Un periodista anticipó hace meses que Japón fue amenazado con un terremoto que afectaría una central nuclear. Seis de los mayores sismos de la historia sucedieron en los últimos siete años. Luces extrañas en el cielo se vieron en Chile, Haití y China. Cómo y por qué es posible que la guerra geofísica haya comenzado.
Extraño objeto luminoso en el cielo de Haití poco antes del terremoto de 2010. ¿Qué es?
Por Claudio Fabián Guevara
Se acumulan indicios que sugieren un devenir histórico propio de la ciencia ficción: tecnologías humanas capaces de intervenir en el clima, provocando sequías o diluvios, aumentos o descensos de temperatura, una espesa niebla o un cielo totalmente despejado. O cosas peores.
Esta utopía del control se detalló hace 15 años en un conocido informe de la Fuerza Aérea de los EE.UU.: “Owning the weather by 2025”[1]. Este proyecto detallaba el enorme potencial militar y comercial de la manipulación climática, pese a los riesgos, los dilemas éticos y las prohibiciones legales[2]. Y anticipaba que el desarrollo de las tecnologías le permitiría a los EE.UU. controlar en las próximas décadas una temible arma, capaz de liberar un potencial destructivo inédito.
Hace un año, hizo su aparición en las noticias un escenario inesperado: la posibilidad de que las tecnologías climáticas hubieran llegado al extremo de ser capaces de provocar terremotos. En 2010, la Armada Rusa acusó a EE.UU. de haber provocado el terremoto de Haití mediante un test de su armamento situado en la estación Haarp. El presidente de Venezuela Hugo Chávez fue uno de los pocos que públicamente se sumó a la acusación[3], que sin embargo no tuvo mayor repercusión en la prensa mundial.
Con la devastación en Japón, nuevos elementos se suman a la trama. Esta vez hubo un alerta varios meses antes. El periodista canadiense Ben Fulford narró hace 8 meses que Japón fue amenazado con un terremoto en represalia por una decisión financiera, y que la catástrofe afectaría una central nuclear. Fulford detallaba en ese entonces las conexiones lógicas y la sincronicidad política que unía diferentes catástrofes del mismo tipo que llamativamente se sucedieron en el último lustro: terremotos en China, Indonesia, antigua Birmania, Haití. Y como todos sabemos hoy, el terremoto en Japón finalmente ocurrió, afectando a una central nuclear, lo cual le da mucho mayor peso al informe. [4]
Para ver el reporte de Fulford:
Pero este tipo de historias también suelen provocar un encogimiento de hombros. Incluso si Fulford tiene cierta credibilidad por ser un hijo disidente del establishment[5], cuando ideas tan novedosas y cuestionadores de los pilares de nuestra fe son puestas a debate, suelen provocar rechazo y ridiculización.
Sin embargo, hay indicios que permiten presumir que la creación artificial de estas catástrofes puede ser realidad. Y hay razones para pensar que el terremoto en Japón puede haber sido un segundo Hiroshima y Nagasaki. ¿Es esto un disparate?
Propongo no creerle a una fuente sagrada de información, sino hacer un ejercicio de asociación lógica de varios hechos, documentados por múltiples fuentes y narrados por diferentes testigos, para intentar aproximarnos al iceberg que se perfila detrás de estos hechos. Si hallamos muchas coincidencias y convergencias de factores, podemos sospechar que estamos en la pista correcta.
Breve historia de los dueños del clima
La tecnología Haarp que los rusos denunciaron se origina en una estación climatológica experimental bajo control del ejército norteamericano situada en Alaska. Hay abundante información en la web sobre esta iniciativa, aunque tal vez el más metódico esfuerzo esté concentrado en el libro “Angels Don't Play this HAARP: Advances in Tesla Technology” (1995), de Nick Begich y Jeane Manning.
En el libro se narra que la tecnología Haarp tiene su historia. Se basa en las ideas de Nicola Tesla, inventor serbio, autor del sistema de corriente alterna, los principios de la transmisión inalámbrica, el radar y la radiofonía, entre otros prodigios técnicos.[6] Básicamente, la estación trabaja bombeando tremendas cantidades de energía a través de un conjunto de antenas. Se crean campos electromagnéticos artificiales, que reflejados sobre la ionósfera (la parte superior de la atmósfera) pueden enfocarse sobre cualquier lugar del globo terrestre, como un rayo teledirigido que permite sondear la tierra, y luego volver con un “mensaje” sobre el contenido hallado.
Los militares norteamericanos dicen que entre los objetivos de esta tecnología se cuentan: desarrollar sistemas de radar más flexible y precisos, suspender las comunicaciones del enemigo en, tomar tomografías de la tierra para verificar la no proliferación nuclear y los acuerdos de paz, y sobre todo, actuar como herramienta de geofísica para la búsqueda de petróleo, gas y minerales en un área extensa.
Sin embargo, los resultados de la investigación son alarmantes cuando Begich y Manning abrevan en fuentes independiente. Son advertidos por científicos de que la tecnología HAARP es el nuevo juguete en mano de los “big boys” y con sus impredecibles efectos se pueden causar actos de “vandalismo global”. [7]
Hay un enjambre de patentes en torno a la investigación de Haarp. Una de las más llamativas es la número 4,686,605, "Método y aparato para alterar una región de la atmósfera de la Tierra, la ionosfera y la magnetosfera terrestre". Entre sus usos figuran los de crear explosiones de tamaño nuclear sin radiación, modificar el clima alterando los patrones de viento superiores de la atmósfera, o calentar enormes áreas de la ionosfera.
Begich y Manning apuntan que el uso militar de métodos de control del clima no son nuevos. Algunos fueron aplicados durante la guerra de Vietnam para crear precipitaciones.
La pregunta ahora es: ¿Puede esta tecnología estar creando tsunamis y terremotos? La respuesta de Begich y Manning es que Departamento de Defensa de EE.UU realiza desde hace años estudios de manipulación de huracanes en los Proyecto Skyfire y Stormfury, y que la manera de provocar terremotos, así como para detectarlos con anticipación, forma parte del proyecto denominado Primer Argus, hace décadas.
La tesis central del libro es que el proyecto Haarp puede ser eventualmente usado en un nuevo concepto bélico: la guerra geofísica. Y en este terreno ya no está solo: Rusia y Europa también tienen sus centrales de calentamiento ionosférico. [8]
Cómo crear un terremoto
Si el Haarp está creando terremotos en forma artificial, ¿Cómo lo hace?
Una explicación simplificada dice que las ondas emitidas por HAARP rebotan en la ionosfera y vuelven a la tierra, viajan por su interior “sondeando” el contenido hasta rebotar nuevamente y “entregar un resultado”.
Brooks Agnew, un geólogo que hoy trabaja en la difusión de energías alternativas, lo explica con la metáfora del piano. Imaginemos que las capas de la tierra son como las cuerdas de un piano. Lo que hacen estas “tomografías” de la tierra es enviar ondas que pulsan las "cuerdas" de la tierra, las hacen "vibrar" y vuelven con un sonido. Dependiendo del sonido, se obtiene el resultado. Si el sonido es un Re, significa que hay un depósito de gas y si resultó un Sol, significa petróleo.
¿Pero qué sucede si se hacen vibrar muchas cuerdas de una sola vez, con una gran potencia de emisión?
“En 1993 yo hice “radio-tomografías” buscando petróleo con 30 watts de potencia. Encontré 26 pozos de petróleo, y 90 por ciento de las veces el diagnóstico fue acertado. Haarp usa un billón de watts. Si usted bombardea las capas con esa potencia, las vibraciones pueden ser tan severas que podría causar incluso un terremoto”, admite Agnew.
Hay que destacar que cuando se emiten ondas hacia la ionósfera, el rebote no es al azar. Existe un mapa de la ionosfera en donde se ve reflejado cada punto del planeta. Es decir, al lanzar las ondas a un determinado sector en la parte alta de la atmósfera, ya se sabe en qué parte la Tierra caerán esas vibraciones. El reporte “Owing the weather” dice que la ionosfera natural como espejo es insegura, por sus constantes cambios, pero también asegura que se ha avanzado mucho con la creación de espejos ionosféricos artificiales.
