¿Geoingeniería? ¡No, gracias!
El 29 de octubre 2010, Naciones Unidas, aplicando el principio de precaución, adoptó una moratoria global a la geoingeniería, reconociendo que son tecnologías de alto riesgo que tendrían impactos en la biodiversidad y mucho más. Es un freno a las iniciativas privadas y públicas que pretendían apropiarse del control del termostato global, con el negocio de manipular el clima para enfriar el planeta
—del calentamiento global que provocan los mismos países y empresas que promueven la geoingeniería.
La geoingeniería incluye una serie de tecnologías a mega-escala, como inyectar partículas de sulfato en la estratosfera para tapar parte de la luz del sol —imitando una erupción volcánica, con consecuencias similares y peores a las que tienen las erupciones volcánicas naturales—, blanquear nubes, echar toneladas de partículas de hierro o urea para fertilizar
los oceános y absorber carbono, plantar masivamente cultivos y árboles transgénicos reflejantes, o para quemar como carbón vegetal o biochar
, supuestamente para aumentar la fertilidad del suelo y su capacidad de absorción de carbono.
Cada tecnología de geoingeniería tiene fuertes impactos, diferentes según la tecnología propuesta. Todas comparten ciertos peligros: para tener efectos sobre el clima, deberían desplegarse a escala masiva y por tanto afectarían un sistema global, interconectado y poco conocido como es el clima, con consecuencias imprevisibles sobre muchas regiones del planeta, que no sabrían qué fue lo que las afectó. Al modificar el clima -o por las tecnologías usadas- habría también fuertes impactos sobre la biodiversidad, particularmente sobre ecosistemas ya frágiles y vulnerables, de los que dependen directamente millones de personas en comunidades indígenas y campesinas.
La geoingeniería es además un arma de guerra potencial, de lo cual hay precedentes comprobados: documentos ahora desclasificados muestran que Estados Unidos usó manipulación climática como arma durante la guerra de Vietnam.
Significativamente, los que antes negaban que existiera cambio climático (gobiernos e institutos seudo-científicos pagados por las petroleras), ahora aceptan que existe, pero promueven la geoingeniería. Es una excusa perfecta
para los países que se niegan a reducir sus emisiones. Podrían seguir emitiendo gases que provocan calentamiento global, al tiempo que aplican geoingeniería para enfriar
el planeta y cobrar por ello: tanto en créditos de carbono por absorber gases, como por el despliegue y uso de las tecnologías. Negocio redondo.
La moratoria adoptada en la décima conferencia de las partes del Convenio de Diversidad Biológica, reunido en Japón, sale al cruce de estos planes, llamando a no desarrollar ningún proyecto o experimento de geoingeniería de fuente pública o privada, como mínimo hasta que se evalúen los riesgos para el ambiente, la biodiversidad y los impactos económicos y culturales asociados, además de otras condiciones.
Es un mensaje fuerte para los poderosos grupos económicos y unos cuantos gobiernos que estaban preparándose para experimentar con manipulación climática o quizá ya haciéndolo sin explicitarlo. Es también un mensaje a los pueblos y gobiernos del planeta de la necesidad de encarar y estar alertas en este nuevo tema, por los altos riesgos que conlleva y el hecho de hay poderosos intereses empujándolo.
El Grupo ETC comenzó a denunciar la geoingeniería hace algunos años, pero fue en la Cumbre Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, convocada por el gobierno boliviano en abril 2010 en Cochabamba, donde se lanzó una campaña mundial contra estas tecnologías, con la participación de cientos de organizaciones y redes ambientales, campesinas, indígenas, de mujeres y otras. (www.nomanipulenlamadretierra.org)
La demanda de una prohibición global a la geoingeniería se recogió en el Acuerdo de los Pueblos surgido de este encuentro mundial que reunió 35,000 participantes de 142 países. Posteriormente el Estado Plurinacional de Bolivia lo introdujo como demanda en las negociaciones de cambio climático.
La moratoria a la geoingeniería, al haberse adoptado como una decisión de consenso de 193 gobiernos, con la presencia de 110 ministros, fue una fuerte pulseada de intereses contrapuestos, y por tanto resultó limitada en algunos aspectos. Por ejemplo, basada en un aspecto técnico discutible, excluye provisoriamente de la definición de geoingeniería a la llamada captura y almacenamiento de dióxido de carbono
proveniente de extracción de combustibles fósiles (CCS por sus siglas en inglés), cuando ésta se realiza antes de emitir los gases a la atmósfera. Aunque la definición está sujeta a revisión futura en el CBD, Bolivia hizo que constara en actas su reserva contra esta exclusión, dejando en claro que no implica ninguna forma de aceptación de esta tecnología y los impactos que conlleva.
Esto fue parte además, de la denuncia por parte de Bolivia y los países del ALBA, del intento de privatizar y mercantilizar la naturaleza en esquemas de pagos de servicios ambientales y otros mecanismos de financiación innovadores
para cobrar créditos de carbono por la biodiversidad.
La moratoria contra la geoingeniería es una victoria, pero no significa que esta lucha concluye. Varios temas directamente relacionados saldrán en las próximas negociaciones sobre el clima en Cancún. Estados Unidos lanzó el mismo día de la moratoria un informe oficial sobre formas de regulación y aplicación de la geoingeniería. Para mantener y hacer válida la moratoria se necesitará seguir alertas desde la sociedad y denunciar cualquier intento de violarla, al tiempo que prepararnos para fortalecerla y seguir denunciando las falsas soluciones
contra la crisis climática.
Silvia Ribeiro
La Jornada
Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
Más información sobre geoingeniería y texto de la moratoria en www.etcgroup.org