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Otras Realidades: EL HOMBRE EN LA ETERNIDAD
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 19/07/2010 04:41 |
EL HOMBRE EN LA ETERNIDAD
I MUERTE
En la escala logarítmica de la vida del hombre alcanzamos el nivel del noveno hito y, luego, nos
detuvimos. El noveno hito es la muerte. En el círculo, el noveno hito es también el cero, el
comienzo, la concepción. La muerte y la concepción son una. Este es el misterio del amor y la
muerte.
En cada hito entró una energía más intensa. En el primero, la energía de la digestión, en el
segundo la de la respiración, en el cuarto la energía edificadora del cuerpo, en el quinto la
energía del pensamien. to, en el séptimo la energía de la acción pasional, en el octavo la energía
del sexo, la creación y el dominio de sí mismo.
En el noveno entra una energía de tal intensidad que para el hombre ordinario es absoluta y
final, del modo como el fuego es absoluto y final para un pedazo de madera. Su individualidad
se desvanece por completo en ella. El queda destruido y esta energía le parece la muerte.
Pero existe la posibilidad de que tal energía, que llega al hombre ordinario sólo para destruírlo,
pueda tener un significado bien diferente para otros seres. Para una mariposa la energía de la
llama de la vela sólo existe para destruirla, pero la llama hace posible que vea el hombre. Es
demasiado fuerte para la mariposa, pero esta misma fuerza proporciona al hombre una nueva
percepción.
La energía de la muerte es la energía que une a todas las cosas, las convierte a todas en una, del
modo como todos los objetos de madera puestos al fuego, se unen en el mismo calor y en la
misma ceniza. El hombre ordinario no tiene suficiente conciencia para resistir esta energía, así
que no puede saber lo que significa tal unificación.
¿Qué es lo que sabe acerca de la muerte? Todo lo que podemos describir ordinariamente son
puros signos físicos – la cesación inmediata de la respiración y del latido cardíaco, la pérdida
gradual del calor corpóreo en 15 o 20 horas, la onda de rigidez que pasa lentamente desde el
maxilar hasta los pies y desaparece en la misma forma, y el comienzo de la putrefacción en dos
o tres días.
Todo esto nos habla solamente de la desaparición de un cuerpo individual fuera de la línea del
tiempo histórico. Nada nos dice acerca de lo que acontece a la esencia del hombre, a su
individualidad. Tampoco nos dice qué ocurre con su conciencia, si es que la ha adquirido. Y no
arroja luz sobre lo que podría significar la unificación en la muerte.
¿Hacia dónde va la esencia del hombre en la muerte? ¿Cuál es el misterio de que la muerte y la
concepción sean una? Ningún conocimiento ordinario, ninguna experiencia común y, en verdad,
ningún ordinario ‘espiritualismo’ nos da indicio alguno.
Sin embargo, hemos encontrado un indicio de la muerte. A partir de nuestra escala de tiempo
podemos establecer que con cada respiración de un hombre, todas las moléculas de su cuerpo
‘mueren’ y son reemplazadas por otras. Con cada respiración posee un cuerpo molecular
completamente nuevo. Y en un pulso de atención difícilmente perceptible, ‘él mismo’ –todo lo
que sabe, comprende, recuerda, todos sus hábitos, gustos, repulsiones, todo lo que él llama
‘yo’– se ha quedado dormido y ha despertado nuevamente para encontrar todo igual que antes.
De modo análogo cada noche, mientras duerme, una gran parte de sus células mueren y son
reemplazadas por otras. Por la mañana posee un nuevo cuerpo celular. Sin embargo, cuando
despierta, su nuevo cuerpo tiene la forma, constitución y estado de salud idénticos a los del an.
tiguo y despierta en él exactamente el mismo yo que habitaba en el otro.
En esta forma el hombre está muriendo y renaciendo continuamente. Empero, él mismo, su
individualidad, permanece la misma. Pues aquellas partes que mueren son recreadas como
antes lo fueron. Sólo un cambio infinitesimal, suficiente sólo después de decenas de miles de
repeticiones para producir la diferencia entre la juventud y la vejez, ocurre en cada
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:42 |
renacimiento.
¿Qué causa esta continuidad? Es la relación de los cosmos y la relación de dinmensiones. El
tiempo de la célula no está integrado por generaciones de moléculas, sino por su recurrencia,
esto es, por su quinta dimensión. El tiempo del hombre no está integrado por las generacio– nes
de células, sino por su recurrencia, por su eternidad.
