Michael S. Hart, el fundador del Proyecto Gutenberg
—¿Cómo será Internet dentro de cien años?
Pienso que es demasiado tiempo como para hacer una predicción, aunque las que hice en 1971 parecen haber sido correctas. Creo que todas las cosas que he dicho empezarán a ocurrir en una década o dos.
Contesto la pregunta: Internet será universal, inalámbrica, tal vez totalmente controlada por el Hermano Mayor; tal vez más libre, aunque nunca como lo era antes que los gobiernos se den cuenta de su importancia.
Cuando hace diez años testifiqué ante el Senado de los Estados Unidos en la primera audiencia sobre Internet, sólo uno de los senadores del Comité había jugado con el correo electrónico. No conocían la diferencia entre un boletín electrónico y una columna vertebral de la red.
Internet será capaz de almacenar cada palabra alguna vez escrita, toda canción cantada, toda composición musical realizada, toda película filmada, etcétera. Lo único que podría detenerse es la cantidad de nuevos programas de televisión producidos, aunque la televisión no parece crecer tanto ahora... hace mucho tiempo hablábamos de acceso a quinientos canales, pero eso todavía no sucedió.
Por supuesto que con la posibilidad de copiar todo, vendrán las leyes que prohibirán copiar cualquier cosa... (risas). Podría escribir una pequeña historia de la ley propiedad intelectual para demostrar que cada vez que una nueva tecnología pemitió el acceso libre a ciertas obras intelectuales, inmediatamente después apareció en los Estados Unidos una ley que lo prohibió.
«La primera ley de los poderosos es la preservación del poder» ¡Lo que realmente temen es el replicador del Viaje a las Estrellas! ¿Cómo mantendrán las diferencias entre ellos y nosotros cuando todos podamos tener todo? Como bien respondió el Capitán Picard cuando se le preguntó lo siguiente: «¿si no existe el dinero, en qué invierten?». Respondió: «invertimos... en nosotros mismos».
Con esa lucidez, contestaba Michael S. Hart, el fundador del Proyecto Gutenberg, en una entrevista realizada en 2009 por Francisco en la revista DIXI, que vale la pena leerla completa.
Luchadores silenciosos
Michael Stern Hart - In Memoriam
En 1971, Michael Stern Hart tuvo la oportunidad de acceder con frecuencia como operador a una Xerox Sigma V mainframe en la Universidad de Illinois. En los setenta una computadora era un equipo del tamaño de un ropero que valía millones: ya para esa época, Hart hablaba de las "computadoras portátiles" del futuro donde se podría alojar toda una biblioteca. Muchos lo tomaron por loco.
Como Michael tenía bastante tiempo asignado para operar el equipo, y ese año la red —que era el germen de lo que luego se convirtió en internet— estrenaba sus conexiones transcontinentales que unían la costa este y oeste de Estados Unidos, preguntó si alguien había enviado algún mensaje conmemorativo. La respuesta fué no, así que ahi mismo Hart decidió cargar en la red algo que durará por siempre
, y tipeó, caracter por caracter, una copia de la Declaración de la Independencia de su país. Este fue el inicio del Proyecto Gutenberg, cuyo objetivo fue —y todavía sigue siendo— digitalizar, archivar y mantener accesibles las obras del acervo universal. Para la siguiente década Michael habia tipeado el mismo más de 300 libros.
Mucho ha pasado desde entonces, y cuarenta años después de aquel primer paso, el "e-book" es una palabra ambigua y últimamente muy de moda, ya sea como fetiche de la "innovación", como botín de guerra en la lucha entre los viejos monopolios y los nuevos, o —paradójicamente— como temible sistema de control sobre la lectura nunca antes imaginado.
Sin embargo, como lo intuyó el creador de Proyecto Gutenberg desde el comienzo, los "libros electrónicos" son otra cosa: no son plataformas, ni dispositivos, ¡ni siquiera son libros!, son obras intangibles que liberadas de su sustrato material, pueden circular y replicarse por la red, sin las barreras de la escasez.
Ellos y nosotros
Asistimos a una época donde la lógica del control recupera la iniciativa. Por un lado, explícitamente a través de nuevas leyes que endurecen la represión legal y amplían el campo de restricciones: llámense Sinde en España, HADOPI en Francia, "Protect IP" en Estados Unidos o ACTA a escala global, ponen en práctica como nunca la metodología del miedo y la amenaza como mecanismo de coerción hacia los usuarios de internet.
Sin embargo, es en el otro frente donde está el verdadero peligro al que debemos prestarle más atención: En las plataformas cerradas de Kindle o iBook que disfrazan de "innovación" un peligroso modelo orwelliano de control. En los perversos "evangelizadores de Apple" que transforman en un culto cool el consumo de dispositivos plagados de DRM y aséptica filosofía de control, que reviven en la red el decadente modelo software cerrado, y que dejan a los usuarios sin recursos frente a la censura y la invasión de su privacidad. En los planes estratégicos de Google, el gigante de la red que promete acceso irrestricto a cambio de monopolio total. Y en las —en apariencia— inofensivas plataformas que centralizan y se apropian poco a poco de internet, disfrazadas de "redes sociales".
Esperemos que el legado de estos viejos activistas que desde hace décadas, a fuerza de trabajo silencioso y perseverancia, ayudaron a generar las herramientas que sirvieron para materializar la idea del flujo libre del conocimiento: el software libre, los estándares y protocolos abiertos, la neutralidad de internet, la construcción real de comunidad y la perspectiva ideológica —y no sólo técnica— sobre la tecnología, no haya sido en vano, y tengan herederos consecuentes.
Derecho a Leer