-¿De dónde vienes tan tarde? ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? -Vengo de ver unos ojos verdes como el trigo verde. El sueño juega y se esconde en la plaza de mi frente; cabalgo por las ojeras de unos ojos en relieve. El cuarto se va llenando de mar, de barcos y peces, acuarium improvisado sobre el barniz de los muebles, mientras que la media luna de junio roja y solemne se suicida sobre el filo de la mañana que viene. -¿De dónde vienes cantando? ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? -Vengo de ver unos ojos verdes como el limón verde. Por el río de la siesta pasa un pregón hecho nieve persianas atravesando: "¡Chumbos frescos, ¿quién los quiere?!" La sábana de la cama en silencio se defiende amortajando suspiros bajo la cal de sus pliegues contra dos cuerpos desnudos que su blancura oscurece; muslos de trigo en mis muslos brazos delgados y ardientes que como ríos morenos iluminados de fiebre se precipitan sin pulso por la llanura del vientre en una lucha romana de mirtos y de laureles. -¿Dónde naciste? -En Tarifa, ¿Y tú? -En Sevilla. Mis sienes están preñadas de olivos como tus ojos de verdes. El silencio apuñalado vuelve a sembrar las paredes y un sueño de torres altas y de relojes ausentes sobre la cama cansada echa su capa de nieve. -¿De dónde vienes borracho? ¡Dime, di! ¿De dónde vienes? -Vengo... vengo de la viña y el olivarito verde. -¿Qué mala hierba pisaste, quién te atravesó las sienes con ese mal fario...? ¡Dime! -Son las cosas de la suerte, unos la encuentran de espaldas, otros la encuentran de frente, y yo me encontré a sus ojos verdes como el trigo verde. -¿Quieres que te haga una taza de hierbabuena caliente? -Quiero su voz, luna y plata diciéndome que me quiere. -¿Quieres que te ate un pañuelo y te lo anude a la frente? -Quiero sus brazos de trigo y su cintura de aceite. -¿Quieres que cante una nana para ver si así te duermes? -Quiero sentirme en el cuello su aliento de flauta breve. -Entonces... mi corazón, dime, ¡por Dios! lo que quieres. -Quiero sus ojos. Sus ojos verdes como el trigo verde, como el limón y la albahaca, como el mar y los cipreses, el romero y los laureles... Si no me traes sus ojos, ¡dile que venga la muerte!
Rafael de Leon
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