Con cada respiración el cuerpo molecular del hombre muere y renace. Se queda dormido por
un momento. Y en este momento cada molécula recurre, renace la misma. Renace en el punto
idéntico en la célula idéntica que antes ocupaba, en el instante idéntico de su muerte, de
material idéntico y heredando todos los efectos previamente produ. cidos sobre su alrededor –
no puede ser otra que la misma. Si así no fuese, la célula no podría ser la misma.
Con cada noche, el cuerpo celular del hombre muere y renace. Se queda dormido. En este
sueño cada célula recurre, renace la misma. Renace en el mismo punto idéntico del cuerpo
humano que antes ocupaba en el instante idéntico de su muerte, de material idéntico y
heredando todos los efectos que previamente produjo sobre su alrededor – no puede ser otra
que la misma. Si así no fuese, no podría continuar el cuerpo humano.
Con cada vida, el cuerpo humano muere y renace. Cae dormido. En este sueño su cuerpo
recurre, renace el mismo. Renace en el mismo punto idéntico del mundo de la humanidad que
antes ocupaba, en el idéntico instante de su muerte, de material idéntico y heredando todos los
efectos producidos previamente sobre su alrededor – no puede ser otro que el mismo. Si así
no fuese, la humanidad no podría continuar.
Hemos dejado a la analogía seguir su curso. ¿Cuál es el significado de este extraño y terrible
resultado? Sólo puede significar que a cada acabamiento la vida deja un residuo de efectos –
sobre la naturaleza, sobre el medio ambiente, sobre otros hombres y mujeres– que devienen
las causas automáticas de la vida por venir. La impresión dejada por los hechos de este cuerpo
es el molde exacto de la forma del próximo cuerpo. Esta impresión es la huella de la esencia
del hombre. La huella es la imagen de su causa y la causa de su imagen próxima. La esencia y
sus efectos son uno.
En el momento de la muerte, el esquema de estos efectos, transformado por este relámpago
cósmico en un signo único, es lanzado a través del tiempo sobre el embrión que espera. Este
es el secreto de lo que ocurre a la esencia del hombre en la muerte. Causa el nacimiento de
nuevo del mismo cuerpo, en el mismo lugar, de los mismos padres, al mismo tiempo.
Tal posibilidad no puede pertenecer al tiempo ordinario, esto es, a la cuarta dimensión del
hombre. Sólo puede pertenecer a su quinta dimensión, su recurrencia, su eternidad.
Muerte y concepción son una en la eternidad. La vida de cada hombre radica en el tiempo,
pero la suma de sus vidas radica en la eternidad. El punto en que una vida se une a la
siguiente es el punto donde el tiempo se une a la eternidad. En este punto los efectos de su
vida pasan de un tiempo a otro tiempo. Lo que fué crea lo que será. Y todo lo que el hombre
llama su ‘yo’, debe quedar dormido para despertar nuevamente en el mismo cuerpo, el mismo
medio ambiente, los mismos problemas dejados antes – sin darse cuenta de que hubiera sido
otro.
Porque no podemos penetrar directamente en mundos inferiores, no podemos conjeturar qué
desintegración, explosión y fusión de éxtasis cegadores acarrea el oxígeno de cada una de
nuestras inspiraciones a las moléculas de la sangre. Pero por nosotros mismos nos damos
cuen. ta que este choque que separa el fin de una vida del comienzo de la siguiente, que
arranca la esencia del cadáver y la lanza hacia atrás, hasta la misma simiente, es el más
tremendo con que ha de enfrentarse el ser humano. En realidad, es demasiado fuerte para los
hombres ordinarios que no tienen más alternativa que olvidar y dormirse.
Anteriormente comparamos el nacimiento y el fin de la niñez con los puntos críticos en los
que el vapor se convierte en agua y el agua en hielo. El momento de la muerte y el de la
concepción podrían, entonces, enlazarse a un punto en el cual, en un solo instante, el hielo re
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:43 |
gresara a través de todas las etapas, desintegrado en oxígeno e hidró. geno y, al mismo
tiempo, de nuevo condensado en vapor. Pero para desintegrar la molécula en sus átomos
separados y unir nuevamente estos átomos, se requeriría no solamente el calor, sino un intenso
choque eléctrico. La energía de la muerte parece tener algún efecto análogo sobre todo el ser
humano, desintegrándolo en las partes componentes del cuerpo, esencia, personalidad y vida
y de reunir al mismo momento, en una forma diferente, aquello que sobrevive.
