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General: Un segundo Hiroshima ?
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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 21/03/2011 06:07
Temores nucleares acechan al mundo
 
Un segundo Hiroshima está teniendo lugar con las fusiones nucleares parciales en los reactores nucleares de Fukushima 1. Solo podemos esperar que el número de víctimas no se aproxime ni remotamente al de la primera catástrofe atómica del mundo.

La comunidad internacional se pregunta ahora: ¿Cuándo será el próximo Nagasaki?

¿En EE.UU. con sus 23 envejecidos reactores de diseño idéntico al de los reactores GE Mark 1 de Fukushima, junto a una docena más de diseño ligeramente modificado?

¿En Francia, el país más dependiente de la energía nuclear?

Probablemente no en Alemania o en Venezuela, que están reduciendo sus programas nucleares, ni en Gran Bretaña el líder mundial en la conversión a energía eólica mar adentro. O incluso China, un modelo de energía solar que ahora reduce sus planes para nuevas plantas nucleares.

Mucha gente también se pregunta: ¿Cómo es posible que la única nación que haya vivido bombardeos atómicos pueda haber confiado tanto en la energía nuclear? La respuesta es al mismo tiempo simple y complicada. En la economía moderna, la energía para mover las máquinas está entrelazada con la seguridad nacional, la política exterior y la guerra.

Progreso basado en el uranio

La Segunda Guerra Mundial fue en esencia una competencia por combustibles fósiles. Japón, hambriento de energía, invadió a China por su carbón y a Indonesia por sus reservas de petróleo. Las guerras relámpago de Alemania nazi apuntaban a los campos petrolíferos en Rumania, Libia y la región del Mar Caspio. EE.UU. y Gran Bretaña combatieron contra las Potencias del Eje para retener su control sobre el combustible fósil del mundo y siguen haciendo lo mismo en conflictos con naciones de la OPEC y para controlar Asia Central y la plataforma continental del Este de Asia.

Para impedir la recurrencia de otra Guerra del Pacífico, Washington trató de apartar al Japón de la posguerra de su dependencia del carbón y del petróleo. Cuando la industria japonesa resurgía en la época de los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, EE.UU. presionó a Japón para que adoptara la “segura y limpia” energía del futuro – la energía nuclear.

General Electric y Westinghouse fueron pronto encargadas de instalar una red de plantas de energía nuclear en toda la nación isla, mientras Japón era enlistado en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) lanzado por EE.UU., y el Tratado de No Proliferación.

A diferencia de recursos de combustible más antiguos, la energía nuclear era el único derecho de propiedad de EE.UU., que no sólo dominaba la minería del uranio sino también la producción de boro, el mineral absorbente de neutrones necesario para reacciones nucleares controladas. Laboratorios estadounidenses, incluidos Los Alamos, Lawrence Livermore y Oakridge son las escuelas de posgrado para los físicos nucleares del mundo.

En el mismo período de embriagadora infatuación con la tecnología, la Feria del Mundo de Nueva York de 1964-65 fue un baile de debutante para un nuevo futuro “universal” más brillante basado en la división del átomo. El pabellón de General Electric se llamaba “País del Progreso” con un show de multimedia que mostraba una “explosión de plasma” de fusión de plutonio para visitantes impresionados. Japón sirvió como modelo de ciudadanía y cooperación internacionales bajo el patrocinio del poder atómico estadounidense. La planta nuclear de Fukushima, diseñada por GE, fue conectada a la red en 1971.

El mito moderno de la energía nuclear segura fue alternativamente resistido y aceptado de malas ganas por el público japonés. En años más recientes, las antiguas percepciones negativas hacia el proveedor nuclear Tokyo Electric Power han cambiado. Un joven diseñador de gráfica computarizada en Tokio me dijo que su generación creció pensando: “TEPCO tiene un aura divina de infalibilidad y de poder mayor que el gobierno”. Mi experiencia como editor dentro de la prensa japonesa revela cómo su imagen corporativa fue astutamente promovida con comerciales “de lavado verde” que pretendían falsamente amistad hacia el medioambiente y con fuertes ingresos publicitarios para la televisión y los medios impresos.

