DIME, SEÑOR
Dime, Señor, ¿por qué con tal porfía
velas por mí, sin tregua, año tras año,
mientras yo, ciego y sordo y a Ti extraño,
vivo una vida mísera y vacía?
¿Por qué, si no merece el alma mía,
por su triste vivir y gesto huraño,
que la alejes más tiempo de su daño,
te afanas por salvarla cada día?
Quiero, Señor, salir de esta bajeza
y borrar del pasado oscuros trazos
y apoyar en Tu pecho mi cabeza
y dejarme abrazar por Tus dos brazos,
sentir de Tu presencia la certeza
y anudar con Tu amor eternos lazos.
EL VIAJE INTERIOR,
Francisco-Manuel Nácher López
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