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Se acerca algo mortal
El aborto postparto

Albert Mohler

El debate sobre el aborto se reduce a una cuestión fundamental: el estatus moral del niño que no ha nacido. Quienes argumentan a favor de la legalización del aborto alegan que el feto, que se está desarrollando, carece de estatus moral que pudiera prevalecer sobre el deseo de la mujer de abortar a la criatura. Los que se pronuncian en contra del aborto lo hacen esgrimiendo la afirmación contraria: el niño no nacido es un ser humano en desarrollo y posee un estatus moral por el simple hecho de su existencia humana; esto debería bastar para vencer cualquier base lógica que se pueda ofrecer para su destrucción voluntaria.

Esta cuestión principal se suele ver oscurecida en los argumentos públicos y también en las conversaciones privadas que se sostienen acerca del aborto, pero sigue constituyendo el asunto esencial. Contamos con leyes en contra del homicidio y, si se reconoce legal y moralmente que el niño nonato es un ser humano, sería justo considerar que el aborto es un asesinato.

Por lo general, quienes abogan por el derecho al aborto han dibujado la línea moral en el momento mismo del nacimiento. Por esta razón, aun con nuestro conocimiento contemporáneo sobre el feto en vía de desarrollo, los activistas pro aborto siguen reivindicando con persistencia el derecho al mismo hasta el momento del nacimiento. Cualquiera que ponga en duda esta reivindicación solo tiene que considerar la oposición unificada de destacados abogados proabortistas a las restricciones sobre los abortos durante el último trimestre del embarazo.

Desde que se inició la controversia sobre el aborto, la línea supuestamente clara y definida del momento del parto ha sido bastante inestable. Los activistas por los derechos al aborto han realizado todo tipo de esfuerzos por restringir la espeluznante realidad conocida como “aborto por nacimiento parcial”. El momento del alumbramiento no ha sido jamás la línea definida que los defensores del aborto han alegado.

En estos momentos llega una novedad, aún más escalofriante, en forma de artículo que se acaba de publicar en el Journal of Medical Ethics [Revista de la ética médica]. Los profesores Alberto Giubilini, de la Universidad de Milán, y Francesca Minerva, de las universidades de Melbourne y Oxford, defienden la moralidad y la legalización del “aborto postparto”.

Estos autores no esconden su programa: están haciendo una llamada a la matanza legal de niños recién nacidos.

El argumento expuesto en su artículo guarda un inquietante parecido con la propuesta defendida por el Dr. Peter Singer de la Universidad de Princeton, que sostenía que matar a un bebé recién nacido —algo que se conoce como infanticidio— debería estar permitido hasta el momento en el que el niño desarrolle una cierta capacidad de comunicarse y pueda esperar tener un futuro.

Giublini y Minerva sostienen ahora que los bebés humanos recién nacidos carecen de capacidad para prever un futuro y, por tanto, dichos abortos postparto deberían estar permitidos. Los autores explican que prefieren el término “aborto postparto” a “infanticidio”, porque aclara que el argumento se reduce al hecho de que el nacimiento del niño no es moralmente relevante.

Proponen dos tesis:

Primero: “El estatus moral de un niño es equivalente a la de un feto, es decir, que no puede ser considerado una ‘persona’ en un sentido moralmente relevante”.

Segundo: “No es posible dañar a un recién nacido impidiéndole que desarrolle la potencialidad de ser una persona en un sentido moralmente relevante”.

Por tanto, “el estado moral de un bebé equivale al de un feto, teniendo en cuenta que ambos carecen de las propiedades que justifican la atribución del derecho a la vida a un individuo”.

Estas afirmaciones son tan escalofriantes como lo que aún está por aparecer en la literatura académica de la ética médica. Se trata de un argumento directo a favor de autorizar el asesinato de bebés humanos recién nacidos. Los autores exponen su alegato con la plena intención de verlo convertido en una política pública. Además, siguen demostrando la maldad lisa y llana de su propuesta, negándose incluso a poner un tope a la edad máxima autorizada para matar a un niño, mediante el “aborto postparto”.

Los “éticos médicos” sostienen que un aborto tradicional es la opción preferida, aunque también declaran: “Los abortos en una etapa temprana son la mejor opción por razones psicológicas y físicas. Sin embargo, cuando no se ha detectado una enfermedad durante el embarazo, si surge una complicación durante el parto, o si las circunstancias económicas, sociales o psicológicas cambian de manera que el cuidado del niño resulta una carga insostenible, se debería ofrecer la oportunidad de no verse forzado a algo que uno no se puede permitir”.

Matar a un niño es algo que no se puede justificar en modo alguno, pero estos profesores son tan atrevidos como para alegar que incluso “las circunstancias económicas, sociales o psicológicas” serían una justificación suficiente.

Este artículo del Journal of Medical Ethics es una clara señal de la cantidad de terreno que se ha perdido en favor de la “cultura de la muerte”. Una cultura que se desarrolla acostumbrada a la muerte dentro del seno materno pronto considerará el asesinato en la guardería. El hecho mismo de que se publicara este artículo en una revista académica arbitrada es una indicación sobre el peligro al que nos enfrentamos.

Durante años, los activistas provida han sido informados sobre estos falsos argumentos resbaladizos. Este artículo deja claro que nuestras advertencias no se han basado en teorías evasivas, sino en la realidad misma del aborto que no es, ni más ni menos, que un infanticidio. Si el niño nonato carece del estatus moral suficiente por el mero hecho de no haber nacido, ahora se debate que el bebé que está en la guardería tampoco se ha desarrollado aún y no se puede considerar que sea una persona.

La publicación de este artículo señala que se ha venido manteniendo un debate médico sobre este tema. La única respuesta sensata a este argumento es la afirmación del estatus moral objetivo del ser humano en cada uno de los puntos de su desarrollo, desde la fertilización hasta la muerte natural. Cualquier cosa por debajo de la afirmación de la plena humanidad pone a todos y cada uno de los seres humanos en riesgo de no verse designado como “una persona en un sentido moralmente relevante”.

¡Se acerca algo muy mortal! Este argumento no permanecerá confinado en las páginas de una revista académica. El apetito asesino de la cultura de la muerte nunca estará satisfecho.