A lo largo de esta semana, Xataka Ciencia ha viajado a una isla muy pequeña. Una isla en la que, hasta hace un par de años, se vivía en un régimen feudal (el último que quedaba en Europa). También es una isla donde está prohibido circular en coche: sólo bicicleta o caballo (o tractor, si eres agricultor). Más que una isla parece un parque temático, un camping gigante o algo así como una comunidad un poco outsider. Pero lo más importante de esta isla, de la isla de Sark, es que posee uno de los cielos más propicios para contemplar las estrellas.
No en vano, la Asociación Internacional para el Cielo Oscuro (IDA), que selecciona ciertos destinos nombrándolos como lugares con cielo apto para ver las estrellas, ha seleccionado este año a la isla de Sark el primer destino insular en contar con este privilegio.
No sólo porque Sark es la más pequeña de las cuatro islas principales del canal de La Mancha, de 5 kilómetros cuadrados de superficie, lejos de toda contaminación, sino porque en Sark no existe alumbrado público, así que la contaminación lumínica es casi inexistente.
Primero nos acercamos en coche hasta St Malo, ciudad portuaria encantadora al norte de Francia, de donde parten los ferrys hacia las islas del canal de La Mancha. (Antes de ir a St Malo, sin embargo, no podéis desaprovechar la oportunidad de visitar el monte de Saint Michel, a escasos 60 km de distancia: un lugar que, a medida que te acercas a él, más parece la ciudadela de El señor de los anillos, como podéis contemplar en la siguiente fotografía).
Una vez en St Malo hay que tomar un ferry hasta la isla de Guernsey (hay otras opciones, pero estimo que ésta es la mejor). Es una isla con aeropuerto y todo, así que también tenéis la oportunidad de llegar hasta aquí en avión. El viaje en ferry dura algo más de dos horas.
Desde Guernsey tomamos otro ferry hacia Sark. El viaje es sólo de 45 minutos, pero el ferry es más pequeño y, las aguas, más turbulentas, bien lo saben los que viajaban en La Armada Invencible, glub, glub, glub. A medida que te aproximas a Sark, es inevitable divisar en lontananza una diminuta isla anexa a Sark llamada Brecqou, separada de Sark por una estrecha ensenada, en la que se distingue un suntuoso castillo gótico. Algo así como el castillo de Drácula, pero en blanco nuclear. ¿Qué hace eso ahí?
La historia que hay detrás de ese castillo es fascinante, propio de una novela de Paul Auster, pero esta blog es de ciencia, así que no puedo extenderme mucho. Pero si tenéis la oportunidad, leed sobre ello. Dos hermanos muy ancianos y multimillonarios, los Barclay (dueños del The Daily Telegraph, entre otros negocios) se empeñaron en conquistar Sark para hacerla propicia para el turismo. Pero Sark no vivía en democracia: un señor feudal, el señor Beaumont, la mantenía bajo un régimen feudal, y sus habitantes (unos 500) vivían muy contentos en él. De modo que los Barclay usaron sus abogados para empujar a Sark a la democracia y así poder empezar a levantar sus negocios en la isla. Los Barclay gastaron mucho dinero y tiempo en ello, y mientras, para tocar las narices, se hicieron con la isla vecina y allí se construyeron el castillo, para que el señor Beaumont nunca se sintiera a salvo de sus miradas de atalaya.
Todo esto muy resumido, por supuesto.
Finalmente llegamos a Sark. Simplemente para acceder al centro del pueblo (un par de calles con algunas tiendas, algún hotel y cafeterías entrañables) hay que internarse por un camino abrumado de vegetación: por un segundo nos sentimos en un episodio de Perdidos. A continuación aparece el pueblo, un lugar un poco edénico, donde todo el mundo se conoce y coincide continuamente. La mayor parte de la gente circula en bicicleta: aunque ir de punta a punta de la isla es cuestión de hora y poco. Aquí hay B&B entrañables, bonitas tiendas, cafeterías de madera… pero también algún que otro hotel de alto copete. Es decir, que se respira el aire de Robinson Crusoe, pero en algún rincón también llega el aroma de Rockefeller.
Solamente estamos a una hora de Londres, pero aquí no se pagan impuestos, ni de sucesión, ni de sociedades, ni IRPF o IVA. Lo cual ofrece algunas pistas más sobre el interés de los hermanos Barclay en afincarse en la isla anexa.
