La huída hacia adelante
En el mes de mayo
beatificamos a un papa, casamos a un príncipe, hicimos una cruzada y
matamos a un moro. Bienvenidos a la Edad Media
Autor desconocido–recibido por Internet
El párrafo anterior describe en forma magistral la esencia de lo que
intentamos mostrar en un trabajo anterior sobre el auge de la barbarie hoy
suelta por el mundo. La situación geopolítica mundial atraviesa un período
coyuntural marcado por el empleo indiscriminado de la fuerza militar, el
abandono de todas las formas institucionales, el pragmatismo (la
realpolitikl) como único móvil y justificación de las acciones, y en
definitiva, el fin de la vigencia de algunas instituciones sociales inspiradas
en las ideas “civilizatorias” hijas del Iluminismo y de la burguesía que
triunfaran en la Revolución Francesa.
Inmersa en el entorno de la crisis global económica y financiera, toda la
estructura del sistema establecido chirría y se estremece. El “capitalismo
bueno”, la sociedad de consumo, el welfare state (el estado de bienestar), la
promesa de una tecnología capaz de “llevarnos a la felicidad”, todo el
“establishment” impuesto por el poder económico y político y refrendado día a
día a través de la red global de medios masivos de comunicación, están hoy en
total entredicho frente a una realidad que lo contradice. Los países centrales
están produciendo en forma acelerada, pobres y excluidos en su propio seno. Ya
nuestra periferia no es en forma exclusiva el centro del hambre, la falta de
esperanza y el dolor de las multitudes.
Todo parece indicar que estamos ante el fin de ese estado de bienestar: el
desempleo creciente no da marcha atrás, la reducción de la producción se
acelera, se mantiene inexorable la caída del consumo y los estados nacionales
más “desarrollados” acumulan diariamente su déficit crónico. La Unión Europea se
debilita y tiende a desintegrarse (amenazando con abandonar hasta su moneda
común, ya que cuando las cosas aprietan cada uno busca su propia salvación), el
Japón se hunde en una situación que terremotos, tsunamis y catástrofe nuclear
terminaron por convertir en desesperada, los Estados Unidos siguen acumulando la
mayor deuda externa y el mayor déficit mundial mientras las grandes masas de su
población no tienen trabajo y reducen inexorablemente su condición de vida.
La huída hacia delante
¿Y, cuáles son las respuestas a toda esta situación? Más y más de lo mismo.
Los poderes establecidos, sin excepción, responden a la situación de crisis
general huyendo hacia delante, exasperando al máximo todas las acciones y
conductas que produjeron la crisis y que prosiguen agravándola.
El despliegue y la institucionalización de la fuerza
“La fuerza es el derecho de las bestias”
Marco Tulio Cicerón
El complejo militar–industrial persiste en estimular, promover y sostener la
guerra cotidiana, como la mejor forma de incitar a una producción y un consumo
en recesión (aunque sean los de las armas), mientras que los gobiernos de los
estados centrales –a los que la crisis económica ha quitado capacidad para
negociar recursos naturales y materias primas– utilizan la guerra de conquista
(al mejor estilo de la barbarie) como forma de asegurarse la propiedad de esos
recursos, despojando de ellos a sus legítimos dueños (casualmente los países de
la periferia). Mientras se lee esto, las bombas siguen cayendo sobre Libia,
dónde según testigos presenciales se está ensayando todo tipo de armamento
(bombas perforantes, bombas “sólo mata gente”, nuevos drones, proyectiles de
nueva generación, etc.). Y siguen muriendo en forma diaria los civiles,
clasificados en el eufemístico lenguaje de la guerra como “daños colaterales”.