Resumiendo: la potencialidad tecnológica existe, y la posibilidad de dirigir esta energía en forma focalizada también. Si en la práctica HAARP tiene la capacidad para producir movimientos telúricos de gran magnitud, ¿cómo atribuirle los fenómenos que han ocurrido en este último tiempo?
Coincidencias y convergencias
Hay una serie de coincidencias y convergencias de factores que permiten pensar que estamos frente a fenómenos inducidos artificialmente, ya sea en forma intencional o accidental. Hay patrones repetitivos, fenómenos meteorológicos en el cielo observados y documentados por testigos de diferentes países, y además, una llamativa cantidad de sismos devastadores en los últimos años:
Intensidad de radiofrecuencias. Los inicios de diversos fenómenos, incluidos estos terremotos, coinciden con el envío de una gran concentración de ondas de radio de alta frecuencia a la ionosfera, por parte de HAARP, según diversas fuentes y observaciones de radioaficionados. Los tonos característicos de una transmisión HAARP dan la cifra mágica de 6.965 Megahercios (Mhz), y está identificada por muchos radioaficionados en el mundo. En el caso de Japón, una vez más se detectó una intensa actividad 48 horas antes. Aquí un testimonio de los tantos que pululan en la web:
Concentración de siniestros geofísicos en los últimos años: Entre los 12 terremotos más potentes del último siglo, la mitad se produjeron en los últimos 7 años. Asia, 2004 (9.1). Indonesia, 2005 (8.6), China 2010 (8.9), Chile (2010), 8.8. Haiti (2010), 7.0 y Japón (2011), 9.1. Es decir, antes de este ciclo, tenemos que remontarnos 40 años atrás para encontrar un terremoto de esta magnitud: Alaska, en 1965, un temblor de 8.7 [9]
Patrones geofísicos idénticos. Según el artículo del diario Pravda que informó sobre la acusación de la Marina rusa a EE.UU. de haber provocado el terremoto de Haiti, la creación artificial de estos eventos se sustenta en la existencia un patrón idéntico en tres terremotos sucesivos ocurridos en Centroamérica, todos a la misma profundidad:
Venezuela el 8 de Enero 2010. Profundidad 10 kms. Honduras el 11 de Enero 2010. Profundidad 10 kms. Haití el 12 de Enero 2010. Profundidad 10 kms.
Luces, resplandores boreales y formaciones extrañas de nubes en el cielo. En los últimos terremotos de Chile, China, Haiti y Japón, se detectaron fenómenos luminosos en el cielo y formaciones de extrañas nubes minutos del terremoto. Los videos grabados, casi todos de origen casero, muestran puntos de luminosidad intensos, fenómenos de concentración y resplandores del tipo aurora boreal, que puede estar asociados con el bombardeo de energía de la inósfera. Es interesante apuntar que en Febrero de 2005, la revista Nature anunció que científicos de sistema militar Haarp crearon sin pretenderlo una aurora boreal artificial a 100 kilómetros de altitud que fue apreciable a simple vista.
Algunos testimonios y documentos de fenómenos meteorológicos inusuales observados en el cielo:
El cielo en Japón en 2011, minutos antes del terrmoto:
El resplandor en el cielo en Chile, antes y después del terremoto de 2010:
La primera objeción que surge naturalmente es: si fue un ataque premeditado de la tecnología Haarp, ¿Por qué Japón? Se supone un país tradicionalmente aliado. ¿Por qué no Irán, Cuba o cualquier otro de los demonios de turno?
En primer lugar, según el reporte “Owning the weather in 2025”, lo que se cultiva es el potencial de “inducir ciertos fenómenos climáticos a partir de estados preexistentes”. Es decir, no sabemos si el “arma de los terremotos”, en caso de haber sido creada, tiene la capacidad de crear catástrofes en cualquier momento y en cualquier punto del planeta. Y cuál es su grado de precisión. Sabemos oficialmente que el objetivo de manipular el clima existe, y que las herramientas están en marcha. Pero el clima es un sistema no lineal muy complejo, con una enorme cantidad de variables, y posiblemente lo que hasta ahora se haya podido desarrollar se limite a pruebas de ensayo y error. Como dice Clare Zickuhr, miembro fundador del movimiento NO HAARP, dice: "El ejército va a dar una patada a la ionosfera y ver qué pasa".
En segundo lugar, siempre se puede especular con que algunos eventos son simples “test” o pruebas de poder para luego negociar con gobiernos amenazados. La lógica de la guerra de baja intensidad también indica la necesidad de no entrar en abierta confrontación con todo el mundo, y ocultar el verdadero rumbo de la guerra. Al mismo tiempo, no creo de gran utilidad presumir que las cadenas de mando y las conspiraciones cumplan siempre con sus propósitos. Las llamadas “teorías de la conspiración” suelen tener muchos elementos fácticos de peso, pero suelen ser débiles por su razonamiento lineal de causas y efectos. Ni la realidad funciona así, ni tampoco parece operar así la elite que gobierna al mundo. [10] Muchos de los eventos que perturban el mundo de hoy pueden no ser oficiales ni planeados. Nunca hay que olvidar la posible influencia de lo inesperado, los efectos indeseados y giros repentinos, las traiciones y los grupos fuera de control en el corazón mismo del poder institucional.
Finalmente, después de estos reparos, es necesario admitir que Japón bien podría ser un target militar en estos momentos. A partir de la asunción del primer ministro japonés Yukio Hatoyama, el archipiélago se acercaba vertiginosamente a una política exterior sustancialmente diferente a la del último medio siglo. Movida por un creciente sentimiento antinorteamericano de la población, el gobierno había solicitado la salida de las bases militares norteamericanas, se cuestionaban duramente los acuerdos inequitativos que vinculan a Japón con EE.UU., y hasta se reveló que la condena del periodista Takichi Nishiyama fue forzada en base a falsos testimonios. Nishiyama fue condenado bajo la acusación de robar secretos de Estado, luego de revelar la existencia de al menos cuatro pactos secretos entre Japón y EE.UU. Entre lo que reveló, figuraban cláusulas clandestinas en las que Japón debía pagar por la presencia de las bases norteamericanas.[11] La opinión pública se enfureció, y Tokio comenzó a tejer lazos con Pekín al tiempo que le pidió diplomáticamente a EE.UU. el retiro de sus bases.
La perspectiva de perder un aliado militar tradicional, ¿Podría ser motivo suficiente para el lanzamiento de un “ataque climático” tan horrible? No lo sabemos.Lo que sí es seguro es que Japón hoy está de rodillas, y que incluso si se preparaba con toda determinación para expulsar las bases extranjeras de su territorio (el conservador diario La Nación de Argentina hace menos de un año reportaba concentraciones de miles de japoneses pidiendo la salida de los US (12), estas decisiones no sólo se aplazarán, sino que dada la enorme publicidad otorgada a la falla del reactor nuclear, la comunidad internacional aliada de EE.UU. va a negarlo por razones de "seguridad".
Esta breve reseña sirve ante todo para plantear preguntas, antes que para responderlas. Intenta hacer conexiones lógicas más allá de este evento puntual, para hallar los mensajes cifrados de la vertiginosa cadena de eventos de la última década. Por ejemplo: el sostenido aumento de la temperatura en todo el mundo, que marcha a una velocidad superior a la prevista y se traduce en sequías que amenazan con agravar la crisis alimentaria ¿Tiene orígenes artificiales?
[1] El título completo del documento es “WEATHER AS A FORCE MULTIPLIER: OWNING THE WEATHER IN 2025 MILITARY APPLICATIONS OF WEATHER MODIFICATION”. Entre otras ubicaciones, está disponible en http://www.infowars.com/articles/science/weather_mod_own_weather_by_2025.htm
[2] Hasta el momento, un acuerdo internacional en el seno de la ONU le pone freno a las experimentaciones con el clima.
