Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Despierta
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 
 
  
  
 ♥.·:*BIENVENIDO*:·. ♥ 
  
  
  
  
 
 
  
  
  
 ♥.·:*GRACIAS POR TU VISITA*:·. ♥ 
 corredor 
  
  
  
  
  
 
 
  Herramientas
 
Temas para Pensar: El Amor para Siempre? (Espuncio)
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 08/08/2011 04:04
De: Espuncio  (Mensaje original) Enviado: 07/07/2011 20:55
¿Amor para siempre? .......

 

  ¿Amor para siempre?

Estamos en primavera, y el amor es un tema que llena
la calle, la publicidad y hasta las páginas de los
periódicos. Pocos temas son tan recurrentes en la
literatura, la filosofía y el arte. Hoy se especula
mucho sobre su peculiar naturaleza. Muchos desearían
que fuera eterno, pero también el amor ha caído en
esta cultura de lo rápido y lo efímero, del “todo es
relativo” y el “nada es para siempre”.

Muchos dicen que el amor para siempre no existe.
Incluso estudios científicos sugieren que el amor
apasionado del enamoramiento y de los recién casados
es caduco, y que dura como mucho entre dos y cuatro
años, antes de caer en la rutina. Para muchas
personas, las malas experiencias de pareja y el
creciente aumento de los fracasos de las relaciones
matrimoniales parecen una demostración de que el amor,
como todo, nunca es definitivo y eterno. Algunos, aún
más decepcionados o heridos, llegan a afirmar que, en
realidad, el amor absoluto y eterno, tal como lo
entendían los románticos, en realidad es una falacia,
y no existe. Otros sostienen que es un invento de las
religiones y las culturas para asegurar la estabilidad
de las familias y el matrimonio, como si la
infidelidad y la volubilidad fueran connaturales al
ser humano.

No soy una experta psicóloga, ni filósofa, ni
antropóloga. Pero me atrevo a afirmar, contra viento y
marea, y con todas mis fuerzas, que el amor para
siempre sí existe, y que el amor, si es auténtico, no
puede hacer otra cosa que dejar de crecer.

Buscando las raíces del amor

Me gusta comparar el amor con un árbol que, si se va
regando y se cuida, crece día a día, sin cesar. Cuanto
más viejo, más grande, más frondoso, más bello. Y
entre sus ramas y hojas anidan nuevas vidas,
proyectos, sueños y realidades. Un amor auténtico como
roble crecido y fuerte puede resistir los embates de
las tempestades, del tiempo y de la sequía. Un amor
sólido lo resiste todo.

Por supuesto, ese árbol ha necesitado algo para
crecer. Ha necesitado, además del potencial que lleva
inscrito en sus genes, de alimento, agua y tiempo. Así
es el amor humano. Como el fuego, sólo necesita
alimentarse. Si se va avivando, sólo puede
acrecentarse más y más. El tiempo no lo agota, sino
que lo engrandece.

Antes de seguir, debo hacer un alto para precisar qué
entendemos por amor. El amor no es sólo pura química,
atracción o deseo. Tampoco es un sentimiento más o
menos intenso y placentero. No es mera poesía. El amor
engloba todo esto y algo más, que supone su genuina y
auténtica raíz. Las diversas religiones han definido
el amor con palabras bellas y certeras. El amor es
donación. El amor es generosidad, es entrega de sí
mismo. Es amistad, es confianza, es compartir. El amor
es también ternura, es intercambio, es comunicación…
El amor es belleza creadora, trabajo, pensamiento. Hay
amor en el beso de un enamorado, en la caricia de una
madre y en una obra de arte bien hecha. Hay amor en el
trabajo hecho con amor, en la cortesía, en el
sacrificio. Hay amor, también, en el cumplimiento de
un deber, aunque éste se haga con esfuerzo. Si lo
pensamos bien, estamos rodeados de amor. El mundo, a
pesar de sus lacerantes contradicciones, está inundado
de amor. Decía el teólogo y científico Teilhard de
Chardin que el amor es como el nervio que recorre y
anima todo el universo. Todo cuanto existe está
traspasado por la vena del amor. Como han escrito
algunos literatos, es la fuerza que mueve el mundo,
aquello que mantiene al mundo girando sobre sí.