Energía atómica en la Guerra Fría

La energía atómica no era nada nuevo para Japón. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Aliados y el Eje compitieron por una nueva fuente exótica de energía – el uranio. Mientras el Proyecto Manhattan preparaba en secreto la bomba atómica en Nuevo México, Japón abrió minas de uranio en Konan, en el Norte de Corea, que es ahora la fuente del programa de energía nuclear de Pyongyang.

Después de la victoria aliada, la Unión Soviética apuntó a romper el monopolio nuclear estadounidense estableciendo un protectorado llamado República de Turkestán del Este en la provincia noroccidental de China de Xinjiang. Los ricos depósitos de uranio cerca de Burjin, en las laderas de las montañas Altai, suministraron el material fisible para el desarrollo de la capacidad nuclear soviética. Las minas apresuradamente excavadas por los soviéticos dejaron tras de sí la maldición de la enfermedad por radiación para los habitantes predominantemente uigures y kazajos étnicos así como para comunidades río abajo en Kazajstán oriental. Científicos kazajos y chinos han realizado desde entonces proyectos de corrección, utilizando árboles recolectores de isótopos para limpiar la tierra irradiada.

Para impedir que los soviéticos acumularan un arsenal nuclear, el gobierno de Truman inició un programa de máximo secreto para controlar todo el suministro de uranio del mundo. La Operación Murray Hill se concentró en el sabotaje de las operaciones mineras en Altai. Douglas MacKiernan, que operaba bajo la cobertura de vicecónsul estadounidense en Urumchi, organizó un equipo clandestino de rusos anticomunistas y de guerrilleros kazajos para colocar bombas en las instalaciones mineras soviéticas. Obligado a huir hacia Lhasa, MacKiernan fue muerto a tiros en un caso de identificación errónea por un guarda fronterizo tibetano y es honrado como el primer agente de la CIA muerto en acción.

Las operaciones globales encubiertas de la Operación Murray Hill son realizadas actualmente por el buró contra-proliferación de la CIA. Un vistazo a sus operaciones clandestinas es suministrado en Fair Game, el libro y película sobre Valerie Plame, la agente cuya identidad fue revelada bajo el gobierno de Bush. Se han librado batallas abiertas y encubiertas contra enemigos nucleares en sitios tan alejados como Pakistán, Egipto, Libia, Argentina, Indonesia, Myanmar e Iraq así como los sospechosos usuales Irán y Corea del Norte.

Amenaza para el público estadounidense

Las fusiones nucleares parciales en Fukushima 1 colocan a Washington ante un dilema. Si las liberaciones elevadas de radiación hubieran ocurrido en Corea del Norte o Irán, Washington habría convocado sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU, exigido inspecciones del OIEA e impuesto duras sanciones y posiblemente una intervención militar. Las fusiones nucleares, sin embargo, provienen de reactores diseñados en EE.UU. que operan según protocolos creados por EE.UU.

Por ello, el gobierno de Obama ha minimizado la seriedad del actual drama nuclear que afecta a su aliado japonés. En un tono defensivo poco convincente, el presidente estadounidense ha respaldado la energía nuclear como parte de “la mezcla energética” que apoya a la economía de EE.UU. Su posición pro nuclear es irracional e irresponsable, cuando países aliados más pequeños, entre ellos Gran Bretaña, Holanda y Alemania, hacen masivas inversiones en granjas eólicas mar adentro en el Mar del Norte para terminar con su dependencia de combustibles nucleares y fósiles.

La comunidad internacional es plenamente consciente de ese doble rasero en política. EE.UU. aplaudió silenciosamente los ataques aéreos israelíes contra la planta Osirak de energía nuclear de Sadam Hussein en 1981, y desde entonces ha pedido sanciones cada vez más estrictas contra Teherán y Pyongyang. No obstante, Washington se niega a dar el ejemplo, y resta importancia a los llamados de los ciudadanos de Hiroshima y Nagasaki por un desarme nuclear total. La campaña de EE.UU. por un monopolio atómico, o por lo menos la dominación nuclear, empuja a potencias más pequeñas hacia la obtención de una capacidad disuasiva. Esas naciones no constituyen un cierto “eje del mal”; sólo juegan al juego de la supervivencia según las reglas –no las palabras– fijadas por Washington.

En los futuros días y meses, los propios ciudadanos de EE.UU. se estremecerán de miedo ante la temida llegada de la contaminación radioactiva. Ahora se ha olvidado prácticamente el terrorismo cuando una amenaza mucho más amplia puede cubrir pronto los cielos estadounidenses de “mar a mar resplandeciente”. A menos que Washington se mueva rápido hacia el repudio de su propia adicción nuclear, el espectro de otro Nagasaki ensombrecerá el “país de los libres y hogar de los valientes”.

Yoichi Shimatsu
Global Research

Yoichi Shimatsu es ex editor de The Japan Times Weekly

© Copyright Yoichi Shimatsu, Fourth Media (China), 2011



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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 21/03/2011 06:31
Fukushima: un Chernobil a cámara lenta

 
Para Manuel Sacristán. In memoriam et ad honorem

Durante más de medio siglo se le ha dicho y repetido al pueblo japonés que lo que está pasando actualmente en los seis reactores de la central nuclear de Fukushima no pasaría nunca. Todos los gobiernos japoneses, de similar color político, han mentido; NISA, la agencia de seguridad nuclear japonesa, se ha sumado al engaño; TEPCO, The Tokyo Electrical Power Company, la tercera empresa eléctrica del mundo, propietaria y gestora de la central siniestrada, y de muchas otras nucleares japonesas, les ha mentido también. La fusión parcial de los reactores ante la falta de refrigeración, provocada por el terremoto y maremoto que han azotado un país donde esos sucesos no son infrecuentes, no debería haber ocurrido. Saichii, el reactor I de la central (un BWR, como los restantes reactores, de los que funcionan con agua en ebullición, como el de la central española de Santa María de Garoña), no debería haber sufrido un accidente conocido con el nombre de Station Blackout (SBO), la pérdida total del suministro eléctrico.

Pero existían precedentes y no es extraño, por lo demás, que algunos políticos de la derecha extrema nipona abonen la infamia más insultante. El alcalde de Tokio desde 1999, un político ultranacionalista, Shintaro Ishihara, que destaca por atacar a homosexuales, inmigrantes y mujeres, ha afirmado que el terremoto era un "castigo divino" por el "egoísmo" de los japoneses. Algunos ejemplos.

Un accidente nuclear afectó a la central de Tsuruga hace ahora 30 años [1]. Entre el 10 de enero y el 8 de marzo de 1981, se produjeron fugas de líquidos radiactivos. Unos 40.000 litros de material se vertieron, desde los depósitos de residuos de la central, en las cloacas de la vecina ciudad de Tsuruga, donde residían unas 100.000 personas. El accidente, el más grave desde el comienzo de la nuclearización nipona, no fue conocido por los habitantes de la ciudad, ni por la ciudadanía nipona en general, hasta el 20 de abril, muchos días después de que se produjera. Se supo posteriormente que la empresa propietaria de la central conocía lo que estaba sucediendo desde el principio y que hizo todo lo posible para ocultarlo. Tsuruga ha dado nombre a un síndrome del ocultamiento y la tergiversación.