[3]“ Venezuela culpa a EEUU de provocar terremoto que asoló a Haití”. En http://www.radiobiobio.cl/2010/01/18/venezuela-culpa-a-eeuu-de-provocar-terremoto-que-asolo-a-haiti
[4] Por estos días, en su blog Fulford acusa a elementos basados en Nuevo México y Nevada por el ataque, y pronostica que el próximo target será la falla de New Madrid, según “amenazas proferidas por la facción liderada por George Bush padre.
[5] Hijo de un diplomático, fue editor en jefe de la revista Forbes en Japón, hasta que renunció por desacuerdos editoriales. Hoy reporta desde su sitio www.benjaminfulford.net
[6] Tesla murió durante 1943 tratando en vano de aportar con sus ideas al esfuerzo norteamericano para derrotar la maquinaria bélica del eje. Al día siguiente a su muerte todas sus notas y los aparatos de sus laboratorios fueron retirados por agentes del gobierno y hasta la fecha continúan protegidos por el secreto de estado.
[7] Para Jerry Smith, autor de “Haarp: la última arma de la conspiración”, es inevitable que las armas de gran alcance HAARP será utilizado contra las personas. “HAARP será capaz de causar daño en una escala que sólo se puede esperar de Dios”. Los usos potenciales de las radiaciones del Haarp, que pueden ser dirigidas a todo el globo, incluyen control de multitudes, producir desorientación, trastornos fisiológicos o distorsión de la percepción en individuos en grandes áreas geográficas, por lo cual sus detractores denuncian su potencial como arma de control mental. Me pregunto si la pandemia de depresión, estrés, bajo rendimiento escolar, violencia y fragmentación social social no tiene que ver con la exposición crónica de algunas áreas del mundo a estas radiaciones. Entre otros investigadores, Begich y Manning citan a Paul Schaefer, de Kansas City, un ingeniero electrónico que pasó cuatro años desarrollando armas nucleares. Él habla de los desequilibrios que ya han causado la era industrial y atómica, especialmente por la radiación de un gran número de pequeñas partículas de alta velocidad "como trompos muy pequeño" en nuestro medio ambiente.
[8] Estados Unidos cuenta con tres instalaciones de calefacción ionosférica: el HAARP, el HIPAS, cerca de Fairbanks, Alaska, y en el Observatorio de Arecibo en Puerto Rico. En Europa opera, cerca de Tromso en Noruega, el EISCAT, una instalación de calefacción de la ionosfera, capaz de transmitir más de 1 GW (1,000,000,000 watts) de potencia radiada efectiva. Rusia tiene la instalación Sura de calentamiento ionosférico, en Vasilsursk cerca de Nizhni Nóvgorod, capaz de transmitir 190 MW ERP.
[10] Para ejemplificar: en estos días se prepara una vez más una invasión de pillaje a un país petrolero, Libia. Si analizamos el curso de los acontecimientos, no veremos un plan lineal del Imperio, sino la voluntad de influir haciendo intervenir múltiples factores sobre el curso de condiciones pre-existentes. Así como con el clima, se inducen cambios sobre el humor social a través de un bombardeo de baja intensidad. Sobre el caldo de cultivo de parte de la población y elementos del régimen descontentos, se procede a la infiltración de armas y entrenamiento de facciones “libertarias”, se dispersa el cóctel noticioso y se concertan propósitos con un conjunto de naciones. De esta manera se crean las condiciones para un “output” de diferentes posibles escenarios: negociación condicionada, pillaje parcial (secesión, captura de partes del territorio) o invasión. Es factible observar además que esta operación de larga escala no tendrá un solo propósito -el petróleo- sino varios. Cada evento suele ser aprovechado de diferentes maneras, y beneficiar a múltiples actores. Ejemplo: el derribo de las torres gemelas no sólo obedeció a la preparación de las condiciones para invadir Irak y el resto del mundo, sino también significó un gigantesco negocio para quienes tenían aseguradas las torres, y permitió la introducción de numerosas restricciones a las libertades ciudadanas en concordancia con el desarrollo del Estado policial. En el caso de Libia, parece evidente que la maniobra de pillaje también pasará por capturar millones de dólares en fondos depositados en el exterior, que servirán para hacer frente a la asfixia financiera que ahoga al sistema.
"¡Aquí no hay caos ni destrucción!"Tiendas vacías, gente con mascarillas, cortes de electricidad, falta de alimentos, Apocalipsis.¿Están huyendo 35 millones de personas de Tokio?
LIBERTAD DIGITAL
Las calles llenas de gente trabajando, como si fuera un día normal, no venden. Nadie se parará a leer un titular sobre la asombrosa tranquilidad que invade Tokio casi una semana después de la tragedia del tsunami y el terremoto, y con una crisis nuclear en ciernes. Por ello, la mayoría de medios extranjeros, se han volcado en un ejercicio de dramatismo colectivo para lograr que la realidad no les estropee su ficción. Porque, en este caso, no se trata de enfoques ideológicos ni de puntos de vista: son los propios españoles quienes cuentan su testimonio, y los medios quienes les ignoran y manipulan.
Quieren drama, muerte, caos. Gente desolada, el ¡Apocalipsis!....y conseguir llenar sus portadas de miedo y escenas de terror. Como ya publicó Libertad Digital, los periodistas españoles tampoco están dando una clase de buen hacer periodístico, sino que están "dando caza" a los españoles en Japón para que expliquen las miserias que viven. Y si no las viven, porque hay una relativa normalidad, pues se las inventan. Son muchos –demasiados- los españoles residentes en el país nipón que denuncian haber sido víctimas de la manipulación de unos medios a los que no les contaron batallas de muerte y éxodo, sino de normalidad.
Lo que no perciben estos medios de comunicación, es que la consecuencia de ello no es sólo que se desacrediten profesionalemente, retratando su nulo interés por informar. Es que, con cada noticia que habla de Apocalipsis en Tokio, con cada titular que aluda a la destrucción o desabastecimiento sin ser cierto, hay una familia a muchos kilómetros de sus familiares que entra en pánico. Y no sirve que traten de tranquilizarles.
Los que ya podrían denominarse como los 'damnificados por el amarillismo de los medios de comunicación', no están callados. Han creado diversos grupos en las redes sociales, donde van compartiendo su experiencia, contando qué periodista ávido de dramatismo, lagrimeo, y grandes titulares les ha contactado.
De hecho, han escrito una carta pública a los medios de comunicación para que "dejen de manipular a la opinión pública". En la misiva explican que: "Están transmitiendo una situación de inseguridad que no se corresponde con la realidad en ciudades como Tokio. El gobierno está informando a los ciudadanos sobre lo que sucede en la central nuclear de Fukushima las 24 horas del día y, según esa información, no hay ningún peligro inmediato" aseguran.
Además, hacia quien arrecian las críticas es ante la embajada española en Japón: "Hemos tenido que apañarnos por nuestra cuenta e informarnos los unos a los otros entre los españoles y con gente de otros países de habla hispana ya que la nuestra propia Embajada Española parecía no estar en “servicio”.
Lo cuentan también en sus blogs, en twitter, en Facebook... pero quien se lleva la palma es el traductor Marc Bernabé, que ha grabado un vídeo para testimoniar la realidad de la capital nipona. Con mucha ironía, nos va enseñando cómo los supermercados reciben sus repartos diarios, cómo los niños pasean, los edificios están en pie... Y, a pesar de ello, tendrá que regresar a España. ¿Por miedo? No, porque el alarmismo que cada día entraba en casa de sus padres a través de la televisión ha logrado envenenarlo todo. Ya no sirve que él les cuente la realidad de la ciudad, están realemente asustados.
Lo que sobran, son ejemplos del no-éxodo que están viviendo los españoles en la capital. De hecho, ellos mismos son los que ironizan con el supuesto pánico que se les atribuye: "Seguimos con nuestra vida de refugiados en el sur" dice @kirai, mientras cuelga una fotografía de una plácida cena con amigos en su casa.
California podría ser la siguiente en la cola en sufrir un terremoto devastador, si analizamos la reciente historia de actividad geológica masiva otros indicadores que se repiten naturalmente.
