La búsqueda de la plenitud se manifiesta como una siempre renovada necesidad profunda de trascender los límites del tiempo y el espacio.
Es llegar a la comprensión de que la esencia del ser humano no tiene fronteras. La aparente limitación surge del cuerpo físico, porque la encarnación en la tierra es una escuela de Vida.
Tal como nos vemos a nosotros mismos así veremos el mundo, como si fuera nuestro espejo, esto sucede en una faceta de su logro.
El ser pleno es simplemente aquel cuyos deseos se han ampliado tanto que, en esa realización interior logra proyectar hacia afuera el objeto anhelado, llámese amor, fama, dinero, milagros.
En la etapa de más alta vibración la plenitud se manifiesta en el Ser como un impulso de dar desinteresadamente, se amplía la intuición enriqueciendo la mente racional, se va vislumbrando un mundo no imaginado como la realidad superior, un goce mayor de la soledad, mayor confianza sn sí mismo, no necesitando la aprobación de los demás, la meditación, la oración y la contemplación se vuelven parte importantísima de la vida cotidiana.
Y paradójicamente, si bien estas manifestaciones podrían apartar al Ser del mundo material, este comienza a encontrar una conexión más íntima con la naturaleza, más comodidad con su cuerpo, mayor aceptación de los demás y más éxito en todo lo que emprenda.
Esta es la etapa donde se puede ya afirmar que, la plenitud se ha logrado concretamente y de ese estado cuasi-ideal, muy difícilmente se retroceda.
En el nombre del Cristo y la Diosa en mí, declaro lo siguiente: Que haya Amor, Verdad y Belleza, Confianza, Armonía y Paz, en nuestras vidas, en la Madre Tierra y en el Cosmos, que Recordar quienes Somos sea una Bendición en nuestra vida y en Toda la Vida en Todas Partes y que los Ángeles de la Guarda nos guíen directo a Casa, al Corazón de Dios.