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En Nombre De La Mujer: La mujer y el sexo en la cultura occidental
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 15/01/2012 03:58

La mujer y el sexo en la cultura occidental

Abarcar en un comentario bibliográfico lo expuesto en este libro de James O.Pellicer, un argentino residente en los Estados Unidos desde 1963, sería simplificar un trabajo que además de seriamente intelectual abarca detalles históricos inusuales en estas investigaciones. 

| EDUARDO PÉRSICO.*


Desde el matriarcado en la historia primitiva, cuando la mujer fuera centro del clan y alrededor de ellas se formara cierta primaria organización social, al siguiente paso de predominio sexista y violento del hombre —esa instancia de dogmática cultura sagrada en que la mujer pierde casi todo derecho— ellas fueron erigidas en origen del pecado.

Y de ahí a los cánones modernizadores de la cultura occidental que confiriera a las mujeres derechos y equivalencias jurídicas similares al hombre, a veces muy retaceadas, pasó mucho tiempo. Y este siglo veintiuno no solamente exhibe multitudes con mujeres de rostros más o menos velados postergadas como personas, según acontece en regiones no muy exóticas del planeta, se suma el crecimiento del femicidio como crimen sexista y cotidiano.

Ese retorno tribal o réplica de la dominación machista sobre las hembras expresado con violencia, hoy por la acción de los grupos feministas recién conocemos más sobre los alarmantes crímenes de género en el mundo.

Con su documentado trabajo James O. Pellicer nos ilustra desde la Era Común, con la Venus Achelense —una deidad femenina adorada varios cientos de miles de años antes de la sociedad patriarcal y dato inicial de la abstracción y el lenguaje primario de la especie humana— se demuestra una fértil tarea de investigación sobre épocas donde la mujer como expresión del poder cultural y religioso, no fuera considerada sierva del varón, señor y dueño de su cuerpo.

Ya en el Antiguo Testamento el concepto de ‘esposo’ sería baal, dueño, propietario, y ese Dios semítico, Baal, se manifestaba entre varones y nunca en mujeres. Tan así que algunos vigentes axiomas hebreos mencionarían la bajeza del hombre es preferible a la virtud de la mujer; y cuando al recuperar Sodoma los hombres quisieron abusar de los huéspedes de Lot, este le ofrece a sus hijas que todavía no han estado con ningún hombre, pero no hagan nada a estos hombres que son mis invitados. Una frase que según Pellicer no evitó que Lot continuara siendo un respetable personaje biblico, como igual nadie desaprobara al rey David, autor de los Salmos, por adueñarse de tantas mujeres y concubinas de Jerusalén al retornar de Hebrón.

La descalificación en la religión católica hacia la mujer en general no pareció preocupar a la feligresía femenina por ese papel secundario durante siglos, y recién en el Nuevo Testamento Jesucristo violó algunas reglas que especificaban la desigualdad de los sexos fijados por los esenios y los fariseos, y se mostró enseñando a las mujeres que lo seguían en una actitud inusual para la època.

Y si al incluir a María Magdalena, Susana y Juana en su círculo íntimo se erigió en un defensor de los derechos de la mujer, al prohibir al varón despedir sin causa a su esposa evitaría que una mujer pudiera ser condenada sin juicio previo. Pero claro, él era Jesucristo y el autor lo distingue de otros que hoy asombrarían a cualquier practicante del catolicismo:

La mujer debe portarse como Sara, obediente a su marido Abraham, a quien llama su Señor (San Pedro: I 3: 1-6).
Las casadas estén sujetas a sus maridos en todo porque el marido es la cabeza de la mujer (San Pablo, Efesios, 5:23-24), y luego el mismo Pablo dice:
La mujer aprenda en silencio con toda sumisión porque no le permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Adán fue formado primero y después Eva, que se salvará engendrando hijos si permenece con modestia. (I Tim. 2:11-15).

Y siguen las firmas emitiendo opiniones tan machistas y descarriadas que casi sugieren una sonrisa los dichos de personalidades notorias de esa congregación religiosa, como la expresada por San Clemente de Alejandría, (150-215, Egipto): La mujer debe llenarse de vergüenza por sólo pensar que es mujer, similar en intención con lo dicho por San Agustín, el más grande escritor y Padre de la Iglesia, cuando asegurara

La mujer no está creada a la imagen de Dios. Es siempre Eva, la tentadora, de la que debemos estar siempre prevenidos. No veo de qué utilidad puede ser la mujer para el varón si excluimos la función de tener hijos.

En cuanto el libro de Jaime Pellicer prosigue con muchísimas referencias similares, elegimos un renglón antológico dicho por San Pedro Damián, año 1007 al 1072: las mujeres, trampas de Satanás, basura del paraíso, veneno del espíritu, espada de las almas, fuentes de pecado, ocasión de corrupción, prostitutas, cortesanas, cerdos, una definición que acaso por tratarse de un hombre tan Santo al Damián no le fuera bien con las mujeres. Pero claro, tal vez por esas cosas…

El mismo Pellicer que considera igualmente respetable a toda religión y un asunto de absoluta incumbencia personal, entiende que algunas definiciones ‘sagradas’ en todas ellas no dejan de ser el mejor testigo de sus ideas en todo trabajo de investigación didáctica.

En síntesis, otro estudio más, consustanciado y fundamental, de un escritor que nos sorprende con sus aportes documentales y la amenidad inusual para desarrollarlas. Y nos incita a debatir sobre la mujer en la historia, esa cuestión que los sectores del Poder ocultaran durante siglos. Sencillamente dicho, hablamos de un libro magnífico y oportuno.

