REFLEXIÓN
Cuando era sólo un niño
y debía, sin más, obedecer,
pensaba que, algún día,
liberado, podría
obrar sin cortapisa, a mi placer.
Porque, aunque un inexperto,
que, sin saberlo, todo lo ignoraba,
más sabio me creía,
más firme me sentía
que los hombres con quienes me cruzaba.
¡Oh sublime ignorancia!
Y, cuando he sido adulto y he vivido,
la inocencia perdida,
la ilusión reducida,
me han hecho desear no haber crecido.
Que tal es la existencia:
Nunca contentos con lo que tenemos,
aspiramos sin tino,
andamos el camino,
vivimos sin saber cómo lo hacemos...
y luego, en un momento,
cuando nos encontramos más ufanos,
aparece la muerte
disfrazada de suerte
y todo nos lo arranca de las manos.
DEL LIBRO: EL VIAJE INTERIOR
Francisco-Manuel Nácher López