Cuando expresamos canto utilizamos nuestra voluntad para transformarnos en música y la expandimos por todo nuestro cuerpo. Esta terapia proviene de los indios de América que usaban el canto, la danza y la música como una manera de curar y que formaba parte de la vida. A través del canto limpiamos la mente, armonizamos las emociones, abrimos el corazón y lo libramos de odios, rencores, dolencias, y expresamos alegrías y nos brindamos amor para saber luego demostrarlo. Nos relajamos y llenamos de energía nuestro cuerpo, éste canto es acompañado muchas veces por movimientos que nos permite soltarnos de las tensiones y generamos endorfinas , que son sustancias químicas que produce nuestro organismo y son las causantes de las alegrías, la calma y la paz que le otorgan a nuestras células por medio del torrente sanguíneo. Podemos también cambiar la forma de percibir los hechos pasados, para recuperar estados positivos del pasado hacia el futuro, la mente posee una pacacidad de viajar en el tiempo y el canto nos ayuda, es como un puente que nos permite ver, vivenciar, escuchar y sobre todo sentir los momentos de estados de goce cada vez que necesitemos de él. También identificamos los errores y nos concentramosen desarrollar esa virtud por medio de canciones que hacen florecer las cualidades que necesitamos. Las canciones son amigas que nos conectan con nuestro camino que lleva al corazón, que nos mantiene en alerta para que aprovechemos las oportunidades y así poder despertar la fuerza interna, la perseverancia y la flexibilidad necesaria para lograr el tan anhelado éxito en nuestros emprendimientos.
La musicoterapia hace uso de sonidos, trozos musicales y estructuras rítmicas para conseguir diferentes resultados terapéuticos directos e indirectos a nivel psicológico, psicomotriz, orgánico y energético. Dentro del marco general de la musicoterapia existen muchas tendencias, escuelas y direcciones de aplicación. Existe por ejemplo, la musicoterapia ambiental, encargada de diseñar espacios sonoros amables, acogedores y tranquilizantes en salas hospitalarias y lugares de concentración pública.
Existe la MIT (Terapia de Entonación Melódica), desarrollada en el hospital de veteranos de Boston, importante centro de investigación neuropsicológica, para ayudar a recuperar el habla a enfermos que por causas diferentes (tumorales, circulatorias), la han perdido. A nivel de estimulación psicomotriz temprana y dentro de los programas educativos regulares y especiales, se utiliza ampliamente la musicoterapia como facilitadora del aprendizaje e inductora de la coordinación. Hay una clase de musicoterapia más sutil, que utiliza tonos puros, frecuencias particulares que hacen parte de un código específico de información que estimula puntos o zonas del cuerpo físico o del campo energético humano para equilibrar funciones orgánicas o psicológicas concretas.
¿En qué se basa la Musicoterapia?
Ha sido evidenciado experimentalmente que la música y sus componentes fundamentales (Estructuras rítmicas, escalas, tonos, etc.), producen patrones de actividad eléctrica cerebral coherente. Ello se traduce en una mayor eficacia a nivel del funcionamiento del cerebro no sólo como rector de los procesos cognitivos sino también como regulador de las funciones vegetativas del organismo. Las medicinas vibracionales, han recalcado la importancia de la información electromagnética y su utilización como lenguaje terapéutico dentro del sistema orgánico. Los sonidos son frecuencias electromagnéticas susceptibles de ser utilizadas de manera análoga ala que son utilizados los colores en la cromoterapia.
¿En qué nos puede ayudar la Musicoterapia?
Uno de los usos cotidianos más simples y difundidos de la musicoterapia es la regulación del estado de ánimo. Utilizamos trozos musicales para alegrarnos en la depresión o para calmarnos en medio de estados de excitación producidos por la rabia, el estrés o el temor. También podemos utilizar trozos musicales para mejorar el aprendizaje, ejercicios rítmicos para mejorar la coordinación y la resistencia física. La música, bien empleada, puede facilitar el contacto con bloqueos emocionales concretos y producir la catarsis necesaria para la resolución del conflicto. Dentro del espectro de la sintergética y las terapias vibracionales, puede ser fundamental el uso del sonido puro o de acordes armónicos o inarmónicos para la movilización de energías particulares con efectos orgánicos concretos.