El gobierno de Libia declara que en un día los bombardeos han matado a 75 de sus
ciudadanos, y la dirigencia de la OTAN reunida en Ginebra, responsable directa
de esas muertes, contesta inmediatamente que “eso no les consta”. El presidente
Barak Obama presiona a los estados miembros de la OTAN que todavía no participan
en los ataques (entre ellos a Alemania, España y algunos de Centro Europa) para
que se incorporen inmediatamente a la matanza –la verdad oculta es que los
Estados Unidos y los otros estados de los países europeos apenas tienen ya la
capacidad económica para cubrir los costos de la agresión y para mantenerla
necesitan de la participación y complicidad de todos– y mientras tanto se sigue
haciendo pedazos la infraestructura de un país soberano y crece diariamente el
número de sus muertos. Este es el panorama principal, pero en Irak y Afganistán
la gente también sigue muriendo bajo las armas todos los días, así como en Costa
de Marfil y otros países de la devastada África. Desde la “muerte de Bin Laden”
no sólo la descarada agresión militar, sino también el asesinato individual
programado y la tortura –Obama dixit– se han convertido en “formas aceptables”
de actuar (por supuesto para las naciones poderosas). Mientras tanto, un triste
Secretario General de las Naciones Unidas (que tiene el descaro de presentarse a
reelección) opera como un “agente” más de la guerra, aliado en su logística a
los poderes centrales.
El hundimiento de la economía y otra vez más de lo mismo
Mientras campea la crisis económica global, los cada vez más empobrecidos y
endeudados Estados de los países centrales responden con la aplicación de
“paquetes económicos” neoliberales, al mejor estilo de los años 80. Cargan sobre
las espaldas de las grandes masas de su población el precio de la quiebra,
desarticulan los sistemas de prevención social y salud que constituyeran la base
del estado de bienestar, privatizan a precios ridículos los sistemas productivos
todavía en manos de esos estados, “ajustan” sus sistemas tributarios para
golpear a sus ciudadanos comunes y mantener protegidos e impunes a los grandes
capitales, y en definitiva, aplican con cada vez mayor rigor un sistema de
respuestas económicas que hace ya varias décadas han demostrado su ineficacia,
pero que benefician y protegen directamente al sector económico–financiero (y
dueño del poder) más privilegiado y generan el empobrecimiento inevitable del
grueso de la población.
Y a pesar de la declinación constante de las bolsas de valores, el juego
cotidiano de la especulación sigue beneficiando a las grandes corporaciones, que
cada año muestran con total desparpajo en sus balances el crecimiento progresivo
de sus inmensas ganancias. La acumulación del capital sigue acrecentándose en la
cima de la pirámide (los ricos son cada vez más ricos).
Mientras tanto, la Reserva Federal estadounidense sigue emitiendo dinero
inorgánico, lo cual, si se tratara de una moneda como todas las demás solamente
produciría su desvalorización frente a ellas, pero como lamentablemente es la
moneda utilizada como reserva e intercambio a nivel global, produce al
devaluarse un inevitable y progresivo hundimiento general de toda la economía y
aumenta diariamente el riesgo inminente de una catástrofe financiera global, que
haga estallar en pedazos todo el sistema económico mundial establecido y traiga
devastación tanto a los responsables como a todos los demás habitantes del
planeta.
La destrucción del medio ambiente, por aquí también seguimos
adelante
Paralelamente sigue a plena marcha la acelerada destrucción del medio
ambiente, producto directo del sistema industrial productivista, depredador y.
sólo movido por el afán de ganancias. Cada día que pasa (1) el sistema
establecido (en su mayor parte por los países “industrializados” con los Estados
Unidos a la cabeza, aunque algunos de los “países emergentes” están participando
activamente en esta locura) libera a la atmósfera del planeta 100 millones de
toneladas de gases tóxicos, el 80% de este volumen está constituido por
CO2, responsable directo del “efecto invernadero” y del calentamiento
global. De la misma forma, en un solo día nuestra Civilización
Occidental quema 87.000.000 de barriles de petróleo, 9.000.000.000 de metros
cúbicos de gas natural y 20.000.000 de toneladas de carbón, todos ellos recursos
naturales no renovables y por lo tanto en vías inevitables de desaparición.