Segundo ejemplo, finales de julio de 2007 [2]. Un terremoto de intensidad 6,8 golpea la provincia de Niigata, en la isla de Honsu, a 200 km de Tokio y pone fuera de funcionamiento el Kashiwazaki-Kariwa, una gigantesca planta nuclear, una de las más grandes del mundo. Nueve personas fallecen y un millar resultan heridas a causa del terremoto. Se destruyen o dañan unas 800 casas; vías y puentes quedan impracticables; se corta el suministro de agua, gas y electricidad; se averían instalaciones industriales de la zona. La planta, propiedad de TEPCO, se encuentra situada seguramente encima de una falla sísmica. Los informes hablaban de fugas radiactivas, conductos obsoletos, tuberías quemadas, aparte de los incendios. Varios centenares de barriles de residuos se vinieron abajo. Más de 1.000 litros de agua radiactiva se vertieron al mar y fugas de isótopos se dispersaron en la zona. No fue una "pequeña fuga" sin consecuencias para el medio ambiente. Los responsables de la central, después de muchas dudas y vacilaciones, lo admitieron finalmente: el terremoto provocó un desastre.

Ya entonces un portavoz de la corporación, de TEPCO, sostuvo que los reactores de la central habían sido diseñados para resistir terremotos, pero sólo, matizó, hasta determinada intensidad, inferior a la magnitud del seísmo registrado aquel lunes de julio de 2007. La misma melodía que estamos oyendo ahora. ¿Podemos creerles?

Tampoco hay que olvidar lo ocurrido en 1999 en Tokaimura [3], a 120 kilómetros al noreste de Tokio, no lejos de Naka-machi, el que se consideraba hasta el momento el accidente nuclear más grave después del de Chernóbil. Su causa fue la reacción en cadena que se produjo por la decantación de una cantidad anormalmente elevada de solución de nitrato de uranio enriquecido debido a un error en su manipulación. Los dos trabajadores de la central que participaron en el proceso fallecieron al recibir dosis letales. El Informe de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica constató que se produjo por la manipulación de uranio enriquecido hasta un 19% en U 235 en cantidades tales, 16 kg en total, que superaron la masa crítica, algo más de 2 kilos, iniciándose con ello una reacción de fisión.

Cabe preguntar razonablemente: ¿por qué se han ubicado en Japón tantos reactores al lado del mar en una zona propensa a maremotos? La Union of Concerned Scientists lo ha documentado con precisión: por razones económicas. No hay que pagar por el agua del mar, sale muy barata, rebaja costes y aumenta beneficios, especialmente en un país sin ríos de caudal importante.

La radiación ni se ve ni se huele ni se siente, pero sus efectos son a largo plazo y dañarán la salud y el medio ambiente durante muchos años. Ya se han medido, incluso en Tokio, radiocontaminantes, como el yodo-131 o el cesio-137, en la radiación liberada en Fukushima, donde se ha producido la fusión parcial de dos de sus reactores y la liberación de material altamente radiactivo ubicado en las piscinas de residuos. En el núcleo de un reactor atómico existen más de 60 contaminantes radiactivos, unos de vida media muy larga y otros de vida corta, pero muchos de ellos tienen una gran afinidad con nuestro organismo. Se acumulan en él, son parecidos a nuestros elementos biológicos. Entre esos sesenta contaminantes, los que tendrán mayores consecuencias para la salud humana serán el yodo-131, el estroncio-90 y el cesio-137 con el plus del plutonio.

El primero afecta inmediatamente y deja mutaciones en los genes; a partir de ellas se puede desarrollar posteriormente el cáncer de tiroides (se ha calculado que el accidente de Chernobil multiplicó por diez los casos de este tipo de cáncer en Centroeuropa). El estroncio se acumula en los huesos, como si fuera calcio, un mínimo de 30 años y durante este tiempo continúa irradiando el organismo. El cesio queda depositado en los músculos, comportándose de forma parecida al potasio. Ambos, estroncio y cesio, aumentan el riesgo de todo tipo de cánceres, especialmente los de huesos, músculos y tumores cerebrales, disminuyendo la inmunidad del organismo e incrementando la capacidad de sufrir otras patologías.