Los terremotos son un elemento de este mundo que ayudan a desatar eventos sísmicos que ocurren miles de millas más allá, algunas veces incluso meses más tarde. Horas después de que Japón sufriera un devastador terremoto de 9.1 el pasado viernes, erupcionó un volcán en la parte este de Indonesia, por ejemplo.
El terremoto japonés es sólo el último de una serie de eventos geológicos gigantes. Mirando atrás, una sucesión de grandes terremotos han tenido lugar durante los últimos 18 meses. El 21 de febrero, Nueva Zelanda sufrió su peor desastre natural en 80 años cuando un terremoto de 6.3 golpeó Christchurch, matando a más de 200 personas y causando enorme devastación. La misma región ya había sido golpeada por otro terremoto de 7.0 meses antes en Setiembre de 2010.
Chile ha sido afectado recientemente por enormes terremotos.
En el otro lado del Pacífico, Chile fue golpeado por un terremoto de 6.8 el 11 de febrero, dejando a miles de personas en la calle pero causando poco daño. Casi exactamente un año antes, el 27 de febrero en 2010, el país fue golpeado por otro terremoto de 8.8 que duró más de 3 minutos y se convirtió en el sexto terremoto más grande registrado en todos los tiempos. El terremoto desató un tsunami, que destruyó algunas ciudades costeras en el sur-central de Chile y causó daños en el puerto de Talcahuano.
Todos estos eventos ocurrieron en el Cinturón de Fuego del Pacífico, nombrado por ls científicos por el gran número de terremotos y erupciones volcánicas que tienen lugar a lo largo de esta juntura de placas tectónicas en el Pacífico. Aunque Haiti no está en el Cinturón de Fuego del Pacífico, se encuentra en una línea de falla directamente conectada a éste.
El Cinturón de Fuego
Dos tercios de los volcanes mundiales están ocultos bajo el agua y están registrando una enorme actividad.
Hasta ahora, la costa occidental de los Estados Unidos no ha sufrido un terremoto similar. Pero el comportamiento errático de grupos grandes de animales, es normalmente un claro signo de que uno de ellos se va a producir y puede mostrar que la suerte de la región está echada.
Un grupo de ballenas encalló horas antes de que se produjera el terremoto que golpeó Nueva Zelanda el 21 de Febrero. Miles de sardinas murieron repentinamente el 8 de marzo en King Harbor, California. Cuando los científicos no dan una explicación al incidente, el hecho de que 107 ballenas encallaran menos de 48 horas antes de que Nueva Zelanda fuera golpeada por el terremoto de febrero puede ser un indicador de que algo grande está a punto de ocurrir en la costa de California.
Estos incidentes tienen precedentes. El Mirror de UK señalaba que otras 170 ballenas encallaron en Australia y N. Zelanda justo antes del devastador terremoto de Navidad de 2004 que golpeó el Oceáno Indico y que resultó en un tsunami que mató a más de 250.000 personas en la región. En ese momento, un profesor indio, Dr. Arunachalam Kumar ya sospechó una relación entre ambos eventos:
Tres semanas antes del tsunami, él fue alertado de la muerte de las ballenas y escribió ” según mi observación, confirmada a lo largo de los años, el suicidio masivo de ballenas y delfines que ocurre esporádicamente en el mundo, en parte está relacionado con cambios y distorsiones en las coordenadas de campo electromagnético y posibles realineamientos de las placas geotectónicas, en consecuencia”.
“No me sorprendería que en pocos días se produjera un gran terremoto en algún lugar del planeta”
Los científicos están actualmente especulando sobre si la causa de la muerte de un grupo de ballenas en N. Zelanda fue debida a reverberaciones de sonido en el agua superficial.
Jim Berkland
Algunos sospechan que un terremoto podría golpear la costa occidental de los Estados Unidos en 3 semanas.Jim Berkland, que predijo el terremoto de Los Angeles en 1989, ha hecho estudios con la fuerza gravitacional de la luna y cómo ésta puede desatar terremotos.
Berkland asegura que la Luna hará su aproximación más cercana a la Tierra en los últimos 18 años entre el 16 y eñ 26 de marzo, con el climax el día 19 de marzo. Muchos diarios reputados como Space.com están citando a astrólogos en sus reportes de esta “SuperLuna”, lo cual da a la predicción menos credibilidad, dado que la astrología no está considerada una ciencia exacta.
Bajo circunstancias normales, la Luna está lo suficientemnte cerca de la Tierra como para hacer su presencia muy clara. Causa las mareas de los océanos, por ejemplo. La gravedad de la Luna puede incluso causar poco medibles flujos y reflujos de los continentes, llamadas “mareas de tierra” o “mareas de tierra sólida”. Las mareas son gigantes durante las lunas nuevas y llenas, cuando el Sol y la Luna están alineados al mismo lado o al lado opuesto de la Tierra. El sismólogo de la Universidad de Washington en Seattle John Vidale, está de acuerdo con que mareas de tierra y mar particularmente dramáticas disparan los terremotos.
“Tanto la Luna como el Sol causan stress sobre la Tierra y cuando miramos bien vemos una pequeña cantidad de actividad tectónica cuando están alineados”, dijo Vidale en “Pequeños Misterios de la Vida”
Aunque los científicos son incapaces de predecir exactamente dónde ocurrirá un terremoto, estos indicadores muestran que si uno no se produce pronto, puede ser desatado muchos meses después.
Los problemas de la central nuclear de Fukushima –y de otros reactores– en el noroeste del Japón han asestado un duro golpe a la industria nuclear mundial, poderoso cártel de menos de una docena de importantes empresas de propiedad u orientación estatal que han estado pregonando un renacimiento de la energía nuclear.
Pero ya se conocen perfectamente los riesgos que corren los reactores costeros, como el de Fukushima, a consecuencia de desastres naturales. De hecho, resultaron evidentes hace seis años, cuando el maremoto habido en el océano Índico en diciembre de 2004 inundó el segundo complejo nuclear en importancia de la India, con lo que quedó desconectada la central eléctrica de Madrás.
Muchas centrales nucleares están situadas a lo largo de las costas, porque en ellas se utiliza una gran cantidad de agua. Sin embargo, desastres naturales como las tormentas, los huracanes y los maremotos están resultando más frecuentes a causa del cambio climático, que también causará una elevación del nivel de los océanos, con lo que los reactores costeros resultarán aún más vulnerables.
Por ejemplo, muchas centrales nucleares situadas a lo largo de la costa británica están a tan sólo unos metros por encima del nivel del mar. En 1992, el huracán Andrew causó importantes daños en la central nuclear de Turkey Point, en la bahía de Biscayne (Florida), pero no así, por fortuna, a ninguno de los sistemas decisivos para su funcionamiento.
Todos los generadores de energía, incluidas las centrales alimentadas con carbón o gas, requieren grandes cantidades de recursos hídricos, pero la energía nuclear más aún. Los reactores de agua ligera, como los de Fukushima, que utilizan el agua como refrigerante primordial, son los que producen la mayor parte de la energía nuclear. Las enormes cantidades de agua local que dichos reactores consumen para sus operaciones pasan a ser corrientes de agua caliente, que se bombean a los ríos, los lagos y los océanos.
Como los reactores situados en zonas del interior ejercen una grave presión sobre los recursos de agua dulce, incluidos daños mayores a la vida vegetal y a los peces, los países que tienen litoral y padecen escasez de agua procuran buscar emplazamientos costeros adecuados, pero, ya tengan o no litoral, la energía nuclear es vulnerable a los probables efectos del cambio climático.
A medida que el calentamiento planetario provoque un aumento de las temperaturas medias y del nivel de los océanos, los reactores situados en el interior contribuirán cada vez mas a la escasez de agua y resultarán afectados por ella. Durante la ola de calor sin precedentes de 2003 en Francia, hubo que reducir o detener las operaciones en 17 reactores nucleares comerciales a causa del rápido aumento de las temperaturas de los ríos y los lagos. En julio de 2006, hubo que desconectar el reactor de Santa María de Garoña (España) durante una semana, después de que se registraran altas temperaturas en el río Ebro.
