“En un frío día de invierno un grupo de puercoespines se acercaron mucho los unos a los otros,
apretujándose, con el fin de protegerse, mediante el mutuo calor, de quedar helados. Pero pronto sintieron
las recíprocas púas, que los hicieron distanciarse otra vez a los unos de los otros. Mas cuando la urgencia
de calentarse volvió a acercarlos, se repitió otra vez la misma calamidad, de modo que eran lanzados de
acá para allá entre uno y otro mal, hasta que por fin encontraron una distancia moderada entre ellos, en la
que podían mantenerse óptimamente. Así es como la necesidad de compañía, brotada de la vaciedad y
monotonía de su propio interior, empuja a las personas a juntarse; pero sus muchas propiedades
repulsivas y sus muchos defectos intolerables vuelven a apartarlas violentamente. La cortesía y las
costumbres delicadas son la distancia media que acaban encontrando y con la cual puede subsistir una
coexistencia entre ellas. En Inglaterra, a quien no mantiene esa distancia le gritan: Keep your distance!
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Es cierto que mediante ella se satisface sólo de manera incompleta la necesidad de mutuo calentamiento,
pero, en compensación, no se siente el pinchazo de las púas. Ahora bien, quien tiene mucho calor interior
propio prefiere permanecer alejado de la sociedad, para no dar molestias ni recibirlas.”