El efecto invernadero está produciendo un aumento progresivo de la
temperatura de la atmósfera del planeta que provoca entre otras catástrofes, el
que diariamente se derritan 2.500.000 de toneladas de hielo natural, tanto del
Ártico como de los glaciares diseminados en todo el planeta. Pero sus más
inmediatos efectos (ya que los anteriores pueden considerarse –y el sistema
transnacional de medios masivos hace todo lo posible para que así sea– bastante
alejados de la realidad cotidiana de las gentes) se muestran en los terribles
efectos de los cambios atmosféricos. Inundaciones, sequías, cambios en los
sistemas de vientos que provocan el recrudecimiento de fenómenos como El Niño y
La Niña y el aumento en cantidad e intensidad de los regímenes habituales de
huracanes y tifones en ambos hemisferios del planeta, vienen provocando en los
últimos años efectos catastróficos en vidas humanas y recursos en todos los
rincones del globo.
Para completar, la progresiva deforestación de los bosques (30.000 hectáreas
por día), no solo se constituye en otro factor agravante de ese cambio
climático, sino que va eliminando sistemáticamente un recurso natural que entre
otras cosas es el principal productor del oxígeno (O2), un gas vital
para los seres humanos. A esto se suma el aumento progresivo de los monocultivos
industriales, que van desplazando a la agricultura tradicional productora de
recursos alimentarios para generar recursos que provean las necesidades del
sistema económico–productivo–consumidor (biocombustibles, alimento para
animales, producción de pulpa de papel, etc.),
Agreguémosle también la presencia de alrededor de 350 centrales nucleares que
no sólo corren el riesgo real de producir desastres como los de Chernobyl o
Fukushima, sino que en su mejor operación normal, producen desechos radioactivos
en forma acumulada, para los cuales no existe una solución viable. Continuarán
amenazando con sus emisiones a toda vida sobre la Tierra durante por lo menos
los próximos 50.000 años.
Todo este amenazante panorama es también ignorado, y prosigue con sus
acciones suicidas la marcha hacia delante (porque así lo determinan los
intereses de los grandes capitales). Los países centrales (EE.UU sobre todo)
rechazan o retardan la aplicación del Protocolo de Kyoto, una tímida propuesta
para intentar reducir la emisión de gases a la atmósfera, porque a ninguna de
las grandes corporaciones industriales les interesa reducir sus producciones e
invertir en infraestructuras menos contaminantes. Países como Francia aceleran
la instalación y construcción de reactores nucleares. La Barrick Gold, una de
las principales trasnacionales mineras, gasta cientos de miles de dólares en
publicidad para convencernos que son una empresa responsable y preocupada del
medio ambiente, y que el desastre ecológico que está a punto de producir en
Chile, no es tal. La Monsanto, otra de las grandes corporaciones, nos cuenta que
sus semillas transgénicas y el glifosato que produce, son contribuciones para
“acabar con el hambre en el planeta” y no sistemas agresivos y monopólicos de
siembra que, no sólo colocan a los productores en las manos de la corporación,
sino que dejan como resultado suelos arrasados e improductivos, contaminación
tóxica y la extinción de especies vegetales y animales.
El viraje a la derecha también es parte de la respuesta
Mientras tanto, y para consolidar el “más de lo mismo”, en los procesos
electorales que se van dando en los países centrales, el cada vez más reducido
número de votantes que todavía cree en el sistema de democracia representativa
bipartidista, se vuelca a apoyar a las derechas, que logran venderles una imagen
de salvadoras, de ser las únicas con la firmeza necesaria para volver a épocas
más felices (prometiendo entonces a viva voz, volver a lo mismo). Los
republicanos ganan la mayoría en el Senado y dejan en entredicho la anterior
mayoría demócrata en Representantes, en los Estados Unidos. En las elecciones
municipales españolas (excepto en el país vasco) la derecha del PP derrota a los
socialdemócratas y a las otras fuerzas. En Francia las encuestas registran
todavía como posible ganadora de elecciones presidenciales a Marie Le Pen, hija
del más popular político de la ultraderecha gala. Es en los restos del aparato
político–electoral de las democracias occidentales entonces, dónde se percibe
con mayor claridad el fenómeno que venimos estudiando.
