Según los modelos demográficos de la ONU, la población mundial ha alcanzado los 7.000 millones de habitantes en estos días. Estos modelos muestran que el ritmo de crecimiento de la población se está ralentizando debido a un descenso significativo de la tasa de natalidad, aunque el crecimiento continúa, fundamentalmente, por la disminución de la tasa de mortalidad.
El crecimiento de la población mundial ha ido en paralelo con el agravamiento de la Crisis Ecológica Global, lo que ha llevado a algunos a afirmar que ésta se debe a la “superpoblación”. Como veremos, esta afirmación carece de sentido y, habitualmente, es utilizada para desviar la atención de la verdadera causa de la Crisis Ecológica: la organización –o, mejor dicho, desorganización– de la producción bajo el sistema capitalista.
¿Cómo pueden hablar de “superpoblación” cuando todos los habitantes del planeta cabríamos en una superficie similar a la de Japón a densidades similares a la de la zona más poblada del globo, Macao, con 18.534 personas por kilómetro cuadrado?
Las cifras dejan claro que las grandes problemáticas que conforman la Crisis Ecológica no responden de forma prioritaria al crecimiento de la población mundial. Por ejemplo, según la ONU, alrededor de 24.000 personas mueren cada día de hambre o de causas relacionadas con el hambre, cuando se producen dos kilogramos de alimento por persona y día. Es decir, la gente no muere de hambre por falta de alimentos, sino por falta de dinero para comprarlos.
Entre 1890 y 1990, la población mundial se multiplicó por 3,5 mientras que las emisiones de CO2 (que contabilizan cerca del 60% del Cambio Climático) lo hicieron por 17 y las emisiones de SO2 (que producen lluvia ácida) por 13. El Pentágono es la institución que más petróleo consume en el Planeta y una de las que más gases de efecto invernadero emiten. Estados Unidos, con el 4% de la población mundial, emite el 25% de los gases de efecto invernadero. En el período 1990-2000, la población del Estado español creció ligeramente, mientras que el consumo de energía primaria se incrementó un 38% y un 45% el parque de automóviles. Estas cifras nos muestran que el Cambio Climático y otras problemáticas relacionadas con la contaminación atmosférica no responden al crecimiento de la población mundial.
La mayor parte de la población mundial consume muy poco (tiene una huella ecológica muy baja) y no decide sobre la producción. Y no pensemos solo en los países empobrecidos. Por ejemplo, en el Estado español, la huella ecológica de los grandes empresarios es mucho mayor que la del 60% que llega justo a fin de mes y que, además, no toma decisiones respecto a los procesos productivos –que es donde se generan directamente más impactos socio-ambientales. El movimiento ‘Ocupemos Wall Street’, las y los indignados de Estados Unidos, lo están dejando muy claro cuando señalan no a los 7.000 millones de habitantes sino al 1% de ellos, grandes millonarios que controlan mucho más (gobiernos y multinacionales), consumen mucho más y destruyen mucho más que todo el resto junto. No se degrada capital natural porque seamos demasiada gente, sino porque reporta beneficios para unos pocos y perjuicios para la mayoría.
Un aumento repentino de la densidad de habitantes puede ser la causa más importante de degradación ambiental en momentos muy definidos en zonas muy concretas. Por ejemplo, las crisis de los Tigres Asiáticos a finales de los años noventa y la crisis actual en China obligaron a cientos de miles de trabajadores a migrar de zonas industriales al medio rural. En sus nuevas tierras, estos migrantes cultivaron en zonas montañosas sin conocer las técnicas tradicionales de conservación de suelos, provocando una fuerte erosión, deforestación, contaminación de ríos, etc. Fenómenos similares se han registrado en zonas de asentamiento de campos de refugiados. Pero estos casos específicos no pueden llevarnos a inferir que el crecimiento de la población mundial es la causa de la Crisis Ecológica Global. Además, como vemos en estos ejemplos, las migraciones que conllevan grandes concentraciones desordenadas de población tienen, en último término, un origen socioeconómico.
Y es que la evolución de la población no es un hecho aislado del contexto socioeconómico, sino que depende estrechamente de él. En un mundo repleto de injusticias sociales y donde la mujer está oprimida, los hijos se convierten en trabajadores necesarios para las familias pobres y las mujeres no pueden decidir sobre sus embarazos. En un mundo más justo, donde no se prioricen los beneficios de unos pocos y las mujeres dejen de estar oprimidas, la población mundial se estabilizaría y la organización democrática de la producción la llevaría a la senda de la sostenibilidad.
Jesús Castillo es militante de En lucha / En lluita, miembro de la lista de la coalición ‘Anticapitalistas’ para las elecciones del 20N en Sevilla y profesor de Ecología en la Universidad de Sevilla. Ha publicado el libro Migraciones ambientales para la editorial Virus.
Jesús Castillo
En Lucha