¿Son legales las expulsiones de gitanos que realiza Francia?
La decisión del presidente francés de expulsar a los gitanos que viven en situación irregular ha levantado una gran polémica. El Gobierno galo, que apela a razones de seguridad, se enfrenta a acusaciones de xenofobia y a numerosas protestas. En la UE viven entre 10 y 12 millones de gitanos.
¿Cómo se ha criticado la decisión del Gobierno francés?
Muy duramente, tanto por las asociaciones gitanas como por numerosas organizaciones políticas y de defensa de los derechos humanos de todo el mundo. También ha recibido la condena de organismos oficiales e instituciones como la ONU, el Parlamento Europeo o el Vaticano.
Las críticas se basan en que, aparte de que la medida iría en contra del espíritu de la legislación europea, se trata de una iniciativa xenófoba y discriminatoria, ya que criminaliza a un individuo por su pertenencia a una etnia determinada.
La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia, del Consejo de Europa, ha asegurado que "las declaraciones de responsables de alto rango, además de las acciones llevadas a cabo por el Gobierno francés, han estigmatizado a los gitanos de origen extranjero en ese país". El Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial criticó a Francia por las repatriaciones y le aconsejó actuar sobre el pleno respeto de los derechos humanos. La Comisión Europea está estudiando la legalidad de las expulsiones de gitanos en Francia y, en concreto, si se está respetando el derecho a la libertad de circulación de los europeos y la Carta de Derechos Fundamentales. Amnistía Internacional hizo un llamamiento a las autoridades francesas para que se centren en luchar contra la discriminación más que en hacer "declaraciones provocadoras" que establecen vínculos entre un colectivo concreto y "una supuesta criminalidad". La Unión Romaní española, amparada por la Unión Romaní Internacional, ha mostrado su intención de llevar a Sarkozy ante los tribunales. El secretario del Consejo Pontificio para los Migrantes e Itinerantes del Vaticano, monseñor Agostino Marchetto, recordó que los gitanos "también fueron víctimas de un Holocausto" y que todavía hoy "viven huyendo de quien les persigue". La Iglesia Católica, incluyendo al Papa, se ha opuesto a la medida francesa desde el primer momento.
El diccionario define la xenofobia como el miedo, odio, rechazo o recelo hacia los extraños, extranjeros o gente de fuera, o hacia cualquiera cosa extraña o extranjera. Parece ser una plaga endémica en todas partes del mundo. Pero infecta a mayor número de personas sólo en ocasiones. Ésta es una de esas veces.
Pero ¿quién es extranjero? En el mundo moderno, parece que la lealtad más fuerte es aquélla que se brinda al Estado del cual es uno ciudadano. A esto se le llama nacionalismo o patriotismo. Sí, algunas personas ponen otras lealtades antes que el patriotismo, pero parece que están en minoría.
Por supuesto, hay muchas situaciones diferentes en las que la gente expresa sus sentimientos nacionalistas. En una situación colonial, el nacionalismo se expresa como la exigencia de liberarse del poder colonial. Parece asumir formas similares en lo que algunos llaman una situación semicolonial, que es una en que el país es técnicamente soberano pero vive bajo la sombra de un Estado más fuerte, lo que lo hace sentir oprimido.
Luego está el nacionalismo del Estado fuerte, que se expresa como una afirmación de superioridad técnica y cultural, que sus proponentes sienten que les otorga el derecho de imponer sus puntos de vista y valores a estados más débiles.
Podemos aplaudir el nacionalismo de los oprimidos como algo valioso y progresista. Podemos condenar el nacionalismo opresivo de los fuertes como retrógrado y sin valor. Sin embargo hay una tercera situación en la que un nacionalismo xenófobo levanta la cabeza. Es aquella en que la población de un Estado siente o teme que esté perdiendo fuerza, que de algún modo está en decadencia.
El sentimiento de decadencia nacional es inevitablemente exacerbado, en lo particular, en épocas de grandes dificultades económicas, como en las que se encuentra el mundo hoy día. Así que no es sorpresa que tal xenofobia haya comenzado a jugar un papel que crece en importancia, en la vida política de los estados, por todo el mundo.
Lo vemos en Estados Unidos, donde el llamado Partido del Té quiere recuperar el país para “restaurar America y… su honor”. En un mitin en Washington el 28 de agosto, el organizador, Glenn Beck, dijo: Para ser honestos, conforme miro los problemas de nuestro país, pienso que el aliento caliente de la destrucción resopla en nuestro cuello. Para fijar la imagen políticamente, no es algo que yo vea en todas partes.
