Decidido a abandonar aquél lugar que decía ser su casa, pero que no sentía como tal, abrió la puerta. Al hacerlo, multitud de recuerdos vinieron a su mente. Recuerdos que no había recordado cuando se convenció que debía marcharse, pero que ahora, al abrir quizá por última vez aquella puerta, se mostraron como recientes, como si dicha puerta hubiese retenido y le transmitiese momentos de su vida, siendo la barrera entre la paz y tranquilidad que sentía tras ella, y el resto de vivencias, buenas y malas, ocurridas tras cruzarla. Si bien se detuvo un instante ante aquella puerta que había quedado entreabierta, estos últimos pensamientos pusieron más peso en el lado de la balanza que le precipitaba a marcharse. Empujó la puerta y la cerró, sin haber cruzado el umbral. La calma de aquella noche de luna llena le incitó a volver a acostarse.
Lo que había intentado no era desaparecer de aquél lugar, sino huir. Huir de su vida. Huir de sí mismo. Algo imposible fuese donde fuese. Se durmió soñando en aprender a vivir aceptándose.
Al despertar al día siguiente, en una gris y fría mañana, sonrió por primera vez en mucho tiempo.
Sens
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