Panorama del Apocalipsis
Todo esto configura un panorama de rasgos apocalípticos. Los graves problemas
generados por todo el sistema de poder que maneja los rumbos de nuestras
sociedades, no sólo parecen agravarse, sino que todas las respuestas tanto de
los grandes intereses corporativos como de los gobiernos de los países centrales
y de las “instituciones internacionales” que éstos controlan, están orientadas
no solo a mantener, sino a agudizar las contradicciones, los conflictos y las
dificultades.
Todas las acciones por parte de los que toman las decisiones representan
mucho más de lo mismo: la humanidad parece encaminarse hacia el abismo a través
de una espiral progresiva de agresión, represión y violencia.
La esperanza
Y sin embargo, los hechos nos permiten conservar la esperanza. Basta que
miremos hacia atrás en la historia para percibir que la fuerza desnuda (esa que
nos están aplicando) nunca ha servido para mantener la dominación por mucho
tiempo. Ella misma genera las respuestas y el alzamiento de los dominados.
Talleyrand, uno de los más hábiles políticos que ha dado nuestra cultura
occidental (fue sucesivamente ministro del Rey Luis XVI, de toda la Revolución
Francesa y de Napoleón) le dijo a éste último: “Sire, con las bayonetas se
puede hacer todo, menos sentarse sobre ellas”. Entendía muy bien que la
dominación implica mucho más que el mero empleo de la fuerza bruta.
Y es lo que está sucediendo en nuestros días. El sistema de persuasión tan
prolijamente elaborado e impuesto después del fin de la Segunda Guerra Mundial,
y transmitido y mantenido sobre todo a través del control de la red
transnacional de medios de comunicación, viene perdiendo su credibilidad a pasos
agigantados en las grandes mayorías del planeta (y sobre todo en los países
centrales). Los cotidianos cantos de sirena del consumo, del hedonismo, de los
patrones de frivolidad y descompromiso impuestos como forma de control, ya no
pueden convencer ni siquiera al ciudadano medio de los países centrales, que hoy
vive cada día el progresivo alejamiento, no solo de alcanzar los patrones de
consumo que el sistema la propone, sino siquiera de su supervivencia
personal.
A pesar entonces que el despliegue del bombardeo mediático es cada vez más
desenfrenado (parte de la misma huída hacia delante) la propuesta va perdiendo
día a día, como decíamos antes, su credibilidad ante una realidad que lo
contradice.
Y allí están las respuestas de la gente. Desde hace más de una década en
nuestra Latinoamérica y desde abajo, los pueblos van eligiendo e imponiendo
liderazgos que giren el timón hacia la inclusión social, el combate a la
pobreza, la independencia, la soberanía y la integración del continente.
El Medio Oriente y el Magreb se incendian con el alzamiento y las protestas
colectivas de los pueblos que ya no creen en el orden establecido y exigen los
cambios necesarios en sus sociedades. Y los estallidos se extienden desde Grecia
hacia España, Francia y Portugal en una Europa que se tambalea ante el peso de
la crisis. Las protestas colectivas, a pesar del silencio impuesto por los
medios, se van haciendo cada vez más frecuentes en el seno de unos Estados
Unidos que habían logrado acallarlas desde el principio del Siglo XX.
Estas son las respuestas de las gentes a la huída hacia delante de los que
creen tener la sartén por el mango, y en esas respuestas está enmarcado el
futuro que legaremos a nuestros hijos y nietos. Frente al hundimiento del
sistema establecido, sólo es posible la respuesta de crear alternativas
diferentes.
Miguel
Guaglianone
Barómetro Internacional
Allí es donde está centrada hoy la pelea necesaria, unámonos para darla.
Nota:
(1) Día Mundial del Ambiente: ¿Algo que celebrar?, por Julio
César Centeno, publicado en la web el 09–06–11 por Barómetro Internacional