El instante en el cual todas las causas insatisfechas implantadas en la vida pasada son
arrancadas del cadáver por la muerte, es el mismo terrible instante de impregnación, cuando
los genes o la rúbrica del cuerpo que será, se precipitan a unirse en su nuevo esquema. Esto es
aquello.
El cuerpo viejo decae y retorna a la tierra. El cuerpo magnético que fuera su vida, vuela a la
Luna. La personalidad, en cualquier caso un reflejo, se desvanece con el objeto que reflejaba.
Y la esencia, ahora una quintaesencia de causas acumuladas, pasa instantáneamente a través
del tiempo para lanzar el cuerpo de otra vida.
Mas el hombre ordinario carece de alma consciente para que le acompañe. Así, no puede
saber qué es la muerte, ni qué es la unifica–ción de la muerte. Las causas pasan de una a otra
vida, sin ser acom pañadas por la conciencia. Si tuviese el hombre un alma consciente
entonces, tendría la muerte para él un significado diferente.
II RECURRENCIA
Habitualmente el hombre imagina su viaje al fin del tiempo como la Edad Media describía un
viaje al fin del mundo. Se creía, siendo plana la Tierra, que en cierto punto se debe llegar al
límite y caer para siempre en lo desconocido. Sólo cuando un valeroso hombre sostuvo un
solo curso y, después de grandes penalidades y de extrañas aventuras, navegó de vuelta por
los mismos escenarios de donde había partido, se supo que la Tierra era redonda y que su
curso es un círculo.
Ahora nosotros aprendemos que el tiempo también es redondo y que nuestro viaje a través de
él nos traerá inexorablemente hasta los mismos años que habíamos dejado atrás. Este es un
conocimiento difícil y peligroso. Cuando los hombres aprendieron que la Tierra era re. donda,
su sentido de lo conocido se ensanchó, pero se debilitó su sentido de lo desconocido. Esta es
la tentación del conocimiento nuevo. Lo conocido, cuan extraño sea, nunca es más que cero
para el infinitio desconocido. Unicamente con este sentido de salvaguardia puede utilizar el
hombre ideas fuertes.
Por ejemplo, dijimos que los efectos de una vida se convierten en las causas de la siguiente.
Las mismas causas dan lugar a los mismos efectos, nuevamente, a las mismas causas. Esto es
la recurrencia. Pero podemos ahora añadir que uno de los muy escasos efectos diferentes que
pueden actuar directamente en la vida del hombre es aquél producido por esta actitud hacia el
conocimiento nuevo.
Para prepararnos nosotros mismos a pensar acerca de la recurrencia se hace muy necesario
comprender que los incidentes y los acontecimientos que nos ocurren en una corriente
continua desde el nacimiento hacia la muerte emergen en formas muy diferentes. Las causas
de estos sucesos se encuentran a diferentes distancias de nosotros, por decirlo así, y es
importante para nosotros, en relación con cualquier incidente dado, comenzar a reconocer qué
cerca o qué lejos, hacia atrás, se encuentra esta causa.
Por ejemplo, hay una clase de sucesos cuya causa radica en el incidente mismo, está en el
presente. Estoy caminando por la calle en forma normal. Bruscamente sale velozmente un
hombre de una tienda, me colisiona, empujándome a la cuneta y desaparece entre la muchedumbre.
Nunca vuelvo a ver a ese hombre y ahí termina el incidente. Tales
acontecimientos, que no son guiados por nada del pasado y cuya causa yace dentro del
momento mismo, les llamamos accidentes.
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:45 |
Otra clase de sucesos que nos ocurren son resultado de una tendencia general o de una larga
serie de causas acumuladas en el pasado. Cada día guio mi automóvil siguiendo determinado
camino, a más velocidad del límite autorizado. Durante treinta y cinco días nada ocurre. Pero
el trigésimo sexto soy arrestado y multado. Este arresto no se puede decir que ha sido causado
únicamente por guiar el automóvil el día del accidente, es claramente resultado de todas las
treinta y seis violaciones juntas, porque si no hubiera ocurrido ese día, ciertamente habría sido
unos días después. Tales acontecimientos, resultados de una tendencia típica y continuada y
cuyas causas radican en el tiempo, son semejantes a lo que se llama en oriente el Karma.
