La Crucifixión
Son muchas las cosas que rodearon la vida del Maestro
y que fueron distorsionadas, con el paso de los años.
La mayor parte de los símbolos que él dejó no están
correctamente representados. Entre ellos cabe destacar,
por lo que condiciona y obstaculiza la evolución humana,
la imagen de dolor y sangre que el cristianismo eligió
como símbolo y que se aleja mucho del auténtico
Cristo vivo y luchador.
Fue en el Concilio de Constantinopla,
en el año 680 de nuestra era,
cuando decidieron sustituir la imagen del cordero
que hasta ese momento había sido utilizada,
por la de la Cruz como símbolo del cristianismo.
Con ello, se alteró profundamente el significado de la cruz.
La muerte en la cruz, en su más pura esencia,
no lleva connotaciones de dolor y muerte,
sino que tiene un significado mucho más profundo,
eleva al crucificado a la categoría de Hombre-Dios.
El símbolo de la cruz lejos de ser un patrimonio
exclusivo del Cristianismo,
se remonta a un conocimiento
que existía ya en nuestros antepasados.
La Cruz representa la victoria del hombre
que habiendo trascendido sus límites temporales,
consigue el desarrollo de todo su ser.
Nadie puede nacer a una nueva conciencia
si no muere a la vieja,
pero esta muerte no significa dolor,
sino liberación.
Tomar la cruz es transformar al hombre tradicional
e incompleto en el hombre del futuro,
el que ha desarrollado una conciencia de Unidad
porque se siente parte de una conciencia Suprema
que denomina Padre.
Aceptar la cruz implica una actitud de vida responsable
para vivir conscientemente, para descubrirse a uno mismo,
para asumir la propia vida.
Jesús no dijo en ningún momento
que por haber tomado él la cruz nosotros
quedásemos liberados de ella.
En el proceso evolutivo espiritual,
todos, inevitablemente, pasaremos por la crucifixión.