Estoy descubriendo estos días lo agradable que resulta la práctica de lo que los italianos denominan "dolce far niente", lo que traducido viene a significar algo así como "refinada holgazanería". No estoy del todo holgazana puesto que todos los días debo enfrentarme a la iluminada pantalla del ordenador. Pero, créame, es una gozada tratar de hacer lo menos posible, porque el "niente" no es absoluto, en mi caso por lo menos es relativo. Cambiar el bélico trajín cotidiano por la contemplación, la lectura, el baño, el relajo, el buceo, el paseo y el balancín donde acuno algunos ratos tiene sus ventajas y sólo un pequeño inconveniente.
Como lo que no mata engorda, el relax excesivo tiende a desparramarse por el cuerpo y a lo ancho, nunca a lo largo como sería lo suyo y luego hay que andar haciendo horas extra en el gimnasio, de ahí que el paseo, la caminata diaria sea más que conveniente para evitar males mayores. Le participo que es mejor tener que desear. Después de ver lo feos que a simple vista resultan los 47 kilos de Victoria Beckham, es preferible no ya que sobre pero por lo menos que no falte.
Dice mi tía Niceta que es mejor un buen agarradero que un buen besadero, y la venerable anciana sabe mucho de esas cosas. Tía Niceta, que a pesar de sus años mantiene una actividad incesante, combate los periodos de "refinada holgazanería" que a todos nos agradan tanto, comiendo lo justo y necesario para no desproporcionarse más de lo que los años desproporcionan los cuerpos. Lo importante es poder disfrutar de un tiempo de holganza más que suficiente para reencontrarse con uno mismo y a ser posible con alguien más, no hay que ser egoístas.
El resto del año no hay tiempo para nada, salvo aquellos que holgazanean los doce meses y que no son pocos a tenor de lo que se ve por ahí. Desde luego, en lo que no se me ocurre invertir el tiempo que me sobra es en ver la tele. El pacto con el tiempo sobrante debe ser inteligente, debe servir para cultivar lo poco o lo mucho que se posee y no tirarlo por la borda en unos días, que somos muy dados a ello. De vez en cuando y aún de cuando en vez nos debiera estar permitido no hacer nada, bueno, o casi nada. A lo mejor el tiempo sobrante nos permitía pensar más y tratar de ser mejores. No nos paramos a pensar ni tampoco a analizar ciertos comportamientos, ciertas actitudes lo que nos lleva a no actuar correctamente.
Aunque, también es cierto que la holganza debe tener fecha de caducidad, que dure justo lo que duran estos calores estivales que nos machacan cuando aprietan, aunque la fuerza es poca dada comparada con otros años. El mercurio no realiza ya aquellas escaladas tan vertiginosas que nos dejaban para el arrastre. Con septiembre bien avanzado volveremos a la realidad cotidiana, cuando debamos enfrentarnos a la falta de tiempo, al agobio, a las prisas y a todo aquello que desencadena el estrés nuestro de cada día entre los que realizamos un trabajo intenso y por lo tanto agotador.
Lo suyo, por lo menos lo mío, ahora, es seguir haciendo del "dolce far niente", aunque no sea del todo "niente", una realidad agradable y placentera. Si quiera que para compensar lo que el resto del año laboral nos depara. Ya sé que no siempre depende de nosotros mismos, pero en nosotros mismos está que la "refinada holgazanería" que por ejemplo una servidora disfruta ya, nos sirva para relajarnos a tope y volver a la carga con un impulso nuevo, total, dentro de nada, en cuanto el otoño nos haga los primeros guiños.

Carmen Ferreras