LOS OJOS DEL ESPIRITU
Una tarde llena de suspiros de viento,
Quetzacóatl se había reunido
con algunos de sus hermanos y hermanas,
y les decía:
En verdad les digo que en la oscuridad
de la noche me levanto y,
dejando mi vestido, camino con el pensamiento
y vuelo con sus alas
mas allá de las estrellas.
Y ustedes cada noche también lo hacen, mas
su falta de Fe lo borra,
como el viento borra del árbol las hojas
secas en otoño.
Vendrán días en que el hombre
sea limpio como los niños y entonces se
abrirán sus ojos y la Naturaleza
le descubrirá sus secretos.
Porque ¿qué ven con estos ojos
que tienen sino la muerte y el pasado
de las cosas? ¿Acaso las cosas del espíritu
no se escapan y son como
el vacío ante ellos, como pompas de nada?
Y uno se levantó y dijo:
Quetza, Tú nos hablas de otros ojos
que no son éstos y que ven
aquello que no ven éstos. Dinos,
¿cómo sabremos de aquéllos, y cómo
los abriremos?
Y El le miró tiernamente y con voz dulce,
como una tarde de Primavera
le dijo: Hay algo, hermano,
que te hace venir en pos de mí, y es que
empiezas a ver.
En verdad te digo que cuando más
me comprendas, más
me verás. Y el día que me veas en ti,
en verdad que ese día verás con
los ojos del espíritu, y ese día habrás
matado los ojos de la carne
que son tu egoísmo.
Y deben saber que es El Espíritu de la Verdad
quien habla por mi
boca. Yo sólo soy un humilde aprendiz
de aquello que digo y el
primero que me ofrezco para hacerlo
y llevarlo al plano humano,
porque ¿cómo podría hablar una caña
a un mango sobre los frutos?
Y cuando vean cómo cantan
y bailan los músicos, y con que arte mueven
las notas, tal vez se preguntarán:
¿Cómo es posible adquirir
tanta maestría en una vida?
Mas yo les digo
que son muchas las vidas que pasaron
para aprender dentro de sí los
acordes y las armonías de la Naturaleza,
y muchas pasarán para
purificarse y emular las del Silencio de Dios.
Velen, pues para que puedan ver la Verdad
de las cosas y no sus
apariencias y sus sombras.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACOATL