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General: Cuento .. 1° parte
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 20/07/2011 06:42

HISTORIA DEL PAJARO QUE HABLA,

EL ARBOL QUE CANTA Y EL AGUA DE ORO

Hubo en otro tiempo un Sultán de Persia, llamado Koruscha, al que agradaba recorrer de noche,

disfrazado, las calles de su ciudad en busca de lances y aventuras.

Una noche conoció a una muchacha de familia humilde, pero tan discreta y hermosa,

que se prendó ciegamente de ella y decidió hacerla su esposa, celebrándose,

poco después las bodas, fastuosamente.

Las dos hermanas de la elegida, llenas de celos y envidia, resolvieron vengarse de la nueva

Sultana a toda costa. Y valiéndose de toda clase de intrigas consiguieron apoderarse

del primer hijo que tuvo su hermana, arrojando al agua al recién nacido dentro

de una cesta, en el canal que pasaba por los jardines de palacio.

Luego fueron a ver al Sultán y le dijeron que su hermana había dado a luz un gato.

Mucho se dolió el Sultán al recibir tan triste noticia,

y mandó que sobre ello se guardara el mayor secreto.

Pero una feliz casualidad salvó la vida del inocente niño.

El intendente de los jardines, que llevaba largos años casado sin tener hijos,

vió la cesta flotando en el agua, la recogió, y al hallar al hermoso recién nacido decidió llevarlo a su casa,

buscarle una nodriza y criarlo como si fuera hijo suyo.

Al año siguiente la Sultana dió a luz otro príncipe,

y las perversas hermanas lo colocaron también en otra cesta y lo arrojaron al canal,

diciendo al Sultán que su hermana había dado a luz un nuevo monstruo.

Afortunadamente, el niño fué recogido del mismo modo por el intendente de los jardines.

Finalmente, la Sultana dió a luz una hermosa princesa,

y la inocente criatura corrió la misma suerte que sus hermanos,

siendo arrojada al canal y recogida por el intendente.

El Sultán, desesperado por tanta desgracia, concibió un gran odio contra la Sultana,

y ordenó al Visir que la hiciese encerrar en una jaula de madera, vestida con groseras telas,

y que quedara expuesta así al escarnio público en la puerta de la mezquita

para que todo musulmán le escupiera en el rostro al ir a hacer sus oraciones.

El intendente crió a los príncipes con ternura paternal,

que aumentaba a medida que crecían en edad y revelaban todos ingenio extraordinario,

y la princesa una belleza sorprendente.

Los tres hermanos, llamados ellos Baman y Perviz, y la princesa, Panzada, estudiaron

con un preceptor geografía, poesía, historia y ciencias; haciendo tales progresos

en poco tiempo que pronto aventajaron a su maestro.

También aprendieron toda clase de juegos: montar a caballo, cazar, danzar y arrojar la jabalina.

Así crecieron y se educaron aquellos príncipes, alegrando los últimos años del buen intendente,

al que creían su padre, el cual murió sin revelarles el secreto de su nacimiento,

dejándoles herederos de sus riquezas, de una magnífica casa de campo rodeada

de jardines y un ancho bosque lleno de ciervos y leones.

Un día en que los dos príncipes habían salido de caza y Parizada quedó sola en el palacio,

llegó una peregrina musulmana rogándole que le permitiera entrar para hacer sus oraciones.

La princesa la atendió solícitamente, dándole la hospitalidad que manda la ley

y ofreciéndole presentes y agasajos.

Cuando la anciana iba a retirarse, agradecida por tantas atenciones, dijo a la princesa:

-Señora, vuestra casa es espléndida, alhajada con magnificencia y situada en un paraje encantador.

Sólo tres cosas le faltan para ser el más delicioso palacio del mundo.

- ¿Y qué cosas son ésas, mi buena madre?

-preguntó Parizada.

-El pájaro que habla, el árbol que canta y el agua amarilla de color de oro,

de la cual basta una sola gota para hacer un surtidor que jamás se consume.

-Hermosas cosas son ésas, mi buena madre. Pero ¿cómo saber dónde se hallan?

-Las tres se hallan juntas en el mismo lugar, en los confines de este reino.

La persona que quiera encontrarlas no tiene más que caminar veinte días sin descanso,

siguiendo siempre el camino que pasa por delante de esta casa.

Al cumplirse los veinte días encontrará a un anciano, y él le dirá dónde se hallan las tres maravillas.

Y dicho esto desapareció.

Hondamente preocupada quedó la princesa con esta revelación,

y en cuanto regresaron sus hermanos les contó todo lo sucedido.