Para una tercera clase de acontecimientos, aunque obviamente son los más profundos y de la
importancia más íntima para un hombre, no se le puede encontrar ninguna causa dentro de su
vida presente. He nacido en determinado año, en cierto día y cierto lugar. Con–toda evidencia
nada he hecho ni podría hacer en esta vida que pudiera afectar a ésta, justamente porque
sucedió antes de que yo comenzara a crear causas. Hasta donde me interesa, tales sucesos son
del destino y podemos quizá decir que sus causas deben radicar, no en el tiempo, sino en la
recurrencia, esto es, en alguna o algunas vidas anteriores.
Teóricamente, para el hombre es posible una cuarta clase de acontecimientos. En este caso la
causa no radica ni en el presente, ni en el pasado, ni aun en la recurrencia. Y únicamente si
comenzamos a comprender la retención casi ineludible que su destino tiene sobre cada aspecto
de la vida de un hombre, podremos darnos cuenta de que desde su punto de vista tales
sucesos serán milagros.
En esta forma se hace claro que si un hombre necesita estudiar la posibilidad, personalmente,
de la recurrencia, tendrá que estudiar en particular su propio destino y comenzar a distinguir
las clases de acontecimientos correspondientes a este destino.
Ahora bien, si una vida es una recurrencia de aquello que ocurrió antes, lo que pensamos
como el círculo de la vida humana es en realidaduna espiral. El destino o la totalidad de un ser
humano se nos presenta ahora no como un círculo que existe en el tiempo –el cuerpo largo del
hombre– sino como una espiral que existe en la eternidad, la se. cuencia embobinada de cuerpos
largos. Su forma más grande repite la espiral del movimiento de la Luna alrededor de la Tierra,
el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, el movimiento del Sol alrededor del centro
galáctico. Una vida se embobina desde la última, traspuesto el aislador de la muerte, así como el
día embobina del anterior, al trasponer el aislador del sueño.
Esta es la recurrencia eterna, la cual penetró Ouspensky y de la cual escribió Nietzsche: “Desea
vivir de nuevo, porque ésta será tu parte en cualquier caso”. El círculo de una vida se encuentra
paralelo al círculo de la vida anterior y al de la vida posterior, formando como si fuera una
imagen repetida de aquella en cada detalle. El día del nacimiento de un hombre en esta vida se
encuentra al lado del día de su nacimiento en la vida anterior y en la próxima; el día de su
matrimonio se encuentra al lado de aquellos otros días de su matrimonio de entonces; el día de
su muerte tiene paralelo en los días de todas sus otras muertes. .... cada visión, sonido y
movimiento que llenaron aquellos días anteriores, deben llenarlos una y otra vez.
Cuando por primera vez un hombre escucha esta idea, pregunta: “¿Cómo puedo saberlo? ¿Por
qué no puedo recordar?” En la forma ordinaria no puede saberlo, no puede recordarlo. No
puede recordar otras vidas por la misma razón que no puede recordar la mayor parte de su vida
presente – porque no es consciente de su existencia en ésta.
Como vimos mucho antes, su forma de percepción es un punto de leve calor o de alerta, que
pasa lentamente hacia adelante, siempre en la misma dirección – no solamente alrededor del
círculo de la vida sino que da vueltas a la espiral de muchas vidas. Su calor o su estado de alerta
es escasamente suficiente para afectar el ‘presente’ de segundos o minutos y para extenderse
aún más brumosamente sobre días y semanas. Más allá de esto, delante y detrás del punto en
movimiento, todo es frío y nada se recuerda salvo unos cuantos momentos brillantes, pero en su
mayor parte irrelevantes y desconectados.
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:46 |
En el capítulo sobre la ‘Psicología Humana’ estudiamos cual debe ser la significación de
conciencia y memoria en relación al círculo de vida; cómo los momentos de conciencia
aumentada eran semejantes a puntos de calor intensificado súbitamente, los cuales deben
trasmitir impulsos hacia el momento de percepción que se aleja y al cual llega como memoria.
Esta memoria ordinaria corresponde al fenómeno de conducción de calor a lo largo del alambre
de la vida.
¿Cómo podría uno concebir que la memoria de otra vida deviniera posible? No es necesario
decir que cuanto más grande es la conciencia, más lejos penetrará la memoria en la línea del
tiempo. Pero cuando la conciencia se eleva más allá de determinada intensidad –o cuando el
punto calentado se levanta por encima de determinada temperaturaentra una posibildad
completamente nueva. Podemos suponer que las espirales sucesivas en nuestro modelo no se
tocan efectivamente, sino que están separadas por pequeños espacios. Así, un punto en el
décimo quinto año se encontrará exactamente abajo pero ligeramente separado del punto
semejante de la siguiente recurrencia.
