Durante muchos años, identifique el caos como algo contrario al orden, como algo negativo, catastrófico, generador de una gran fragilidad, inseguridad y perdida del control. En los últimos meses se ha producido en mí un cambio paradigmático en el abordaje de esta cuestión, respecto a la toma de conciencia de la causalidad unitiva y unitaria que caos y orden tienen. No estoy descubriendo nada que antiguas escuelas sinológicas de filosofía no hubieran abordado desde un prisma realmente revelador. Lo que más me llama la atención es descubrir en mi propia vivencia actual, como es posible vivir el desorden, el caos, el vacio, la falta de un orden o diseño de proyecto de vida para el futuro, desde la más absoluta serenidad, aceptación y comprensión del enorme valor y papel embrionario que configura cualquier crisis, momento de peligro, dificultad, para que se produzca si se emplea una conciencia despierta, el posterior orden, estabilidad, la aparición de nuevas oportunidades, la adquisición de nuevas habilidades, cualidades o desarrollo de capacidades dormidas.
El caos en sí conforma ese ilimitado numero de posibilidades que la física cuántica estudia, cuando algunos de los científicos más heterodoxos actuales, estudian la necesidad de tomar conciencia del modo en que la mente racional y el observador condicionan lo observado y lo abordan desde una realidad pre-condicionada por los mecanismos volitivo-emocionales. El modo de sentir y la voluntad de expresar dicho modo, conforman muchas veces nuestra realidad. Un cambio de actitud y sobre todo, de centro, puede permitir descubrir en el caos, en la crisis, una oportunidad de renovación y transformación ilimitada que afectará a la propia realidad que fue conformada por nuestra propia visión y la limitación de nuestros instrumentos de interpretación y conformación de dicha realidad.
Cambiar el centro emocional por la observación activa del modo de sentir e interpretar que tenemos, nos permitirá por tomar nuevamente el ejemplo, ser capaces de no volver a vivenciar la crisis, el movimiento, los cambios como una perdida del control, sino más bien como un nuevo viaje a emprender en la vida, una invitación al movimiento, una revisión de viejos axiomas, un nuevo reto de transformación, de reinvención, una oportunidad maravillosa para “volver a desaprender, a como desenseñar, a como se deshacen las cosas”. Lo peor que nos puede ocurrir, es el pensamiento estanco, los hábitos petrificados, el sentimiento neurótico repetitivo, dar fuerza permanente a tendencias e inercias metastásicas, que convierten nuestra vida en un cáncer de estancamiento en el mejor de los casos, involución en algunos de ellos.
Pero lo más interesante es poder vivir el caos interno como una maravillosa aventura de preparativos y movimientos previos a un nuevo orden. ¿Se entiende bien cuál es la mayor virtud de estos pequeños milagros que operan en la vida de a diario? No se trata del orden, se trata de las posibilidades ilimitadas que existen para cambiar, se trata de las leyes universales que rigen siempre, del orden universal que es inmanente, y que siempre opera, se trata de las posibilidad que tenemos de conformar desde la conciencia despierta, un nuevo orden, renunciando al orden conocido. Esa es siempre la expresión de la vida, desconstrucción y reconstrucción, esta dinámica es la responsable de toda la existencia. Simbolizada por la danza de Shiva, es el movimiento, el cambio permanente, la posibilidad de vivir distintas experiencias, retos y confrontar distintas necesidades y responsabilidades, el principal motor evolutivo del que disponemos. Negarse a vivir y no aceptar las dos caras de la vida, la luz y la sombra, el caos y el orden, en un flujo constante e indivisible, es sumirse en la depresión o en la euforía, como si todo en el mundo sufriera un pequeño catarro de trastorno bipolar sin consecuencias traumáticas a primera vista, pero que nos va reduciendo a ser veletas incapaces de regir nuestro propio destino. Es muy enriquecedor y gozoso poder observar el caos interno como la puerta, como la vía, como el maravilloso laberinto interior que va a cambiar de sendas, que abre nuevos caminos, que multiplica sus puertas cerrando las viejas, que te permite reexplorarte, renovarte, vivenciarte desde nuevos paradigmas.
De hecho, es muy interesante observar como la actual crisis financiera global es un proceso que invita a un reordenamiento estructural en todos los ordenes político-sociales a escala planetaria. Una visión fragmentaria de dicho caos, una falta de conciencia no sólo analítica sino holística sobre las causas y motivos reales que nos han arrastrado a la actual situación, puede significar la perdida de una importantísima oportunidad para que nazca y surja ese nuevo orden diferenciado de las caducas formas de relaciones internacionales que han operado estos últimos siglos. La mayor constatación del modo en que operan las leyes universales, ya descritas por Hermes Trimegistro, -como es en lo grande, es en lo pequeño- es comprender que la crisis del modelo va a ir acompañada de una redefinición de modelos de vida individuales, un replanteamiento de las prácticas, aspiraciones, vivencias y modos de interactuar que ciertos individuos van a alcanzar gracias a una profunda crisis personal. El alcance de esta crisis planetaria va a venir acompañada por la gestación, con los dolores de parto que ello implica, de hombres y mujeres llamados al despertar, esta vez colectivo, tal y como los tiempos precisan, en este Kali-Yuga en donde todo tiende a mezclarse, en donde lo que ocurre en la India, en Palestina o en el Congo, esta interactuando en las vidas de personas que viven a miles de kilómetros, y también a la inversa, en donde los modos de vida, consumo y las metas existenciales, están implicando a cientos de personas que viven en otras culturas, en otras condiciones y modos. Caer en viejos axiomas de culpables e inocentes, no ayuda al proceso de crecimiento que la humanidad tiene que abordar en las próximas décadas.
Ser capaces de aplicar en esta escala, el aprendizaje y la oportunidad que representa dicha crisis, traerá consigo si no cambios espectaculares, si una nueva modulación de los excesos y el vertiginoso ritmo de vida compulsiva occidental, que ya viene siendo exportada a todo el globo en las últimas décadas. Este actual caos financiero y económico, va a significar la apertura al infinito mundo de posibilidades que existen para encontrar nuevas ideas, nuevos modelos, impulsar cambios con cierta profundidad. Este aparente caos es el reordenamiento mundial que ofrece una oportunidad de cambio, de crecimiento o decrecimiento (encrucijadas que encontramos en toda crisis). Si como fruto de dicha crisis devienen hombres y mujeres buscadores, si se produce el despertar a una nueva conciencia, a una búsqueda real de la esencia, de nuestra verdadera identidad, la crisis habrá producido un nuevo orden interior, a una escala que a veces no sabemos percibir, pero que significará un germen que puede alimentar de espíritu y conciencia a cientos de generaciones posteriores. ¿No es acaso una sola semilla de trigo la responsable de alimentar a cientos de millones de seres durante siglos?. Cada crisis, cada pequeño cambio es un holograma que encierra una potencia transformadora ilimitada.
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