El príncipe Baman se levantó de repente, diciendo que había resuelto ir en busca del pájaro,

del árbol y del agua de oro para tener el placer de regalárselos a su hermana.

De nada sirvieron las palabras y ruegos de sus hermanos para hacerle desistir de tan arriesgada empresa.

En un momento hizo Baman sus preparativos,

y al despedirse entregó a su hermana un cuchillo envainado, diciéndole:

-Mira de vez en cuando la hoja de este cuchillo. Mientras la veas brillante, nada temas.

Pero si vez que se empaña y gotea sangre será que alguna desgracia me ha ocurrido. Llora entonces por mí.

Y abrazando a sus hermanos por última vez el valeroso

Baman montó a caballo y se alejó en línea recta por el camino que la anciana había indicado.

Atravesó toda la Persia y al cumplirse los veinte días encontró a un anciano de larga barba blanca,

sentado bajo un árbol, cubierto con una mísera estera

y tocado con un sombrero de anchas alas en forma de quitasol.

Era un sabio derviche retirado de las vanidades del mundo.

El príncipe echó pie a tierra y le habló así:

-Buen derviche: vengo de lejanas tierras en busca del pájaro que habla, el árbol que canta

y el agua de oro. ¿Podríais indicarme dónde se encuentran?

-Señor -respondió el derviche-, conozco ese lugar. Pero el peligro a que vais a exponeros es inmenso.

Muchos valerosos caballeros han pasado por aquí y me han hecho la misma pregunta,

y ni uno solo ha vuelto de la atrevida empresa. No sigáis adelante; volveos a vuestro país.

-No conozco el miedo, ni me importan los peligros. Os suplico que me indiquéis el camino.

Viendo el derviche que de nada servían sus prudentes consejos,

sacó una bola brillante de un saco que tenía junto a sí y la presentó al joven.

-Tomad esta bola -le dijo-. Echadla a rodar y seguid tras ella hasta la falda del monte donde se pare.

Bajaos entonces del caballo, que os esperará allí, y subid a la cumbre de la montaña.

Econtraréis a derecha e izquierda una multitud de piedras negras y oiréis una confusión de voces que,

con insultos y amenazas, tratarán de haceros retroceder.

No miréis atrás, porque si lo hacéis os convertiréis al punto en una piedra negra como las otras,

que son otros tantos caballeros encantados. Si lográis llegar hasta lo alto, allí veréis una jaula,

y en ella el pájaro que habla; pregunta, y él os dirá dónde están el árbol que canta y el agua de oro.

Ahora haced lo que os parezca, y que Alá os proteja.

Agradeció Baman las palabras del anciano; tomó la bola,

y echándola a rodar siguió detrás hasta la falda de una montaña.

Dejó allí su caballo y comenzó la ascensión entre las filas de piedras negras.

Apenas habla dado cuatro pasos, comenzó a oír las voces de que le habla hablado el derviche;

unas se burlaban de él, otras le insultaban, otras proferían terribles amenazas.

El príncipe siguió subiendo intrépidamente,

pero las voces llegaron a hacer tan amenazador estruendo rodeándole,

que sus rodillas empezaron a temblar. Volvió la cabeza para retroceder

y al instante quedó transformado en una piedra negra, lo mismo que su caballo.

Parizada llevaba siempre a la cintura el cuchillo que su hermano le entregó al partir.

Un día, al mirar su hoja, la vió chorreando sangre,

y la pobre princesa lloró amargamente la desgracia de Baman.

Pero Perviz era animoso y valiente, y no podía conformarse como ella con llorar a su hermano.

Así, pues, decidió intentar la misma empresa, y se aprestó a partir en seguida sin dar oídos

a los lamentos de Parizada, que temía perder a los dos y quedarse sola en el mundo.

Antes de partir, Perviz entregó a su hermana un collar de perlas de cien cuentas, diciéndole:

-Repasa diariamente las cuentas de ese collar. Si un día las perlas no corren,

como si se hubieran pegado unas a otras, será que me ha ocurrido alguna desgracia. Llora entonces por mi.

(continuara)




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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: Amparito 09 Enviado: 20/07/2011 17:40

Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: Damara Enviado: 20/07/2011 20:07
¡Qué continue!
Me ha dado mucha penita la pobre sultana

Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: MYRYS Enviado: 20/07/2011 20:18
....QUE SIGA,QUE SIGAAA,ME TIENES EN SUSPENSO JEJE,
ME GUSTA LA TRAMA....ESPERO YA...

Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: Lalita2 Enviado: 20/07/2011 23:30
Un cuento para contar a los niñosesperaré a que esté completo para tenerlo todo
 
 



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