Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro; pero, al pensar en nuestro mutuo amor, yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día? Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?
LIX Yo sé cuál el objeto de tus suspiros es, yo conozco la causa de tu dulce secreta languidez. ¿Te ríes...? Algún día sabrás, niña, por qué. Tú acaso lo sospechas, y yo lo sé. Yo sé cuándo tú sueñas, y lo que en sueños ves, como en un libro puedo lo que callas en tu frente leer. ¿Te ríes...? Algún día sabrás, niña, por qué. Tú acaso lo sospechas, y yo lo sé. Yo sé por qué sonríes y lloras a la vez: yo penetro en los senos misteriosos de tu alma de mujer. ¿Te ríes...? Algún día sabrás, niña, por qué. Mientras tú sientes mucho y nada sabes, yo, que no siento ya, todo lo sé.
Gustavo Adolfo Bécquer
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¿Quieres que de ese néctar delicioso no te amargue la hez? Pues aspírale, acércale a tus labios y déjale después. ¿Quieres que conservemos una dulce memoria de este amor? Pues amémonos hoy mucho y mañana digámonos ¡adiós!
Cruza callada y son sus movimientos silenciosa armonía; suenan sus pasos, y al sonar recuerdan del himno alado la cadencia rítmica.
Los entreabre, aquellos ojos tan claros como el día, y la tierra y el cielo, cuando abarcan, arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas del agua fugitiva; llora, y es cada lágrima un poema de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume, el color y la línea, la forma, engendradora de deseos, la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Qué es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando guarde obscuro el enigma, siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla más que lo que cualquiera otra me diga
Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora, y estas páginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar, que no hay cifra capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!, si, teniendo en mis manos las tuyas, pudiera, al oído, cantártelo a solas.