Así, pues, las propias condiciones que en 2003 y 2006 impidieron a la industria nuclear suministrar toda la energía necesaria en Europa fueron, paradójicamente, las que crearon una demanda máxima de electricidad a causa de un aumento de la utilización del aire acondicionado.
De hecho, durante la ola de calor de 2003, Électricité de France, que tiene 58 reactores en funcionamiento –la mayoría de ellos en ríos ecológicamente delicados, como el Loira– se vio obligada a comprar electricidad a los países vecinos en el mercado europeo al contado. EDF, empresa de propiedad estatal que normalmente exporta electricidad, acabó pagándola a un precio diez veces mayor, con un costo financiero de 300 millones de euros.
Asimismo, aunque la ola de calor europea de 2006 fue menos intensa, los problemas de agua y calor obligaron a España, Alemania y Francia a desconectar algunas centrales nucleares y reducir las operaciones de otras. En 2006 las empresas propietarias de centrales nucleares de Europa occidental consiguieron también exenciones para incumplir la reglamentación que les habría impedido descargar agua recalentada en los ecosistemas naturales, lo que afectó a la pesca.
Francia gusta de exhibir su industria de energía nuclear, que suministra el 78 por ciento de la electricidad del país, pero la intensidad del consumo de agua de dicha industria es tal, que EDF retira todos los años 19.000 millones de metros cúbicos de agua de los ríos y lagos, es decir, la mitad, aproximadamente, del consumo total de agua dulce de Francia. La escasez de agua dulce es una amenaza internacional cada vez mayor y la inmensa mayoría de los países no están en condiciones de aprobar el emplazamiento en el interior de semejantes sistemas energéticos que hacen un consumo tan elevado de agua.
Las centrales nucleares situadas junto al mar no afrontan problemas similares en situaciones de calor, porque el agua de los océanos no se calienta ni mucho menos con la misma rapidez que la de los ríos o los lagos y, al contar con el agua del mar, no provocan escasez de agua dulce, pero, como han demostrado los reactores del Japón, las centrales nucleares costeras afrontan peligros más graves.
Cuando el núcleo del reactor de Madrás resultó afectado por el maremoto del océano Índico, se pudo mantenerlo a salvo desconectado, porque se había tenido la previsión de instalar los sistemas eléctricos en un terreno más alto que la propia central y, a diferencia de lo ocurrido en Fukushima, que recibió un impacto directo, la central de Madrás estaba alejada del epicentro del terremoto que desencadenó el maremoto.
El dilema fundamental de la energía nuclear en un mundo cada vez más afectado por la escasez de agua es el de que necesita enormes cantidades de agua y, sin embargo, es vulnerable ante el agua y, decenios después de que Lewis L. Strauss, el Presidente del Organismo de Energía Atómica de los Estados Unidos, afirmara que la energía nuclear llegaría a ser “demasiado barata para medirla con contador”, la industria nuclear sigue subsistiendo en todas partes gracias a muníficas subvenciones estatales.
Aunque el atractivo de la energía nuclear ha disminuido considerablemente en Occidente, ha aumentado entre los llamados “recién llegados nucleares”, con el acompañamiento de nuevas amenazas, incluida la preocupación por la proliferación de armas nucleares. Además, cuando casi dos quintas partes de la población mundial viven a menos de 100 kilómetros de una costa, ya no resulta fácil encontrar emplazamientos costeros adecuados para iniciar o ampliar un programa de energía nuclear.
Es probable que lo sucedido en Fukushima afecte irremisiblemente a la energía nuclear de forma similar al accidente en la central de Three Mile Island en Pensilvania en 1979, por no hablar de la fusión, mucho más grave, del reactor de Chernóbil en 1986. Sin embargo, a juzgar por lo sucedido después de aquellos accidentes, los defensores de la energía nuclear acabarán volviendo a la carga.
Brahma Chellaney
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Brahma Chellaney, profesor de Estudios Estratégicos en el Centro de Investigaciones Políticas de Nueva Delhi, es autor, entre otros libros, de Asian Juggernaut: The Rise of China, India and Japon (“El coloso asiático. El ascenso de China, la India y el Japón”), publicado por Harpers Paperbacks en 2010, y Water: Asia’s New Battlefield (“El agua, nuevo campo de batalla de Asia”), publicado por la Georgetown University Press en 2011.
Copyright: Project Syndicate, 2011. www.project-syndicate.org Traducido del inglés por Carlos Manzano
Peligrosa desinformación sobre la radiación resultante de fusiones nucleares
Se ha informado ampliamente sobre emisiones de radiación que se han propagado a California y más allá, provenientes del destruido complejo de seis reactores en Fukushima, Japón. Lo que es peor en términos de percepción ciudadana, nubes de desinformación circulan aún más rápido.
Las consecuencias del desastre en Japón elevadas al cubo –terremotos, un tsunami y la eyección de radiación– apenas pueden ser exageradas, con más de 22.000 personas supuestamente muertas o desaparecidas, una contaminación generalizada por isótopos longevos como cesio, y un primer cálculo de 250.000 millones de dólares en daños.
Sin embargo, dentro de la tormenta de radiación que se extiende fuera de control, día tras día, desde los reactores destruidos de Japón y sus estanques secos de desechos ardientes de combustible, es importante tomar nota de la tormenta de arrullos reconfortantes pero erróneos sobre exposición “segura”, “inofensiva” y “menos que peligrosa”.
No hay ningún nivel de exposición a la radiación, no importa cuán pequeña, que sea inofensivo. Toda agencia federal que regula la contaminación radioactiva está de acuerdo.
Toda exposición aumenta el riesgo de cáncer
El Consejo Nacional de Protección contra la Radiación dice: “…todo incremento de la radiación produce un aumento por incremento gradual del riesgo de cáncer”.
La Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) dice: “…cada exposición a la radiación plantea un cierto riesgo, es decir que no existe ningún nivel bajo el cual podamos decir que una exposición no plantea ningún riesgo”. El Departamento de Energía dice sobre “bajos niveles de radiación” que: “…el principal efecto es un aumento muy ligero en el riesgo de cáncer”. La Comisión Reguladora Nuclear dice: “todo aumento de la radiación plantea algún riesgo de que se cause cáncer… todo aumento en la dosis, no importa cuán pequeño, resulta en un aumento incremental en el riesgo”. La Academia Nacional de Ciencias, en sus “Efectos biológicos de la radiación ionizante VII”, dice: “…es improbable que exista un umbral para la inducción de cánceres…”
En pocas palabras: “Ya no se puede hablar de un nivel ‘seguro’ de dosis”, como dijeron el doctor Ian Fairlie y el doctor Marvin Resnikoff en su informe “Ninguna dosis es demasiado baja” en el Bulletin of the Atomic Scientists.
Pero cuando representantes de agencias gubernamentales, universidades o industrias dicen que “la cantidad de radiación no llegó a un nivel peligroso”, se lleva al oyente a creer erróneamente que existe un cierto nivel que es libre de riesgo.
El ocultamiento o el disimulo de la dispersión de radiación provino desde temprano por parte de funcionarios del gobierno y de las compañías que informaron de “la descarga de gas de hidrógeno”, y afirmaron que no existe “peligro para la salud”. Incluso cuando explosiones de gas de hidrógeno destruyeron parte de cuatro reactores, repitieron la promesa de seguridad.
“De hecho”, escribe la antropóloga medioambiental Barbara Rose Johnston en el Bulletin of the Atomic Scientists del 18 de marzo, “el hidrógeno liberado es vapor de agua de tritio, un emisor [de radiación] de bajo nivel que puede ser absorbido por el cuerpo humano simplemente mediante la respiración, o al beber agua contaminada”.
El principal portavoz del gobierno japonés, secretario jefe del gabinete, Yukio Edano, ha sido uno de los peores transgresores. El 21 de marzo, Edano pidió al público que no reaccionara de forma exagerada ante informes de alimentos contaminados por radiación; no dañarán en nada vuestra salud”, informó la BBC.
Se ha encontrado espinaca con un nivel de yodo radioactivo 27 veces el límite establecido por el gobierno en la ciudad de Hitachi, más de 80 kilómetros al sur de los reactores afectados.