Origen, historia y desarrollo de la Musicoterapia
La musicoterapia tiene su origen en la noche de los tiempos. Los primeros musicoterapeutas son los chamanes, médicos brujos tribales quienes comienzan a utilizar cánticos, salmodías, susurros y estructuras rítmicas repetitivas para inducir estados de conciencia a nivel colectivo con fines catárticos y religiosos. Se tienen evidencias del uso ritual de la música en casi todas las grandes culturas de la antigüedad. Los griegos y los egipcios nos cuentan acerca de los efectos psicológicos de diferentes escalas y modos musicales. De la misma manera, hindúes, chinos y japoneses antiguos, reconocen en sus ragas y modos pentatónicos, estructuras musicales aplicables a diversas actividades y estados de ánimo. A partir de tales tradiciones, durante el presente siglo se ha sistematizado el estudio de los efectos psicológicos y orgánicos de la música y se ha reconocido a la musicoterapia como vertiente terapéutica de valor concreto.
La humanidad ha utilizado los sonidos y la música de manera terapéutica a lo largo de los siglos. En el antiguo Egipto el jeroglífico que representaba la palabra "música" era el mismo que representaba los conceptos de "alegría y bienestar". Los sabios védicos sánscritos y los filósofos de la escuela Pitagórica de la Grecia clásica consideraban que todas las formas físicas eran manifestaciones de la música. El sonido aplicado correctamente podía producir curaciones restaurando la integridad musical del cuerpo y el alma. Entre las recomendaciones de los médicos antiguos solían figurar los cantos rítmicos y secuencias melódicas sagradas. La música puede saltarse los filtros lógicos y analíticos de la mente para establecer un contacto directo con sentimientos y emociones escondidos en lo más profundo de la memoria. Esto provoca reacciones físicas. Los mantras y los cánticos curativos tienen origenes muy antiguos. En los papiros egipcios que contienen textos médicos de 2600 años de antigüedad se habla de cánticos para curar la esterilidad, dolores reumáticos, etc. Se dice que hacia el 324 a.c. la música de la lira devolvió la cordura a Alejandro Magno y en el antiguo testamento se recuerda que David alivió la depresión del rey Saúl tocando el arpa. Los esenios y los terapeutas curaban con palabras sagradas y en la cultura helenística, los dolores de la ciática y de la gota se aliviaban con música de flauta. El conocimiento de los sonidos, ritmos y cánticos era parte fundamental de los poderes curativos del chamán y de los druidas de las culturas celtas. En la época medieval y renacentista los grandes maestros reconocían la importancia de la música. F. Haendel afirmaba que no pretendía divertir a su público sino "hacerlos mejores". En el S XVII el cantante de ópera Farinelli curó al rey Felipe V de españa de una enfermedad crónica cantando el aria favorita del rey. En el Siglo XIX se llevaron a cabo investigaciones científicas sobre los efectos fisiológicos de la música a base de medir sus incidencias sobre la respiración, el ritmo cardíaco, la circulación, la presión sanguínea y se ha encontrado una gran correlación. El ser humano se asemeja a un instrumento musical muy complejo, único y delicadamente afinado. Cada átomo, cada molécula, cada célula, cada tejido y cada órgano del cuerpo emiten continuamente las frecuencias de su vida física y emocional. La voz humana es indicadora de la salud del cuerpo y establece relación entre los individuos y el cosmos.
La música no sólo amansa las fieras que no son sordas, incluida esa fiera que cada uno lleva dentro, sino que además induce múltiples efectos fisiológicos y psicológicos beneficiosos para la salud. Son numerosos los estudios de psicólogos y neurólogos que han demostrado que la música actúa como un revulsivo que, o bien moviliza, o bien aplaca el cuerpo y la mente.
En diversos registros polígrafos realizados a voluntarios sanos mientras escuchan un fragmento musical se aprecia que el pulso, la actividad muscular, la respiración y otras variables fisiológicas se modifican al son de la música, y que una misma persona responde igual cada vez que escucha la misma composición. En el electroencefalograma lo que se aprecia es que la música relajante produce ondas de tipo alfa, exclusivas de un estado de reposo psíquico y sensorial profundo.
Una de las últimas aplicaciones de la musicoterapia ha sido realizada en niños del Rainbow Babies Hospital de Cleveland, 0hio, Estados Unidos, con resultados clara mente satisfactorios. Los médicos de ese hospital han estado utilizando la música para reforzar el tratamiento farmacológico en niños que padecen cáncer. Y se han percatado de que las posibilidades de recuperación de estos niños son mayores si la quimioterapia se acompaña de música.
Las sesiones de musicoterapia eran de media hora y consistían en invitar a los niños a que cantaran, jugaran y tocarán algunos instrumentos mientras escuchaban una melodía en un piano eléctrico portátil. Antes y después de cada sesión se les analizaba la saliva, comprobándose que la música elevaba sus niveles de inmunoglobulinas, un indicador clave de la fortaleza del sistema inmunitario. Los autores de este experimento sugieren que la música reduce la percepción del dolor, alivia el exceso de tensión arterial y mejora el estado emocional de los niños. Y puede tener todavía una implicación más profunda al reducir las hormonas del estrés y estimular el sistema inmunitario. Los médicos sostienen además que la música ayuda a los niños a involucrarse en su curación y tolerar mejor el tratamiento.
Desde las épocas más remotas la música ha acompañado a la humanidad como vehículo de expresión de sus alegrías y tristezas. Presente en muchas de sus actividades, desde el nacimiento hasta la muerte, constituye para el individuo un medio de disfrute, y una vía de evolución social y bienestar espiritual.
Con seguridad podemos afirmar que no ha existido ni una sola civilización que haya prescindido de la música. A través de los tiempos la música ha estado unida al disfrute y bienestar humano, su empleo se ha vinculado con la realización de múltiples actividades, asociada desde un principio de manera indispensable a los rituales religiosos, mágicos y profanos.
La música se ha utilizado también para el acompañamiento de ceremoniales y actos patrióticos, militares, fúnebres, etc. para promover, exaltar o canalizar determinados sentimientos y emociones. De esta forma acompaña a los individuos, desde el nacimiento hasta la muerte, en sus ocios, faenas laborales, conflictos, en fin, en aquellos acontecimientos más importantes de la vida en los que matiza y canaliza sus alegrías y tristezas, sus conflictos y pasiones...
Ya los antiguos conocían del valor y propiedades de la música para promover la salud y el bienestar humano y aprovechaban sus efectos “sanadores”. La música, y también la danza, ocupaban un lugar principal en los distintos ceremoniales y rituales de curación. En los papiros médicos egipcios del año 1500 A.C., se menciona la utilización de la música para estimular la fertilidad en las mujeres; la Biblia nos habla de cómo David la utilizaba para modificar el estado anímico del rey Saúl y sacarlo de su depresión; Aristóteles reconocía su valor benéfico y Platón la recomendaba, conjuntamente con la danza, para la eliminación de fobias y temores. No se dudaba, igualmente, en recomendar la música como factor preventivo para la ira, las penas y las preocupaciones.
La importancia de la música para el bienestar y desarrollo humano, queda claramente expresado en las siguientes reflexiones de G. Agudelo: “La música es una experiencia que propicia la creatividad, refina la sensibilidad, fortalece el desarrollo intelectual y culmina con el enriquecimiento global de la personalidad del individuo al conformar un ser humano más armonioso en su totalidad. Por ello es de vital importancia concederle al ser humano este derecho desde la primera etapa de la niñez, ya que es en esa fase de la vida cuando el educando adquiere las principales vivencias que aprenderá, asimilará, procesará, repetirá, aplicará y perfeccionará en el campo de sus experiencias personales que más tarde determinarán su desarrollo y conducta emocional, dentro y frente a la sociedad.”.