Si llegara este punto en el décimo quinto año a ponerse, digamos, al rojo vivo, comenzará a
calentar los puntos correspondientes de arriba y abajo en las espirales – pero en esta vez por
radiación. La transmisión del calor por radiación está bajo leyes muy diferentes a las de
trasmición por conducción y por ésta será necesario un calor mucho más intenso. Esto no
obstante, en esta forma podemos concebir un mo mento de conciencia tan intenso que se crea la
memoria en otra vida. Otra vez, aunque podemos imaginar solamente nuestros puntos corporales
de perspicacia avanzando a lo largo de la espiral, es éste el punto del décimo quinto año en
la vida siguiente que podrá despertar la memoria de recurrencia.
Nos es más difícil de concebir la afectación de una vida pasada, aunque es esencial recordar
este principio. Porque significa que el aumento de conciencia en la vida del hombre implica el
aumento de conciencia en todas direcciones. esto es, no sólo en el pasado y en el futuro del
tiempo, sino también en el pasado y futuro en eternidad.
Habiendo llegado a una imagen de las muchas vidas del hombre en la espiral de una
recurrencia, podemos intentar representarnos las conexiones de los diferentes individuos en la
recurrencia. Supongamos que un esposo en la flor de la vida y su mujer, una joven, conciben un
niño. Tenemos en una vida tres círculos que hacen intersecciones, uno en el octavo hito, otro en
el séptimo y el tercero, el de su retono, en el noveno. Esta relación siempre será fija para los
hombres en niveles ordinarios y es inconcebible que las edades relativas del marido, la esposay
el hijo cambiaran, cualquiera sea el número de vidas que pudiera imaginarse. Puesto que este
día de su conjunción será el mismo para cada uno, también debe ser el mismo para todos.
En la recurrencia tendremos tres espirales entrelazadas, todas las cuales cruzan en el mismo
punto relativo de cada espiral. Por esta construcción se ve que las vidas de todos los
individuos son iguales y completas, no importa si el esposo vive cien años, la mujer cincuenta
y su hijo sólo diez. Tan pronto como nos aproximamos a la recurrencia, dejamos atrás del
todo la medición del tiempo por año, la cual, como ya hemos visto en el patrón retardante de
un círculo de vida, tiene solamente un significado relativo aún ahí.
Más también debemos recordar que esta intersección de diferentes espirales de vida es sólo
una forma de mirarlas. Porque los individuos también se encuentran en diferentes niveles de
energía – por contacto puramente físico, por comunidad de pensamiento, por sensualidad y
atracción física, por el más alto amor, reverencia y sexo puro. Todavía más importante, todas
estas reacciones pueden proceder a ciegas o experimentárselas conscientemente. Quizás esto
pueda cambiar, y si lo pudiera, entonces cada cosa podría permanecer la misma y, empero, ser
profundamente diferente.
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:48 |
Si intentamos representar la interconexión no de tres sino de centenares de vidas diferentes,
las cuales tocan a cada individuo entre el nacimiento y la muerte y la interconexión fuese no
en un momento sino en momentos recurrentes o en períodos continuos, alcanzaríamos una
figura inimaginable de recurrencias.
Es inimaginable porque, nuevamente, ha cambiado la dimensión. Pues está claro que si
extendemos esta interconexión de espirales para incluir a todos los hombres que existen sobre
la Tierra, se ha producidc una figura tan densa que es en realidad un sólido. El total de todas
las espirales de recurrencia de todos los seres humanos produce el sólido de la humanidad, en
la misma forma que la recurrencia de todas las células produce el sólido de un hombre.
De este sólido aun podemos tener una cierta aprehensión vaga. Se rá como una especie de
alfombra sólida, compuesta de miles de millo nes de hilos, los que a pesar de su tejido
inconcebiblemente intrincado parecen todos estar en la misma dirección, que es la eternidad.
Podemos aún suponer que cada uno de estos hilos tiene una naturaleza o colo diferentes de
acuerdo al nivel de energía que domina su totalidad de vi das. Y podemos encontrar que en
grandes áreas o períodos de humanidad una naturaleza o color determinados domina todo el
diseño – el rojo de la existencia puramente física, el amarillo de la actividad intelectual o el
verde de la habilidad o sensación motriz.
Al recordar la existencia de hombres con almas conscientes y con espíritus conscientes
supondremos también hilos de materialidad diferente que sobresalen del tejido en forma muy
excepcional, los cuales imparten vida al resto y alrededor de los cuales se forma todo el
diseño del cuerpo sólido de la humanidad.
