La vida se mueve. Y hay que estar en esa corriente. Lo que quizás te parece un fin de trayecto cuando llegas compruebas que era sólo una modesta loma. Y habrá que seguir caminando. Vivir es eso. No te podrás quedar ahí, si no la vida se estanca. Es como ir subiendo la montaña y darte cuenta que cuando has llegado a aquellas lejanas nubes en lo alto de la cumbre no son más que humo que se deshace en tus manos. Y habrá que seguir caminando. Buscando una verdad y encontrando el alma andando por tu camino. Corriendo el alma por todos los caminos del Ser ten por seguro que no te vas a perder. Y aunque marches en línea recta o en espiral, el alma se va a desplegar como un loto de innumerables pétalos. Somos hijos del tiempo. Y en cada cima, en cada cota conquistada, se va a tener que dar una respuesta adecuada. Sabiendo que esa propuesta sólo es válida en ese momento del vivir, tal vez solamente en el conjunto único de circunstancias de la que surgió. Pero, ¿recuerdas? Habrá que seguir caminando. Saber que esa adaptabilidad, esa flexibilidad son la raíz de la más alta sabiduría. La que sabe que estamos en proceso, actualizándonos a cada momento, iluminándonos instante tras instante. Pero si el orgullo del ego se apodera de tu paso no te des mucha importancia. La sabiduría popular reza polvo eres y en polvo te convertirás, apuntando directamente hacia la precariedad de la vida, la fugacidad del instante. Hacia el paso ligero y humilde en el vivir. En lo esencial, en el transitar el alma, uno se tendrá que desnudar ante Dios y ante la vida y ser sencillo. Puro de corazón. Y ahí correr el riesgo de vaciarse. De profundizar para poder dar. Y un día, casi por casualidad, darse cuenta de que el agua que habitaba el fondo de su alma era la misma que inundaba la profundidad del mundo. Abriéndose a una nueva vida. Deparando su búsqueda un nuevo y secreto punto de contacto. El de la comunicación profunda, la que alimenta el alma. Jack Kornfield nos recuerda que el cambio no constituye un enemigo. Regresa para pedirle al corazón que esté presente y confíe en niveles cada vez más profundos. Pero ¡eh!, viajero, buscador del alma, hijo del tiempo, ¡recuerda!, para atrás ni para ganar impulso. ¡Siempre adelante! Siempre habrá que seguir caminando. Siempre. Juntos.
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