En Japón, una nueva organización, el Zaitokukai, rodeó una escuela primaria coreana en Kyoto en diciembre pasado, exigiendo expulsar a los bárbaros. Su líder dice que modeló su organización según el Partido del Té, y comparte la sensación de que Japón sufre ahora una pérdida de respeto en el escenario mundial y que va en la dirección equivocada.
Europa, como sabemos, ha visto que en casi todos los países surgen partidos que buscan expulsar a los extranjeros y recuperar el país para las exclusivas manos de los llamados verdaderos ciudadanos, aunque dilucidar cuántas generaciones de linaje continuo se requieren para definir a un verdadero ciudadano sea una cuestión elusiva.
Tampoco está ausente el fenómeno en los países del Sur, de América Latina a África y Asia. No tiene caso expresar todas las múltiples y repetidas instancias de cuándo o dónde alza su horrible cabeza la xenofobia. La cuestión real es qué hacer, si es que algo se puede hacer, para contrarrestar sus perniciosas consecuencias.
Hay una escuela del pensamiento que esencialmente arguye que uno tiene que mediatizar las consignas, repetirlas de manera diluida, y simplemente esperar el momento cíclico en que la xenofobia haya muerto porque mejoraron los tiempos económicos. Ésta es la línea de lo que se podrían llamar partidos de derecha y centro-derecha dentro del establishment.
Pero, ¿qué hay de los partidos de izquierda o centroizquierda? La mayoría, no todos, parecen cohibidos. Parecen temerosos de que de nuevo se les acuse de antipatriotas, o cosmopolitas, y se preocupan de que puedan ser barridos por la marea, aun si la marea amaina en el futuro. Así que hablan, débilmente, de valores universales y de compromisos prácticos. ¿Acaso esto los salvará? Algunas veces, pero con frecuencia no. Con frecuencia son barridos por la marea. Algunas veces, hasta se unen a la marea. La historia anterior de los partidos fascistas está repleta de muchos líderes de izquierda que se volvieron fascistas. Después de todo ésa es la historia del hombre que virtualmente inventó el término fascista –Benito Mussolini.
La voluntad de abrazar los valores igualitarios a plenitud, incluido el derecho que tiene toda clase de comunidades a ejercer su autonomía, en la estructura nacional política que acomoda la tolerancia de múltiples autonomías, es una posición políticamente difícil tanto de definir como de sostener. Pero es probablemente la única que ofrece alguna esperanza de largo plazo de que sobreviva la humanidad.
El racismo y la xenofobia, que en sustancia es la exacerbación del nacionalismo,
fue siempre, lo mismo que la guerra, el perfecto sustituto de las ideologías y
de las ideas, y el mejor revulsivo en tiempos de crisis y zozobra como los que
ahora vivimos. En estas crisis cíclicas, (sistémicas les llaman ahora), en las
que los mecanismos normales de control político no son suficientes para
garantizar la continuidad del sistema, la tentación de hacer uso de cualquier
otro medio que ayude a aglutinar a la gente en torno a los valores dominantes se
hace irresistible, sobre todo en tiempos de políticos fútiles y carentes de
alternativas y soluciones reales a los problemas de la población y a los que
solo parece importarles el poder por el poder y los inmensos beneficios de todo
tipo que ello supone.
Lo que está pasando en Francia con las expulsiones ilegales de inmigrantes
rumanos y búlgaros, solo por ser gitanos, debería escandalizar a la ciudadanía
europea y levantar una protesta de tal magnitud, que obligara a todos los
gobiernos y a las mismas instituciones de la UE, a poner fin a esa política
claramente racista del gobierno de Sarkozy. Sin embargo, y lejos de eso, esa
aberración jurídica y política que significan las deportaciones masivas de
personas que no están acusadas formalmente de ningún delito, salvo el de ser de
etnia gitana, cuenta con el respaldo entusiasta de la mayoría de los ciudadanos,
tanto franceses como del resto de países de la UE, y. de forma muy especial, del
nuestro, donde las cifras de apoyo, según diversos sondeos de los medios de
comunicación, son escalofriantes, ya que más del 95% dice estar de acuerdo con
las expulsiones. Y no solo eso; si vemos los comentarios en Internet, asusta
comprobar que para una buena parte de la gente que interviene en la red, las
deportaciones no son una medida suficientemente eficaz, ya que los expulsados
pueden volver, por lo que amparándose en el anonimato que brinda Internet, se
atreven a lanzar algunas propuestas de “soluciones” más “definitivas”, que no
creo necesario reproducir aquí, tanto por que son fáciles de imaginar, como por
no colaborar a su difusión.