Mentiras totales, pereza abrumadora
El 17 de marzo, cuando según las informaciones los niveles de radiación eran 300 veces superiores a lo normal al sur de Fukushima, el escritor de Associated Press, Eric Talmadge, informó sin comentario alguno lo que dijeron los funcionarios: “Se necesitarían tres años de constante exposición a estos niveles más elevados para aumentar el riesgo de cáncer para una persona”. Es una mentira total, por supuesto de “funcionarios”, pero también muestra la pereza abrumadora de AP, ya que la información sobre exposiciones de bajas dosis está fácilmente disponible en los sitios en la web de los organismos antes mencionados.
El doctor Chris Busby, fundador del Comité Europeo sobre Riesgo de Radiación, y científico jefe en la Campaña de Radiación a Bajo Nivel declaró el 16 de marzo: “No se puede creer en las palabras tranquilizadoras sobre exposiciones a la radiación emitidas por el gobierno japonés. Se basan en un modelo de riesgo errado que la propia Comisión Internacional sobre Protección Radiológica (ICRP) ha admitido que no puede ser aplicado en situaciones de accidentes.”
Este modelo de radiación de la ICRP es la base de y domina toda la legislación actual sobre exposición a la radiación. No obstante, informa el doctor Busby: “El concepto básico de dosis de radiación es generalmente reconocido como errado para muchos tipos de exposición interna relevantes para la actual emergencia”.
Los responsables del control de la industria trabajan para corregir los errores. Mary Olson, del Servicio de Información y Recursos Nucleares, escribe: “La radiación tiene un riesgo, no una certeza, de daño al ADN a todo nivel de exposición. Una emisión de un radionúclido que por casualidad llega con tu sándwich a tu estómago –una exposición tan ínfima que jamás podría ser medida– tiene la capacidad de iniciar lo que se podría convertir en un cáncer fatal.”
Los gobiernos han establecido límites a la exposición por radiación “permisibles,” “admisibles” y “legales” porque los reactores no pueden operar sin emitir o tirar gases y líquidos contaminados. La exposición a esta radiación, mediante operaciones rutinarias o fusiones nucleares parciales –digamos en la leche, agua potable, o vegetales– nunca es segura. Sólo está permitida por la ley.
John LaForge CounterPunch
John LaForge trabaja en Nukewatch, un grupo que vigila la industria nuclear en Wisconsin y edita su boletín noticioso trimestral.
Incertidumbre informativa tras la crisis nuclear en Japón
Rebajando la importancia del desastre
“En un desastre de esta magnitud, es de la mayor importancia que la información sea precisa y se facilite con rapidez.” Jim Ricco, experto nuclear (1).
En estos últimos días el gobierno japonés y la Tokyo Electric Power están recibiendo innumerables críticas por su forma de manejar la crisis de la planta nuclear de Fukushima Dalichi. Los responsables, por ambas partes, están bajo sospecha por retener o manipular información vital sobre la tragedia. Después de varios días de información incompleta e insatisfactoria, los expertos nucleares internacionales, la prensa internacional, incluso la prensa japonesa, junto con algunos funcionarios diplomáticos, han arremetido contra ambos por no proporcionar información suficiente (2). A su vez, el primer ministro japonés, sin duda tratando de señalar con el dedo hacia otra dirección, atacó a la compañía por no informar a su gobierno de las explosiones ocurridas en la planta a principios de la semana pasada. Yurika Ayukawa, profesor de medio ambiente en la Universidad de Chiba, explicó: “No hay transparencia en la información que están dando (3)”. La incertidumbre y las cínicas especulaciones acerca de los motivos de tal proceder por parte de las autoridades se han convertido en tema de importante preocupación para muchos, tanto dentro como fuera de Japón.
Recientemente, Gregory Jaczko, presidente de la Comisión Reguladora Nuclear de EEUU, disipó cualquier duda acerca de las graves inconsistencias en la forma en que el gobierno japonés estaba exponiendo la gravedad de los hechos al ofrecer una evaluación mucho más sombría que la facilitada por aquél. A renglón seguido de esta inquietante crítica llegaron las noticias de que los niveles de radiación encontrados en las espinacas y en la leche, a unos 150 kilómetros de la planta de Fukushima, superaban los estándares de seguridad establecidos por el gobierno.
Ocho días después de que empezara la emergencia nuclear, un alto funcionario del gobierno japonés afirmó que tendrían que haber admitido mucho antes la gravedad de la crisis (4). Queda por ver si ese reconocimiento va a cambiar en algo la respuesta del gobierno. Incluso aunque se produzca un cambio radical en las políticas de comunicación del gobierno sobre la crisis, tal maniobra apenas puede deshacer ya todo el daño innecesario que hasta la fecha ha provocado una información distorsionada. Si el registro histórico de la conducta de los funcionarios en anteriores desastres indicara algo, las posibilidades de este mea culpa puede que no den mucho de sí.
A menudo, los gobiernos y las corporaciones rebajan la importancia de los desastres y proporcionan al público relatos demasiado optimistas acerca de la gravedad de un suceso. A fin de evitar el escrutinio público y salvaguardar los intereses de las corporaciones (en este caso, de la industria de la energía nuclear), los gobiernos a menudo retienen información vital no sólo a sus ciudadanos sino también a los expertos extranjeros y a la comunidad internacional.
En los días, semanas e incluso meses que siguen a un desastre, la gente siente gran incertidumbre tanto acerca de los riesgos reales como de los percibidos. La información que se facilita sobre la naturaleza y amplitud de esos riesgos es incompleta y habitualmente contradictoria. Las partes implicadas en el desastre, así como los medios, los organismos públicos y las ONG liberan toda una cacofonía de comunicaciones que la población afectada considera a menudo contradictoria y confusa.
Este sentimiento de confusión se acentúa cuando, como en la actual crisis nuclear en Japón, se retiene la información y la incertidumbre se extiende. En esas circunstancias, tanto las víctimas del desastre como los expertos extranjeros tienen que luchar para conseguir fuentes fidedignas de información. Una frase común a menudo escuchada en esas circunstancias, y que se ha estado reiterando en la actual pesadilla nuclear, es: “Es difícil saber a quién creer”. Para los que viven muy cerca de la zona afectada, es esencial disponer de información fiable sobre las amenazas potenciales para que la gente pueda hacer evaluaciones precisas sobre cómo responder a las amenazas medioambientales.
El tipo de incertidumbre informativa que ha anegado Japón en días recientes genera un discurso público no sólo sobre a quién hay que culpar por las amenazas percibidas y daños actuales, sino también acerca de quién es el responsable que debe emprender la oportuna y eficaz rehabilitación de lo dañado. También plantea preguntas acerca de la gravedad de los hechos y de los daños potenciales a largo plazo que pueden derivarse, especialmente en el caso de la actual crisis. Además, el vacío informativo que existe tras un desastre, y no digamos en el caso de una catástrofe importante, puede provocar rumores y desinformación perjudiciales que pueden obstruir una respuesta oportuna. Uno de los efectos negativos principales de esta incertidumbre y confusión es que puede impedir seriamente una respuesta eficaz y oportuna ante un desastre. En resumen, se pueden perder horas e incluso días esenciales por culpa de esa desinformación y confusión.
La ciencia y la tecnología aparecen a menudo implicadas en los desastres, especialmente en los tecnológicos como el que se está desarrollando en los reactores nucleares de Fukushima. Los ciudadanos se vuelven instintivamente hacia los científicos en búsqueda de respuestas, al igual que los políticos y las corporaciones. Mientras los medios buscan respuestas inmediatas para cubrir las páginas diarias y el público pide respuestas instantáneas, la ciencia, en virtud de su enfoque metodológicamente riguroso, no puede responder de inmediato a esas demandas. La ciencia puede ser un proceso lento y minucioso que a menudo no puede producir las frases jugosas que los medios de comunicación ansían ni las garantías y puntos de vista que el público exige. La situación empeora cuando se retiene la información no sólo a los medios y al público sino también a la amplia comunidad científica. La crisis actual en Japón es, lamentablemente, un ejemplo supremo de ese tipo de ofuscación.