La radiación, además, altera la reproducción y afecta más a las mujeres que a los hombres. Los espermatozoides se regeneran cada 90 días y un espermatozoide alterado desaparece en ese período. Los óvulos están en los ovarios toda la vida. Si un óvulo alterado por la radiación es fecundado posteriormente incrementa el riesgo de malformaciones en el feto así como el de diversas patologías aunque sea muchos años después.

Tampoco las consecuencias para el medio ambiente serán inocuas. La contaminación nuclear se deposita en el suelo y en el mar, se incorpora a la cadena trófica de los peces, que son la base de la dieta en Japón, del resto de animales -el yodo-131 aparece precozmente en la leche-, de las plantas, la fruta y las verduras. Este proceso se irá acumulando, pasará de un ser vivo a otro e irá empeorando (miles de renos tuvieron que sacrificarse en el Ártico tras Chernóbil: estaban contaminados por los líquenes que habían ingerido). La persistencia de estos radioelementos en el medio perdura largo tiempo y su presencia puede detectarse en los alimentos incluso años después de un accidente nuclear.

Para prevenirse de la contaminación radiactiva, el contacto con la piel se puede eliminar lavándose con el mismo celo que tiene un cirujano cuando entra a un quirófano. Limpiando y cepillando el cuerpo, el pelo y las uñas con detergente, desechando la ropa. Mucho más difícil es luchar contra la principal vía de contacto con los elementos contaminantes: la inhalación. Frente a ella, sólo son efectivas ante el radioyodo pastillas de yoduro potásico como las que las autoridades japonesas están repartiendo a la población. El tiroides, cuando está repleto de yodo, elimina el que le sobra. Si se satura el tiroides con yodo normal administrando pastillas, se facilita que al inhalar yodo radiactivo, este último no se capte y se elimine rápidamente.

Existen dos tipos de efectos en la salud humana por la exposición a la radiación. Unos efectos son determinísticos, los inmediatos a la exposición, dependen de la dosis recibida; otros son probabilísticos e irrumpen cuando las partículas radiactivas se acoplan a distintos órganos. Son los que más deben preocupar. Influyen, sabido es, en el aumento del riesgo de sufrir cáncer actuando como si fueran componentes biológicos. El cesio 137, como comentábamos, se acopla al músculo y va irradiando a lo largo del tiempo. Lo mejor que puede pasar es que mate la célula. En cambio, si causa una mutación en un gen supresor de tumores, puede aumentar la posibilidad de que se sufra cáncer.

El accidente de Fukushima es un Chernobil a cámara lenta, si bien las causas han sido muy diferentes. El terremoto produjo alteraciones en la estructura de los reactores y el maremoto provocó fallos de los sistemas de refrigeración, inutilizándolos. La temperatura fue aumentando progresivamente y, debido al enorme incremento de la presión, se ha liberado vapor de agua e hidrógeno junto con los gases radiactivos que se producen en la vasija de contención. La estructura de las barras de uranio-235 del reactor va deformándose y acabará fundiéndose parcial o, en el peor de los casos, totalmente. En Chernobil la fusión fue global, por lo que la explosión fue enorme y de una sola vez. En Japón, por el contrario, hay una pérdida paulatina de elementos radiactivos y explosiones parciales de los reactores.

No está claro por cuánto tiempo funcionarán los intentos de refrigeración de emergencia, helicópteros, bomberos, ni se sabe cuándo se restaurará el abastecimiento normal de energía. No será cuestión de días saber qué comportamientos están teniendo los 6 reactores nucleares, qué ha pasado con los motores diesel de seguridad, con las piscinas de residuos altamente radiactivos, con las vasijas de contención, y, desde luego, con los trabajadores de Fukushima. Dentro de seis meses, el perfil de lo sucedido será muy distinto del que tenemos, del que ahora podemos vislumbrar.

