Hasta hace unos pocos años la humanidad no había podido ver el planeta Tierra, el planeta azul y blanco, desde el espacio exterior. Desde allí aparecía como la gran nave espacial en la que viajamos todos y esta analogía de la nave ayudó a comprender que también la Tierra podía tener un máximo de viajeros, unas provisiones limitadas y unas normas de seguridad.
Poco a poco, la imagen del planeta se fue convirtiendo en el gran mandala para la nueva era que podíamos iniciar, si queríamos. Mandala como representación simbólica que permite meditar en la interconexión de lo que antes aparecía como caos y complejidad inabarcable.
Un mandala en continuo cambio y movimiento desde hace 4.500 millones de años, que hay que contemplar sin punto de vista fijo, desde todas las perspectivas. Tenemos que estudiarlo, compenetrarnos con él, interiorizarlo hasta que esté continua e inconscientemente presente en nosotros para mirarlo todo desde ese ojo con el que algunas tradiciones simbolizaron la mirada de la divinidad.
Se dijo que para tener la visión hay que subir a lo alto de la montaña, y mirar desde allí; para comenzar el viaje hay que descender al fondo del mar y caminar desde allí. Pero ahora no basta con subir a la montaña, hay que ver el planeta entero. No basta con descender al fondo del mar, hay que descender a los orígenes e iniciar un nuevo camino.
Cada día se hace más evidente que los problemas de la humanidad ya no pueden ser resueltos desde los planteamientos actuales. Habría que determinar las condiciones mínimas necesarias para un mundo viable a largo plazo, saltar luego creativamente a una visión-solución que cumpla esas condiciones, y finalmente descubrir los pasos que permitan transitar desde la situación actual al nuevo proyecto. Ahora, tras miles de años de doloroso aprendizaje, conocemos ya las condiciones mínimas necesarias para que la vida en la Tierra sea esplendorosa y pueda llegar a ser gozosa para toda la humanidad.
- Una retirada estratégica de las zonas expuestas con regularidad a terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, inundaciones, sequías y otros desastres previsibles.
- Una población en cada zona suficientemente reducida para que sea posible reciclar todo por procesos naturales o tecnologías suaves, y permitir migraciones en caso de cambios climáticos importantes y otras posibles catástrofes.
- Unos asentamientos humanos autosuficientes situados sólo donde se encuentra lo necesario para la vida: agua, tierra fértil, sol suficiente, clima favorable y demás, y así no tener que importar energía adicional para suplirlos.
- Un consumo humano basado únicamente en lo renovable, recuperable y reciclable, tratando la Tierra, no como una propiedad heredada de los antepasados, sino como cedida temporalmente en usufructo por los descendientes.
- Una circulación de los humanos, en lugar de una circulación de las cosas, de modo que todos puedan recorrer la Tierra a lo largo de su vida, y rotar también en las diversas actividades y responsabilidades de cada comunidad del itinerario; una hábil combinación de nomadismo y sedentarismo, para evitar caer de nuevo en el empobrecimiento que produce la identificación territorial, racial, laboral, cultural y religiosa.
- Una procreación humana fruto de un consenso comunitario que favorezca la diversidad genética, asegure un status privilegiado a las embarazadas y garantice al máximo la calidad de vida prenatal, perinatal y postnatal, tan determinante en nuestra especie.
Para cumplir estas condiciones mínimas es evidente que se requiere un cambio de modelo, un nuevo proyecto, no más y mejor de lo mismo. Con el sistema actual constituido por culturas basadas en la propiedad privada, la familia y la nación, jamás podrán cumplirse las condiciones mencionadas. Se impone diseñar un nuevo modelo que promueva el paso de la cantidad a la calidad, de la miseria al esplendor, de la mera supervivencia a la resurrección de la vida en plenitud.
Habrá que iniciar un gran éxodo, una salida creativa que permita la liberación del ser humano que a lo largo de la historia se ha ido convirtiendo en un animal enfermo. Habrá que despertar de los sueños retrógados y pasar de un funcionamiento mental compulsivo a una visión integral que lleve a una acción creativa consensuada. Hoy, si queremos, con la ayuda de los poderosos medios de comunicación, podemos hacer llegar a todos los habitantes de la Tierra lo que se ha hecho ya evidente para muchos:
- es irrealizable, a escala mundial, el modelo que propone la utopía del llamado primer mundo. Basta con proyectar el efecto que tendría sobre el planeta que los más de 2.000 millones de habitantes de China e India alcanzaran el nivel de vida de los ciudadanos de los Estados Unidos de América.
- Compartimos todos un destino común y no hay nadie al timón. Los dirigentes políticos y económicos operan a corto plazo, dos, cuatro o seis años, y los grandes problemas actuales exigen programas a veinte, cuarenta o sesenta años.
- Es posible un nuevo programa humano y disponemos de los medios para prepararlo, visualizarlo, compartirlo y realizarlo.
- Cuanto más retrasemos el inicio de la gran transformación más nos costará restaurar la biosfera y mayor será el sufrimiento.
Hace ya siglos, los estadios de la evolución de la conciencia y de la historia de la humanidad fueron descritos en lengua hebrea con una fórmula concisa que puede ayudar a que nos situemos individual y colectivamente en el proceso:
-Todo lo mío, mío -Todo lo tuyo, mío -Todo lo mío, mío -Todo lo tuyo,tuyo -Todo lo mío, tuyo -Todo lo tuyo, mío -Todo lo mío, tuyo -Todo lo tuyo, tuyo
Para pasar al estadio 4 tendremos que compartir un nuevo sueño, un sueño que cumpla las condiciones mínimas necesarias para que la vida en la Tierra sea esplendorosa. Necesitamos un sueño que nos movilice.