Las investigaciones más recientes han mostrado que la música, al actuar sobre el sistema nervioso central, favorece la producción de endorfinas, dopamina, acetilcolina y de oxitocina. De las endorfinas se conoce que motivan y elevan las energías para enfrentar los retos de la vida ya que producen alegría y optimismo; disminuyen el dolor y contribuyen a estimular las vivencias de bienestar y de satisfacción existencial. En apoyo a lo anterior, citamos los hallazgos realizados en un centro de investigación de California, señalado por G. Agudelo y que reza así: “En el Centro de Investigación de la Adicción de Stanford (California), el científico Abraham Goldstein comprobó que la mitad de las personas estudiadas experimentaban euforia mientras escuchaban música. Las sustancias químicas sanadoras generadas por la alegría y riqueza emocional de la música capacitan al cuerpo para producir sus propios anestésicos y mejorar la actividad inmunitaria. Formuló la teoría de que las “emociones musicales”, es decir, la euforia que produce escuchar cierta música era la consecuencia de la liberación de endorfinas por la glándula pituitaria, como respuesta a la actividad eléctrica que se propaga en una región del cerebro conectada con los centros de control de los sistemas límbico y autónomo.
Estos y otros beneficios de la música se apoyan en sus propiedades, muchas de las cuales han sido objeto de numerosos estudios e investigaciones; así tenemos que algunos de sus elementos como la armonía, la melodía, el ritmo, el volumen o intensidad, la altura o tono y el timbre, ejercen determinadas influencias sobre los sujetos. La melodía influye directamente sobre el ámbito de la afectividad, se relaciona con estados subjetivos de placer-displacer, alegría-tristeza.
El ritmo, en su condición de elemento dinámico, actúa como un estimulante del estado físico y anímico.
La armonía, cuando es disonante, provoca estados de ansiedad, inquietud o agitación; por el contrario, cuando es consonante, se relaciona con estados de serenidad, equilibrio, estabilidad y reposo. El timbre o tono, provoca respuestas emocionales diversas de acuerdo con la naturaleza del instrumento; así los de cobre excitan, los de viento impulsan, las cuerdas sedan y los membranófonos calman.
La altura, cuyo equivalente subjetivo es el tono, cuando es alto provoca un estado de cierta excitación o alegría; pero si es excesivo provoca molestias e irritabilidad. La intensidad, cuando es débil provoca sensación de intimidad y expresa quietud y serenidad; cuando es alta puede provocar molestias psicológicas y físicas (dolor). Otros efectos de la música han sido señalados, así Benenzon describe los siguientes:
Según el ritmo se incrementa o disminuye la energía muscular. Acelera la respiración o altera su regularidad. Produce efectos marcados y variables en la presión sanguínea, el pulso y la función endocrina. Tiende a demorar la fatiga e incrementar el endurecimiento muscular. Aumenta la actividad como escribir a máquina. Puede provocar cambios en el trazado eléctrico del organismo, en el metabolismo y en la síntesis de variados procesos enzimáticos.
Si bien la música resulta un vehículo idóneo para promover la salud y el bienestar humanos, por su demostrada capacidad para influir sobre los procesos psicobiológicos y psicosociales al abrir canales de comunicación, promover la auto-expresión, facilitar el aprendizaje, estimular la memoria, entre otros efectos, también puede tener consecuencias negativas, por lo que se requiere de medidas preventivas, en particular en niños y adolescentes, en cuanto al tipo de música que escuchan y las letras de estas que en algunos casos pueden incitarlos a la violencia, al uso de drogas o al sexo indiscriminado.
La American Academy of Child & Adolescent Psychiatry ha realizado un llamado de atención, en relación con lo anterior, en un artículo publicado en el año 2000, en Internet donde se plantea lo siguiente: “Una de las preocupaciones de los que se interesan en el desarrollo y crecimiento de los adolescentes son los temas negativos y destructivos de algunos tipos de música rock y de otras clases, incluidos los álbumes de mayor venta promovidos por algunas de las grandes compañías disqueras. Los siguientes temas problemáticos son prominentes:
-La promoción y exaltación del abuso de drogas y de las bebidas alcohólicas. -Las representaciones y las palabras que presentan el suicidio como una “alternativa” o “solución”. -La violencia gráfica. -Los rituales en los conciertos. -Las formas de sexo que enfatizan el control, el sadismo, el masoquismo, el incesto, a los niños que menosprecian a las mujeres y la violencia contra las mujeres.
