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Días Especiales: Navidad 2010
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: kuki  (Mensaje original) Enviado: 25/02/2011 22:51
De: Mistikmoon  (Mensaje original) Enviado: 09/12/2010 20:33
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El hombre y la estrella

Cuento navideño

Fabián, siempre esperaba con gran entusiasmo que llegara el fin de semana.

Los viernes, apenas salía del trabajo, iba hasta su casa, preparaba la mochila con las cosas necesarias para acampar y algunos alimentos, medicamentos y ropa que había juntado entre los amigos.

Tomaba el colectivo hasta el Tigre, y llegaba con el tiempo justo para subir a la última lancha que lo llevaba hasta el camping. Sábado y domingo se dedicaba a recorrer la zona en un pequeño bote para conversar con las familias y compartir con ellas las cosas que había llevado.

Al mismo tiempo, aprovechaba para hacer una lista de necesidades para tratar de resolverlas durante la semana.

Ayudaba a los chicos en las tareas -porque muchos de los papás no sabían leer ni escribir- y los alentaba para que no dejaran de estudiar, aunque sabía lo difícil que era para ellos ir todos los días en lancha hasta la escuela.

Feliciano, el administrador del camping ya lo conocía y lo esperaba con un plato de sopa caliente los días de invierno, y una ensalada con algún fiambre cuando hacía calor.

Fabián compartía la sencilla comida con él, y después armaba su carpa en el lugar más
alejado, cerca del río. Amaba las noches despejadas, para tirarse boca arriba sobre el
pasto y contemplar las estrellas. Se pasaba horas enteras contándolas, poniéndoles nombres e imaginando dibujos en el cielo.

Cierta noche estaba así tirado, disfrutando de un cielo maravilloso en el que podía distinguir hasta la estrella menos brillante (esas que no se pueden ver en la ciudad), sin nubes, con la temperatura ideal -ni frío ni calor- cuando, de pronto, le pareció que una
estrella se movía.

Él había oído muchas veces de estrellas fugaces y, en un primer momento, no se extrañó.

Pero, al seguir mirando descubrió que la estrella parecía dudar. Se movía para un lado y después para el otro. Como si fuera una persona que no sabe si cruzar una calle o no.

Se mantuvo en ese juego durante unos minutos. Fabián se fue incorporando de a poco hasta quedar de pie, sin poder quitar la vista de esa estrella tan extraña. Quizá no sea una estrella, pensó. ¿Será un ovni?

Después de unos instantes, la estrella, que realmente parecía dudar, se decidió y se precipitó hacia la tierra. Fabián se dio una gran susto, porque creyó que se le iba a caer encima, y se agachó. Le pareció que había caído muy cerca, detrás de unos árboles.

 

 

 

??

No puede ser; las estrella no caen así, debe tratarse de otra cosa; esto es imposible, seguramente es una ilusión óptica por estar fijando tanto tiempo la vista...

Fabián trataba de convencerse de que no había pasado nada y ni siquiera miraba hacia los árboles donde supuestamente había visto caer la luz. Sin embargo, su curiosidad fue más grande.

??Si no fue nada, ¿qué pierdo con ir a ver???, se justificó.
Se dirigió, entonces, hacia ese lugar tratando de no hacer ruido.

Llegó hasta donde había varios árboles caídos que formaban un claro. Entonces, la vió.
No podía creerlo. Se frotaba los ojos, porque creía que estaba soñando; o hipnotizado; o sugestionado...

Sentada en un tronco, con la cabeza apoyada en un brazo y una pierna doblada sobre la otra, se encontraba una estrella. Tenía una expresión de gran tristeza y a Fabián le pareció ver una pequeña lágrima que le caía por la mejilla.

Tuvo miedo, pero el temor fue desapareciendo al contemplarla tan desamparada y triste. Se acercó despacito y le dijo:

-Disculpe, no entiendo qué está pasando, pero me da mucha pena verla así.
¿Quién..., o qué es usted? ¿La puedo ayudar en algo?

La estrella levantó los hombros como diciendo que ya nada le importaba y giró hacia el otro lado.

-De verdad señora, no me gusta dejarla acá sola y tan triste; quizás pueda hacer algo para ayudarla (Fabián apenas se daba cuenta de lo asombroso de la situación. No todos los días se conversa con una estrella; pero no le quedaba más remedio que hacerlo).

Después de un rato, la estrella le dijo:

-Te agradezco, pero lo dudo. No creo que nadie pueda ayudarme. ¡Estoy tan cansada!
Pero es muy largo de contar. Casi dos mil años de vida no se cuentan en un minuto.
Fabián se sentó en un tronco, a una distancia prudencial y dijo:

-No importa, no tengo nada que hacer. Tengo tiempo para charlar con usted.
La estrella comenzó a hablar lentamente y, en su voz, se percibía una gran tristeza.

-Hace dos mil años me encomendaron una tarea. La más importante, me dijeron.
No importa que seas chiquita, ni que no tengas mucho brillo. En el momento oportuno, el brillo te llegará de afuera y llamarás la atención de todos los hombres.

Era mi oportunidad. Ya no sería una estrella más; ya no pasaría inadvertida; los hombres me pondrían un nombre y figuraría en los catálogos.

Fue así que acepté, y con mi luz señalé el camino a unos sabios hasta el pesebre donde había nacido un pequeño niño.

Desde ese momento, todos los años hago el mismo camino, para que nadie se olvide de ese gran acontecimiento que, según me contaron, cambió la historia de los

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