A veces nos pasamos el día entero hablando, explicando nuestros puntos de vista, y nada… es como si no nos escuchasen.
¿Será que necesitamos dedicarle todavía más tiempo a hablar? Está claro que no, que algo falla, pero no eso; lo que pasa es que hablar no es lo mismo que dialogar.
¿Te has puesto a pensar en la enorme diferencia que hay entre hablar y dialogar? ¿O piensas que estas dos palabras son sinónimas?
Hablar sólo implica una expresión verbal de lo que queremos expresar a otras personas, pero en ningún caso implica un entendimiento. Es decir, perfectamente podrías hablar con un canadiense en español, sin importar que el canadiense entienda o no tu español. ¿No sería mejor que el canadiense pudiese entenderte?
El diálogo, por su parte implica un entendimiento del otro, un reconocimiento de su diferencia y por tanto, un respeto hacia sus singularidades desde lo material (su aspecto físico) hasta lo inmaterial (sus creencias, cultura, ideología). ¿Y cómo se logra dialogar? Mediante las conversaciones que, en primer lugar nos permiten crear un mundo de posibilidades que antes de esa conversación era inexistente y, en segundo lugar, estableciendo una danza entre el decir y el escuchar, ambas partes fundamentales de un proceso de comunicación efectivo.
Con el diálogo no sólo entendemos lo que nos quieren decir, sino también ponemos en marcha nuestras estructuras mentales de manera que podamos solucionar los conflictos que se nos presentan en el camino. Aquí es importante realizar una distinción de lo qué es el conflicto: el conflicto es una situación que desestabiliza un orden ya concebido, es un encuentro de dos posturas diferentes con respecto a algo. Así por ejemplo, cuando debíamos elegir nuestra profesión, llegamos a la pubertad o elegimos pareja, se dice que entramos en conflicto. El conflicto no es malo, puesto que muchas veces termina en una retroalimentación cultural que engrosa nuestro entendimiento. Ello, sin desconocer que cuando el conflicto no se ve de una manera adecuada, puede terminar con una adjetivación nociva como la que encontramos en “conflicto armado”.
A lo que quiero llegar es que, muchas veces para solucionar un conflicto, hablamos y no dialogamos. Queremos que nos escuchen y nos entiendan, pero no queremos escuchar ni entender. Queremos que los demás cedan, pero no queremos ceder, puesto que consideramos ello como una derrota y obviamente no queremos perder, queremos ganar, por eso nos aferramos a nuestra posición privándonos de un dialogo sincero, libre y responsable. Por ello, tampoco somos capaces de sacar un aprendizaje de una postura opuesta a la mía: entonces, si yo me cierro en que sólo la primavera es bella, no tendré espacio para disfrutar del calor del verano.
¿Quién dice que lo que yo afirmo es lo verdadero y lo del o la otra es lo errado? ¿La racionalidad? ¿El grupo de personas que creen lo mismo que yo? Las verdades absolutas no existen, y a pesar de su inexistencia han causado miles de guerras, muertes y sufrimientos. No seamos parte del problema, DIALOGUEMOS y aceptemos que, aunque los demás no compartan nuestras creencias eso no los hace menos que nosotras. Queremos la paz, pero se nos olvida que la paz empieza por la cotidianidad, por no excluir a causa de las diferencias: ¿Cuántas veces has hecho bromas sobre el aspecto físico de alguien? ¿Cuántas veces te has creído con el derecho de juzgar las creencias de otras personas? ¿Cuántas veces has hablado de algo que ni siquiera conoces? ¿Cuántas veces has hecho comentarios pesados sobre personas con diferente identidad sexual?
Dialogar es entender lo divergente, eso no implica que me deje llevar y convencer por los pensamientos de los demás, sino que ya no tendré sentimientos de superioridad ante lo que se sale de la norma y no sigue el camino que muchos han trazado como correcto. No estamos en la época de la inquisición, estamos en la época en que podemos poner fin a las disquisiciones entre seres humanos, estamos en la época en que podemos ser personas conscientes, razonables, fuertes, autónomas, independientes, libres y responsables. ¿Vas a seguir hablando? ¿O prefieres dialogar?