Otras instituciones, con igual sentido preventivo, hacen un llamado a evitar el hábito de escuchar la música a elevados niveles sonoros, ya que se ha demostrado que provoca hipoacusia o disminución auditiva. El peligro del desarrollo de jóvenes generaciones de hipoacúsicos traería aparejado una serie de consecuencias, tanto para los sujetos individualmente como para la sociedad en su conjunto, entre las que se contarían: dificultades para el aprendizaje, para la comunicación oral, aislamiento y problemas laborales (ubicación). Promover mediante una adecuada educación musical, un mejor empleo y disfrute de la música, es potenciar la misma como factor indiscutible de salud y bienestar social e individual. Dionisio F. Zaldívar Pérez
Beatriz, una paciente de 55 años sufría de cáncer avanzado. Padecía de un dolor severo en su hombro izquierdo superior. Vivía sola en su apartamiento en Nueva York y recibía cuidado de sostén en la casa. Se refirió a terapia musical por razones de un estado depresivo y aislamiento social. Cuando llegó la terapista dijo que ella usualmente no escuchaba música, pero que escucharía cualquier cosa que le ayudara con el dolor. Era una artista que no había podido pintar más no por el cáncer en sí sino más bien por dolor que el pintar le ocasionaba. En la evaluación que hizo la terapista se concluyó que se sentía enormemente triste y fatigada. Su habilidad mecanica estaba limitada .
La terapia comenzó con música clásica que le produjo sensaciones de que estaba creando imágenes. Una de las obras que utilizó fue la sinfonía "pastoral" de Beethoven. Más adelante trajo música de calipso. En algunas de las sesiones trajo su guitarra y tocó parala paciente. Eventualmente pudo comenzar a pintar cuadros. Llegaba, incluso, a olvidar el dolor durante los periodos de música. Al irse la terapista dejaba los cassettes y otros materiales para ella escuchar. La músicoterarapia se convirtió en una vía de expresión para ella. Comentó que le ayudaba mucho tener música especial cuando sufría dolores intensos, y podía manejar mejor el dolor. Poco antes de morir pudo tomar un paseo en automóvil con un amigo y escuchar en un "walkman" mientras miraba el paisaje. Este uso de la música puede parecer sorprendente. Sin embargo sabemos que desde los tiempos de la antigua Grecia numerosos filósofos, historiadores y científicos han escrito sobre la música como agente terapéutico. Hace más de 2,500 años que el filósofo griego Pitágoras recomendó el cantar y el tocar un instrumento musical cada día para eliminar del organismo el miedo, las preocupaciones y la ira. No obstante, fue en el siglo 18 que comienzan a aparecer informes anecdóticos en la literatura profesional. En el siglo 19 comienzan a aparecer informes de experimentos controlados. La terapia musical o musicoterapia moderna tiene su origen en Inglaterra. El más antiguo texto sobre música y medicina fue escrito por un médico llamado Richard Browne y publicado en 1729. Esta obra titulada Medicina Musica, que aplicaba a la musicoterapia los principios científicos recientemente elaborados por el matemático y filósofo Rene Descartes, tuvo gran impacto en la práctica de la terapia musical en los Estados Unidos. Efectos Fisiológicos de la Música Hoy sabemos que la música tiene una serie de efectos fisiológicos. La música influye sobre el ritmo respiratorio, la presión arterial, las contracciones estomacales y los niveles hormonales. Los ritmos cardiacos se aceleran o se vuelven más lentos de forma tal que se sincronizan con los ritmos musicales. También se sabe que la música puede alterar los ritmos eléctricos de nuestro cerebro. Si uno cierra los ojos por un minuto y escucha al mundo en derredor escucha bocinas, martillos, gotas de lluvia, niños riendo, una orquesta sinfónica, etc. La terapia musical sostiene que lo que uno escucha puede afectar la salud positiva o negativamente. El sonido puede ser un gran sanador. Los terapistas musicales utilizan el sonido para ayudar con una amplia variedad de problemas médicos, que van desde la enfermedad de Alzheimer hasta el dolor de muelas. Los doctores en medicina conocen acerca del poder del sonido. Los