Cuando me pongo en contacto con la gente y las desgracias humanas, tengo a menudo la impresión de encontrarme en una jungla. Veo que los hombres son despedazados, elegantemente golpeados y aplastados.
Los modernos bárbaros pueden muy bien identificarse con los señores bien vestidos, sentados detrás de muy nobles mesas de despacho. Aprietan botones y ponen firmas. No se ensucian las manos. En la caja fuerte tienen las propias armas. En el mundo de los negocios y de las finanzas existen gángsters que estrangulan sin piedad a los pequeños y a los débiles.
Un monstruoso aprovechamiento existe también en el mundo de los enfermos, de los ancianos, de los impedidos, en el mundo del hombre que ha dado un paso en falso, en el mundo de las personas incapaces de valerse por sí mismas y dependientes de los demás
Los hombres débiles, los “hombres desgraciados” ¡son extremadamente vulnerables! Por esto la avidez y la sed de dinero son tan horribles. ¿No es inhumano enriquecerse gracias a la necesidad de los otros?
Cuando trato con personas frágiles, debo dar prioridad al amor, no a la ganancia. Cuando mi profesión consiste en curar a los enfermos, a los viejos, a los impedidos, al curar a mi prójimo que sufre debo ante todo ver sus necesidades y amarlo. En este campo es infinitamente más importante que ganar dinero. Si, en este caso, pienso sólo en el beneficio, me vuelvo culpable de la forma más abyecta de aprovechamiento.
Phil Bosmans