Las Fuerzas de Autodefensa de Japón, eufemismo por Ejército de Japón, han arrojado agua de mar desde helicópteros sobre la unidad tres de la planta, dónde los ingenieros intentaban restablecer un cable eléctrico hacia dos de los seis reactores para encender bombas de agua necesarias para enfriar unas varillas de combustible nuclear usado. Se ha arrojado agua también sobre el reactor 3, uno de los que está en situación más crítica.(Intentar “apagar” un fuego radiactivo con agua no deja de ser fútil en opinión de varios físicos nucleares). Si esos procedimientos fallan, la última opción sería enterrar la extensa planta, de 40 años de antigüedad, bajo arena y concreto. Fue el método usado para sellar enormes filtraciones en Chernóbil. Incluso si los ingenieros restauran los sistemas de energía de la planta, las bombas y los circuitos de refrigeración podrían estar demasiado dañados por el seísmo y el posterior tsunami para poder funcionar.

La mayor parte de los países –China, Estados Unidos, España, entre ellos- están evacuando a sus ciudadanos. El peligro es real, la situación no ha mejorado por el momento. Asimismo, la Unión Europea, los EEUU y los gobiernos de numerosos países han prohibido la entrada de productos de alimentación procedentes de Japón. En el momento de escribir esta nota se ha detectado ya en Tokio la presencia de yodo-131 y cesio-137 en verduras y leche procedentes de regiones próximas a Fukushima. Mientras la radiactividad se está diseminando en dirección Este –según los meteorología predominante- y NE por el Pacífico. El próximo lunes (21 de marzo) cambiará el régimen de vientos y se enseñorearán en los días siguientes sobre la isla de Honshu, donde se encuentra la central, Tokio y demás grandes ciudades, y en donde habita el 83% de los 127 millones de japoneses.

Una escena -“Fujiyama en rojo”- de la que fuera la última película del maestro Akira Kurosawa, “Los sueños” [4], transcurre en una barraca frente al mar. El ambiente se encuentra envuelto en una espesa niebla. Los protagonistas: un joven, un hombre maduro vestido con un elegante traje y una señora desesperada con dos niños en sus brazos.

“Señor.- ¡Este es el fin!

Joven.- Pero, ¿qué pasó? ¿Adónde está toda la gente? ¿Adónde huyeron?

Señor.- Al fondo del mar.

Joven (mirando hacia el mar).- Los delfines, hasta ellos están huyendo; qué suerte tienen, se pueden ir nadando… Señor.- De nada les servirá, los matará la radiactividad… ¡Las nubes! La roja es de plutonio 239, la diez millonésima parte de un gramo causa cáncer. La amarilla, es estroncio-90, se mete dentro… y causa leucemia. La morada es cesio 137, afecta la reproducción, causa mutaciones, da origen a deformidades… La estupidez del hombre es increíble, la radiactividad era invisible y debido al peligro le dieron color. Pero eso sólo no deja saber que nos está matando. La tarjeta de visita de la muerte. Hasta luego... (se despide y se dirige hacia el mar dispuesto a arrojarse por la barranca)

Joven.- ¡Espere! La radiación no mata enseguida…

Señor.- ¿Y que importa? Una muerte lenta es mucho peor…

Señora.- ¡Me niego a morir así! Que mueran adultos, ya han vivido suficiente. Pero los niños aún no han vivido. No es justo.

 

Señor.- El esperar la muerte no es vida…

 

Señora.- Nos dijeron que los reactores no eran peligrosos […] Cero accidente, cero peligro. Esto nos dijeron. ¡Qué monstruoso! ¡Si no los cuelgan por eso, los colgaré yo misma!


Señor.- No te preocupes, la radiactividad lo hará por tí. Lo siento, yo soy uno de los que merece morir… (y se lanza al mar)”.

No hemos aprendido. “No hay fuente de energía alternativa si queremos asegurar una gran cantidad de energía. Para apoyar la economía japonesa no tenemos otra opción que el uso de la energía nuclear. La gente tiene que entender ese punto” [5], ha afirmado Kaoru Yosano, el ministro de Finanzas japonés, tras una reunión del gabinete nipón cuatro o cinco días después del seísmo y la catástrofe. Las gentes, la ciudadanía nipona, los ciudadanos de todo el mundo no entendemos ni ese ni muchos otros vértices de este complejo poliedro donde los intereses y el poder económico irresponsable han jugado un papel esencial, y seguimos reivindicando, con más fuerza, razones y tenacidad que nunca, dos de los mejores lemas de la tradición ecologista crítica e informada: “¿Nuclear? No gracias” y “Mejor activos hoy que mañana radiactivos”.