La naturaleza del amor

¿Cuál es la naturaleza del amor? De nuevo la mística y
la literatura nos arrojan luz sobre las cualidades de
esta fuerza, que es mucho más que química y
sentimientos. San Pablo, en su célebre “Himno al Amor”
(o cántico de la caridad, como se ha traducido en
otras versiones), nos explica que el amor es paciente,
fuerte, incansable, generoso. El amor no lleva cuentas
del mal, no se irrita, no se enorgullece, no es
egoísta. Todo lo aguanta, todo lo resiste, todo lo
espera y todo lo cree. Nos muestra un amor dulce,
sereno, tierno, y a la vez fuerte hasta el infinito.
Si volvemos a otros poetas, veremos que el amor es una
energía poderosa que supera las barreras de la muerte.
Dice Quevedo en uno de sus sonetos que, el día que
muera, “polvo seré, mas polvo enamorado”. Shakespeare
escribe bellamente sobre la cualidad inagotable del
amor: “Cuanto más te doy, más tengo, porque este amor
es infinito”.

El amor no es un simple valor, ni algo relativo. El
amor es un concepto trascendente, que supera nuestras
limitaciones humanas. ¿Cuántas veces hemos oído de
personas que han rozado la heroicidad por amor? El
amor hace cometer locuras y actos que parecen
ilógicos. El amor incondicional de tantas madres, el
amor del que da la vida para salvar otras, el amor no
correspondido e incansable de tantas personas que han
amado sin esperar nada a cambio… sobrepasa la
racionalidad humana. El amor es un poco (o un mucho)
loco. Dice Jesús que “no hay mayor amor del que da la
vida por sus amigos”. En nuestros términos cartesianos
y puramente humanos, ese amor no cabe. Y, sin embargo,
todos sabemos de qué se trata. Todos anhelamos ese
amor, en el fondo de nuestro corazón, y tal vez hemos
conocido a personas que viven o han vivido este amor
auténtico. Muchas son las parejas que podrían
hablarnos de él. Y saben que el amor traspasa la misma
vida, y va más allá de la muerte. El amor real es para
siempre.

Amor es querer

Precisamente por su naturaleza, sólo necesita ser
alimentado para nutrirse y multiplicarse. Es algo tan
sencillo… ¡y tan difícil de hacer en la práctica! ¿Por
qué mueren tantos amores? Tal vez, en sus inicios,
eran genuinos y auténticos. Pero se dejaron apagar,
hasta que fueron irrecuperables. La perseverancia en
el amor, día a día, en los detalles pequeños, en los
contratiempos y en las alegrías, es buena parte del
secreto para mantener viva la llama, aseguran los
miembros de la mayoría de parejas que alcanzan una
feliz vejez siguiendo enamorados. Pero para alimentar
el amor, es preciso algo más que sentirlo. Porque
muchas veces cuesta, no apetece o resulta complicado,
porque hay que renunciar a otras cosas que quieren
invadir nuestra vida, incluso a nuestra comodidad
momentánea. El amor, en realidad, es una cuestión de
querer. Y hablo del querer voluntarioso. Querer es un
acto de voluntad. Si quieres, puedes. Si quieres,
amas. Quien quiere hacer algo, no importa los
obstáculos que se presenten, lo conseguirá, tarde o
temprano. Quien quiere amar, sin duda, lo consigue.
Querer es también un acto supremo de libertad. Un
teólogo dijo, bellamente, que la libertad del hombre
es amar.

Ese querer es la primera chispa que mantendrá vivo el
fuego. Y el resto… el combustible que lo acrecentará,
es esa amalgama de detalles, pequeños sacrificios,
constancia en el afecto, trabajo, delicadezas,
silencios y palabras dulces, que componen la vida
diaria y dan color a nuestra existencia. Para vivir
amando es preciso aprender, y no hay mejor escuela que
la práctica, ni mejor maestro que el ejemplo. Por eso,
en nuestro mundo de hoy, hambriento de amor, que busca
la ternura a menudo por caminos equivocados, es
urgente y necesario educarse y educar a nuestros niños
y jóvenes para aprender la ciencia más importante de
todas: el arte de amar. Buenos maestros no nos faltan.

Comparto de mi correo

Desconosco Autor


 


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados