Una historia real para leer al calor de una chimenea, con castañas asadas y la curiosidad despierta. ¡Feliz Navidad!
Navidad de 1917. 1ª Guerra mundial. El Consejo de Defensa Nacional norteamericano considera la posibilidad de prohibir a la población la compra de juguetes para obligar a las familias a invertir en “Bonos de Guerra” y aprovechar las fábricas y su maquinaria en la producción de armas para surtir el frente. Esta es la historia de cómo Alfred C. Gilbert, un visionario fabricante de juguetes, convenció con sutil discurso al Consejo, evitando tan impopular medida para más tarde ser bautizado por los medios como “The man who saved the Christmas”.
El fabricante de ilusiones.
La biografía de Alfred Carlton Gilbert (Oregón,13 de febrero de 1884 – Connecticut, 24 de enero de 1961) es digna de un hombre del Renacimiento. Polifacético visionario, inventor y empresario; construyó una leyenda digna del sueño americano levantando desde la nada un emporio (la mayor industria lúdica infantil de la época) a base de golpes de genio e ideas fabulosas que cautivaron a millones de niños y no tan niños. Suyas son más de 150 patentes de juguetes e inventos que ayudaron a modelar la inquietud e imaginación de millones de niños de la época e incluso de nuestros días.
Con ocho años se trasladó con toda su familia a Idaho. Alfred ya era, por entonces, un experto prestidigitador, ilusionista y estupendo deportista que frecuentaba por invitación vodeviles y espectáculos en los que sorprendía por su inmenso talento. Suyo es, según algunas fuentes posteriores, una de las variantes del famoso truco del cuerpo aserrado de mujer.
Fue un brillante estudiante comprometido con las actividades deportivas de la universidad. Logró el insólito record del mundo de la época en flexiones consecutivas en barra y también en salto con pértiga (3,74 metros) lo que llamó la atención del equipo olímpico norteamericano.
Cuando Alfred Gilbert estudiaba medicina de Yale se pagaba la carrera con sus espectáculos de magia. Solía viajar en tren entre Nueva York y New Haven para las consabidas visitas familiares. A finales de 1909, en uno de esos viajes, observó un montaje de grúas con vigas de acero junto a las vías. Esta visión le inspiró para elaborar lo que sería su más importante creación: El Erector; un conjunto de vigas y diversas piezas de metal e escala con infinidad de agujeros uniformemente espaciados para los pernos y tornillos; que incluía, además, poleas, engranajes y, finalmente, incluso motores eléctricos. La patente nació casi al mismo tiempo que la del popular MECANNO (Frank HORNBY), pero el Erector era más realista y disfrutaba de mejores combinaciones y características que su hermano británico. Se vendieron más de 30 millones de unidades sólo en Estados Unidos durante la vida de Alfred Gilbert. El Erector se convertiría pronto en uno de los juguetes más populares de todos los tiempos.
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Pero lo que verdaderamente hizo del Erector un proyecto exitoso fue la labor publicitaria de su creador. Alfred Gilbert era un experto en marketing y acaparó portadas en las más importantes revistas del país: “The Saturday Evening Post”, “Popular Science” y “Boys Life”; mientras difundía un estupendo catálogo que estimulaba, aún más, la imaginación de sus clientes. Promovía también concursos de proyectos elaborados con el juguete que fomentaban el ahorro (uso de menos piezas) o la originalidad de los participantes. En 1915 la empresa recibió más de 60.000 entradas de un concurso de proyectos, seis veces más que para otro similar de Meccano.
Navidad de 1917.
El mérito de Alfred Gilbert fue levantar un próspero negocio en un contexto bélico y de escasez. La gran virtud de sus ideas era construir juguetes baratos y ampliables a la medida del consumidor que ayudaban a pensar e imaginar sin límites.
El 2 de Abril de 1917 el congreso vota la entrada de EE.UU. en la guerra contra Alemania y en el bando Aliado. La maquinaria bélica se ajustó con un plan express de medidas para el abastecimiento rápido de material militar a la Triple Entente.
El Consejo de Defensa Nacional incluyó en el paquete de medidas la reconversión inmediata de las grandes fábricas industriales para la producción bélica. La Mysto de Alfred Gilbert en Fair Haven fabricó para el ejército paracaídas, bengalas, pequeños motores para aviones de combate así como el 90% de todo tipo de dispositivos utilizados por los aliados en las minas terrestres y minas antipersonales. La producción de juguetes se mantuvo, por entonces, al mínimo.
En el invierno de ese mismo año el Consejo de Defensa Nacional amplió las restricciones para fomentar, más aún, la producción bélica. Dentro de las nuevas medidas consideró la idea de prohibir la producción y compra de juguetes esas navidades para re-direccionar las inversiones familiares. Según el gobierno los padres y abuelos debían apoyar la guerra de América mediante la compra de Bonos de Guerra (los llamados “Liberty bond”).
Por entonces Alfred Gilbert presidía ya la Asociación de Fabricantes de Juguetes (TMA) y fue convocado, a última hora, por el Consejo a para notificar resoluciones y ofrecer derecho a réplica. Sus argumentos forman ya parte de la historia.
Alfred Gilbert se presentó en el congreso con un Erector del 8 y varios cacharros que comenzó a desempaquetar mientras defendía el derecho inalienable de un niño por sus juguetes. Los secretarios de Estado de Guerra, de la Marina, y el departamento de Comercio se entretuvieron, incluso en el suelo, con las piezas del Erector, varios submarinos y unos motores eléctricos adjuntos. Alfred Gilbert mientras, defendía que los juguetes son vitales para la moral de la nación y que su prohibición suponía un ataque directo a la educación y futuro del país.
“Las mayores influencias en la vida de un niño son sus juguetes” A.C. Gilbert
Tres horas más tarde, el Consejo de Defensa Nacional desestimó por unanimidad la propuesta de prohibición e instó a la normalidad en las fábricas de Gilbert. El Boston post tituló al día siguiente: “The man who saved the Christmas”.