Planificando el año
En un momento en que se fijan metas y objetivos, ¿cómo manejar la ansiedad, organizarse y adecuar tanta expectativa a nuestras posibilidades?
EL MIEDO A LO NUEVO
Por Hugo Litvinoff
Si algo tienen de particular las fiestas de fin de año, es que nos comprometen a todos por igual. En tal fecha festejo mi cumpleaños, pero eso me conmueve solamente a mí y a unos pocos; las fiestas patrias interesan a algunos y a otros les resultan indiferentes; pero ahora, cuando a las 12 de la noche levanté mi copa, supe muy bien que millones hicieron el mismo gesto en el mismo momento y dijeron palabras semejantes y lo que es más importante, todos estuvimos atravesados por la misma necesidad de estar alegres, de sentirnos queridos y saber que no estamos solos.
Vivir no es tarea fácil para nadie y con las fiestas de fin de año todos experimentamos la vivencia de que se cierra un ciclo. Todos hemos logrado cosas, pero muchas metas no se han alcanzado y la felicidad, tan buscada, es escurridiza y se aplica a momentos puntuales o sensaciones fugaces. Lo que no se hizo el año que finaliza ya no se hará, y la posibilidad de hacerlo en el futuro es una esperanza que ilusiona y también un desafío que atemoriza. Nadie nos puede garantizar que este año que comienza será mejor ni más fácil, tampoco nadie sabe si lograremos despertar el amor que deseamos, la compañía que necesitamos y si podremos llegar a ser la persona que queremos ser. Lógicamente, cada cual tiene su manera diferente de terminar el año. Algunos tienen una importante sensación de satisfacción y otros están angustiados por la vivencia de fracaso; pero todos abandonan un terreno conocido y se preparan para avanzar en algo que no saben cómo será. Lo nuevo siempre genera inseguridad y temor.
La Navidad es la fiesta de la esperanza. Jesús era judío, pobre y nació en un pesebre; quiere decir que Dios también está en los pobres, en los que no tienen suerte, en los marginados y su mensaje es que todos tenemos salvación. En soledad la angustia es más difícil de tolerar o elaborar. Por eso, cada cual busca con quien estar en la noche mágica, necesita desear y que le deseen felicidad y ante la nostalgia del año que esta terminando y la incertidumbre de lo que vendrá recurre a la expresión de afectos, a la sorpresa de los regalos y cuando no a la ingestión de algunas copas de más.
Es importante rescatar el impulso de de rodearse de seres queridos y tratar de expresarles lo que uno no pudo decirles a lo largo del año. Es bueno, sin embargo, no solamente encontrarse con otros, sino también con uno mismo y tratar de comprender el significado de las cosas que hizo y los motivos por los cuales vivió. Y no es imprescindible diseñar proyectos nuevos ni plantearse metas posibles o imposibles que finalmente se convierten en exigencias que generan angustia y temor. Vivir la vida como un campeonato contra los demás o contra sí mismo nunca es la mejor alternativa aún cuando uno acepte sus limitaciones y se resigne a jugar en primera B. Tampoco es necesario hacer las cosas para darle el gusto a alguien, una persona que supuestamente nos mira y que por afecto o respeto ha logrado esclavizar nuestra conducta o nuestros deseos y a veces hasta nos exige vivir libres de angustia y mostrarnos siempre exitosos y triunfantes. No es una tarea sencilla perderle totalmente el miedo a lo nuevo, pero es posible prepararse para enfrentar mejor el cambio.
El autor es psicoanalista. Titular en función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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