¿Quién supone que no hay hadas?
Estaba en medio de un desierto, del único que me des-alberga en estos días.
Es un desierto de arenas negras, de rocas inamovibles - que van creciendo
a pasos agigantados hasta cobrar cada vez más altura - como si en lugar de ser rocas
fueran oscuros tigres que sólo pretenden abalanzarse sobre mí para devorarme,
triturar mi carne con sus fauces, despojarme de mis huesos y así, deshilachada,
dejarme tirada en cualquier pozo.
Me van rodeando hasta hacerme sentir el peso de una cárcel de poderosos barrotes.
No hay nadie.
Soy la única habitante y estoy desnuda de palabras,
con los ojos huecos vaciándose en los océanos. Y así sobrevivo: enjaulada.
Las fuerzas al límite y el pensamiento agotado caen en precipicios cúbicos y ensamblables
como si estuviera viviendo dentro de un rompecabezas de tercera dimensión.
A veces, tengo que mirarme para confirmar que aún existo...
No hay puertas. No hay humanos.
De repente, percibo una voz muy tenue que se acerca al páramo y me sorprende.
Está a una distancia prudencial, ni muy cerca ni muy lejos,
pero yo siento su voz como si me estuviera hablando al oído.
Es como si fuera una ensoñación, pero no, es muy real.
Extiende su mano y me deja unas cálidas palabras que se van encadenando
como aljófares de un collar.
Esas palabras hacen que mi alma vuelva a latir por un instante
y abandone su monótono entierro.
Todo se llena de quietud con ese obsequio inesperado de breves palabras.
Palabras nítidas, cristalinas como venidas de otro universo...
Las siento sobre mí, son palabras que acarician el espíritu.
Sorpresivamente, aparece el mar y lo observo.
De su manantial brotan peces que van recobrando sus colores naturales.
Renacen. De la tierra, comienzan a brotar rosas por doquier.
Son muchas rosas pero convergen todas en una sola que contiene a todas,
llena de brillo, única.
El aire se embellece con un aroma límpido y fresco.
Las aves se visten con sus alas y las mariposas comienzan a revolotear a mi alrededor
formando una esfera multicolor.
El desierto continúa siendo el mismo. Continúo siendo la única des-habitante del lugar,
pero se que hay un par de ojos que escudriñan detrás del edén encantado.
Se que hay una mirada que está pendiente.
Una estela de hermosa luminosidad me envuelve, me abarca.
Me viste con su túnica blanca.
Puedo sentir al hada cerca.
Puedo sentir que ha obrado la magia.
No estaré sola mientras ella camine invisible a mi lado.
DA
De mi baúl de los recuerdos