Como los radios de la bicicleta, todos los caminos indicados por las grandes religiones llevan al mismo centro, a la devoción y la iluminación.
No hay un camino mejor o peor que otro.
Hay grandes verdades, belleza y sabiduría en todas las grandes tradiciones religiosas.
No es necesario que abandonemos nuestra tradición.
Al fin y al cabo, unos prefieren las rosas, y en cambio a otros les gustan más las flores silvestres o los girasoles.
Todas tienen su belleza propia y el Creador hace que el mismo sol las ilumine, que la mismo lluvia las alimente, son distintas, pero todas son especiales.
La lluvia cae sobre las malas hierbas, igual que sobre las flores, y el sol brilla en las cárceles igual que en las iglesias.
La luz del Creador no discrimina, y tampoco la nuestra debe hacerlo.
No hay un único camino, una única religión, una única ideología.
Sólo hay una hermosa luz.
Cuando caen nuestras barreras, todas las flores pueden florecer juntas, en un jardín de esplendor sin igual, en un paraíso terrenal.