investigadores han producido evidencia de la habilidad de la música para disminuir el dolor, mejorar la memoria y reducir el estrés. Dos Explicaciones Hay dos interpretaciones alternas de la terapia musical. Ambas pueden ser correctas. La primera sostiene que la música tiene algún efecto positivo sobre nuestro sistema nervioso. Esta interpretación se origina en un estudio en la Universidad de California, que demostró que los niños que se exponen a la música de Mozart antes de una prueba de inteligencia demuestran un mejoramiento en la puntuación al ser comparados con un grupo control. Los investigadores concluyeron que la música de Mozart, que es básicamente una serie de variaciones complejos y brillantes sobre temas sencillos, activa unas vías neurológicas que resultan en un mejoramiento en la capacidad intelectual demostrada en una prueba. Aunque este efecto es pasajero algunos investigadores lo interpretan en el sentido de que cierto tipo de música logra unos cambios favorables en el cerebro de las personas que la escuchan. Hay investigadores que sospechan que la música, cuando se introduce a edades sumamente tempranas, puede tener efectos favorables permanentes sobre el sistema nervioso. La otra posibilidad es que la música actúe meramente como una distracción. Se sabe que la distracción puede tener efectos favorables sobre la percepción del dolor. El dolor se agrava mientras más pensamos en el mismo, por lo que cualquier cosa que desvíe nuestra atención puede hacer que nuestra sensación de dolor disminuya. Ciertamente la música puede actuar distrayéndonos y apartando nuestra atención de eventos desagradables. Sin embargo, según muchos estudiosos del tema esto no es todo. Aparentemente también tiene la capacidad de evocar sentimientos y estados de ánimo que pueden ser de gran ayuda para controlar no sólo el dolor sino el temor y la ansiedad que le acompañan y que exacerban la percepción del mismo. Esta noción parece simplista. La idea de que las terapias de distracción tienen un efecto en aliviar el dolor y que también impedirían el pensamiento acerca de cualquier cosa no es completamente cierta. Muchas personas trabajan y estudian mejor con un trasfondo musical. La música, usada de la forma correcta parecer tener un efecto que no es meramente el efecto del ruido. Probablemente hay una explicación neurológica a los efectos de la música. Puede que no sea un lenguaje universal, pero ciertamente es un modificador universal de los estado de ánimo. Desde el momento en que la civilización desarrolló alguna forma de idioma musical la ha utilizado como un método para tranquilizar. El uso de sonidos suavizantes parece ser tan necesario a nuestro organismo como cualquier vitamina. ¿Cuál es la Mejor Música? Según E. Thayer Gaston, ex-director del departamento de terapia musical de la Universidad de Kansas, la mejor música para propósitos terapéuticos es la que provee variaciones sobre un tema familiar ya que estamos hechos para reaccionar a los estímulos noveles siempre y cuando estos no sean demasiados. Una pieza musical que sea totalmente novedosa puede tener como resultado el que la persona que la escucha pierda la atención. Igual sucede si por el contrario la música es demasiado familiar. Muchas veces, estando enfermos o cuando pasamos por estados anímicos difíciles encontramos que no respondemos como quisiéramos a la música que siempre nos ha gustado. Y es que los cambios que la enfermedad causa en nuestro organismo nos hacen responder de modo distinto a la música. Un ejemplo relacionado es el de una persona que se siente deprimida. La mayoría pensaría que lo que esta necesita es música alegre y animada. Sin embargo probablemente esta música esté tan alejada de sus sentimientos presentes que en lugar de levantarle el ánimo lo que haga es ponerlo de mal humor o antagonizarlo. En estos casos lo más recomendable es empezar por escuchar música que refleje un estado de ánimo similar al que la persona está sintiendo. Esta música resonará con esa persona y hará contacto con la misma de un modo que la otra no puede y, paradójicamente, lo ayudará a salir de su depresión. Luego, a medida que su