Hicimos un recorrido turístico de rigor por caminos de abundante naturaleza, que incluyó alcanzar una diminuta isla que se une a Sark por un camino elevado a casi 100 metros y muy estrecho, La coupée, construido por prisioneros de guerra alemanes (sí, estas islas fueron los únicos lugares británicos ocupados por los nazis). El caminito de marras da vértigo, y abajo hay unos acantilados que me hacen recordar historias de piratas. Afortunadamente hay una barandilla para no caerse, aunque en el pasado no había ninguna protección y los niños debían cruzan el camino a gatas para que el viento nos les lanzara al vacío. A continuación recuperamos fuerzas en la Mermaid Tavern, en cuyo Jukebox empezó a sonar New Sensation de INXS. Hay unos 10 parroquianos, la mayoría trabajadores que ya están empinando el codo. Algunos juegan al euchre, un juego de cartas típico de las islas del canal. No me extraña que la isla inspirara a Victor Hugo, y sobre todo a Mervyn Peake para escribir su trilogía estilo Tolkien The Gormenghast.
Pero entonces llegó lo mejor. Lo que verdaderamente atañe a este blog. El espectáculo nocturno. Antes de viajar a Sark había leído que, a falta de alumbrado nocturno, las calles se iluminaban con antorchas. Bien, yo no vi ninguna, así que no hagáis caso de los blogs donde se menciona tal cosa y haceos con una buena linterna… si no queréis andar por calles sin asfaltar completamente a oscuras.
El cielo de Sark es tan limpio que la cúpula celeste se presenta como pintada en el techo abovedado de una catedral. Algo así como la Capilla Sixtina del cielo. Pero lo mejor es que se puede divisar la Vía Láctea rasgando el firmamento.
Roger Davies, el presidente de la Royal Astronomical Society británica, declaró a propósito de la selección de Sark por la Asociación Internacional para el Cielo Oscuro:
Este es un gran logro para Sark. La gente está cada vez más interesada por la astronomía, a medida que descubrimos más sobre nuestro universo. Espero que este lleve a mucha más gente a experimentar las maravillas de un cielo verdaderamente oscuro.
Los lugares seleccionados por IDA son todavía escasos. Sólo hay dos ciudades (en Estados Unidos), varios parques naturales y una reserva, la de Mont Megantic en Quebec (Canadá). Este programa es paralelo y complementario del más reciente de Starlight (Luz de las estrellas), mediante el cual la Unesco y la IDA están seleccionando reservas de cielo oscuro, como derecho de la ciudadanía y reclamo turístico.
Gracias a la app Star Walk para mi smartphone, la experiencia con las estrellas de Sark fue mucho más informativa e interactiva. En el piso superior del B&B donde me alojaba también había un telescopio que me facilitó todavía más el acceso al mayor número de estrellas que había visto nunca. Así que lo bueno de Sark es que, sin irte demasiado lejos de tu alojamiento o de un simple restaurante, a unos minutos a pie, puedes situarte en un lugar privilegiado para contemplar el cielo.
Recordad, los más neófitos, que no todo lo que brilla en el cielo son estrellas: también hay planetas. A simple vista sólo es posible ver Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Es fácil equivocarlos con las estrellas más brillantes. Venus sólo se puede ver a primeras horas de la mañana y tras el atardecer, brillando por encima de las estrellas que lo rodean. La mejor forma de discriminar estrellas de planetas es fijarnos en su parpadeo. Si parpadean, entonces son estrellas. Si su luz es fija, son planetas.
La razón es sencilla. En la atmósfera el aire está a distintas temperaturas y por tanto densidades, haciendo que el índice de refracción cambié con los vientos y las corrientes. El punto de luz de la estrella cambia de luminosidad al atravesar el equivalente a una multitud de pequeñas lentes deformantes. Los planetas aunque muy pequeños son un verdadero disco de luz, y sus distintos puntos luminosos se contrarrestan produciendo una iluminación más constante sin centelleos.
El evento fue emocionante por otros motivo astronómico: el eclipse lunar total que tuvo lugar el 15 de junio de 2011. Fue el primer eclipse lunar de 2011, y el más largo desde hace once años. Y no puedo imaginarme mejor sitio donde verlo.
Bueno, sí, hay otro mejor, aunque un poco menos accesible: a 4.053 metros de altitud en mitad de la Antártida, a unos 950 kilómetros del Polo Sur. La oscuridad del cielo, sumada a la escasa humedad, es ideal para cualquier observación astronómica. A ello hay que unir la temperatura media de -70ºC y la ausencia de vientos, que elimina las turbulencias atmosféricas que provocan distorsiones en otras altitudes. El problema es que este lugar nunca ha sido pisado por el ser humano.
Si queréis algo más accesible, entonces os recomiendo Cherry Springs State Park, en Pennsylvania, Estados Unidos. En este parque natural aseguran que se puede contemplar incluso el núcleo de nuestra galaxia. Desde una altura de unos 700 metros se obtiene una vista de 360 grados del cielo.
Xataka Ciencia