En este contexto, lo que esta ocurriendo con el debate en las instituciones
europeas, con relación a la política del gobierno francés, es perfectamente
normal. La postura critica, en un primer momento, de la mayoría del Parlamento
Europeo, y el enfrentamiento inicial de la comisaría de justicia, Viviane
Reding, con la política racista de Sarkozy, ha quedado como una mera anécdota
que duró solo el tiempo que tardaron en reaccionar los demás dirigentes
europeos, para imponer la defensa corporativa de sus intereses electorales, que
pasan, inexorablemente, por explotar el yacimiento de votos del racismo, o, al
menos, en no permitir que otros lo exploten en exclusiva. Corren, pues, malos
tiempos para los gitanos y cada día es más evidente que nos toca jugar el papel
de ser los judíos del siglo XXI, al menos, en lo que se refiere a ser utilizados
como chivos expiatorios para distraer a esas mayorías sociales obnubiladas por
el consumismo y frustradas la crisis, el desempleo y la falta de perspectivas a
corto y medio plazo, pero que tienen en sus manos los votos que ponen y quitan a
los gobiernos.
Por eso, solo si los gitanos europeos tenemos la madurez y la valentía
suficientes como para asumir por nosotros mismos la defensa de nuestros derechos
cómo ciudadanos y de nuestra dignidad como personas, podremos impedir que esta
serie de olas antigitanas que desde hace años van y vienen por la mayoría de los
países europeos, terminen por desembocar en un tsunami racista de consecuencias
imprevisibles, y no solo para los gitanos, sino para otras minorías a las que
también se les culpabiliza de gran parte de los problemas que padece la
sociedad.
Ha llegado el momento de decir basta ya de que en nombre de los gitanos
hablen personas a los que nadie ha elegido y que no hacen otra cosa que aplaudir
a los mismos políticos y burócratas que luego justifican los abusos y los
atropellos que se cometen con los más pobres y desprotegidos, como ocurre ahora
con los inmigrantes rumanos en Francia.
Ha llegado la hora de decir que todas las políticas, tanto europeas como
nacionales, supuestamente destinadas a combatir las desigualdades sociales de la
población gitana, y que se financian con fondos europeos o estatales,
constituyen un absoluto fiasco, y que esos recursos económicos se gastan todos
en mantener a una Pléyades de burócratas y asalariados, tanto de las
Administraciones Públicas, como de un sinfín de supuestas ONG, adjetivadas
gitanas o no, cuya representatividad y gestión nadie comprueba ni fiscaliza, y
para las cuales el principal objetivo es financiar el mantenimiento de sus
puestos de trabajo. En España, alguna de estas ONG, cuenta con una plantilla de
más de 1000 empleados fijos, y un presupuesto anual para gastos de
funcionamiento, superior a los 15 millones de euros, y a pesar de que se llame
gitana no lo es, pues no son gitanos sus dirigentes. Sin embargo, es la que más
influye en la Administración para su propio beneficio, a cambio de avalar en los
foros europeos la política del Gobierno de España en esta materia, manteniendo
así la gran falacia de que nuestro país es un ejemplo de integración de los
gitanos, cuando en realidad es todo lo contrario. La única verdad es que es
mentira que los gitanos necesitados se beneficien de una forma real de todos
esos planes y programas, pues al final nada llega a ellos, y ni siquiera se
enteran de que existan
Ha llegado la hora de que los gitanos sean los que digan donde les duele y
busquen sus propias respuestas, y para eso, lo primero que se tiene que hacer,
es propiciar que las poblaciones gitanas de cada país de la UE, nombren de forma
democrática, mediante un sistema de votaciones libres y secretas, a unos
representantes legítimos que en su nombre puedan llevar a cabo, en colaboración
con las Administraciones Públicas, una verdadera política de integración social
y económica de aquellos grupos que estén en situación de exclusión social y de
marginación, al tiempo que se dignifique la imagen pública del conjunto de la
población gitana que debe protagonizar la construcción de sus propias vías de
desarrollo y de incorporación activa a la sociedad.
No se puede permitir por más tiempo la dilapidación de los importantes
recursos económicos y humanos que durante más de 30 años se han perdido en
planes de integración totalmente obsoletos, absurdos e inoperantes, que si algún
efecto han tenido, más allá de la parafernalia propagandística de cumbres,
congresos y encuentros, sin otro fin que el de su propia celebración, ( el
ultimo hace pocos meses en Córdoba), y en los que los gitanos que participan, no
son más que invitados de piedras que acuden a aplaudir a los políticos, ha sido
el de la segregación y el aislamiento de los escasos gitanos a los que hay
podido afectar.