Porque esos hilos son tales únicamente en nuestra metáfora. En realidad están vivos y está
viva su masa total. Son las células y capilares y nervios de un cuerpo, el Adam Kadmon de la
Kabala, la humanidad.
III MÁS ALLÁ DE LA RECURRENCIA
La vida de un hombre, su extensión en el plano de la Historia, por así decirlo, constituye su
propio ‘tiempo’ y en la forma ordinaria nada puede saber fuera de este tiempo por experiencia
directa. Esta es su cuarta dimensión.
La idea de una recurrencia eterna de su vida, una repetición infinita de la misma duración
histórica, nos introduce a una segunda dimensión del tiempo, esto es, a la quinta dimensión
del hombre.
Teóricamente esa dimensión implica una reactuación de la vida absolutamente exacta e
inexorable en cada detalle, como la imagen de una cara reflejada hacia adelante y hacia atrás
entre dos espejos. Porque si supiéramos que algo –aún la más pequeña palabra o gesto–
pudiera ser diferente en una vida repetida, nos encontraríamos de inmediato todavía con una
nueva dimensión, así como la más pequeña desviación de una línea recta implica de
inmediato un plano, o como hasta un minúsculo cambio de expresión en una de las imágenes
reflejadas significaría un milagro.
Si supusiéramos que en otra vida un hombre pudiera escuchar algo que antes no escuchó,
encontrar a alguien a quien no conoció antes o visitar algún lugar que antes no hubiera
conocido, entonces tendríamos que admitir la posibilidad de movimiento – aunque ligero en
una tercera dimensión del tiempo, es decir, en la sexta dimensión del hombre. Como vimos en
el segundo capítulo, la sexta dimensión en cualquier cosmos es aquella en la que todas sus
posibilidades se hallan actualizadas. Y si sólo una nueva posibilidad es actualizada que antes no
lo haya sido, significa esto el principio de movimiento en la sexta dimensión.
Por tanto, el primer principio que debe comprenderse es el de la repetición, esto es, que los
mismos hábitos y tendencias deben volver a crear las mismas circunstancias y situaciones una y
otra vez en cien vidas, con tanta certidumbre como en una y cada vez con más inevitabilidad
que antes. Pero debe comprenderse igualmente el segundo principio – que nada puede
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:49 |
permancer siempre lo mismo y que por el puro peso de la repetición las cosas tienen que
cambiar eventualmente. Un tranvía que se mueve sobre las mismas vías con suficiente frecuencia,
tarde o temprano tendrá que desgastar sus rieles y quedarse inmóvil o adquirir un nuevo
método de avance y elevarse en el aire. El mismo principio de repetición implica por sí mismo
que las cosas tendrán que volverse mejores o peores, es decir, que eventualmente deben
moverse en la sexta dimensión
Entonces, tenemos que admitir que la idea de una recurrencia de vidas –aunque absolutamente
necesaria– es muy incompleta. Más allá de esto debe existir para el hombre una dimensión
donde todo es posible. Y es en esta dimensión que deben colocarse las posibilidades de cielo e
infierno, de iluminación y condenación y todas las demás concepciones de estados
completamente nuevos, no realizados antes, que han ocupado las mentes de los hombres desde
el principio del pensamiento. Si tales conceptos corresponden de algún modo a cualquier
realidad, esa realidad debe existir en la sexta dimensión.
La gran equivocación que han cometido los hombres es suponer cambio antes de adivinar
siquiera la verdad terrible y tremenda de la recurrencia, es decir, tratar de imaginar la sexta
dimensión sin la quinta. Este error fundamental ha viciado todas las ideas ordinarias respecto al
cielo y el infierno y siempre hizo pensar a los hombres que esos estados son extensiones
absurdas de sus condiciones físicas y de sus vidas personales. Es tan imposible reflexionar sobre
la omnipotencia, omnipresencia e inmortalidad, calidades de la sexta dimensión, sin comprender
la impotencia, falta de significado e inevitabilidad del destino del hombre en la quinta
dimensión, como es pensar en una esfera sin comprender antes la naturaleza de una superficie.
Más aún, sólo la comprensión profunda de todo el error y futilidadde una repetición eterna de la
vida ordinaria, puede generar en el hombre la suficiente fuerza emocional para emprender la
tremenda tarea de penetrar conscientemente en esa desconocida e inimaginable dimensión que
se encuentra más allá.
