Que epoca tan terrible esta en que unos idiotas conducen a unos ciegos (William Shakespeare)
Seguramente más de uno tenga que leer el título de nuevo. Dice así “los miedos de comunicación” y no “los medios de comunicación”. Quienes estén acostumbrados a leer entre líneas, indistintamente de cómo esté escrita la frase, leerán siempre “los miedos de comunicación”.
Hoy en día, resulta poco menos que imposible alcanzar a conocer la verdad a través de los “miedos de comunicación”, ya no una “verdad” entera y verdadera, eso sería impensable además de peligroso para la salud, sino ni tan siquiera podemos aspirar a conocer una pequeña parte de ella. La verdad permanece (y permanecerá) oculta por los siglos de los siglos. Los “miedos de comunicación” se ocuparán de ello. Ya lo están haciendo, ya lo vienen haciendo, siempre ha sido así. La misión única de los “miedos de comunicación” es ensuciar, esconder, enterrar, dispersar, difuminar, mancillar, atropellar, deshonrar, ocultar, profanar, violar, vilipendiar, atropellar, contaminar, desacreditar, ultrajar, distorsionar, tergiversar, hollar, degradar, corromper, quebrantar, envilecer, descomponer, pudrir, pervertir, degenerar, deteriorar, desbaratar, arruinar, desfigurar, mutilar (y otros cincuenta y tantos sinónimos más) la VERDAD. La verdad les asusta, la verdad les preocupa, la verdad les descubre. A través de los “miedos de comunicación”, los que manejan los hilos de la marioneta nos colocan ante los ojos las “realidades” que “debemos” conocer, las “realidades” que beneficia a sus intereses que conozcamos.
Siempre hay un huequito en los “informativos” para “informarnos” de los gramos de peso que ha perdido la supermodelo de moda, y para presentarnos la última paranoia de un artista conceptual que nos vende una exposición cuyo tema principal es el “espacio”; naturalmente la exposición es una sucesión de espacios vacíos. Y, por supuesto, siempre hay un hueco para informarnos de la marcha de las bolsas de valores de las principales ciudades del mundo, tal y como ordena Al-Qaeda de Wall Street. Digo yo, ¿a qué porcentaje de la población le puede interesar directamente las noticias relacionadas con las bolsas de valores?, pues más o menos al mismo porcentaje que le interesa la noticia del peso de la supermodelo o el tic paranoide del artista conceptual. No será más bien que este espacio económico de los informativos es un canal, un vial, para introducirnos en vena el miedo con que necesitan que vivamos. Cada vez que oigo que tal empresa ha perdido no se cuántos enteros, me parece escuchar inmediatamente después: “y alguien tiene que pagarlo” y me miran a mí, a nosotros. Cada vez que oigo que en tal país la bolsa ha perdido no se cuántos puntos, me parece escuchar a continuación: “y después va tu país”, y aún más “y alguien tendrá que pagarlo”, y me miran a mí, a nosotros.
Los “miedos de comunicación” han querido equiparar a la mentira con la verdad. Cuando se dice “verdad”, se dice que es única, y se dice que nadie la puede conocer en su totalidad ni a ella ni su origen. Hoy, los “miedos de comunicación” pretenden equiparar una cosa con la otra, buscando la unicidad de la mentira, cada “miedo de comunicación” (cada tv, cada radio, cada periódico), escupe invariablemente la misma mentira, pretendiendo hacerle ver al ciudadano que la ubicuidad de una mentira la convierte en realidad. Asimismo, los “miedos de comunicación” se ocupan, y mucho, de que no pueda conocerse toda la “mentira”, y mucho menos su origen, esto es lo más importante, su origen, o lo que es lo mismo, el otro extremo del hilo de la marioneta “mass media”. Si los “miedos de comunicación” ocultan pequeños detalles de cada mentira que disparan contra nosotros, el ciudadano se entretendrá en hacer gala de su sagacidad fijándose en ellos, o en su falta; pero será una investigación fútil, cuando no completamente inútil desde el punto de vista práctico, ya que esto le consumirá el poco tiempo que una noticia suele tener de protagonismo y no será capaz de darse cuenta, nunca, de si le están engañando o no.
Ellos, los “miedos de comunicación”, están en posesión de la “mentira” y la disparan contra nosotros como si fueran misiles tierra-inteligencia. Que cada cuál despierte cuanto antes y avive su inteligencia, no nos dejemos engañar. Yo lo intento cada día y, por ejemplo, cada vez que la noticia dice “…el magnate del petróleo llegará a nuestro país…” entiendo “el mangante del petróleo llegará a nuestro país…” y, claro, me llevo la mano a la cartera inmediatamente. Quien esté acostumbrado a leer entrelíneas sabe a qué me refiero.
Puede que solo sea una impresión mía, pero creo que los “miedos de comunicación” deberían llevar un aviso del Ministerio de Sanidad que previniera acerca de lo perjudicial de su contenido. Como primera idea sugiero que los aparatos de televisión traigan de fábrica una pegatina llamativa de aviso: “No encienda la tele, tengo una mentira y no dudaré en usarla”. O quizás: “Todo lo que vea y escuche a través de este aparato será utilizado en su contra”.
Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. (Joseph Goebbels)
TRILEROS
El trile de tres cubiletes y una bolita es un juego-estafa realizado, a la vista de todo el mundo, normalmente en la calle, lo que facilita la huída de la policía llegado el caso. El jugador-víctima es retado a adivinar donde se encuentra la bolita, una vez que el trilero maneja los cubiletes cambiándolos de posición repetidas veces a velocidades endiabladas.