Por otra parte, que el órgano de representación de los gitanos en España, sea
un consejo compuesto por funcionarios de los ministerios y un puñado de
representes de ONG nombrados a dedos por el Ministerio de Asuntos Sociales, es
la mejor prueba de hasta qué punto la cuestión gitana no ha merecido hasta ahora
ninguna consideración política que vaya más allá del asistencialismo
paternalista y discriminatorio, pues considerar que una comunidad como la gitana
puede estar representada por asociaciones o patriarcas, es puro racismo.
Agustín Vega Cortés
(1) Agustín Vega Cortés, es presidente de Opinión Romaní
El hallazgo del MENS se suma a otros problemas raciales durante el gobierno de Sarkozy y puede enredar más el contencioso entre Francia y la Comisión Europea por la expulsión de los gitanos de Francia hacia Rumania y Bulgaria.
Una pieza más en el ya largo expediente de temas raciales que marcan el mandato de Nicolas Sarkozy. En su última edición, el diario Le Monde reveló que la Gendarmería francesa alimenta desde hace años y en toda ilegalidad un fichero sobre los gitanos franceses y extranjeros. El mencionado fichero, llamado MENS por “Minorías Etnicas No Sedentarias”, infringe le ley nacional sobre el almacenamiento de datos constituidos con informaciones sobre el origen étnico. Este repertorio étnico está en manos de la Oficina Central de Lucha contra la Delincuencia Itinerante y fue descubierto en Internet por cuatro asociaciones francesas de defensa de los gitanos. El hallazgo del MENS puede enredar más el contencioso entre Francia y la Comisión Europea a propósito de la expulsión de los gitanos de Francia hacia Rumania y Bulgaria.
Las cuatro asociaciones presentaron una querella ante la Justicia contra la existencia de un archivo en el que “aparecen datos personales que revelan el origen étnico” de una persona. El artículo 226-16 y 226-19 sanciona esas infracciones con cinco años de cárcel y 300 mil euros de multa. La Gendarmería negó la vigencia de ese fichero mientras que el ministro de Interior, Brice Hortefeux, dijo ayer que no estaba al corriente de que hubiese un fichero ilegal sobre los gitanos y ordenó un control sobre los elementos en poder de la Gendarmería.
Los abogados de las asociaciones, Françoise Cotta y William Bourdon, se van a dirigir también a la Comisión Nacional de Informática y Libertades, CNIL –por la no declaración del fichero– así como también a la Alta Autoridad de Lucha contra las Discriminaciones y por la Igualdad, HALDE. El fichero desmiente todas las aseveraciones oficiales, tanto las formuladas ante la Comisión Europea como las expresadas en Francia. El pasado 25 de agosto, el ministro francés de Interior declaró a la radio RTL que “no existen estadísticas sobre las comunidades”.
No parece ser así. Según adelanta Le Monde, las asociaciones descubrieron el archivo MENS en Internet a través de un documento en donde un jefe de la Gendarmería, hablando en un coloquio, se refería a las misiones efectuadas por la Oficina Central de Lucha contra la Delincuencia Itinerante. El gendarme, que evocó a la “genealogía de las familias gitanas, cliqueó en un mapa de Francia y allí aparecían, región por región, los nombres y apellidos de mujeres y hombres gitanos así como los delitos de que eran responsables: autos robados, asaltos, etcétera.
El abogado William Bourdon señaló que “esos ficheros tienen exhalaciones que no pueden sino traer malos recuerdos”. El Partido Socialista y el Partido Comunista exigieron la “destrucción inmediata” de ese fichero.
El PS también reclamó la creación de una comisión parlamentaria que investigue el origen y el uso del conjunto de los ficheros policiales. Los socialistas estiman que “el gobierno se vuelve a poner en contradicción con los compromisos europeos e internacionales de Francia”.
El Ejecutivo francés puede ver resurgir el antagonismo que lo enfrentó a la Comisión Europea a raíz de la deportación de los gitanos. Hace cerca de un mes se descubrió la existencia de una circular del Ministerio francés de Interior remitida el 5 de agosto a los prefectos en la que se pedía expresamente que la acción represiva se centrara en los gitanos.
Ello dio lugar a un choque con la comisaria europea de Justicia y Derechos Fundamentales, Viviane Reding, quien amenazó con abrir un expediente por infracción. París apaciguó las tensiones argumentando que la circular había sido un error y, acto seguido, procedió con su anulación.
Los responsables políticos franceses explicaron en Bruselas que el desmantelamiento de los campos de gitanos realizados durante el verano no respondieron a ningún principio étnico de selección y que los gitanos eran tratados como cualquier extranjero en situación irregular.
El fichero constituido a partir del criterio “Minorías Etnicas No Sedentarias” prueba que existe un censo étnico. A fuerza de soplar sobre las brasas de la inmigración y los extranjeros, el gobierno acaba quemándose con sus propias llamas.