¿Cómo es posible esa penetración? ¿Dónde tocamos esta dimensión de todas las posibilidades?
Desde el principio del–tiempo los hombres han sabido intuitivamente que es en el momento de
la muerte. A ningún hombre en quien todavía está vivo el juicio interno tiene que decírsele que
aquí llega al umbral de estados completamente nuevos e inconcebibles. La misma imposibilidad
de imaginarse a sí mismo o a sus percepciones y sentimientos sin el cuerpo físico que los aloja y
los origina, es prueba de esto. Y, tradicionalmente, el hombre siempre ha atribuído a este estado
desconocido los destinos más magníficos, así como los más temibles que quedan dentro de su
poder de concepción. En otras palabras, colocó ahí nuevas posibilidades, inconmensurables con
toda su experiencia en esta vida presente.
Sin embargo, ya alcanzamos la conclusión de que el momento de muerte y concepción son uno
y de que en ese instante el hombre pasa al principio de una nueva vida que no es más que una
repetición simultánea de la pasada. Si esto es así, entonces su movimiento en la muerte será en
la quinta dimensión, la dimensión de recurrencia eterna. ¿Dónde está, pues, nuestra vía de
acceso a la sexta dimensión? ¿Qué ha sido del cielo y el infierno?
Nos llega ahora una extraña idea en relación con la escala logarítmica de vida, que curvamos
sobre sí misma para formar un círculo. Esa escala no tiene principio. Como todas las escalas
logarítmicas no principió en cero, sino en uno. En otras palabras, la misma escala pudo haber
continuado desde alguna otra parte, fuera del círculo de vida física Y, por tanto, aún fuera de la
espiral de su repetición.
Retornando hacia el nacimiento y, más allá, hacia la concepción, encontramos que cada unidad
de tiempo está llena con experiencia cada vez más comprimida, con mayor intensidad de
crecimiento. En la concepción, la velocidad de los procesos no era ya medible por el tiempo de
los cuerpos orgánicos sino por el tiempo de una sola célula, que en un capítulo anterior vimos
que era muchos miles de veces más rápido que el tiempo del hombre adulto. Una rapidez mayor
que ésta hace los Procesos demasiado explosivos para la estructura celular.
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:50 |
Por tanto, el círculo representa el límite de la existencia del hombre en forma celular, la
duración de su cuerpo orgánico o físico. En este sen–tido, la muerte marca su salida del mundo
de materia celular y la con. cepción su entrada en él. Desde un punto de vista, su puerta de
acceso es el otra lado de la puerta de salida. Pero, después de todo, ¿existe otra puerta en el
mismo umbral? ¿Y hacia dónde podría conducir?
La respuesta sólo puede ser, hacía un estado más rápido de materia. Si la escala logarítmica
continúa retrocediendo a velocidad siempre creciente hacia su fuente desconocida, entonces
tenemos que imaginar que aún antes de la concepción la individualidad está agregada, no a
materia celular, sino a materia en estado molecular o, aún más allá, en estado electrónico.
Tenemos que imaginar que la rúbrica del hombre, su dise. ño o naturaleza fundamental está
impresa primero sobre un vehículo parecido al aire y, segundo, sobre un vehículo parecido a
la luz. Es decir, tenemos que imaginar a la individualidad del hombre agregada a un alma sin
cuerpo y, todavía, a un espíritu sin alma.
Admitamos que no podemos imaginar cosa semejante. Nuestras ideas e imaginación,
condicionadas por las percepciones de los órganos de los sentidos físicos, no son bastante
sutiles para esta tarea. Porque en forma ordinaria todas nuestras funciones –aún aquellas
relacionadas con materia muy fina, rara y penetrante– se encuentran tan fuertemente
aprisionadas en el organismo físico, que todas sus percepciones son recibidas e interpretadas
en términos de nuestra materia celular y de su placer, dolor o bienestar. Sólo en algunas
condiciones especiales, como en el ayuno prolongado o en el aire enrarecido de montañas
muy altas, las diferentes funciones se desenlazan un poco entre sí y empezamos a tener una
impresión de lo que pueden significar algunas de éstas si fuesen liberadas de su pesada carga
de carne y de sus procesos concomitantes de digestión.
¿Cuál sería, por ejemplo, la función del pensamiento lógico, sin un cuerpo material que
cotejara resultados en el mundo material? ¿Cuál sería el significado de la función emocional,
separada de un cuerpo celular, o la función sexual separada de la posibilidad de la unión
física? En verdad, puesto que todos los cuerpos deben ser hechos sobre el mismo molde, ¿cuál
sería la naturaleza de las siete funciones de un cuerpo molecular, o las siete funciones de otro
electrónico? ¿Cuál sería la anatomía y fisiología del alma o del espíritu?
