¡OH MUERTE!
Morir es un verdadero acto filosófico.
¡Oh muerte! tú eres madre de la filosofía.
Tú ennobleces la vida con un ¡QUIÉN SABE!
y das sabor a nuestras horas con tu melancolía.
En todo lo que es grande -dolor, amor- tú estás.
Arco triunfal de mármol negro, por donde pasa,
dignificada, el alma que sin cesar luchó,
cual héroe taciturno; regalo, abrigo, casa
de quien desnudo y solo la dura tierra holló. . .
Tú avaloras las vidas más vacuas y vulgares:
Sancho Panza agoniza, y hay en él majestad.
Tú perfilas los rostros con líneas singulares,
¡mirífica escultora de la Serenidad!
Es tuyo todo el oro del silencio. (La plata
de la elocuencia dejas para el necio vivir.)
Más dice tu mutismo que nuestra catarata
verbal de milenarios, en su vano fluir.
La puerta de la estancia cierra tu mano pálida,
y ya no vemos nada, ya no sabemos más.
¿Se metamorfosea detrás una crisálida?
¿Qué alquimia portentosa se realiza detrás?
¡Oh muerte!, creadora del misterio: tú hiciste
que la inquietud volase por vez primera en pos
del Ideal. Mirando tu faz augusta y triste,
el hombre alzó los ojos y se encontró con Dios.
Amado Nervo