Las personas se relacionan afectivamente de muchas maneras, y estas formas de relación varían en función a cómo han vivido sus experiencias de la infancia.
Sin embargo, siempre se puede cambiar, principalmente cuando se toma conciencia que es la forma del vínculo amoroso el que atenta contra la continuidad de la relación.
Del sufrimiento reiterativo se aprende, porque ya que sabemos que lo que no nos mata nos hace más fuertes.
Un amor sano tiene que ser tranquilo y no una serie de experiencias plena de altos y bajos que nos llenan de ansiedad y zozobra y no nos hace sentir ni libres ni felices.
La base de un estilo de amar libre y sincero es mantenerse genuino y no pretender ser quien no se es, sin esperar que el otro sea como se desea.
Para ser uno mismo primero es necesario valorarse como persona; y esta condición exige un examen de conciencia. Cómo somos, cómo pensamos y cómo actuamos.
Si somos como deseamos ser, si pensamos en forma coherente y si nos comportamos respetando nuestros propios valores; tenemos motivos suficientes como para apreciarnos y estar orgullosos de nosotros mismos.
Una alta autoestima generada por la propia conducta y el autoconocimiento, es la condición necesaria y suficiente para comprometerse con una relación estable y para ser correspondido.
Lo peor en una pareja es la inestabilidad, la ambivalencia, la indecisión, la falta de convicciones firmes que hacen aferrarse al otro y crear vínculos dependientes.
Las experiencias de la infancia nos condicionan pero no nos determinan; y muchos logran superar ese condicionamiento, sea cual sea, cuando toman conciencia de cuáles son las fallas de su carácter que le impiden ser feliz con una pareja.
Nadie en el mundo ha tenido los padres perfectos, porque también esos padres tuvieron sus propias experiencias con sus propios progenitores, que no siempre fueron satisfactorias. Porque el problema no es lo que les haya pasado, sino cómo han vivido lo que les ha pasado.
La pareja no tiene que ser el único ámbito de la existencia, porque para tener una vida más plena y no aburrirse uno del otro, se necesita un campo más amplio de pertenencia, abrirse a otras personas con las que se pueden compartir otros intereses; porque estar demasiado ligado a uno solo es como jugar todo lo que tenemos a un solo número.
Un vínculo simbiótico solamente de dos, que no deja espacio para otros ni para los propios intereses personales, impide madurar, crecer y realizarse como persona; entonces, cuando esa relación comience a asfixiar se transformará en odio, porque es la única forma de despegarse y poder volar.
Se puede mejorar el modo de relacionarse en el amor. La prueba es el primer amor, que por lo general no se llega a consumar, porque ambos se consumen de puro amor perdiéndose a si mismos uno en el otro.
Tener proyectos personales es saludable para las relaciones de pareja y una forma de saber si el otro está dispuesto a aceptarnos como personas con un propósito propio.
Elegimos todo en esta vida; hasta nuestra identidad es selectiva ya que es el resultado de una serie de identificaciones con lo que nos agrada de las personas que son para nosotros significativas.
Es necesario proponerse también elegir lo que deseamos recordar, que es todo aquello que nos hace bien, aceptando todo lo del pasado que nos ha hecho mal, pero que tal vez nos ayudó a templar nuestro carácter.
Todos hacemos el viaje de la vida con algún equipaje y no todo lo que cargamos en él nos agrada. Sin embargo, es mejor tener un pasado que no tener nada, porque nos ha enseñado a apreciar más lo que es bueno, a conocernos, a cuidarnos, a querernos, a valorarnos más si hemos conseguido superarlo y a no depender de nadie, porque ser sano es haberse liberado de toda dependencia.
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Fondo Lalita
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