El trilero vive de su habilidad para engañar a su incauto cliente que, inexplicablemente, va una y otra vez a morder un anzuelo cada vez más sangrante para su bolsillo.
Si no tiene a ninguna víctima potencial a tiro, el trilero cuenta en ocasiones con la ayuda impagable del denominado gancho, palo o palero, que representa el papel de jugador que gana fácilmente, y que anima a otros a jugar atraídos por la asombrosa, pero solo aparente, facilidad para ganar.
Si se da el caso de que la policía, la pasma, la bofia, los polizontes, los maderos, los pitufos, los picoletos, los botones, un cana, o un federico… se aproxime inoportunamente, el vigilante “da el cante” y el trilero levanta el tenderete en menos que engaña a un incauto.
Generalmente se clasifican dos tipos de trileros, los que trabajan en la calle, a la vista de todo el mundo y los que trabajan escondidos tras los grandes grupos de comunicación, también conocidos como “mass media” o simplemente como “miedos de comunicación”.
Ya hemos hablado del primer grupo. Hablemos ahora del segundo grupo.
En el segundo grupo de trileros, el uniforme suele incluir la corbata, siendo esta la única diferencia visible que no escapa a nadie. Pero existen otros grandes detalles que diferencian a un trilero del primer grupo de uno de uno del segundo grupo, y que solo un ojo entrenado puede distinguir.
Los trileros del segundo grupo suelen utilizar a los “miedos de comunicación” para confundir, para engañar a su cliente-víctima. El proceso es insultantemente sencillo, veamos cómo se produce: Se toma un suceso artificial, es decir, provocado por la mano del hombre; se analiza, se desbasta de asperezas que lleven al cliente-víctima a pensar nada malo acerca del trilero; se le añaden detalles creíbles que involucren en la parte que generó el problema a los rivales políticos, económicos o ideológicos del trilero; y por último se le añaden detalles creíbles (pero también falsos) que involucren al trilero en la parte de la solución. Por último se difunde la misma noticia por los distintos “miedos de comunicación”, que a ojos del cliente-víctima no son sino representaciones de idearios contrarios entre sí, de tal modo, que el cliente-víctima tiende a pensar inconscientemente “si el periódico rojo y el periódico azul dicen lo mismo…, tiene que ser verdad”… et voilà! ¿Dónde está la bolita?, ¿Dónde está la verdad?, el trilero ha ganado una vez más.
Observación número uno : Según estudios recientes el espectro de colores de la información no se reduce al rojo y al azul. Hay muchos otros colores más saludables donde informarse.
Observación número dos : La opinión mayoritaria no tiene porqué ser la más acertada.
Observación número tres : La información más repetida no tiene porqué ser la más verdadera.
Observación número cuatro : La opinión no es información.
Algunos ejemplos:
CUBA
En este asunto, el trilero toma cada noticia sobre Cuba y le aplica el tratamiento descrito anteriormente. El producto final y oficial es que:
—Cuba está bloqueada económicamente por sus propios dirigentes, y no por los Estados Unidos de forma unilateral y vergonzante para el resto del mundo.
—Los dirigentes cubanos solo procuran el malestar, el sufrimiento y la penuria de su población. Ocupando en este fin la mayor parte de su presupuesto, quedando los gastos sociales relegados a un segundo plano. La realidad, la bolita de realidad que el trilero pretende esconder es que en Estados Unidos existe un sistema sanitario completamente antisocial y excluyente que generalmente no contempla la asistencia no retribuida. O lo que viene a ser lo mismo, un sistema que convierte la mezcla pobreza-enfermedad en algo explosivo y, seguramente, mortal. La bolita de esta gran verdad desaparece bajo los cubiletes del trilero con inusitada habilidad.
—Los dirigentes cubanos se afanan en coartar la libertad de expresión a sus ciudadanos evitando que accedan libremente a Internet. La realidad, la bolita que el trilero se empeña en ocultar bajo sus cubiletes, es que quien provee el servicio de acceso a Internet es Estados Unidos, y lo hace de forma miserable y con unas capacidades y anchos de banda verdaderamente ridículos, mucho más que infinitamente mejorables.
VENEZUELA Y HONDURAS
Mientras que la victoria en unas elecciones democráticas es para el trilero un golpe de estado en Venezuela. Un golpe de estado en Honduras perpetrado por la derecha internacional, derrocando a un presidente electo, es cumplir la voluntad del pueblo. La guinda del pastel, la otra bolita que el trilero esconde es el título del nuevo gobernante, que pasa de dictador interpuesto a presidente de facto. Este es uno de los campos donde más éxito está consiguiendo el trilero. No ocurre lo mismo en la denominación del presidente electo de Venezuela, al que siguen empeñados (inútil y puerilmente), en denominar dictador.
No hará mucho, hablando con una persona muy inteligente me decía:
—Víctor, no sé cómo puedes defender a Chávez, con todo lo que está haciendo a su pueblo…
—Y, ¿qué les está haciendo de malo?, si puede saberse
—Eh!, mmm…, mmm…, mmm…, la verdad…, no lo sé.
El trilero le tenía bien cogido a este cliente-víctima, espero que su propia contestación le haya abierto un poco los ojos. Y la próxima vez, antes de acercarse a la mesa del trilero se lo piense dos veces.