuya captura aún está permitida, Theo Chaisson, propietario de un pequeño bar, advierte: «Si esto llega aquí, va a perjudicar mucho a la comunidad».
«Nos dijeron que esta isla no tiene el valor suficiente como para salvarla», dice Cristophe Brunet, historiador del lugar.
Albert Naquin, uno de los líderes de la comunidad, afirma que «se han olvidado de nosotros porque somos una comunidad pequeña y somos indios».
Las autoridades les han propuesto dejar la isla para desplazarse a tierra firme. Previamente, los huracanes y la saliniza- ción de los pantanos ya habían forzado a muchos de los habitantes a abandonar sus hogares.
«Si el petróleo se cuela en estas aguas, sólo se acelerará la pérdida de su cultura. De todas las comunidades [indígenas] de Luisiana, la isla de Jean Charles va a ser la primera en morir», apunta Rebecca Ferris, que está realizando un documental sobre la isla.
Los indios de Luisiana son, junto con los cajunes, los últimos habitantes francófonos que quedan en EEUU. Inevitablemente, el uso del francés sigue perdiendo terreno: en 2000, apenas 200.000 vecinos de Luisiana hablaban francés, 50.000 menos de los que lo hacían diez años antes.
Con el declive de esta lengua, es toda una parte de la cultura de este Estado la que desaparece. Y la marea negra amenaza con acelerar todo el proceso, reconoce inquieto Zachary Richard, cantante, poeta y defensor de los francófonos de Luisiana.
Si los pescadores de gambas están obligados a echar la llave a sus casas, será el final del francés en estos pantanos, reconoce a AFP. «Uno de los últimos bastiones francófonos son los pescadores de gambas, porque la transmisión de la lengua se hace en los barcos. Los niños aprenden a pescar en un vocabulario francófono», constata.
«Sería mucho peor perder la costa, pero junto con el litoral, va a desaparecer la lengua francesa en una cierta parte de Luisiana, como ya pudimos ver con el Katrina», agregó.
El cineasta Glen Pitre, considerado el padre del cine cajun, ya lo predijo: «Éste sera el último clavo en el ataúd».
Negocios y políticas como las que condujeron al derrame de crudo en el golfo de México están minando la arquitectura vital del planeta, según la Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 3, publicada el pasado lunes.
El derrame de unos 5.000 barriles diarios de crudo, causado por la rotura el 20 de abril de una plataforma petrolera en el golfo de México, tendrá efectos devastadores que durarán décadas, según los expertos.
Este tipo de negocios y políticas, multiplicados miles de veces en el último siglo, han puesto en peligro los pilares de la vida terrestre, según el informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 3 (GBO3, en inglés), que publica la ONU.
Se trata del registro más reciente del estado de la diversidad de especies de flora y fauna, los organismos vivos que nos suministran salud, riqueza, alimentos, combustible y otros servicios esenciales.
En ese estudio, «se distingue con claridad el perfil de lo que puede ser el sexto mayor evento de extinción de la vida en la Tierra», afirma el científico Thomas Lovejoy, jefe de biodiversidad del Heinz Center for Science, Economics and the Environment y consejero jefe de la Presidencia del Banco Mundial.
Uno de los puntos de inflexión es el colapso irreversible de la selva amazónica, afirmó. Una reciente investigación revela que la combinación de tres factores podría desatar una incontenible transformación de la Amazonia en una sabana.
Esos factores son el aumento de dos grados centígrados de la temperatura media global, una pérdida de entre 3 y 4% más de la cobertura selvática original y los incendios forestales.
Así, se desataría una enorme pérdida de especies y abundantes emisiones de CO2 a la atmósfera, recalentando el clima.
Este es el Año Internacional de la Biodiversidad, pero las campanas de alarma llevan bastante tiempo sonando.
En 2002, 123 países se comprometieron a acciones urgentes para frenar el ritmo de pérdida de especies. Ocho años después, con los datos aportados por esas naciones, el GBO3 registra que las promesas no se cumplieron.
Interrogado acerca de por qué es importante la extinción de especies cuando contamos con todo tipo de tecnología, Lovejoy contesta: «Usted no se alimenta de Internet». Tampoco se puede respirar sin las plantas que suministran oxígeno, pero se puede vivir sin petróleo.
Sin embargo, la preocupación por los ecosistemas siempre está en segundo lugar cuando se decide explorar en busca de crudo, minerales o madera, apunta Kieran Suckling, director ejecutivo del no gubernamental Centro para la Diversidad Biológica de EEUU.
«Si los ecologistas consultados al final son lo bastante agresivos, tal vez puedan conseguir que el proyecto se reduzca en un 5%», dijo Suckling. «El poder reside en aquellos que impulsan el desarrollo», insistió.
«Desastre anunciado»
BP fue eximida de controles ambientales para operar en el golfo de México. Y no había planes para lidiar con un derrame importante de crudo. «Era un desastre anunciado, pero la empresa y el Gobierno hicieron de cuenta que no pasaría».
Pese al enorme valor de los ecosistemas, es difícil calcularlo en dinero, dice Suckling. El golfo de México es un enorme recurso alimentario estimado en 2.000 millones de dólares anuales solamente para el Estado de Louisiana. Pero eso ni siquiera se acerca al valor real de esa región. «¿Cómo poner precio a sus humedales que existen desde hace cientos de miles de años?».
En lugar de explotar crudo en el mar, la sociedad podría decidir elevar su eficiencia en consumo de combustible, dice Lovejoy. Por ejemplo, si los coches y camiones recorren 18 kilómetros por litro de gasolina ahorrarían millones de barriles de crudo por año y miles de millones de dólares en gastos de combustible, según la Unión de Científicos Comprometidos.
«Hay que elevar la importancia de la biología en la agenda de preocupaciones humanas», afirma Lovejoy. La cuestión es «lograrlo antes de que ocurran terribles desastres». «La infraestructura biológica del planeta peligra y nuestro mayor interés es hacer algo para salvarla».