Hoy celebramos el día del Trabajador en plena vorágine de datos fulminantes sobre el paro, con la cifra de los cinco millones desbocada hacia los seis. Es decir, lo más importante no son los derechos laborales que reivindicaremos, como ha sido tradicional desde que los mártires de Chicago murieron por defender las ocho horas. Hoy el gran derecho por defender no es el cómo trabajar, sino conseguir conjugar el verbo desnudo de todo complemento.
El derecho a trabajar se ha convertido en el grito más trágico, y es ahí donde debe colocarse el foco de preocupación. Es decir, hoy no puede celebrarse el día del Trabajador, sino que se celebra, por encima de todo, el día del Trabajo, porque el Perogrullo es rotundo: sin trabajo, no hay trabajador.
P.Rahola
Nadia