Días atrás, la reunión del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), realizada en Uruguay, nos recordó a los latinoamericanos que los esfuerzos integracionistas y de unidad regional, los cuales avanzan en nuestra área, todavía han de encontrar obstáculos y limitantes, sencillamente porque ni la mano externa de los poderosos ni los intereses mezquinos de grupos locales de poder, han cedido en sus empeños coercitivos.
Así, Venezuela no pudo ser incluida como parte fundamental del pacto a pesar de su enorme peso económico y político en la zona y de la total coincidencia a su favor de los presidentes del país anfitrión y de Argentina, Brasil y Paraguay, los restantes miembros del grupo.
¿La clave del asunto? La reticencia de un reducido segmento de legisladores paraguayos de derecha, que sin dudas alentados desde el exterior, obstaculizan la entrada venezolana desde los salones del parlamento en Asunción.
Y es que las directivas de MERCOSUR establecen que toda nueva membresía debe ser aprobada, entre otras instancias, por los Congresos de las naciones en activo dentro del grupo, resquicio que con toda mala intención aprovechan aquellos opuestos a la convergencia entre nuestros pueblos.
Por tanto, la citada coyuntura legal se ha convertido en el instrumento para alargar por años el contrasentido que, en última instancia, solo daña al propio mecanismo de integración, pues aleja al posible integrante de amplias reservas energéticas, naturales y humanas, fuerte caudal financiero y práctica política, desde la llegada al gobierno del presidente Hugo Chávez, en la cual el Sur del Hemisferio es fundamental, y prioriza y promueve relaciones justas, solidarias, humanistas y simétricas con sus vecinos y con el resto del mundo.
Desde luego, los gobiernos presentes en Montevideo no están de brazos cruzados ni asumen el asunto como “fatalidad irremediable”, pero con todo, el tema llama a la reflexión de que unirse, andar hombro a hombro, compartir la suerte y acceder al mismo camino, no es tarea fácil ni capaz de ejecutarse de un día para otro.
En ese sentido vale recordar la acotación del presidente Raúl Castro en el acto fundacional de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), realizado a inicios de este diciembre en Caracas, cuando indicaba que instituido tan importante conglomerado, la tarea esencial es llevarlo por buen camino, sortear todos los obstáculos, vencer las fuerzas opuestas y alcanzar la meta de hacer de nuestra región uno de los interlocutores mundiales esenciales en un planeta multipolar.
En pocas palabras, no dejar que el proyecto languidezca entre sesiones huecas, palabras altisonantes y sonrisas de salón, sino trabajar con todo el empeño y la responsabilidad necesarios para que sus bases y proyectos se hagan realidad tangible y duradera.
En ese largo camino, y nadie dude de su extensión y grado de dificultad, hará falta mucha entereza, inteligencia, tesón y compromiso, porque dentro y fuera de nuestros límites los enemigos estarán siempre al acecho.
Néstor Núñez
AIN