He aquí el mío.
Han pasado muchos años ya. Desde el aire, la Tierra aparece más verde y en muchos lugares la naturaleza ha recobrado su aspecto salvaje y la vegetación y la fauna son más variadas.
Las zonas habitadas recuerdan lejanamente los parques naturales y las reservas de animales, porque la agricultura está integrada y han desaparecido los monocultivos y laganadería intensiva.
De las grandes ciudades quedan sólo vestigios que nos hablan de una civilización pasada, como lo hacen las Pirámides de Egipto o la Gran Muralla de China, que nos recuerdan el poder jerárquico de estructura piramidal y la parcelación de la Tierra en imperios autistas. Los humanos han realizado una gran retirada estratégica. De los miles y miles de millones que habían llegado a ser, ahora no superan los cientos de millones. Parece que han decidido vivir sin casi dejar huella.
Los núcleos de población se ocupan de la conservación del territorio del entorno y son prácticamente autosuficientes. Pero los humanos que los habitan se van renovando con un ritmo complejo. Han adoptado un idioma común y parece que practican una táctica rotatoria, no sólo dentro de cada comunidad, cambiando de actividad y responsabilidad, sino que cada ser humano a lo largo de su vida recorre la Tierra de núcleo en núcleo, como si se hubieran inspirado en el movimiento de los planetas en el cielo.
Todo parece dispuesto para promover la vitalidad de los humanos. Nada de echar raíces como antiguamente, esto queda sólo para los que lo necesitan, los vegetales. Han descubierto una hábil combinación de nomadismo y sedentarismo, con lo mejor de ambos sistemas. Se han vuelto cíclicamente migratorios.
Al cabo de los años, la experiencia y los conocimientos adquiridos en directo por cada persona son de una riqueza extraordinaria. La vida humana está abierta a todas sus potencialidades.
Procuran que cada día tenga su plenitud para que lo imaginario y lo simbólico no absorban demasiado su vitalidad. Que no sea una simple compensación de las frustraciones que genera el diferir en exceso la satisfacción de las necesidades básicas. Saben que el lenguaje y el pensamiento deben estar al servicio de la vida, y no al revés. Como mapas para el viaje.
Su estilo de vida no es ni urbano ni rural. Recuerda, con diferencias fundamentales, el de los monasterios benedictinos de Europa en su época más genuina, cuando eran centros de transmisión de cultura y al mismo tiempo desarrollaban la agricultura, la ganadería y otras técnicas que les permitían ser autosuficientes. Pero existen muchas diferencias, entre otras que al integrar ahora la vida sexual, el voto de castidad ha sido reemplazado por el compromiso de no fecundación individualista;y que para mantener la circulación alrededor de la Tierra, según el nuevo sistema, el voto de estabilidad, que combatía antes a los giróvagos, ha sido sustituido por un compromiso de peregrinación.
El estilo de vida recuerda la fórmula monástica, sobre todo por su combinación de comunidad y soledad, comunicación y silencio, favorecidos por acertadas soluciones arquitectónicas. La recuerda también por su equilibrado ritmo diario que permite dedicarse a las actividades de subsistencia, a la conservación del territorio, al estudio, a la investigación, a la contemplación, al arte y a la celebración con el canto, la música y la danza y otras prácticas de antiguas sabidurías, incluyendo las que desarrollan el potencial polimorfo de la sexualidad humana. Todo es de una gran belleza.
Pero, como en los antiguos monasterios, el objetivo principal es ayudar a pasar gradualmente del estadio 2 al 3 y preparar para el 4, que antes colectivamente sólo se podía simular con el gran juego litúrgico, y ahora es el nivel en el que está organizado el mundo.
Todo lo que tiene relación con la transmisión de la vida es objeto de la máxima atención. Cuidan su riqueza genética y su crecimiento personal; porque el nuevo mundo que han instaurado exige que cada individuo sea autónomo y esté en la plenitud de sus facultades. Ha desaparecido el patriarcado, y ahora hay mujeres, en lugar de sólo madres e hijas. No siguen el antiguo sistema familiar. La fecundación es excepcional y las mujeres que van a engendrar son los únicos seres privilegiados, porque saben que el tiempo del embarazo, el parto y los primeros meses de vida son muy determinantes en la vida humana.
Los niños, desde pequeños, conviven interracialmente y todo está dispuesto y adaptado para que puedan casi valerse por sí mismos desde muy pronto. En la educación se sigue el mismo método que en lo demás, una acción que es casi una no acción. Justo la ayuda necesaria para que cada uno lo vaya descubriendo todo por sí mismo.
Si antes era normal llegar al uso de razón, aunque nunca se pudo explicar lo que era a quien no lo tuviera, ahora también es normal llegar al "uso de iluminación", aunque ocurre lo mismo. Todos saben cómo parar el diálogo interno, despertar de las ensoñaciones retrógradas y liberarse de la actividad mental compulsiva, mediante la intuición de la impermanencia y la interconexión de todo.
La muerte ha dejado de ser tabú, se ha vuelto voluntaria y cada uno anuncia su fiesta de despedida en plenitud de facultades, para ceder su sitio a los que siguen, antes de entrar en la decadencia, y permitir así que la vida continúe en todo su esplendor.
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