Habitualmente, esa vorágine de información contradictoria y falta de transparencia genera un clima de controversias entre los científicos y los profanos en la materia. Especialmente la gente de a pie se siente a menudo confusa por los comunicados ambiguos o contradictorios que hacen algunos expertos y demasiado desconcertados como para entender las ambigüedades. En el ejemplo actual, los medios y los expertos extranjeros están absolutamente desconcertados.
En este torbellino de incertidumbres y falta de conocimientos, la gente se vuelve escéptica sobre la fiabilidad de las pruebas científicas. De repente, algunos consideran a la ciencia como algo carente de seguridad e incapaz de resolver la ambigüedad. En ese proceso, se pasa a cuestionar la invencibilidad sistemática de la ciencia y se desafía su monopolio sobre la verdad. Por desgracia, cuando las autoridades se comportan como lo han hecho tras este desastre, su conducta sirve para socavar la fe de la gente en las virtudes de la ciencia.
En ocasiones, se considera que la ciencia y la ingeniería son la causa de desastres tales como, por ejemplo, el accidente nuclear en Three Mile Island, la catastrófica fusión del núcleo de Chernobyl o la explosión química que se produjo en Bhopal. Como consecuencia, algunas personas consideran que la ciencia está demasiado constreñida en su orientación como para poder emprender una aproximación holística que resuelva sus dilemas o aborde adecuadamente los desafíos ontológicos a que se enfrentan.
En los primeros días de la crisis, el gobierno japonés ofreció todo tipo de seguridades a su nación de que no había peligro de sufrir un desastre nuclear importante y rebajó cualquier riesgo sobre la salud y el medio ambiente. La Tokyo Electric Power emitió comunicados opacos que describían los acontecimientos con un lenguaje técnico y extremadamente pobre totalmente descontextualizado de las vidas diarias de los ciudadanos cuyas existencias ha puesto en peligro.
Esas primeras declaraciones, tanto del gobierno como de la compañía, no reflejaban la verdadera naturaleza de la situación. Sus informes resultaban contradictorios y ambiguos para el público japonés, los medios y los expertos nucleares internacionales. De hecho, los expertos, y no precisamente uno, han dudado de la exactitud de la información oficial facilitada a través de la crisis (4). La credibilidad de los comunicados del gobierno ha acabado también minada porque en los informes facilitados con ocasión de anteriores sucesos nucleares, de menor gravedad, también se habían rebajado y ocultado una serie de hechos.
The Guardian informó que WikiLeaks había publicado un cable diplomático en el que un político japonés “de alto nivel” decía a los diplomáticos estadounidenses que el ministerio responsable de la energía nuclear en los gobiernos japoneses había “encubierto los accidentes nucleares y ocultado los verdades costes y problemas asociados con la industria nuclear (6)”.
Entre los ejemplos de lo que se denomina “episodios ocultados” se incluyen incidentes de los que se informó en el New York Times. Según el Times, en la planta nuclear situada en la ciudad de Kashiwazaki hubo un incendio y un escape de una pequeña cantidad de radiación. Al parecer, la Tokyo Electric Power construyó la mayor planta de energía nuclear del mundo, aunque sin saberlo, sobre una falla sísmica activa, según un informe de investigación que se publicó tras un accidente (7).
Paul Dorfman, miembro de un comité de asesoramiento británico ya desaparecido, manifestó su preocupación cuando declaró: “Estamos siendo testigos de un pauta clara de secretismo y negación” al comentar la actual crisis”. Según Dorfman, “Hay una profunda incertidumbre acerca del impacto del desastre” (8).
Aileen Mioko Smith, que una vez vivió cerca de Three Mile Island y que ahora es miembro de una organización medioambiental en Tokio, destacó esas declaraciones diciendo: “No se está ofreciendo a la gente la información que necesita” (9).
Kenneth Bergeron, físico y ex científico de Sandia, se hizo eco de parecidas preocupaciones cuando, frente a las seguridades de la industria subrayando que la situación estaba bajo control, manifestó: “No sabemos realmente lo que está pasando” (10).
Todo lo cual sugiere que las valoraciones optimistas del gobierno no se basaban tanto en los hechos como en una campaña de relaciones públicas (y sin duda en un cierto grado de confusión) para reducir la incertidumbre y tranquilizar al público y a la comunidad internacional.
En una conferencia de prensa patrocinada por varios grupos, Robert Alverz, que trabajó durante un tiempo como Alto Asesor en el Departamento de Energía de EEUU y como Subsecretario Adjunto para Seguridad Nacional y Medio Ambiente, hizo hincapié en la afirmación de Bergeron diciendo: “Hay muchas cosas que no sabemos”. Es decir, lo que estos hombres están diciendo es que no hay pruebas científicas suficientes que puedan apoyar el hecho de que se minimicen los daños potenciales (11).
Representativa de la incertidumbre y confusión alrededor de la crisis es una de las actualizaciones emitidas por la Tokyo Electric Power: “No es seguro que haya habido un escape radioactivo”; declaraciones lacónicas como ésta no permiten revelar mucha información útil. Además, cuando se habla de amenazas potenciales a la salud se dice muy poco en relación a todas las cuestiones importantes, haciendo caso omiso de los riesgos que para la salud suponen las exposiciones de nivel bajo, tasas de exposición y riesgos acumulativos. En resumen, se pasan por alto los matices sobre los riesgos para la salud pública y se ofrece una información confusa que no proporciona una información eficaz a quienes se encuentran especialmente en peligro.
En efecto, el gobierno, la compañía de la planta nuclear y algunos otros más no han emitido hasta ahora más que informes contradictorios, haciendo que sea extremadamente difícil valorar con precisión la amenaza exacta de las emisiones radioactivas, por no hablar ya de todo lo que puede haber ocurrido en la planta de Fukushima Daiichi. Se han planteado preguntas acerca de los niveles del agua en las diversas cámaras de refrigeración, así como si los recipientes de contención han resultado dañados y si es así, en qué grado. También hay dudas sobre la fuente de las emisiones radioactivas, la cantidad de esas emisiones y, últimamente, si uno de los reactores presentaba daños estructurales con anterioridad a la actual crisis del catastrófico terremoto. Estas y muchas otras preguntas siguen sin resolverse en las mentes tanto de expertos como de ciudadanos.
La falta de transparencia, la reducción de la gravedad de los hechos y la consiguiente incertidumbre no sólo es un legado de desastres anteriores (por ejemplo, Love Canal, el vertido de ceniza de TVA, el derrame de petróleo en el Golfo de México de BP y un sin fin de desastres más) sino de los dos desastres nucleares mundiales. Las autoridades de la industria rebajaron la fusión parcial en Three Mile Island –TMI- (1979), para desgracia de los residentes de Pensilvania y de su gobernador. El gobernador Thornburh y su equipo no lograron que la Metropolitan Edison les diera información fidedigna, porque trataron de disimular las inconsistencias presentadas en los hechos tras el accidente. Las evaluaciones realizadas hallaron que a pesar de la abundancia de incertidumbres, la compañía adoptó una estrategia de relaciones públicas que tendía a pasar por alto tales incertidumbres y trataba de crear sensaciones de certeza.
El grado de incertidumbre que existía se ve bien reflejado en una declaración hecha por el presidente de NRC, Joseph Henrie: “Estamos actuando casi totalmente a ciegas… es como un par de hombres ciegos que se tambalean tratando de tomar decisiones (12). Aunque debemos ser cuidadosos y reconocer que todas las especificidades de cada caso son inmensamente diferentes, de alguna manera la ambigüedad de la situación alrededor de TMI pone de relieve una extraña relación con la actual situación en Japón y en grado menor con Chernobyl.
Aunque también hubo una retención de información y una considerable incertidumbre alrededor de la espantosa tragedia de Chernobyl, hay también algunas grandes diferencias.