La mujer… cuenta con prólogo de María José Binetti. James O. Pellicer con varios doctorados obtenidos en Estados Unidos, publicó en Argentina en 1990 El Facundo, Significante y Significado, un texto sobre las ideas de Domingo F. Sarmiento.

 * Escritor.

Fuente:



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 15/01/2012 03:59
GÉNERO | LA CONSTRUCCIÓN DE ESTEREOTIPOS FEMENINOS EN LAS HEROÍNAS DE LA FACTORÍA DISNEY

De Blancanieves a Rapunzel, el cuento oculto de las princesas

Sumisas, obedientes y amantes esposas o personas independientes, con capacidad de elección: ¿en qué queremos que se conviertan las niñas?

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Imagen: Rodolfo Loaiza.

Hace unos días, Disney España lanzaba una nota de prensa en la que afirmaba que el 90% de las niñas españolas prefería disfrazarse de princesa antes que de médica, animal o flamenca. Una cifra altísima... si fuera real. En realidad se trata del 90% de las hijas de entre 4 y 7 años de 359 mujeres españolas. Teniendo en cuenta que, según los datos de 1999, en España viven 10.165.237 mujeres con hijos e hijas, no parece que sea una muestra muy representativa.

Aún así, no hay que subestimar la influencia de Disney: hablamos de una industria que mueve millones cada año, que lleva presente en el imaginario colectivo desde 1937 (cuando estrenaron su primera película, Blancanieves y los siete enanitos) y que, sólo con sus princesas, genera alrededor de 4.000 millones de euros. La propia compañía estima que cada niña ve unas 40 veces el DVD de su princesa favorita (no dice nada acerca de los niños).

Como dice Ismael Ramos Jiménez en Desmontando a Disney: hacia el cuento coeducativo (tercer premio en el certamen de materiales curriculares coeducativos Rosa Regás, editado por la Junta de Andalucía), “las historias de Disney cuentan con presunción de idoneidad para educar, así como legitimidad cultural a la hora de enseñar valores e ideales”.

Sin embargo, como señala el especialista en cuentos Jack Zipes: “las historias Disney reproducen estereotipos de género que tienen un efecto adverso sobre los niños, al contrario de lo que los padres puedan pensar […]. Ellos creen que son esencialmente inofensivas y en absoluto lo son”.

Construcción de roles

“La asociación de roles de género en los niños y niñas comienza a edades muy tempranas: con tres años ya se tiene una idea clara de lo que corresponde a cada rol”, explica Eva Velasco, agente de igualdad en el barrio de Hortaleza (Madrid). Un aprendizaje que ocurre por imitación de la familia, los amigos y los personajes televisivos, como las heroínas de Disney. Y en las historias de princesas, en general, el elemento femenino, aunque sea protagonista, está subordinado al masculino: la salvación de la princesa depende de él. Es decir, que las mujeres no son capaces de cuidar de sí mismas y necesitan la ayuda de un hombre. Al menos, todas las mujeres que no sean una bruja.

Porque Disney sólo ofrece dos modelos de mujer: la princesa joven, guapa e inocente que acaba conociendo al hombre de sus sueños para unirse en matrimonio (Pocahontas es la única película en la que no hay boda) y que con las excepciones de Bella y Tiana jamás coge un libro o tiene un trabajo; o la bruja, generalmente madura, con curvas, independiente, poderosa e inteligente, pero fea y malvada. No es de extrañar que las niñas quieran ser la princesa.

La princesa, en casa

Y la princesa tiene un ámbito claramente definido: el privado. Incluso en el caso de las últimas heroínas – Mulan, Rapunzel– en el que se ha querido dar una imagen más activa y moderna de la mujer como ser actante e independiente, vemos cómo al final pasan del cuidado del padre al de su pareja. En el caso de Mulan, ésta llega incluso a rechazar cargos en la corte imperial para poder volver a casa con su padre y, posteriormente, casarse. Salvando las distancias, algo similar al final de Piratas del Caribe (también de Disney, por cierto):la rebeldía no es más que un pequeño periodo de libertad antes de pasar a ser una fiel y enamorada esposa (y madre). En el mundo Disney son los hombres los que dominan la esfera pública, los que ostentan el poder y tienen un estatus de supremacía: reyes, visires, príncipes, caballeros, etc.

Uno de los ejemplos más paradigmáticos, como comenta Ramos, es quizá El Rey León, donde el espectador es testigo de “la lucha encarnizada por el poder entre los machos por una parte y la exclusión de esta lucha y la pasividad de las leonas por otra, cuando por todos es sabido que estos felinos hembras son los animales más fieros en la caza y protectores de la manada; atributos que Disney les niega para relegarlas a meras espectadoras pasivas del trasvase de poder entre machos”.

Disney construye así un mundo bipolar, en el que la belleza, la seducción y el hogar son del dominio de las chicas y la fuerza, la violencia y la vida pública, de los chicos. Como bien concluye Ramos, “tras consultar a muchas niñas y a muchos niños cuáles eran sus películas favoritas de dibujos hemos obtenido multitud de títulos de Disney. Tras preguntar también a muchas niñas y niños cuáles eran sus personajes favoritos de Disney podemos concluir que las niñas quieren ser princesas y los niños no”.


A. P. CAÑEDO / MADRID



 
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