PS: Este link permite ver el mapa de dispersión del yodo radiactivo desde Fukushima: HYPERLINK http://www.zamg.ac.at/aktuell/index.php?seite=1&artikel=ZAMG_2011-03-17GMT09:15 Incluye también los mapas en el anexo, desde el 16 hasta el 19 de marzo. Es interesante fijarse en el movimiento de la pluma radiactiva (mapa inferior y el reloj acelerado), especialmente el primer día que fue hacia el oeste. Las previsiones meteorológicas para el área japonesa, así como la previsión de dispersión de la radiactividad de Fukushima, pueden verse también en: http://www.dwd.de/


NOTAS:

[1] Eduard Rodríguez Farré, “El síndrome de Tsuruga (Energía nuclear y violencia institucional)”, mientras tanto, nº 8, 1981, pp. 15-21.

[2] Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, “El poder del lado oscuro de la fuerza. Presiones, falacias e intereses atómico-nucleares”. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, nº 106, verano 2009, pp. 117-141

[3] Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal, Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008.

[4] HYPERLINK "http://www.argenpress.info/2011/03/la-energia-atomica-debe-dejar-de-ser.html"

http://www.argenpress.info/2011/03/la-energia-atomica-debe-dejar-de-ser.html

[5] Tomado de Ernesto Ekaizer, “A sangre fría”. Público, 16 de marzo de 2011.


Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 22/03/2011 05:35

Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
De: MIRYTA Enviado: 22/03/2011 05:56
Jesus,yo confío en tí...amén

Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
De: Damara Enviado: 22/03/2011 17:20
Seamos positivos... ¡aunque cueste serlo!
Tomo prestado esta frase del mensaje de Betina
 
Abro mi corazón a Ti, querido Dios, y permito que Tu paz llene mi ser
 
Gracias, Marti

Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 23/03/2011 03:05
Seamos positivos, ni que hablar!!! pero mientras HAGAMOS ALGO!!! cualquier cosa que hagamos como abrir conciencias x ejemplo es algo ... por eso lo hago. Busco buena info, y la traigo, le hago la GUERRA A LA CAJITA BOBA.
 
Y en cuanto a Dios ... ya saben ... a Dios rogando y con el mazo dando ...

Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 19/05/2011 05:46

Riesgo, probabilidad y buen vivir

¿Qué pasa cuando multiplicamos cero por el infinito? En matemáticas, se suele decir que hay indeterminación: dicho de otro modo, no se puede predecir el resultado. Sin embargo, cuando una probabilidad baja, e incluso muy baja, se ve asociada a un magnitud de daño muy grande, véase casi ilimitada, la tecnociencia en general y el lobby nuclear en particular se olvidan de la indeterminación y tienden solo a considerar que el riesgo (multiplicación de la probabilidad por la magnitud de daño) es ínfimo. Lo que les permite concluir —eso sí, sin debate democrático previo, principalmente con las poblaciones afectadas o más vulnerables— que, a pesar del posible daño, la probabilidad es tan baja que el riesgo es asumible.

Sin embargo, la catástrofe de Fukushima vuelve a cuestionar una vez más este dogma de la sociedad del riesgo —¿o deberíamos decir de aprendices de brujo? Es cierto que las probabilidades de que ocurriera un terremoto de estas características en Japón, además localizado en esta región concreta, sumado a un fallo generalizado de los sistemas eléctricos de la central en un país de más alta tecnología puntera, era bajísima. A pesar de todo, ocurrió. Es más: esta probabilidad venía asociada a una magnitud de daños colosal y tremendamente fuera de lo imaginable, que por desgracia hemos experimentado. Las consecuencias del desastre atómico japonés, que se irán conociendo con más detalle a lo largo de los años y de los decenios, se cifran en decenas de miles de personas desplazadas y/o contaminadas, pueblos fantasma, miles de kilómetros de territorio, mar y subsuelo irradiados, una economía mermada y una sociedad en estado de choque. Difícilmente se puede hablar de un riesgo asumible, todo al contrario.

