LÁGRIMAS DEL ALMA
Os observo con dulce devoción.
Anhelo penetrar en vuestros más
íntimos pensamientos.
Deseo enjugar vuestras lágrimas,
Y apaciguar vuestros pesares.
El desánimo y la incertidumbre que
obstruye vuestra felicidad,
Aspiro a tornarlo en luminosa algarabía.
Si dejáis que vuestros corazones latan al
ritmo de la vibración divina,
Podrá realizarse este prodigio.
Pero, os encerráis en vuestro oscuro habitáculo.
El alma se encuentra enclaustrada entre
los barrotes del orgullo,
La envidia, el odio y la avaricia.
Mis palabras, portadoras de la llave
que os concede la libertad,
Son desoídas he ignoradas.
Esta es la razón, por la cual,
mi alma se desconsuela,
Brotando lágrimas de desespero, al observar,
La inmensa ceguera que os envuelve.
Intento llegar hasta vuestros corazones,
Pero cual leproso me desdeñáis.
Soy consciente, que vuestro proceder,
Es debido a la falta de discernimiento,
Puesto que vuestra consciencia,
es pasto del ego que os domina.
A veces intuyo una ínfima rendija,
Por donde el amor y la luz pueden
disponer de la oportunidad,
De colarse en vuestro interior,
fomentando sentimientos sublimes.
Pero es por un leve instante, ya que, raudo,
El ego tapa esa grieta con su diálogo
de tiránico reyezuelo.
No me siento desanimado, pero si dolido,
Pues no logro abstraeros de las tinieblas mundanas.
Sufro por vosotros, al observaros hundidos
en las miserias banales.
Sabedor de la luz y el amor que os envuelve,
Tan solo debéis abrir los ojos y acallar
el diálogo aberrante del ego.
Soy consciente que difícil tarea es,
Pues cuando este dictador se siente amenazado,
Despliega su extensa gama de encantos,
retornando el alma,
A la mísera prisión donde se haya cautiva.
Pero mi promesa es firme y sincera.
No cejaré en mi empeño de atraeros hasta la luz.
Ardua es la batalla que libro contra el
tirano de este mundo.
Pues no dudéis, ni por un instante,
que yo también soy tentado por este.
Aletea sobre mi alma,
observando cada acto y cada palabra.
Busca el momento de introducirse en mí,
para convertirme,
En súbdito de su doctrina.
No pocos embates he afrontado y os he decir,
Que incontables son las ocasiones en las que
he sido devorado por su fuego.
Tan solo el recuerdo de la suave brisa de lo divino,
Me ha devuelto a la realidad,
siendo posible zafarme de sus garras.
Nadie se encuentra a salvo de sus sibilinos encantos.
Como la llamada de las sirenas,
entonan bellísimas melodías,
Para atraernos hasta su lado.
Promesas de posición, riqueza, sexo, ó venganza;
Para cada uno de nosotros posee el reclamo perfecto.
Pues nuestras dudas e íntimos deseos conoce, ya que,
No se encuentra en el exterior,
si no en lo más profundo de nuestro ser.
Es por ello, que cada suspiro ó anhelo
rápidamente es conocido por este.
Desgraciadamente no somos conscientes de su presencia,
Ya que él, se encarga de confundirnos,
haciéndonos creer que no existe.
Suspiro por llegar a realizar mi sueño,
convertido en misión,
Al contemplar descorazonado, como os consumís,
En vuestros míseros y nimios deseos.
Seré presente y perseverante en este proceder,
Sabiendo que poseedores sois de la belleza divina,
Pues en realidad, vuestro verdadero ser es.