estado de ánimo cambie, podrá ir escuchando otro tipo de música más alegre. Música para Diversos Males Varios estudios han demostrado que la música tiene la capacidad de reducir la ansiedad y la sensación de dolor. En un estudio con 38 pacientes que llegaron a una sala de emergencia presentando heridas que requerían de sutura. Se dividió a estos en dos grupos. Uno de los grupos escuchó música mientras era sometido a los procedimientos quirúrgicos. Se encontró que los pacientes de este grupo informaron sentir menos dolor durante la intervención quirúrgica que el grupo que no escuchó música. Recientemente se ha estado empleando la músicoterapia como un medio de aliviar la ansiedad de pacientes que han de ser sometidos a algún procedimiento quirúrgico. Se ha encontrado que los pacientes que escuchan música antes, durante y después de su cirugía sienten menos dolor y ansiedad, requieren menos medicamentos y se recuperan con mayor rapidez. La música aparentemente funciona bloqueando los sonidos típicos de una sala de operaciones que provocan ansiedad en los pacientes. En un estudio reciente se encontró que por medio de la música en la sala de operaciones se logró una reducción de un 50% en la cantidad de sedantes requeridos. En otro estudio se estimó que la música es tan efectiva como 2.5 miligramos de Valium. La música es también utilizada terapeúticamente en los pacientes del mal de Alzheimer. Se ha encontrado que estos pacientes se benefician tanto al escuchar como al hacer música. Los beneficios de la musicoterapia para estos pacientes son varios. Puede mejorar sus estados de ánimo y reducir la necesidad de medicamentos. También puede estimular partes del cerebro ayudando a evitar o retardar el deterioro de las mismas.
En un estudio llevado a cabo en China con 76 pacientes esquizofrénicos se encontró que luego de un mes de de terapia musical los pacientes mostraban menos síntomas. Mejoraron en su capacidad comunicativa y mostraron mayor interés en actividades externas. La musicoterapia puede ayudar a las personas que padecen de estados depresivos. En un estudio llevado a cabo con 30 ancianos que padecían de este desorden se examinaron los efectos de la terapia musical sobre sus estados anímicos. Se encontró que los pacientes que se sometieron a la terapia que consistía en sesiones semanales llevadas a cabo en su propia casa, obtuvieron mejores puntajes en pruebas estandarizadas de depresión. Por otra parte, estos pacientes también informaron sentir menos tensión nerviosa, un mejor estado de ánimo y una mayor autoestima que los que no recibieron la terapia musical. La músicoterapia no sólo es útil en caso de enfermedades. Por ejemplo, también se ha usado como parte de la preparación de las embarazadas. En estos casos produce una actitud mental positiva, ayudando a la relajación; requiriéndose así menos medicamentos. De este modo, la música se ha convertido no solamente en fuente de placer sino también en fuente inagotable de salud y bienestar. Por Ángel L. Sénquiz, M.D.
Al cantar, cuerpo, mente, corazón y espíritu se alinean en la vibración de la armonía irradiando este estado hacia todo nuestro ser. Literalmente "nos damos un baño de luz". Mediante la utilización de instrumentos de viento (específicamente sikus) logramos desintoxicarnos (eliminando el aire residual que queda en la base de los pulmones), generamos un estado de hiperventilación oxigenando el cerebro y demás órganos del cuerpo, obteniendo un estado de relajación y vitalidad.
Limpiar la mente: deteniendo el diálogo interior y así conectarnos con el presente.
Armonizar las emociones: abriendo el corazón, limpiamos resentimientos, dolores y miedos despertando la alegría, la aceptación y el amor hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Relajar y reenergizar el cuerpo físico: el canto acompañado de movimiento nos permite soltar tensiones, destrabar zonas bloqueadas y generar "endorfinas" (sustancias químicas que se producen de manera natural en nuestro organismo encargadas de transmitir un mensaje de alegría, calma y paz a cada célula, a través del torrente sanguíneo) elevando las defensas y el límite de umbral al dolor