Ciertamente que disponemos de poco material para una especulación de esta clase. Empero, la
preparación para estados que sobrevengan después de la muerte o estados antes del
nacimiento, implica exactamente una tarea semejante de imaginación intencional. Y si la
intentamos, empezamos a comprender vagamente que de agregarse la individualidad humana
a los cuerpos moleculares o electrónicos, estos cuerpos disfrutarían de toda clase de poderes,
propiedades y posibilidades, que son inconcebibles y milagrosos desde el punto de vista de
los cuerpos celulares.
Los cuerpos moleculares, como los gases, podrían abarcar y pene trar otros cuerpos: podrían
tomar cualquier forma: no degenerarían y serían indestructibles. A su velocidad, toda una vida
de experiencia podría contenerse en algunas semanas. Los cuerpos electrónicos podrían viajar
con la velocidad de la luz, ocupar simultáneamente, como la luz, vastas proporciones de
espacio; como las ondas de radio, producir fenómenos objetivos a distancia, sin medios
visibles y, sobre todo, podrían participar en ese estado donde toda la materia del Sistema Solar
es intercambiable y de la misma naturaleza. A velocidad electrónica, el tiempo de una vida de
experiencia se podría compendiar, no en años, sino en minutos.
Entonces, podemos concebir más allá del círculo de vida del hombre, en el mundo celular,
otro círculo inconmensurable de vida en el mundo molecular y, todavía otro círculo de vida
nuevamente incon–mensurable en el mundo electrónico, cada uno completo en sí mismo, que
conduce cada uno hacia los otros y que todos se tocan en un punto – el momento simultáneo
de muerte y concepción, donde todo es predestinado y donde, sin embargo, todo es posible.
Vimos al principio el modo cómo las dimensiones especiales del cuerpo del hombre podrían
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:52 |
representar el tiempo o la cuarta dimensión para la célula, la eternidad o la quinta dimensión
para la molécula, y el absoluto o sexta dimensión para el electrón. Ahora percibimos que la inversa
es también verdad. La desintegración de este cuerpo celular del hombre hacia el mundo
molecular en la muerte, representa su advenimiento a la eternidad o recurrencia; en tanto que
la desintegración de su cuerpo molecular hacia el mundo electrónico podría significar su
entrada a la sexta dimensión, su fundición en un absoluto.
Este principio –de la existencia sucesiva en diferentes estados de materia– debemos
concebirlo como una característica completamente mecánica del universo. En este principio
no hay nada moral, nada deseable o indeseable, nada que dependa en el menor grado del
mérito o el defecto del individuo. Para las grandes masas de hombres comunes semejante
transición, si es un hecho, no tiene mayor significación que el cambio de un quantum dado de
energía del carbón y del calor al movimiento mecánico y la electricidad. Y si en la muerte fuera
liberado el sello de tales hombres dentro del mundo electrónico, esto no tendría por qué ser
diferente a la liberación por el radio de millones de melodías por palabras dentro de este mismo
mundo, en cada hora del día y de la noche,
Muerte y transformación son el destino inmodificable y no escogido del hombre. Todo lo que
puede escoger y cambiar es la conciencia. Pero cambiar ésta es cambiarlo todo, Porque ahora,
por fin, comenzamos a dis. cernir la única inmensa diferencia entre los hombres sobre la Tierra.
Su común posesión de un cuerpo físico con cabeza, brazos y piernas puede tentarnos en este
mundo, a no tomar en cuenta la diferencia entre hombres conscientes e inconscientes. En el
sentido en que los alimentos entran y las palabras salen de sus bocas, son iguales Cristo y el
criminal. Es sólo la desintegración de este cuerpo engañoso y el paso a otros estados de lo que
sobrevive, que nos revela el vasto golfo que separa al hombre que está dormido de aquel que ha
creado un principio indestructible y permanente de conciencia.
El uno es un impulso mecánico que reproduce interminablemente la misma tediosa melodía que
le lanza; el otro es un espíritu humano, heredero de todas las posibilidades y tareas que contiene el universo.
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De: Marti2 |
Enviado: 19/07/2010 04:56 |
Extratado del libro EL DESARROLLO DE LA LUZ (capítulo 21)de RODNEY COLLIN
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