Sobre todo, en directo contraste tanto con lo que ocurrió en TMI como en los recientes sucesos de Japón, la Unión Soviética no reconoció el peor accidente nuclear del mundo hasta casi tres días después de que una serie de explosiones destruyeron uno de los reactores de Chernobyl. Ni tampoco evacuaron a los vecinos de la cercana ciudad hasta casi un día entero después del accidente. Sólo reconocieron la catástrofe tras el resultado de una nube radioactiva que desencadenó la alarma en un reactor nuclear en Suecia tres días después de la explosión inicial.
Aunque el gobierno de EEUU fue muy crítico con la falta de transparencia de la Unión Soviética, él mismo intentó obstruir el acceso a la información sobre el peor desastre nuclear mundial intentando ocultar la información que podría haber resultado perjudicial para su propia industria nuclear. Por ejemplo, tanto el Departamento de Energía como la Comisión Reguladora de la Energía Nuclear de EEUU impusieron una especie de secreto de sumario sobre sus empleados y contratistas, así como sobre los científicos de los laboratorios nacionales. En un intento de limitar la información al público y de evitar cualquier comparación entre las plantas de energía nuclear soviéticas y los reactores estadounidenses, emitieron estrictas instrucciones al personal mencionado antes para que evitara cualquier pregunta por parte de la prensa sobre Chernobyl o proporcionara siquiera información sencilla sobre experiencias anteriores (13). Es respuesta no sorprendió a algunos observadores dado que el gobierno de EEUU lleva décadas tratando de rebajar los legados radioactivos de la Guerra Fría (14).
A raíz de un desastre, los gobiernos y las corporaciones pueden jugar un papel decisivo a la hora de definir la situación y crear una narrativa “oficial”. Es fundamental cómo interpreten, conformen y ofrezcan los conocimientos, ya que en ocasiones se crea una incertidumbre adicional. La forma en la que se facilita o se oculta el conocimiento, en una atmósfera de ambigüedad generalizada, es fundamental para conocer cómo y en qué grado un desastre afecta finalmente tanto a las personas como al medio ambiente. No importa cuál sea la naturaleza del motivo institucional que lleva a rebajar tales amenazas, el efecto principal es el mismo: no sólo niega a quienes están desproporcionadamente afectados por el desastre la capacidad para evaluar con precisión las amenazas y adoptar estrategias eficaces para afrontarlas, sino que también puede malograr seriamente la capacidad para detener tales amenazas y remediar eficazmente el problema. En el caso de la actual crisis nuclear en Japón, lo que está en juego no puede ser mayor.
Es absolutamente fundamental que las autoridades japonesas sean más transparentes en sus comunicaciones sobre la crisis. Es igualmente imprescindible, como la actual crisis deja claro, que los responsables de todo el mundo se den cuente de los graves daños que pueden inflingirse con la ofuscación y distorsión de la información críticas inmediatamente después de producirse una catástrofe.
12. Cora Bagley Marrett: “The Accident at Three Mile Island and the Problem of Uncertainty, in The Three Mile Island Nuclear Accident: Lessons and Implications”, 1988, 146-156. New York: Annals of the New York Academy of Sciences.
13. Nelkin, Dorothy (1995): “Selling Science: How the Press Covers Science and Technology”. New York: W.H. Freeman and Company.
14. Johnston, Barbara, ed., 2007, “Half-Lives & Half Truths: Confronting the Radioactive Legacies of the Cold War”. Santa Fe, NM: School for Advanced Research.
Fukushima es peor que Hiroshima y Nagasaki –dijo una sobreviviente del terremoto y del tsunami.
–¿Por qué piensa eso? –le preguntaron.
–Porque Hiroshima y Nagasaki son el pasado, pero Fukushima es el futuro.
El 10 de diciembre del año pasado, la delegación japonesa en la cumbre sobre cambio climático en Cancún anunció que Japón no renovaría sus metas cuantitativas para reducir emisiones de gases de efecto invernadero más allá de la expiración de 2012. En otras palabras, Japón no aceptaría una extensión del Protocolo de Kioto.
La conferencia de Cancún constituía un momento clave para decidir sobre el futuro del protocolo de Kioto que expira en 2012. La delegación japonesa remató diciendo que ahora lo importante era el (mal) llamado acuerdo de Copenhague, en el que los compromisos vinculantes son inexistentes. Esta toma de posición del gobierno del Partido Democrático de Japón le hace el juego al complejo de industrias intensivas en energía (siderúrgica, aluminio, vidrio) que son clave en la política de ese país. Las empresas en estas ramas de la industria quieren ganar tiempo para amortizar las inversiones que ya han realizado con tecnologías intensivas en energía.
Por su parte, la industria nuclear nipona soñaba con más subsidios que pudieran alimentar sus planes de expansión y con poder arrinconar una parte del importante mercado nuclear que se desarrolla en Asia, sobre todo en China. Claramente, el desastre en Fukushima ha hecho pedazos estos sueños de expansión.
Quizás lo único que queda claro en este enredo entre la política energética y ambiental de Japón es que si ese país va a avanzar hacia una combinación energética menos agresiva con el medio ambiente, se va a tener que terminar el compadrazgo existente entre el gobierno y las agencias regulatorias, por un lado, y el lobby nuclear y el de las industrias intensivas en energía, por el otro. En Japón, la alianza de la casta política con el shogunato de los grandes grupos corporativos ha dejado ya una larga estela de engaños que nadie puede olvidar. Fukushima es el escenario del último episodio.
Ni el gobierno japonés, ni el operador de la planta (Tokyo Electric Power Company, TEPCO), ni la agencia internacional de energía atómica (AIEA), han podido ofrecer una versión consistente sobre lo ocurrido en Fukushima. La información sobre los seis reactores de Fukushima proporcionada por TEPCO y el Foro Industrial Atómico (JAIF, organización que promueve los intereses de la industria nuclear en Japón) contiene muchas contradicciones y genera más preguntas de las que contesta.
La primera tiene que ver con la versión que corrió inicialmente en la prensa internacional: el terremoto provocó el cierre automático de los reactores en Fukushima, pero el tsunami destruyó o incapacitó los sistemas de enfriamiento de los reactores y eso provocó el sobrecalentamiento y explosiones de hidrógeno.
Pero hay algo que no checa en esta versión. Las fotografías, videos e imágenes de satélites (por ejemplo en la página www.isis-online.org) no contienen la evidencia de los destrozos que provocó el tsunami en la costa al norte de Fukushima. Ni los árboles en los estacionamientos, ni los patios de la planta tienen la huella del tsunami. Los escombros que aparecen se deben a las violentas explosiones de hidrógeno que destruyeron los edificios de los reactores 1 y 3.
Una buena parte de la propaganda del lobby nuclear descansa sobre esta versión de los hechos. Pero la evidencia revela que si hubo un tsunami en Fukushima, tuvo que ser mucho más débil que en Minamisoma o Sendai (distantes unos setenta kilómetros al norte de la planta). Por lo tanto, se abren dos hipótesis inquietantes. Primero, es posible que un tsunami de menor fuerza efectivamente inundó los sistemas de enfriamiento y los depósitos de combustible de los motores diesel (respaldo del sistema principal). Pero eso significa que las plantas eran mucho más frágiles de lo que nos quiere hacer creer el lobby nuclear. En este caso, TEPCO quedaría (otra vez) mal parada por su negligencia. Nada nuevo para TEPCO.
La segunda hipótesis es que el colapso en los sistemas de refrigeración fue provocado por el terremoto. En ambos casos, queda expuesta la falacia del lobby nuclear. Las plantas no son robustas y no funcionaron como se supone que deben hacerlo en caso de un terremoto. Adiós a la otra historieta del lobby nuclear.
Las relaciones de Japón con el mundo de la energía nuclear pueden parecer sorprendentes. Algunos se preguntarán: ¿cómo es que Japón, el único país que ha sido bombardeado con armas nucleares, recurrió a las centrales nucleares como fuente de energía? La respuesta está en la ocupación militar estadounidense (que concluyó oficialmente en 1952) y en sus esfuerzos por mantener el viejo orden conservador nipón con un disfraz de democracia parlamentaria. El tejido de engaños, corrupción y mentiras que envuelve las relaciones de los grandes conglomerados y el gobierno es el resultado de esa extraña mezcla.