Al igual que en Chernóbil hace 25 años, cuyos efectos socio-ecológicos directos e indirectos vamos conociendo cada vez mejor. Según el informe TORCH (2006) encargado por Los Verdes alemanes, tras la catástrofe nuclear de Chernóbil se ha observado un incremento medio del 40% de tumores sólidos y entre 18.000 y 66.000 casos de cáncer de tiroides en Bielorrusia, país cuya economía resultó devastada por el accidente y que, por cierto, sigue bajo el poderío autoritario del último dictador de Europa. El informe añade que afectó al 44% de Alemania y al 34% del Reino Unido y que se pueden predecir de 30.000 a 60.000 muertes de cáncer de tiroides en Europa. Mientras tanto, Greenpeace, en otro informe de 2006 encargado a un grupo de 52 científicos de todo el mundo, afirma que “las cifras publicadas más recientemente indican que solo en Bielorrusia, Rusia y Ucrania el accidente podría ser responsable de 200.000 muertes adicionales en el periodo entre 1990 y 2004”. ¿Son estos “riesgos asumibles”?

Sin duda, no estamos capacitados para enfrentarnos a las consecuencias del modelo tecnológico autoritario y vertical que hemos puesto en marcha y, aún menos, debido a la incapacidad de determinar el riesgo real que conlleva. Es lo que Martin Weitzman, reconocido economista americano de la Universidad de Harvard, estudia en un reciente trabajo sobre probabilidades y cambio climático donde pregunta: ¿qué pasaría si todas las hipótesis pesimistas sobre cambio climático se realizaran, aunque cada una tenga solo una probabilidad baja o muy baja? Si así fuera, en el año 2100 la temperatura podría subir entre 10 y 20ºC, lo cual ni más ni menos imposibilitaría la vida humana. Ante tal desenlace con probabilidad baja pero riesgo máximo ¿qué tendríamos que hacer para evitarlo y actuar con contundencia? Según Weitzman: olvidarnos del cálculo económico o de los análisis coste-beneficio, y hacer todo lo que está al alcance del ser humano para que no se cumpla este negro presagio. Dicho de otro modo y en lenguaje callejero: cuando la supervivencia de la humanidad está en juego ¡al carajo el razonamiento económico!

Por mi parte, porque creo en la capacidad del ser humano y de la sociedad de cambiar el rumbo histórico, me niego a darle la razón —en este punto concreto— al bioeconomista Georgsecu-Roegen cuando escribe que «tal vez el destino del ser humano sea una vida breve, más febril, excitante y extravagante en lugar de una vida larga, vegetativa y monótona». Como lo demuestra con maestría Jared Diamond, ante el colapso las civilizaciones pueden escoger de forma consciente perdurar. Así que desde luego prefiero la reflexión siguiente de Offer: «la verdadera prosperidad constituye un buen equilibrio entre la excitación de corto plazo y la seguridad de largo plazo». Esta base me parece un buen punto de partida para la superación de la sociedad del riesgo, avatar de la fase moderna del antropóceno, hacia una “sociedad del buen vivir”, verdadero reto de este siglo XXI. Una sociedad que garantice la felicidad y autonomía de sus integrantes tanto hoy como mañana, siempre desde la justicia y dentro de los límites biofísicos de la Tierra. Esta sociedad es sinónimo, entre otras cosas, de una tecnología democrática y horizontal, centrada en las personas y en el espacio ambiental disponible, y donde probabilidad y riesgo no juegan a la ruleta rusa con el infinito.

Florent Marcellesi



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